Saturday, December 26, 2009

SAN JUAN APOSTOL, EVANGELISTA

27 DE DICIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

El día de hoy celebramos la festividad de San Juan, el más joven de los apóstoles, conocido como el bien amado discípulos de Nuestro Señor Jesucristo. Es san Juan quien recarga su cabeza sobre el hombro de nuestro Señor, en la Ultima Cena y, el mismo que permaneció al pie de la Cruz de Nuestro Señor y a quien, Cristo, le encomienda el cuidado de Su Madre, María Santísima.

San Juan es representado como un águila, porque lo sublime de su evangelio nos eleva al Cielo. El ultimo evangelio que se lee en el Santo Sacrificio de la Misa, es el capitulo primero del Evangelio de San Juan. En el vemos las verdades de nuestra fe más profundas y hermosas que han sido preparadas para nosotros y para toda la eternidad. Nuestras almas se eleven ante estas palabras y como si un águila nos tomare en su vuelo nos llevan a contemplar las bellezas Celestiales.

No hay cosa más apropiada que celebrar esta fiesta tan cercana a la Navidad de Nuestro Señor, tanto por las verdades de su doctrina como por el amor que existía entre san Juan y Nuestro Señor.

San Juan Y santo Santiago, hermanos, les conocía Nuestro Señor como los “hijos del trueno” porque clamaban al Cielo que mandara fuego para que destruyera la ciudad de los Samaritanos que rechazaban recibir la doctrina que predicaba su Maestro. Cuando contemplamos el amor que existía entre esto santos y Nuestro Señor, podremos entender la dirección que tomaba su celo por el Honor y Gloria de Nuestro Señor.

Existen muchos que desearían destruir a sus enemigos, sin embargo, me puedo aventurar en decir que este celo no es por el amor y gloria de Dios, sino más bien por su propia maldad y venganza. La grandeza de amor y contemplación a la que nos lleva el Evangelio de San Juan parece perderse en muchos de nosotros. Incapaces de amar, cegados por el amor propio, muchos hombres, parecen incapaces de captar y entender la profundidad de las verdades expuestas por san Juan en el evangelio de hoy.

San Juan escribe y condena a los herejes o anti-cristianos que pretendían y decían que Jesucristo era sólo hombre, y que no existía antes de nacer en este mundo, de san José y María Santísima.

En los primeros días este tema era una guerra constante en la corrección de las concepciones sobre la persona de Nuestro Señor Jesucristo. Los ataque en contra de la Persona de Jesucristo, hoy día no son de manera directa, como lo fueron en el pasado. Existe de todo, quienes niegan la divinidad de Jesucristo, como los Judíos y paganos. Y existen quienes niegan su humanidad. Pero los más peligrosos son quienes afirman creer en Él y sin embargo lo niegan en sus corazones y acciones externas de la vida diaria. Hay otros que niegan la realidad de que Jesucristo haya nacido realmente y de manera histórica, como todo ser humano, haya físicamente permanecido entre nosotros. Dicen que Cristo es un “mito” como las historias sin fin de muchas religiones falsas.

Existen muchísimos que quisieran toman la doctrina del Cuerpo Místico de Jesucristo a niveles heréticos, al pretender que Cristo vive en todos y cada uno. Es decir que todos y cada uno se convierten en un “sacramento”. Negando con esto que Cristo sea verdaderamente Dios y verdaderamente Hombre.

La culminación de todas estas mentiras y falsas doctrinas acerca de Jesucristo llevan a la negación practica si no por lo menos teóricamente a la negación de la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Muchos se comportan como si la presencia de Jesucristo fuera algo simbólico o figurativo y no real y actual. Se han convertido a la secta protestante sin darse cuenta (bueno, eso decimos nosotros).

Necesitamos más que otra cosa, escuchar y practicar, las palabras de este apóstol amado, virgen, evangelista, como lo necesitaban las personas de aquel entonces.
Pidamos a San Juan que eleve nuestro corazón y mente a la profundidad del misterio de la Encarnación. Desarrollemos el amor que San Juan tenía por nuestro Señor, para que podamos recibir la doctrina profunda y verdadera en relación a la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, no sólo históricamente sino que también en la Santa Eucaristía.

Sin este amor y sin la gracia de Dios, no podemos esperar creer las verdades que Dios nos ha revelado. Luego entonces, no podemos esperar encontrarlo y recibirlo en este mundo para gozar de Su compañía por toda la eternidad.


Así sea.

Thursday, December 24, 2009

NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

25 DE DICIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

“Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”

Kroesus, uno de los reyes más ricos y poderosos de la antigüedad, en cierta ocasión preguntó a uno de los filósofos: ¿Quién crees tú que es el hombre más feliz del mundo? El rey quedó sorprendido al escuchar que la respuesta fue, un pobre hombre, desconocido, es el más feliz. Exigió de inmediato una explicación el rey, ante tal respuesta.

Esta es la paz que todos buscan pero que pocos encuentran. La paz es necesaria si vamos a disfrutar todas las cosas ya sea en esta vida o en la eternidad. San Gregorio de Niza decía: Cualquier cosa que menciones como dulce y placentera en esta vida, siempre necesita la paz, para poder realmente ser placentera. Porque aunque tengas todo lo que es valorado y estimado en esta vida, como riquezas, salud, alegrías, diversiones y placeres, ¿de qué te servirían si les falta la paz?

Si no hubiera paz en el cielo dejaría de serlo y si ésta pudiera entrar al infierno, éste dejaría también de ser eso, infierno.

La paz se alejó de este mundo y del ser humano con el pecado de Adán (pecado original) todos los que están en pecado (pecado actual) se encuentran en contra de Dios, luego entonces la paz se encuentra muy lejos de ellos. En el libro de Job leemos: ¿Quién se ha resistido a Él (Dios) y conservado la Paz? San Juan dice: “Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no permanece en nosotros” luego entonces el ser humano es reducido a un estado deplorable, vacio de felicidad.

No hemos sido abandonados, Dios ha mandado a su único Hijo Jesucristo para redimirnos. Ningún ser humano podría haber jamás pagado el precio de nuestra redención porque la infinita bondad fue ofendida. El salmista dice: Ningún hermano puede redimir, ni ningún hombre podrá ser redimido. Sería insuficiente para dar y restaurar todo lo que se le ha ofendido a Dios. Ni podrá pagar el precio de la redención de su alma. Razón por la cual Dios mismo ha venido a pagar el precio de nuestra redención. Sin embargo, es al mismo tiempo, necesario que el hombre page por lo cual Dios mismo se ha hecho hombre. Dios y Hombre, Jesucristo, por medio de su sacrificio, ha pagado el precio de nuestra redención. Nos ha reintegrado una vez más la paz.

Y para todos aquellos que actúan de buena voluntad esta paz les es entregada. Ya lo dice el ángel: “Paz a los hombres de buena voluntad”

El niño Dios que se nos presenta el día de hoy, y que nació en el portal de Belén, es el único medio de obtener esta paz para todos nosotros. Este es el momento que todos los hijos de Adán han estado esperando y que celebramos con gran alegría este día.

La fuente de nuestra alegría ha llegado, sin embargo no todos la reciben. Es sólo para quienes están dispuestos a recibirla dignamente, hombres de buena voluntad. Para recibir estos dones de Dios debemos recibir a Jesucristo en nuestro corazón.

Debemos amarlo con todo nuestro ser y con un amor preferencial. No podemos permitir que algo se interponga antes o entre este amor. ¿Cómo podemos discernir esta virtud entre nosotros? ¿Qué significa amar a Dios de esta manera?

Jesucristo mismo, nos da esta respuesta: “Si me amas, cumple mi palabra”, es decir que no existe la paz en quienes viven una vida pecaminosa, quienes aman el pecado son enemigos de Dios. Para encontrar la paz verdadera debemos odiar y detestar el pecado.

San Anselmo a este respecto agrega:

“Si las fauces del infierno estuvieran a uno de mis costados y al otro el pecado con todas sus aparentes maravillas invitándome, preferiría arrojarme al fondo del infierno y quemarme vivo, en lugar de caer en pecado”.

Esto es para que veamos cuanto detestaban el pecado y que a imagen de los santos debemos también nosotros establecer como meta dejar de pecar. Morir antes que pecar, por más insignificante que este parezca.

Muchos se engañan a sí mismos creyendo, según ellos, que pueden obtener la paz sin dejar de vivir en pecado, no alejarse de las asociaciones pecaminosas, abandonar un mal habito, hacer restitución por alguna injusticia, perdonar las ofensas, etc.. Esa es, la farsa en la que viven muchos seres humanos.

En navidad se nos invita a que abandonemos estas situaciones ilusorias y nos alejemos del pecado por una verdadera conversión y arrepentimiento, para poder obtener la verdadera paz que sólo Cristo entrega y que trajo para todos nosotros hace más de dos mil años.

Alejémonos del pecado, empecemos por detestarlo al igual que lo hicieron los santos, una vez con nuestra conciencia limpia recibamos en nuestro corazón, a Jesucristo en el santísimo sacramento del altar para obtener el beneficio de esta paz. Si no podemos recibirlo en el santísimo sacramento, hagamos una verdadera y genuina comunión espiritual. Este es el único medio que tenemos para vivir y morir, en una verdadera paz. La Paz que Sólo Jesucristo puede dar.

Así sea.

Saturday, December 19, 2009

DOMINGO 4to. De ADVIENTO

20 DE DICIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Una vez más, nuestros pensamientos son dirigidos hacia san Juan Bautista y su predicación sobre la penitencia, enfática, todos debemos hacer penitencia. Bautizó a las personas como manera de señalar la limpieza y eliminación de las manchas del pecado, al iniciarse en la verdadera penitencia, alejarse del mal.

Vivía en el desierto y su vestimenta era de piel de camello y ceñida su cintura con piel. Su alimentación era basada en miel y langosta. Por lo que podemos deducir que su predicación no era la de un hipócrita, predicaba con el ejemplo y ejercía mayor disciplina y penitencia rigurosa sobre si mismo mucho mayor, a la que pedía a quienes lo escuchaban.

Hoy en nuestros días, tenemos nuestra conciencia, esa voz que nos está llamando constantemente a la penitencia. La que podemos comparar al niño insistente y que en ocasiones se vuelve fastidioso ya que no se detiene, hasta que logra su objetivo.

Nuestra conciencia no puede ser ignorada. Es mejor para nosotros establecer una buena amistad con esta, lo más pronto posible, para evitar un largo y prolongado periodo de mancha y dolor sobre nuestra conciencia y toda la carga del pecado impuesta sobre el pecador, haciéndolo desdichado, infeliz, y descontento con todo a su alrededor.

Nuestra Santa Madre la Iglesia, también predica la penitencia, nos manda predicadores que nos anuncian la necesidad de la penitencia y el cambio del pecado a la vida. Nos señala de igual forma festividades y tiempos que nos predican una y otra vez la necesidad de la penitencia. Tenemos en primer lugar el Adviento y la Semana Santa, que nos recuerdan la necesidad de esta penitencia tan indispensable para nuestro bien.

Las Festividades de Nuestro Señor, Nuestra Santísima Madre y los santos, todas nos llaman a la necesidad de purificar nuestras almas para poder gozar únicamente de su compañía por toda la eternidad, porque nada manchado por el pecado, puede entrar en el reino de los cielos.

Dios nuestro señor, de igual forma, nos predica esto de manera directa en los diferentes acontecimientos de nuestras vidas. Existen enfermedades peligrosas, desastres naturales, levantamientos políticos, dificultades económicas etc. Todas las cosas de este mundo suceden por la mano de Dios, incluyendo estas grandes cruces. Al ser forzados a cargar con ellas, estamos siendo preparados en el camino de la penitencia.

Sin embargo, con todos y cada uno de estos predicadores de la necesidad que tenemos de hacer penitencia, parece que cada vez hay menos penitentes.

Muchos se engañan a sí mismos al pensar que no tienen necesidad de hacer penitencia; se imaginan que al no haber robado, matado o cometido adulterio etc. no tienen necesidad de arrepentimiento y consecuentemente hacer penitencia. Nunca se han detenido a examinar cuidadosamente su conciencia para verdaderamente comparar sus vidas al modelo que Cristo nos ha dejado de sí mismo y Su Palabra.

Muchos olvidan sus pecados de pensamiento y omisión. El examen de conciencia está limitado muchas veces a las palabras y acciones, lo cual es sólo el principio, de lo que sería un buen examen. Existen, probablemente, más pecados cometidos con el pensamiento, que jamás podríamos imaginarnos. Dios todo deseo lo toma por hecho y

¿con qué frecuencia fallamos en hacer lo que debemos hacer?

Existen muchos que piensan que tendrán tiempo después para hacer penitencia y que pueden vivir en su pecado todo el tiempo. Los jóvenes piensan que pueden vivir pecando, que ya cambiarán cuando se casen y que entonces, vivirán una vida virtuosa.

Ninguno de nosotros sabemos cuánto tiempo más tenemos de vida, muchas veces son los pecadores, quienes son llamados a rendir cuentas, y en algunas ocasiones en el acto mismo de cometer tal o cual pecado, sellando con esto su eterna condena en el infierno.

Quien desea continuar viviendo en sus pecados constantemente estará amontonando más de estos, uno tras otro el resto de su vida. Al vivir de esta manera se desarrolla un hábito cada vez más difícil de eliminar. Como vive el hombre ahora, es probable que, de esa misma manera haya de morir. Si vivimos en el pecado, en este perecemos.

El tiempo de penitencia es ahora, podemos convertirnos en amigos de Dios en este momento, si así lo deseamos. El siempre está esperando nuestro verdadero arrepentimiento, lo único que nos detiene somos nosotros mismos. Algún día estaremos, cara a cara, frente a nuestro salvador, quien nos recibirá con un fuerte abrazo o a quienes rechazará mandándonos al fuego eterno.

La decisión es nuestra, podemos acudir a un padre amoroso dispuesto a perdonarnos o enfrentar a un justo Juez.

Quienes no sean purificados y verdaderamente arrepentidos de sus pecados y reconciliados con Dios escucharan de manera irrefutable las palabras de “apartaos de mí, no te conozco”

Hagamos penitencia de una buena vez, y empecemos ahora a caminar por el sendero que ha de salvar nuestra alma inmortal.

Así sea.

Saturday, December 12, 2009

DOMINGO 3ro. DE ADVIENTO (GAUDETE)

13 DICIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Todos y cada uno de nosotros tenemos en nuestro interior una “voz que clama en el desierto” la cual mas allá de causarnos tristeza y renuncia, debe regocijarnos y alegrarnos.

El día de hoy vemos como San Juan Bautista dando respuesta a quienes preguntan ¿quién era él? Les dice la verdad; no es Cristo, ni Elías, ni alguno de los profetas, dice de sí mismo que, es la voz del que clama en el desierto. La voz que clama pero que muy pocos escuchan. Esta misma acción se realiza en cada uno de nosotros, en nuestra conciencia, ella es la voz de la verdad, del llamado de Dios, en nuestro interior nos pide que corrijamos nuestra vida. Nos señala el camino a seguir, como debemos comportarnos y lo que debemos hacer; si fallamos en poner atención a su llamado, escuchamos luego entonces la condenación de nuestra rebelión malvada.

De la misma manera en que no dudó san Juan en condenar el mal que veía, aún cuando era visto en la autoridad de Herodes, así nuestra conciencia con toda razón condena lo que ve en nosotros que no es correcto.

Estamos hechos a la imagen y semejanza de Dios y es nuestra conciencia lo que, nos hace de esta manera a Dios, que es la verdad misma. No podemos ocultar la maldad a nuestra conciencia como no nos podemos esconder de Dios.

Aún si nadie en el mundo conoce nuestras intenciones perversas, Dios y nuestra conciencia lo saben. Y de ésta manera la obra de Dios es realizada en nosotros.

Constantemente se nos está insistiendo en que debemos corregir nuestros errores y previniendo de cometer algún pecado. Al grado de haber personas que se enferman gravemente por tener una conciencia culpable. No necesitan a nadie más, para que condene lo malo que hacen o están por realizar, su conciencia se encarga de esto de manera clara y a viva voz, no dando descanso ni paz a su alma.

En nuestra preparación para recibir a Cristo en esta Navidad, debemos repetir la historia dentro de nosotros mismos. Así como la gente acudió al desierto para escuchar la voz de San Juan, que predicaba sobre la penitencia y el bautismo, así nosotros debemos escuchar a nuestra conciencia, para ver lo que hemos hecho mal, corregirnos y hacer penitencia. Sólo de esta manera estaremos preparados para verdaderamente y dignamente recibir a Jesucristo Nuestro Señor en nuestra alma.

Debemos, no sólo escuchar la voz de nuestra conciencia sino que debemos actuar en consecuencia, si decidimos ignorarla terminaremos como Herodes. El mal que amamos más, que a la verdad, nos llevará al extremo drástico de dar muerte a nuestra conciencia, como Herodes hizo con San Juan.

Una vez que nuestra conciencia es silenciada por nuestra voluntad violenta y maligna, estaremos condenados, aún cuando deambulemos en este mundo.

No puede haber vida más deplorable que, el de una conciencia “muerta” que ya no oye ni puede ser escuchada; tal conciencia no tiene manera de discernir entre lo correcto y lo incorrecto. La única voz que tales individuos escuchan es la de sus propias pasiones desordenadas que libre y dócilmente los conducen de un vicio a otro, cada vez mayor y peor que el anterior, hasta terminar en el infierno.

Se dice que nuestra “conciencia nos hace cobardes a todos” lo cual podemos constatar claramente en nuestra vida diaria. Si estamos en sintonía con esta, veremos no sólo nuestros pecados y transgresiones, sino que también veremos nuestra profunda miseria y debilidad. Es en la profundidad de este conocimiento de nuestra total debilidad y horrenda vida pecaminosa presentada ante nuestros ojos por nuestra conciencia que, nos conduce a una verdadera humildad.

Esta conciencia de la verdad de sus propias almas y profunda humildad, es lo que atrajo a los santos y en particular a San Francisco, al declararse como los peores pecadores, lo cual no es una “exageración piadosa”, porque dicen esto, no en comparación con las otras almas alrededor de ellos sino en comparación de su alma, al modelo perfecto -Cristo- a quienes su conciencia los eleva constantemente, alcanzarlo e imitarlo.

El trágico error de la mayoría de las personas, es que no escuchan a su conciencia, en la comparación de su vida con Jesucristo, sino que prefieren escuchar sus paciones y comparar su vida con las de los demás hombres a su alrededor. Luego entonces, su conciencia les dice claramente, que ellos, no son tan malos, que hay otros peores, y que pueden cómodamente tomar un descanso y dormir en sus pecados. No pueden ver la conciencia de las demás personas, por lo que su juicio sobre la vida de éstas, es sólo una suposición.

La culpa que ven, posiblemente no existe ante los ojos de Dios, por lo tanto, tal vez no sean tan buenos como quisieran creerlo, luego entonces su comparación es una farsa. Al vivir esta mentira, viven bajo la ilusión de ser mejores que el resto de los hombres, cuando en realidad, son peor que quienes acusen.

Aclamemos a la voz de nuestra conciencia, amoldémonos a esta sin importar lo doloroso que esto parezca y al hacer esto nos volvamos profundamente humildes y enderecemos el áspero y torcido camino en el que hemos metido nuestra alma para poder verdaderamente recibir la gracia de Nuestro Señor Jesucristo el día de Navidad.

Que así sea.

Saturday, December 5, 2009

DOMINGO 2do. DE ADVIENTO

6 de Diciembre de 2009

Los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Estas son las señales de la obra de la gracia de Dios a través de Su Hijo, nuestro salvador y Redentor, Jesucristo, quien además dice a Sus apóstoles que ellos realizarán mayores milagros.

El mundo se preguntará ¿qué puede ser mayor que esto? ¿Tal vez sea resucitar muertos? Esto lo hizo Jesucristo y quienes fueron por El envidos. No, tampoco este, es el mayor milagro, al que Cristo hacía referencia.

Evidentemente Jesucristo se estaba refiriendo a las cuestiones del alma. Sabemos bien que el alma es superior al cuerpo. Restaurar la vista, oído, movimiento y la vida misma a un cuerpo no es nada comparado con volver la vida al alma.

Algunos de los mayores milagros que Cristo realizó y continúa haciéndolo, hasta nuestros días, son los sacramentos. Los ministros de Jesucristo en nuestros días predican el Evangelio a toda persona, abren sus ojos a la luz de la fe, sus oídos para escuchar la voz de Dios y restaurar las mociones de la gracia al alma y restaurar la vida de esta, después de haber permanecido muerta por el pecado.

Cristo realizo todo esto y así lo hicieron sus discípulos y los verdaderos sucesores de estos. Jesucristo realizó ambos milagros, físicos y espirituales a la vista de todos, sin embargo, una gran mayoría se encontraba ciega para ver lo que sucedía a su alrededor. La mayoría decidió permanecer ciegos, sordos y mudos, lisiados y muertos, en lugar de vivir en Cristo.

Cuando predicamos la palabra de Dios a la gente, hoy día, nos enfrentamos a la incredulidad, a la obstinación. Esto es descorazonador, saber que tanta gente ama su miseria más que a su vida misma, salud y felicidad de la gracia.

Cuando nuestro señor ofreció a todos la vida eterna diciéndoles, “quien come mi cuerpo y bebe mi sangre tendrá vida eterna”, la mayoría dejo la seguirlo. Lo mismo podemos verlo hoy después de más de dos mil años, la mayoría sigue diciendo. “Esto es algo muy difícil de aceptar”, escogiendo rechazar a Jesucristo, Su gracia y la vida misma, en lugar de someter su entendimiento y voluntad a Dios.

Los hombres ya no tratan de ser como Dios, como lo hace la eterna tentación del demonio. Ahora quieren ser mayores que y estar encima de Él. Tratamos decir a Dios lo que debe hacer y como lo debe hacer, en lugar de someternos a Él.

Como podemos ver, de manera más clara, según pasan las épocas, el hombre es cada vez mas obstinado en sus pecados.

De esta manera muchos desean ignorar el plan de Salvación que Dios nos ha dejado, engañándose al pensar que a como dé lugar, obtendrán la felicidad eterna del Cielo.
Observan el camino estrecho que Nuestro Señor ha establecido y lo rechazan para seguir el camino fácil, no creyendo, que los ha de conducir al infierno; ven el camino empinado y montañoso, de la salvación y lo rechazan como algo demasiado difícil cambiándolo por la relativamente suave autopista al infierno, engañándose a sí mismos diciéndose que este también los llevará al Cielo, acusando a Dios de mentir y decidiendo finalmente seguir la voz del Demonio.

Estas pobres almas son y están realmente ciegas, sordas, lisiadas y muertas. ¿Qué se puede hacer por ellas? Podemos predicarles, amonestarles y orar por ellas pero, si ellas no quieren ver, escuchar o moverse, no existe ninguna esperanza. Si rechazan nuestros esfuerzos, no es a los ministros de Dios quienes están rechazando, sino que rechazan a Dios mismo.

Los sacramentos en su mayoría son para los vivos, se nos han dado dos para restaurar la vida del alma muerta por el pecado, el resto es sólo para nutrir quienes ya tienen vida del alma.

Tomemos ventaja de estos sacramentos, según nuestras necesidades de esta vida. Sólo los tontos permanecen en esta muerte cuando tienen, tales medios tan fáciles para vivir; sólo los tontos permanecen ciegos, cuando les es tan fácil ver, sordos cuando pueden escuchar.

Verdaderamente estamos rodeados de una gran cantidad de tontos, sin embargo, la cantidad, no es razón suficiente para seguirlos. La mayoría se perderá en el suave y maravillosamente pavimentado camino al infierno.

Las pocas almas perseverantes, verán las falacias del mundo y las rechazarán conforme tengan más cruces todos los días y varonilmente escalen el camino ríspido, angosto y empinado que conduce a la felicidad eterna. Estos son los que saben que han encontrado a Cristo porque han experimentado la obra de la gracia en sus almas y pueden ver aunque a la distancia que existe un gran tesoro esperándolos al final del camino, difícil de transitar.

Permanezcamos de entre los pocos hombres sabios en lugar de hacer equipo con la mayoría que sigue el camino de la decepción y que conduce al infierno.

Así sea.

Saturday, November 28, 2009

DOMINGO 1ro. DE ADVIENTO

29 DE NOVIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Empezamos el año como lo terminamos, meditando sobre el final de los tiempos. Antes de iniciar cualquier proyecto lo primero que tenemos en mente es el cumplimiento de este. Pensamos en un pastel ya terminado antes de pensar en los ingredientes, preparación y orneado. Lo mismo sucede con nuestra vida espiritual. Primero pensamos en los placeres de la eternidad y luego vemos lo que necesitamos hacer para lograrla.

El final de los tiempos esta ya próximo al igual que nuestro propio fin. Por lo tanto hagamos caso a las instrucciones profundas que nos da san Pablo en la epístola de hoy. “ya es tiempo de que despertemos del sueño”.

Conforme empezamos este año nuevo litúrgico buscamos la venida de Jesucristo Nuestro Señor con la esperanza de que nos encontrará dignos de compartir la eternidad con El. Pero antes de esto debemos detenernos un poco y analizar, qué es lo que debemos hacer para lograr esto. Conociéndonos débiles y pecadores debemos entrar en razón y entender que, debemos cambiar. Debemos cambiar la vida mundana y el pecado, para revestirnos de la vida de Dios. Debemos alejarnos del pecado y ver la luz y belleza de la verdad.

Debemos levantarnos y hacer penitencia. Debemos controlar nuestras debilidades y hacer todo lo posible para convertirnos en dignos seguidores de Cristo. ¿Cómo podemos regocijarnos en su venida si no somos dignos de Él?

Fielmente siguiendo la dirección de nuestra santa madre la Iglesia, iniciamos con penitencia el adviento. Nos limpiamos de todo pecado, sujetamos a nuestro corazón y cuerpo rebelde con la limosna, penitencia y austeridad.

Es ahora el tiempo de limpiar nuestro corazón y mente para hacer lugar a Cristo para que viva en nosotros. Recordemos que Dios es un amante celoso. Exige todo nuestro amor. Se nos ha dado el mandato de amar a Dios sobre todas las cosas con todo nuestro ser. Todo lo que ha tomado el lugar de Dios en nuestra mente y cuerpo, debe ser eliminado. Dios no acepta el segundo lugar. Debemos eliminar a todos y cada uno de estos para que sea Dios en único que reine en nuestro corazón.

Es sólo después de haber aprendido a amar a Dios total y completamente que podemos amar a Sus criaturas, como deben ser amadas por nosotros. Todos estos deben tomar un segundo lugar en nuestra vida, muy lejos de Dios, quien debe ser el centro de nuestra existencia. Estos seres creados, fugaces, no pueden ser comparados con Dios infinito.

En estos días vemos, a mucha gente preocupada, por el futuro de la sociedad y el mundo mismo, sin embargo hay muy poco interés por saber el final del alma inmortal. La sociedad y este mundo son ambas creaturas destinadas a desaparecer mas no así nuestra alma que vivirá para siempre.

No podemos hacer nada para salvar a la sociedad, nuestro país, mundo, incluso nuestra vida misma si no salvamos primeramente nuestra alma. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? Sin embargo una gran cantidad de personas se preocupan por las cosas pasajeras en lugar de la salvación de su alma.

¡Qué tontos son en verdad los hombres!

Si nos hemos quedado dormidos al timón de nuestra alma y hemos naufragado dañando mortalmente nuestra alma, ahora es el tiempo de despertar, calcular los daños y empezar con su reparación, inmediatamente. Si sólo nos hemos desviado ligeramente del camino, ahora es el tiempo de compensar el tiempo perdido y direccionar nuestra vida para que podamos de manera segura alcanzar nuestro destino final en la eternidad con Dios. Sólo se requiere de un ligero vector, fuera de curso, para abrir una gran distancia con el logro de nuestro objetivo.

Dios es perfecto y exige la perfección en nosotros. Recordemos que nada que este manchado entrara en el reino de los cielos. Dios puede perdonar y olvidar nuestros pecados, incluso lavarlos y eliminarlos de nosotros. Por más manchadas que queden nuestras almas, puede devolverles la blancura, como la nieve. Sin embargo, no debemos olvidar que Dios exige que hagamos nuestra parte. Por lo que debemos antes que todo, ser movidos a la pureza, purga y mortificación de nuestras vidas para que pueda venir y santificarnos totalmente.

Estamos en el tiempo de los nuevos inicios. No permitamos que se nos vaya de las manos este tiempo de adviento, sin positivamente progresar hacia nuestro objetivo de convertirnos en miembros dignos del Cuerpo Místico de Jesucristo, para cuando termine nuestra vida en este mundo podamos levantar nuestro corazón y escuchar a Dios invitarnos a la felicidad eterna con Él en el Cielo.

Que así sea.

Saturday, November 21, 2009

DOMINGO 25 DESPUÉS DE PENTECOSTES

ÚLTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTES

22 DE NOVIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Cristo nos advierte sobre el tiempo del fin. Debemos ser capaces de ver y entender las señales de la aproximación de este fin, de la misma manera que sabemos que el verano esta próximo cuando vemos las tiernas ramitas de los arboles brotar.
Nuestro Señor hace referencia al profeta Daniel y a la abominación de la desolación posicionada en el lugar santo: En el capítulo XII, ii, de sus profecías nos dice:

“Después del tiempo de la cesación del sacrificio perpetuo y del alzar de la abominación desoladora, habrá un mil doscientos noventa días”.

Si nos fijamos bien en lo que dice el profeta Daniel comprenderemos que hace referencia a que debe ser eliminado el sacrificio perpetuo, y al parece, referirse al Sacrificio de la Santa Misa.

En la implementación del concilio vaticano II podemos constatar la eliminación del Santo Sacrificio de la misa. Toda noción o referencia acerca de este sacrifico ha sido eliminado de todas sus ceremonias. Una mesa y banquete han reemplazado al altar y al sacrificio.

De esta manera, casi de un día para otro, el Sacrificio perpetuo fue eliminado, pero no completamente. Permaneció por lo menos un verdadero católico, sucesor de los apóstoles, que continuo ofreciendo este sacrificio, consecuentemente con el poder de comisionar a otros a continuar con este sacrificio. De esta manera el signo diabólico y terrible fue impedido para establecerse completamente.

Son los verdaderos Obispos y sacerdotes que continúan ofreciendo este sacrificio perpetuo, que detienen la mano furiosa de Dios.

Mientras que el Hijo de Dios se haga presente y sea elevado en el Santo Sacrificio del Altar como expiación por nuestros pecados y pida misericordia para nosotros a Dios Padre, continuaremos con vida.

Tan dramático como aparece el destino final de este mundo, detener esta fatalidad, descansa sobre los hombros de los pocos obispos y sacerdotes verdaderos, mientras continúen con la misión a ellos encomendada (ofrecer el sacrificio perpetuo), en un mundo sumergido en el mal y el pecado.

Después de la eliminación de este sacrificio, le sigue la abominación de la desolación posicionada en el lugar santo.

Hemos sido testigos como los templos católicos de todo el mundo se han transformado de ser la casa de Dios a la del hombre. Los tabernáculos, altares, reclinatorios y crucifijos, todos han sido eliminados y en los casos en los que los han reemplazado son una abominación de lo que estos fueron.

La casa de Dios llena de Su presencia en el Santo Sacrificio y su gracia abundante está ahora desolada. Esta vacía. “vanidad de vanidades todo es vanidad” al quitar a Dios para colocar al hombre contemplamos el vació y la nada de este. Esto lo podemos ver no sólo en las actividades externas de la Iglesia moderna sino de manera más remarcada en sus ceremonias y devociones.

Toda la adoración solida, con fundamento, verdadera y devoción ha sido eliminada. Existe mucho ruido, pompa y celebración, pero no es otra cosa que el repicar y sonar de metales, es un ruido sin ningún sentido.

Todo esto parece ser la preparación de la siguiente y mayor de todas las abominaciones. Fuimos testigos, primeramente, de la expulsión de Jesucristo, luego vimos la colocación de Hombre en Su lugar, parece lógico suponer que lo que sigue es, hace al hombre a un lado para colocar a Satanás para que públicamente sea honrado, adorado y alabado en estos lugar.

Este es el objetivo del anticristo ahora más que nunca, como lo ha sido siempre y en todo el tiempo a través de la historia.

Los demonios han ganado una gran cantidad de batallas sobre los hombres, sin embargo, la guerra aún no termina. La lucha continúa y nos guste o no, nuestras almas son el campo de batalla. Hay una guerra por nuestras almas, y el resultado de esta guerra ha sido puesto en nuestras propias almas. Nuestras manos débiles y nuestro corazón pecador han sido llamados para luchar el buen combate.

Reconociendo humildemente nuestra inhabilidad para juzgar y actuar correctamente, debemos acudir a Cristo (especialmente en la Santa Eucaristía) para que venga a nosotros con Su ayuda, y nos dé el valor y coraje para luchar varonilmente hasta el final.

No debemos permitir nunca que los demonios logren atormentar nuestra alma expulsando la gracia de Dios y aún más, no debemos permitir jamás que los demonios hagan su residencia en nuestra alma. Porque esto será verdaderamente la desolación posicionada en el lugar santo y esto significaría el final para nosotros aunque no del mundo entero.

En la lucha por la salvación de nuestra propia alma, en cierta manera luchamos también, por el mundo entero.

Aunque exista un número, muy reducido, que permanezca fiel; la desolación no será realizada. Es la gracia de Dios que viene a nosotros en el sacrificio perpetuo de la Santa Misa, que nutre y sostiene a esta minoría con vida y luchando.

El mundo llegará a su fin, lo que ha dicho Jesucristo sucederá, sin embargo no debemos convertirnos en parte del mal que lo esta ocasionando.

Nuestras vidas terminarán y en ese momento seremos juzgados, si Cristo es quien reina en nosotros o la abominación desoladora reina en nuestra alma.

La decisión sobre quien ha de reinar en nuestra alma está en nuestras manos; veamos y leamos claramente las señales mientras tengamos tiempo, para cambiar las cosas para nuestro bien y el mundo entero.

Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para preservar el Sacrificio perpetuo de la Santa Misa para dar la gracia a nuestra alma y calmar un poco la inminente ira de Dios.

Que así sea.

Saturday, November 14, 2009

DOMINGO 24 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

15 DE NOVIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:


EL día de hoy se nos recuerda que lo que importa son los detalles, las cosas que aparentemente son insignificantes. El Reino de los Cielos está construido sobre ellos. Cristo nuestro Señor compara este Reino a una semilla de mostaza.

El mayor en el reino de los cielos dice Jesucristo a los apóstoles, no es del más fuerte o inteligente, sino del humilde y sencillo. Para ilustrar esto pone como ejemplo ante ellos, un niño, y agrega que, debemos hacernos como ellos si queremos entrar en Su Reino.

El Rey, Jesucristo mismo, se humilló al convertirse en el más insignificante de los hombres de este mundo; al cual vino a servir y no ha que le sirvieran. Ordena a Sus apóstoles servir y ayudar el uno al otro. Este mandato se lo da de igual manera al mayor de ellos, a la Cabeza, razón por la cual los Papas firman sus documentos como el siervo de los siervos de Jesucristo. Concluye Jesucristo diciendo que quien se humille será ensalzado y quien se gloríe será humillado.

Frecuentemente somos arrastrados o impresionados por el grandor y espectáculo de las cosas de este mundo. Lo mismo sucede cuando somos distraídos por los aires de grandeza de las falsas religiones. La ya frecuente expresión de que: ¿puede, tanta gente, estar equivocada? Se presenta como un argumento que señale que las cantidades numéricas, el poder y el volumen estén en lo correcto.

Esta decepción diabólica, frecuentemente tiene éxito en engañar a los incautos.

La historia y nuestra simple inteligencia nos dice que la mayoría está casi, sino siempre, en el error. La verdad la encontramos en la minoría. Jesucristo y sus apóstoles fueron siempre una minoría, aún cuando eran seguidos por una gran multitud. Fue esta multitud que a gritos pedís Su sangre.

Frecuentemente, Dios nuestro señor, escoge a los humildes, los débiles, los insignificantes de este mundo, para realizar sus designios y manifestar Su gloria.

De esta manera se asegura que el honor y gloria sea sólo para Él.

Todos sabremos que el único instrumento usado por Dios, es el ser humano, simple y humilde. Esto es algo que todos y cada uno de los santos entendió y puso en práctica. De manera especial debemos centrar nuestra atención en San Francisco, ejemplo vivo de las maravillas de la gracia y misericordia de Dios en nosotros.

San Francisco tomó las palabras de Jesucristo y las directrices encomendadas a sus apóstoles literalmente en su corazón. Buscó practicar de manera perfecta en sí mismo, hasta donde le fue posible, todo lo que Jesucristo había ordenado. La Regla de San Francisco está tomada directamente del Evangelio. Ve y vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y ven sígueme. Pero de manera principal San Francisco tomó como forma de vida las palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando señala que debemos ser humildes.

San Francisco siempre buscó ser humilde, y servir a los demás.

De la semilla insignificante, del ejemplo que sembró san Francisco, nació la más grandiosa Orden Religiosa, dentro de la Iglesia católica.

En su amor obediente y humilde, San Francisco se convirtió en el reflejo mismo de Jesucristo. La manifestación máxima de amor es la imitación sincera. San Francisco logró este amor e imitación de Jesucristo de manera tan perfecta que Dios le recompensó estampando en su cuerpo las heridas impresas en el cuerpo de Cristo.

San Francisco no buscó honor ni gloria. Sino humildad, pobreza y lo más insignificante. Buscó en todo momento imitar de manera perfecta a Jesucristo. Y a manera de recompensa de este profundo amor e imitación, al extremo de la renuncia de sí mismo, San Francisco es ahora elevado al lugar más encumbrado del Cielo.

Además de que esta Orden Religiosa por él fundada, está profetizado, que será la única en sobrevivir en la Iglesia Católica hasta la consumación de los siglos.

Este amor extremo y forma de imitación, no es para todos. No todos pueden seguir a nuestro Señor como lo hizo san Francisco, en la pobreza absoluta, celibato, sufrimientos etc. hay muchos santos que fueron ricos y vivían de manera confortable, casados, etc. sin embargo, todos estamos llamados a ser humildes. Todos debemos entender que somos verdaderamente insignificantes y que Dios lo es todo.

Podemos claramente entender, de la lectura de hoy, que Jesucristo nos manifiesta la forma en que es construido su Reino. Vemos más evidencias en la vida de los santos. Nuestra fe, la razón y la historia misma nos señalan la verdad de todo esto. Luego entonces, ¿por qué buscamos la espectacularidad de las mayorías para seguirlas?

¿Por qué no encontramos paz, tranquilidad y alegría, en la humildad, tomando nuestras cruces y siguiendo a Jesucristo, a pesar del ridículo y burla que profesan contra nosotros, la mayoría?

¿No es mejor estar solos al lado de Jesucristo en los sufrimientos y dificultades que, permanecer en una multitud que celebra su condenación eterna y miserable en el infierno?

Saturday, November 7, 2009

DOMINGO 23 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

8 DE NOVIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

En el evangelio de hoy nos damos cuenta de dos de los milagros que realizó nuestro Señor Jesucristo.

El primero es en relación a la mujer que padecía un flujo de sangre. Debido a la enfermedad, ésta pobre mujer era considerada impura y por lo tanto se le prohibía disfrutar de la mayoría de los placeres de este mundo. Gastó, todo su dinero en consultar doctores y probar todos los remedios, sólo para enterarse que su situación se agravaría cada vez más. Marginada, reducida a una pobreza extrema, y castigada con una enfermedad mucho mayor, esta mujer es abandonada sin recursos ni ayuda.

Para la mayoría de la gente, esto es visto como una gran maldición, sin embargo, para Dios, es una tierra fértil en la que nacería una fe extraordinaria. Las gracias que esta mujer recibió de Dios, de manera abundante, compensaron todos los sufrimientos por los que tuvo que pasar. Escuchar las palabras de aliento, salud y consuelo de nuestro Señor Jesucristo es de infinito valor. Sufrir lo que esta mujer sufrió (aun multiplicando sus dolores) no es nada, cuando se compara con la recompensa que recibió.

¿Cuántas veces, nosotros mismos, pensamos que nuestras vidas no son justas? ¿Qué Dios no es justo con nosotros? Cuando somos invitados a recibir algún sufrimiento, dificultad o enfermedad física, la consideramos como demasiado para nosotros. ¿Qué son nuestros sufrimientos personales, comparados con los de esta mujer? ¿Cuánto, más que nosotros han sufrido los santos y héroes de la Iglesia? ¿Dónde quedan nuestros sufrimientos comparados con los de ellos?

Nuestras quejas nos hacen convictos de un terrible pecado. Nuestra impaciencia y actitud negativa, de cargar con nuestras cruces, son un insulto a Dios nuestro Señor, una acusación blasfema de injusticia y afrenta en contra de Dios. ¿Cuántos se preguntarán, Dios diciendo? ¿Por qué yo? ¿Qué he hecho para merecer esto? Ó, mi prójimo es peor que yo, ¿por qué el, es recompensado y yo castigado?

Mientras que nuestras cruces nos alejan cada vez más de Dios, debido a nuestras quejas y actitud egoísta, deberíamos poner atención a la situación que esta pobre mujer, de quien nos habla el evangelio, y aprender esta lección tan importante. Si nuestro dolor es agudo o nuestras cruces mayores, debe ser porque nos espera una mayor recompensa, si perseveramos hasta el final. Debemos regresar a Jesucristo, todos nosotros, con el corazón lleno de verdadero arrepentimiento y amor, sabiendo que con sólo tocar su túnica seremos completamente sanados. No necesitamos que nos hable directamente El. Su gracia es superabundante y sólo necesitamos acercárnosle, para ser curados de nuestras enfermedades.

Debemos tener siempre en mente que Dios es Justo, luego entonces, esto nos explicará el por qué de nuestras cruces. Recordemos que Dios es la Sabiduría misma. El sabe la dimensión y peso de nuestras cruces, como conoce nuestra fuerza y habilidad para cargarla. Recordemos también que, puede quitarnos las cruces en cualquier momento y recompensarnos abundantemente por nuestra paciencia y perseverancia.

Con esto en mente, debemos empezar a ver nuestras cruces no como maldiciones, sino, más bien como bendiciones. ¿Dónde estaría la mujer del evangelio, si no hubiera sufrido tanto o aislada en la desesperación? Tal vez no se hubiera jamás acercado a Jesucristo; luego entonces, se quedaría sin recibir la salud y las gracias que la salvarían.

El segundo milagro que nuestro Señor Jesucristo realiza, y que leemos en el evangelio de hoy, consiste en la resurrección de la niña que había muerto.

Nuevamente vemos como la carga pesada de la muerte de su hija, es la ocasión para que este hombre se acerque a Jesucristo para obtener la vida nuevamente a su hija y la gracia, no sólo para ellos sino para todos los que fueron testigos de este milagro. La cruz fue, una fuente abundante de gracia y vida, que se manifestó sólo cuando este hombre, busca y encuentra a Dios.

De esto podemos aprender que no importa que tan grande y pesada sea la cruz que tengamos que cargar o el mal que debamos soportar, Dios puede cambiar todo mal, por bien.

Aún si estamos muertos en el pecado, podemos volver a la vida, nuevamente al llamado de Dios. Esto es un milagro mayor que el resucitar alguien de la muerte física. El alma es mucho más valiosa que el cuerpo. Jesucristo ha dejado este poder a sus apóstoles, para que lo ejerzan en Su nombre. La Iglesia Católica es la única que tiene y conserva esta potestad de realizar este extraordinario milagro en el sacramento de la Penitencia.

Una persona muerta por el pecado necesita acudir a Dios por medio de Sus representantes en este mundo. Lleno de arrepentimiento y humildemente lleno del conocimiento de su miseria, apoyado en la esperanza de los méritos de la muerte y sufrimientos de Jesucristo. Llenos de arrepentimiento, y con el propósito firme de hacer, por amor, todo lo que nos pide Dios.

Al momento en el que un verdadero sacerdote, actuando en nombre de Jesucristo, pronuncia las palabras de la absolución, un gran milagro se realiza: el alma que estaba muerta por el pecado, regresa a la vida.

Conforme cargamos con nuestras cruces, acerquémonos cada vez más a Dios nuestro Señor en Su Iglesia, sacramentos y ministros para recibir la gracia, salud y si es necesaria, la misma salvación eterna.

Que así sea.

Saturday, October 31, 2009

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

1 de Noviembre de 2009

Queridos Hermanos:

Los de la Iglesia Católica, somos miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo, luego entonces, miembros de la Iglesia Militante, quienes debemos estar en unión espiritual, con los demás miembros de nuestra familia. La iglesia Triunfante y la Iglesia purgante.

El día de hoy ponemos nuestra atención en la Iglesia Triunfante, aquellos miembros de nuestra familia, de este Cuerpo Místico de Jesucristo, que son ahora recompensados con la felicidad eterna de la Visión Beatifica del Cielo.

Se nos exhorta a rendirles honor y alabanza por sus logros, de igual forma damos gracias a Dios por las bendiciones a ellos otorgadas. Celebramos este día para reparación a nuestra negligencia. Debemos buscar la satisfacción requerida en esta situación, negligencia en verdaderamente dar honor a los santos según nos lo señala el calendario santoral y de igual forma a quienes no siendo aún canonizados deben también recibir estos honores.

Al honrar a los santos traemos a nuestra mente las acciones heroicas de sus virtudes y somos motivados a seguir su ejemplo. La práctica de la virtud al grado heroico.

Los mártires, doctores, confesores, vírgenes, hombres y mujeres santos, nos llaman desde el cielo para decirnos: Vengan con nosotros y sigamos a nuestro Rey. Venimos de Dios y vivimos en este mundo, mas no somos de este mundo. Vivimos para Dios donde encontramos la felicidad en nuestro tiempo y algo mucho más importante, por toda la eternidad. Donde se encuentran ahora en su tiempo estuvimos nosotros, nos dirán nuevamente los santos, todo es posible si escuchan y cumplen la palabra de Jesucristo, concluirán.

Estamos recordando la vida de tantos santos y alegrándonos con sus logros, sin embargo, ¿De qué nos servirá hacer todo esto, si no ponemos en práctica lo que nos enseñan e imitamos sus pasos?

La mejor forma de honra es la imitación. Honrarlos verdaderamente significa buscar ser como ellos. Nos han mostrado de muchas maneras la finalidad de nuestra existencia. Hemos sido creados para una sola cosa: ser unidos por toda la eternidad con Dios en el cielo. Para lograr esto necesitamos pasar temporalmente por un periodo de pruebas. (Esta vida es realmente corta comparada con la eternidad). En este proceso debemos realmente conocer, amar y servir a Dios. Desde nuestro punto de vista deformado y miope parecería algo imposible de lograr. Algo difícilmente de poner en práctica.

A la invitación de Nuestro Señor Jesucristo: “Toma tu cruz diariamente y ven sígueme” la mayoría de personas infantiles y egoístas dirán: ¿cómo?, no somos dioses. Jesucristo es Dios, pero nosotros no somos más que humanos miserables.
Todos los santos han comprobado que esta actitud es infantil y tonta. Ellos lo lograron. Ellos vivieron en este mundo tal y como nosotros lo hacemos. Algunos de ellos vivieron en situaciones más adversas y difíciles de lo que nosotros hemos vivido o podemos imaginar. Con la gracia de Dios superaron todas estas adversidades y lograron la felicidad eterna.

Con la gracia de Dios podemos lograrlo todo. Decimos esto y lo creemos, sin embargo, inventamos la excusa de que tal vez Dios es responsable de que no obtengamos Su gracia y que nos condenaremos por toda la eternidad y que no hay nada que hacer.
Su gracia siempre está disponible. “Mi gracia te es suficiente”; lo que falta es nuestra voluntad de cooperar con esta. Dios nos bendice todos los días con las pequeñas cruces que necesitamos para imitarlo y seguirlo, mientras que al mismo tiempo nos da las gracias necesarias para cargar con estas.

La deficiencias esta en nuestra voluntad débil. Debemos por lo tanto invocar a Dios con toda la fe, esperanza y caridad que podamos reunir, rogándole fuerza para fortalecer nuestra voluntad.

Vemos como los miembros de nuestra familia espiritual en el cielo han logrado sus objetivos y nos llaman. Reflexionemos sobre las vidas que llevaron y escuchemos sus palabras para que logremos lo que ellos han logado y concluido en el Cielo. Ellos saben lo que significa vivir en este mundo y pueden ayudarnos, si se lo pedimos y les permitimos hacerlo.

Si queremos complacerlos debemos buscar con todo nuestro ser, imitarlos. Debemos alabarlos sinceramente e imitar sus virtudes heroicas.

Que así sea.

Friday, October 23, 2009

FIESTA DE N.S. JESUCRISTO REY

25 DE OCTUBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Jesucristo no es Rey de este mundo, sin embargo, debe ser Rey en este mundo.
Cuando escuchamos hablar sobre el Reino de Dios, tenemos la tendencia a pensar en un reino como los que hemos visto pasar a través de la historia. Recordemos que

Jesucristo no buscó establecer un reino de esta naturaleza, en este mundo; sabemos que el reino que Jesucristo desea establecer es el que gobierne sobre nuestro corazón, mente y voluntad.

En este Reino, no estaremos gobernados a la fuerza o bajo amenazas. Seremos gobernados por nuestra conciencia y el orden establecido por Dios. Este reino a que hacemos referencia es la Iglesia Católica. La cual aunque esta en este mundo no es de este mundo. Reino que está diseñado por Dios para durar por toda la eternidad. “el cielo y la tierra pasarán pero, mis palabras no pasarán”

Este reino que Jesucristo estableció con San Pedro a la cabeza, aunque este en este mundo, es realmente celestial y eterno. A El se le dieron las llaves del reino y todo lo que el atare será atado en el cielo y todo lo que el desatare será hecho igualmente en el cielo. De esta manera vemos la conexión o continuidad entre la Iglesia Católica y el Reino de los cielos.

Cristo es, por lo tanto, Rey de la Iglesia Católica, El es quien gobierna, y manda. Aunque ha establecido representantes visibles, permanece El mismo como Rey, quien da las órdenes y dice como cumplirlas. Por lo tanto decimos que, un papa, obispo o cualquier autoridad de esta naturaleza no puede hacer lo que se le ponga en gana. Por el contrario gobiernan, santifican y enseñan en nombre de Jesucristo Rey.
Las palabras, gobierno y enseñanzas de Jesucristo no están a discusión o debate, ni para ser reinterpretadas. Se nos han dado para obedecerlas exactamente como Jesucristo lo ha establecido. La palabra de Dios es verdad eterna, inmutable y sin cambio. Cualquier intento de modificar, negar o reinterpretar su significado es un acto de rebeldía en contra de Jesucristo Rey, es decir un acto, blasfemo y condenable.

Aunque de manera aparente, muchos en este mundo, parecen no recibir castigo por tal fechoría y blasfemia, tendrán que enfrentar las consecuencias en la eternidad.
Mientras consideramos este concepto, y revisando un poco la historia, especialmente el tiempo de la reforma protestante y el Novus Ordo, nos llenamos de temor y sorpresa al ver como esta maldad continua hasta nuestros días.

¿Cómo puede alguien, por tanto tiempo, revelarse contra tal Rey, además de ser Este un, Rey de Bondad? ¿Qué pide este Rey que es tan difícil realizar? ¿No son sus mandatos y decretos de lo más razonable y justo? ¿No son para nuestro bien y beneficio? ¿Cómo podemos ser tan tontos en continuar en tal rebelión y desobediencia? ¿Por qué buscamos constantemente crear un dios que se acomode a nuestros caprichos y fantasías? ¿Es muy difícil ser honesto y humillarnos ante Dios, para hacer todo lo que esté a nuestro alcance para unir nuestra voluntad con la Voluntad de Dios, en lugar de intentar que Dios haga nuestra voluntad?

No consideremos este Reino como cualquier reino mundano, que va y viene como algo histórico. Consideremos que este Reino es aquí y ahora y que durará por toda la eternidad.

Los Israelitas fueron castigados por desear un reino como el de las naciones a su alrededor. Dios les manifestó, las condiciones que impondría tal rey mundano y aún así insistían en recibirlo y hacer a un lado en rechazo al que Dios les estaba preparando.

Rechazaron a Dios mismo, no a los jueces y profetas que Dios les mandó.
Lo mismo sucede hoy en nuestros días, los líderes de las sectas y religiones falsas, han rechazado a Dios y han tomado Su lugar. Mientras que los verdaderos representantes de Dios, son rechazados por la mayoría, tal y como sucedió con Jesucristo. Al rechazar a los verdaderos obispos, están rechazando a la verdadera Iglesia luego entonces están rechazando a Jesucristo mismo.

Mantengamos nuestra posición con la verdad que no cambia nunca, la palabra de Jesucristo. Es preciso mantenernos fieles en Su reino en esta vida, para poder entrar al Reino Celestial de Su gloria eterna.

Que así sea.

CARTA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS A TODOS LOS FIELES

En el nombre del Señor, Padre e Hijo y Espíritu Santo Amén.

A todos los cristianos, religiosos, clérigos y laicos, hombres y mujeres; a cuantos habitan en el mundo entero, el hermano Francisco, su siervo y súbdito: mis respetos con reverencia, paz verdadera del cielo y caridad sincera en el Señor.
Puesto que soy siervo de todos, a todos estoy obligado a servir y a suministrar las odoríferas palabras de mi Señor. Por eso, recapacitando que no puedo visitaros personalmente a cada uno dada la enfermedad y debilidad de mi cuerpo, me he esto comunicaros, a través de esta carta y de mensajeros, las palabras de nuestro Señor Jesucristo, que es el Verbo del Padre, y las palabras del Espíritu Santo, que son espíritu y vida (Jn 6,64).

La Palabra encarnada

Este Verbo del Padre, tan digno, tan santo y glorioso, anunciándolo el santo ángel Gabriel, fue enviado por el mismo altísimo Padre desde el cielo al seno de la santa y gloriosa Virgen María, y en él recibió la carne verdadera de nuestra humanidad y fragilidad.

Y, siendo El sobremanera rico (2Cor 8,9), quiso, junto con la bienaventurada Virgen, su Madre, escoger en el mundo la pobreza. Y poco antes de la pasión celebró la Pascua con sus discípulos, y, tomando el pan, dio las gracias, pronunció la bendición y lo partió, diciendo: Tomad y comed, esto es mi Cuerpo (Mt 26,26). Y, tomando el cáliz, dijo: Esta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por vosotros y por todos para el perdón de los pecados (Mt 26,27).

A continuación oró al Padre, diciendo: Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz. Y sudó como gruesas gotas de sangre que corrían hasta la tierra (LC 22,44). Puso, sin embargo, su voluntad en la voluntad del Padre, diciendo: Padre, hágase tu voluntad (Mt 26,42); no se haga como yo quiero, sino como quieres tú (Mt 26,39). Y la voluntad de su Padre fue que su bendito y glorioso Hijo, a quien nos dio para nosotros y que nació por nuestro bien, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y hostia, por medio de su propia sangre, en el altar de la cruz; no para sí mismo, por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,3), sino por nuestros pecados, dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas (cf. lPe 2,21).

Y quiere que todos seamos salvos por El y que lo recibamos con un corazón puro y con nuestro cuerpo casto. Pero son pocos los que quieren recibirlo y ser salvos por El, aunque su yugo es suave, y su carga ligera (cf. Mt 11,30).

Los que no quieren gustar cuán suave es el Señor (cf. Sal 33,9) y aman más las tinieblas que la luz (Jn 3,19), no queriendo cumplir los mandamientos del Señor, son malditos; y de ellos dice el profeta: Malditos los que se apartan de tus mandamientos (Sal 118,21). En cambio, ¡oh, cuán dichosos y benditos son los que aman a Dios y obran como dice el Señor mismo en el Evangelio: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y con toda la mente, y a tu prójimo como a si mismo! (Mt 22,37.39)

Los que hacen penitencia. -Exhortaciones generales

Amemos, pues, a Dios y adorémoslo con puro corazón y mente pura, porque esto es lo que sobre todo desea cuando dice: Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad (Jn 4,23). Porque todos los que lo adoran, es preciso que lo adoren en espíritu de verdad (cf. Jn 2,24). Y dirijámosle alabanzas y oraciones día y noche (Sal 31,4), diciendo: Padre nuestro, que estás en los cielos (Mt 6,9), porque es preciso oremos siempre y no desfallezcamos (LC 18,1).

Debemos también confesar todos nuestros pecados al sacerdote; y recibamos de él el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Quien no come su carne y no bebe su sangre (cf. Jn 6,55.57), no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3,5). Pero cómalo y bébalo dignamente, porque quien lo recibe indignamente, come y bebe su propia sentencia no reconociendo el cuerpo del Señor (lCor 11,29), es decir, sin discernirlo. Hagamos, además, frutos dignos de penitencia (LC 3,8). Y amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos (cf. Mt 22,39). Y si alguno no quiere amarlos como a sí mismo, al menos no les haga el mal, sino hágales el bien.

Mas los que han recibido la potestad de juzgar a otros ejerzan el juicio con misericordia, como ellos mismos desean obtener misericordia del Señor. Pues juicio sin misericordia tendrán los que no hacen misericordia (Sant 2,13). Tengamos, por lo tanto, caridad y humildad; y hagamos limosna, porque ésta lava las almas de las manchas de los pecados (cf. Tob 4,11; 12,9). Los hombres pierden todo lo que dejan en este siglo; pero llevan consigo la recompensa de la caridad y las limosnas que hicieron, por las que recibirán del Señor premio y digna remuneración.

Debemos también ayunar y abstenernos de los vicios y pecados (Eclo 3,32), Y de la demasía en el comer y beber, y ser católicos. Debemos también visitar con frecuencia las iglesias y tener en veneración y reverencia a los clérigos, no tanto por lo que son, en el caso de que sean pecadores, sino por razón del oficio y de la administración del santísimo cuerpo y sangre de Cristo, que sacrifican sobre el altar y reciben y administran a otros. Y a nadie de nosotros quepa la menor duda de que ninguno puede ser salvado sino por las santas palabras y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, que los clérigos pronuncian, proclaman y administran. Y sólo ellos deben administrarlos y no otros.

A los religiosos

Y de manera especial los religiosos, que renunciaron al siglo, están obligados a hacer más y mayores cosas, pero sin omitir éstas. Debemos aborrecer nuestros cuerpos con sus vicios y pecados, porque dice el Señor en el Evangelio: todos los males, vicios y pecados salen del corazón (Mt 15,18 - 19; Mc 7,23). Debemos amar a nuestros enemigos y hacer el bien a los que nos tienen odio (cf. Mt 5,44; LC 6,27).
Debemos guardar los preceptos y consejos de nuestro Señor Jesucristo. Debemos, igualmente, negarnos a nosotros mismos (cf. Mt 16,24) Y poner nuestros cuerpos bajo el yugo de la servidumbre y de la santa obediencia, según lo que cada uno prometió al Señor. Y nadie esté obligado por obediencia a obedecer a alguien en lo que se comete delito o pecado.

Pero aquel a quien ha sido encomendada la obediencia y que es tenido por mayor, sea como el menor (Lc 22,26) y siervo de los otros hermanos. Y con cada uno de los hermanos practique y tenga la misericordia que quisiera que se tuviera con él si estuviese en caso semejante. Tampoco se deje llevar de la ira contra el hermano por algún delito suyo, sino con toda paciencia y humildad amonéstelo y sopórtelo benignamente.

No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino, más bien, sencillos, humildes y puros. Y hagamos de nuestros cuerpos objeto de oprobio y desprecio, porque todos por nuestra culpa somos miserables y podridos, hediondos y gusanos, como dice el Señor por el profeta: Soy gusano y no hombre, oprobio de los hombres y abyección de la plebe (Sal 21,7). Nunca debemos desear estar sobre otros, sino, más bien, debemos ser siervos y estar sujetos a toda humana criatura por Dios (1Pe 2,13).

Dichosos los que perseveran

Y sobre todos aquellos y aquellas que cumplan estas cosas y perseveren hasta el fin, se posará el Espíritu del Señor (Is 11,2) y hará en ellos habitación y morada (cf. Jn 14,23). Y serán hijos del Padre celestial (Cf. Mt 5,45), cuyas obras realizan. Y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo (cf. Mt 12,50). Somos esposos cuando el alma fiel se une, por el Espíritu Santo, a Jesucristo. Y hermanos somos cuando cumplimos la voluntad del Padre, que está en el cielo (cf. Mt 12,50); madres, cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo (cf. ICor 6,20) por el amor y por una conciencia pura y sincera; lo damos a luz por las obras santas, que deben ser luz para ejemplo de otros (cf. Mt 5,16

¡Oh, cuan glorioso es tener en el cielo un padre santo y grande! ¡Oh, cuán santo es tener un esposo consolador, hermoso y admirable. ¡oh cuan santo y cuan amado es tener a un tal hermano e hijo agradable, humilde y pacífico, dulce y amable y más que todas las cosas deseable! El cual dio su vida por sus ovejas (cf. Jn 10,15) y oró al Padre por nosotros, diciendo: Padre Santo, guarda en tu nombre a los que me diste (Jn 17,11). Padre todos los que me diste en el mundo, tuyos eran y me los diste a mí (Jn 17,6).

Y las palabras que me diste, a ellos se las di; y ellos las recibieron, y conocieron verdaderamente que de ti salí y creyeron que tu me enviaste (Jn 17,11); ruego por ellos y no por el mundo (cf. Jn 17,9); bendícelos y conságralos (Jn 17,17). También yo me consagro por ellos, para que ellos sean consagrados (Jn 17,19); bendícelos y conságralos (Jn 17, 17). También yo me consagro por ellos, para que ellos sean consagrados (Jn 17,19). Y quiero, Padre, que donde yo estoy también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria (Jn 17,24) en tu reino (Mt 20,21).

A quien tanto ha soportado por nosotros, tantos bienes nos ha traído y nos ha de traer en el futuro, toda criatura del cielo y de la tierra, del mar y ce los abismos, rinda como a Dios alabanza, gloria, honor y bendición (cf. Ap .5,13) porque él es nuestra fuerza y fortaleza, el solo bueno, el solo altísimo, el solo omnipotente, admirable, glorioso, y el solo santo laudable y bendito por los infinitos siglos. Amen.

Los que no hacen penitencia

Pero en cambio, todos aquellos que no llevan vida en penitencia ni reciben el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo; y que ponen por obra vicios y pecados; y que caminan tras la mala concupiscencia y los malos deseos y no guardan lo que prometieron; y que sirven corporalmente al mundo con los deseos carnales, con los cuidados y afanes de este siglo, y con las preocupaciones de esta vida, engañados por el diablo, cuyos hijos son y cuyas obras hacen (cf. Jn 8,41), son unos ciegos, pues no ven a quien es la luz verdadera, nuestro Señor Jesucristo.

No tienen sabiduría espiritual, porque no tienen en sí al Hijo de Dios, que es la verdadera sabiduría del Padre; de ellos se dice: Su sabiduría ha sido devorada (Sal 106, 27). Ven, conocen, saben y practican el mal, y a sabiendas pierden sus almas.
Mirad, ciegos, engañados por nuestros enemigos, la carne, el mundo, el diablo, que al cuerpo le es dulce cometer pecado y amargo servir a Dios, pues todos los males, vicios y pecados, del corazón del hombre salen y proceden (cf. Mc 7,21.23), Como dice el Señor en el Evangelio. Y nada tenéis en este siglo ni en el futuro. Pensáis poseer por mucho tiempo las vanidades de este siglo, pero estáis engañados, porque vendrán el día y la hora que no recordáis, desconocéis e ignoráis.

Se enferma el cuerpo, se acerca la muerte, vienen los parientes y amigos diciendo: -Dispón de tus bienes.

Ved que su mujer, y sus hijos, y los parientes, y amigos fingen llorar. Y, al mirarlos, los ve llorar, se siente movido por un mal impulso, y, pensándolo entre sí, dice:

Pongo en vuestras manos mi alma, y mi cuerpo, y todas mis cosas.

Verdaderamente es maldito este hombre que en tales manos confía, y expone su alma, y su cuerpo, y todas sus cosas; de ahí que diga el Señor por el profeta: Maldito el hombre que confía en el hombre (Jer 17,5).

Y en seguida hacen venir al sacerdote, y éste le dice: -¿Quieres recibir la penitencia de todos tus pecados? Responde: -Lo quiero.

-¿Quieres satisfacer con tus bienes, en cuanto se pueda, los pecados cometidos y lo que defraudaste y engañaste a !os demás? Responde: -No.

Y el sacerdote le dice: -¿Por qué no? -Porque todo lo he dejado en manos de los parientes y amigos.

Y comienza a perder el habla, y así muere aquel miserable. Pero sepan todos que, donde sea y como sea que muere el hombre en pecado mortal sin haber satisfecho, si, pudiendo satisfacer, no satisface, arrebata el diablo el alma de su cuerpo con tanta angustia y tribulación, que nadie puede conocer, sino el que la padece. Y todos los talentos, y el poder, y la ciencia, que creía tener (cf. Lc 8,18), le serán arrebatados (Mc 4,25).

Y lega a sus parientes y amigos su herencia, y éstos se la llevarán, se la repartirán y dirán luego: -Maldita sea su alma, pues pudo habernos dado y ganado más de lo que ganó.

El cuerpo se lo comen los gusanos. Y así pierde cuerpo y alma en este breve siglo, e irá al infierno, donde será atormentado sin fin.

Ruego final y bendición -En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Yo, el hermano Francisco, vuestro menor siervo, os ruego y suplico, en la caridad que es Dios (cf. Jn 4,16) y con el deseo de besaros los pies, que os sintáis obligados a acoger, poner por obra y guardar con humildad y amor estas palabras y las demás de nuestro Señor Jesucristo. Y a todos aquellos y aquellas que las acojan benignamente, las entiendan y las envíen a otros para ejemplo, si perseveran en ellas hasta el fin (Mt 24,13), bendíganles el Padre, y el Hijo, y el Espíritu.

Saturday, October 17, 2009

SAN LUCAS EVANGELISTA

18 DE OCTUBRE DE 2009

Queridos hermanos:

“La mies, a la verdad, es mucha, mas los trabajadores pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies, que envié obreros a su mies”

Existe un mundo lleno de almas que salvar, sin embargo, es muy reducido el número de verdaderos obreros que laboren para el Reino del Cielo. Existen suplicas de todas partes del mundo, para los pocos obispos verdaderos que quedan, en busca de sacerdotes. Existe de igual forma, un gran número de falsos pastores apresuradamente destruyendo todo lo que debería salvarse. ¿Qué número tan reducido ha orado o que tan poco han orado estos, por las vocaciones que se requieren?

Mientas que las tan ansiadas vocaciones, se convierten en algo, cada vez más difíciles y dolorosas de encontrar, somos exhortados a orar con mayor fervor y sacrificio. De igual forma requerimos desarrollar una fe más fuerte y madura, que la que se nos pedía en el pasado. Cuando la Iglesia empezaba, Jesucristo realizó muchos milagros para atraer a la gente a Él y a Su Iglesia. Creció esta como un niño, su crecimiento hacia la madurez, en cierta manera, fue rápido. De igual forma, así como el cuerpo que se vuelve lento y disminuye sus actividades, todo parece indicar que así le ha sucedido al Cuerpo Místico de Jesucristo. Ya no tenemos a Jesucristo realizando un sin número de milagros para atraer nuestra atención, ni el gran número de sacerdotes y religiosos predicando por todos lados. Tampoco es posible encontrar la Iglesia Católica en cada esquina, ciudad o país. El número es muy reducido y alejado los unos de los otros. La fe ha muerto entre los hombres, como han proporcionalmente desaparecido también las bendiciones que estos recibían de Dios.

Lo mismo ha sucedido con las vocaciones. El número tan reducido de quienes escuchan a Dios, es indicativo de que no es necesario la abundancia de sacerdotes y religiosos para atender lo que queda de la Iglesia.

Como lo dije anteriormente, necesitamos tener una fe madura en un nivel superior y optimo.

Muchos de nosotros ya no tenemos el fácil acceso a la Iglesia, Los Sacramentos e instrucciones. Debemos, luego entonces, usar lo que ya se nos ha dado. Ya no se nos alimenta con papilla, como a los niños, debemos alimentarnos, ahora, de alimento sólidos y digerir la carne.

Debemos poner en práctica, en nuestra vida diaria lo que ya tenemos. Debemos abrazar la verdad y alimentarnos de ella sin importar los sin sabores que esta pueda aparentar darnos. A menos que tengamos esta hambre por Dios y la verdad, no seremos capaces ni estaremos completamente preparados para vivir los tiempos que nos ha tocado vivir. Dios nos pide que, lo busquemos con todo nuestro ser. Pero ¿cómo podemos hacer esto sin los sacramentos, sin las gracias que estos proporcionan?

Somos tan frágiles y volubles para sobrevivir sin la gracia de Dios. Debemos aprender a recibir gracias extra-sacramentales. Es decir, debemos aprender el hábito de hacer actos de contrición fervorosas, buscando siempre el arrepentimiento perfecto. Debemos renovar nuestros actos de fe, esperanza y caridad, frecuentemente. Debemos hacer de igual manera frecuente, comuniones espirituales para no estar privados de estas gracias.

Esto no es fácil para quienes se han acostumbrado a la comodidad y acceso fácil a los sacramentos que una vez tuvimos, esto es, debo decirlo, la razón para fortalecernos espiritualmente. Debemos madurar en nuestra fe, para poder sobrevivir en estos tiempos de pruebas.

Los demonios están atacándonos con mayor crueldad, según está reduciendo, poco a poco el número de almas fieles. Los sobrevivientes deben resistir constantemente, seguros en su fe, si quieren resistir hasta el final. Nuestra lucha no es, contra seres de carne y hueso; nuestros enemigos son las potestades y principalidades de los ángeles caídos.

Recibamos por lo menos espiritualmente los sacramentos con la frecuencia que nos sea posible, para poder continuar en esta batalla hasta el final y salir victoriosos. No es momento de desmayar o rendirnos por temor o debilidad, como niños, por el contrario, es tiempo de mostrar las gracias de nuestro bautismo y confirmación y actuar como católicos maduros, al frente del campo de batalla, listos a luchar el buen combate.

Dejemos de temer las penitencias, sacrificios y cruces. Este es nuestro llamado, esta es la vida que se nos ha dado, todo lo que debemos hacer es amar y voluntariamente aceptar y abrazar esta vida por el amor de Dios y nuestro prójimo. Oremos por nosotros mismos y por nuestro prójimo para que Dios nos dé las gracias y fortaleza que necesitamos. Sin la ayuda siempre disponible y fácil, que recibimos en el pasado, debemos ahora, administrar con mucho cuidado la ayuda que tenemos ahora, a nuestro alcance.

Así sea.

Saturday, October 10, 2009

MATERNIDAD DE LA B.V. MARIA

MATERNIDAD DE LA B.V. MARIA

11 de Octubre de 2009

Queridos Hermanos:

Del vientre de la Santísima virgen María nace Dios y Hombre. El dogma de la Divina Maternidad de la B.V. María fue proclamada por el Concilio de Éfeso en el año de 431. Al celebrarse el 15to centenario de esta definición, el Papa Pío XI, extendió esta fiesta a toda la Iglesia.

De igual manera en que Jesucristo estaba sujeto a la Santísima Virgen María y a San José, como claramente lo ilustra el evangelio de hoy. “Se fue con ellos, y vino a Nazaret; y les estaba sujeto”. Así estaba sujeto a Su Padre Celestial. “¿No sabíais que yo debo emplearme en las cosas que son de mi Padre?
Vemos en esta declaración, una manifestación clara de la divinidad y humanidad de Jesucristo.

La santísima virgen María llevó a Jesucristo, su Hijo, en su vientre. Por lo tanto dio a luz a Dios, porque Jesucristo es Dios. Luego entonces, quienes de manera honesta buscan encontrar la verdad, se darán cuenta que es ella la madre de Dios.

El concilio de Éfeso declaró en contra de Nestorio: “Si alguien no confesare que Emanuel (Jesucristo) en verdad es Dios y que la virgen María es la Madre de Dios – según la carne, trajo a este mundo la Palabra de Dios hecha carne – sea anatema”

Este dogma contiene dos dogmas que debemos entender. 1). La santísima virgen es verdaderamente madre, es decir que contribuyó en todo lo relacionado a la naturaleza humana de Jesucristo, de igual manera que cualquier otra madre contribuye en la formación del fruto de su vientre. 2) La santísima virgen María es verdaderamente la madre de Dios, es decir, concibió y dio a luz a la Segunda Persona de la Divinidad, no según su Naturaleza Divina, sino según la naturaleza humana asumida.

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombre, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios. (San Lucas 1,35).

“Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer” (Gálatas 4,4)

Al ser nosotros, miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo, necesariamente somos Hijos de María Santísima: “Todos nosotros que estamos unidos a Jesucristo y somos miembros de Su Cuerpo, somos nacidos de María Santísima, como el cuerpo está unido a la Cabeza. Es Ella nuestra madre espiritual y verdaderamente Madre de los miembros de Jesucristo” (Encíclica Ad diem illum, de su santidad el Papa Pio XI).

La Santísima Virgen María es verdaderamente el instrumento que Dios envía para unirnos a Jesucristo y el medio que nosotros debemos seguir para unirnos con El. Si deseamos unirnos de manera exitosa con Jesucristo el medio para lograrlo es evidentemente por medio de María Santísima. Ella es el medio de unión entre la humanidad con la divinidad.

Todos aquellos que se alejan o se muestran negligentes con María Santísima hacen lo mismo con su Hijo Jesucristo. Luego entonces la Santísima Virgen se convierte en la prueba real de la verdadera fe. Todas las religiones que la rechazan son luego entonces, religiones falsas.

Ser verdaderos hijos de Dios y de la Iglesia, significa que seamos verdaderos hijos de María Santísima. La Iglesia siempre la ha honrado y pedido su intercesión. La invocamos en nuestras necesidades. En los mismos exorcismos practicados por la Iglesia, encontramos que se invoca la asistencia de María Santísima y que los demonios tiemblan temerosos a la invocación de su santo nombre.

Al mismo tiempo que poneos nuestra esperanza y confianza en ella, debemos también ser precavidos de no caer en la superstición. Existen muchos que usan el nombre de María Santísima sin verdaderamente entender lo que esto significa. Es lo mismo a que se refiere nuestro señor Jesucristo, cuando dice: “Esta gente me alaba con sus labios pero su corazón está muy lejos de mi”; de la misma manera hay muchos “católicos” que dicen el Ave María del santo rosario, sin que verdaderamente imploren a María Santísima y pidan su intercesión.

Nuestro corazón debe estar lleno del amor de María cuando pronunciamos su dulce nombre. Cuando nuestras oraciones están ofrecidas de esta manera, alejan a los demonios, permitiendo a María Santísima venir en nuestro auxilio. Y cuando esto sucede, su Hijo no puede rechazarnos.

No dudemos en pedir a la Santísima virgen María nos asista, es nuestra madre y siempre está esperando nuestro llamado de auxilio. Ama a sus hijos y obtendrá para ellos las mayores gracias y bendiciones, si tan sólo la reconocemos como madre nuestra, si lo solicitamos humildemente, como hijos amorosos.

Que así sea.

MATERNIDAD DE LA B.V. MARIA

Saturday, October 3, 2009

FESTIVIDAD DE: SAN FRANCISCO DE ASIS

4 DE OCTUBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

San Francisco hizo suyas, las palabras del evangelio de hoy. El entendió las palabras, como todos los santos lo han hecho y como nosotros también debemos hacerlo:

“Porque suave es mi yugo, y ligero el peso mío”.

De alguna manera nosotros, o no confiamos en Dios o no tenemos fe, porque tememos y nos alejamos del yugo que Dios desea enviarnos. Estamos temerosos del peso que lo acompaña. ¿Por qué no creemos y confiamos en Jesucristo que nos dice que el yugo es dulce y alegría, y el peso ligero?

Mientras que nuestra vanidad, orgullo y egocentrismo nos dirijan, sólo encontraremos a todo nuestro alrededor, yugos pesados y difíciles de llevar. Buscamos siempre un camino fácil, liviano, olvidando que mientras que confiemos en nuestras propias fuerzas, siempre caeremos en algo peor de lo que queremos evitar.


Tales individuos jamás podrán conocer ni al Padre ni al Hijo. El Padre no puede revelar al Hijo, porque no seguirían ni escucharían Sus palabras. Y El Hijo, no puede revelar al Padre, por esta misma razón, no escucharían Su Palabra.

Existen muy pocos que realmente conocen a Dios, porque no son lo suficientemente humildes para que Dios se les manifieste tal y como Es. Existen muchos, sin embargo, que pretenden conocer a Dios porque encuentran algún tipo de ilusión personal al creerse buenos y sentir que aman a Dios.

Posiblemente tengan éxito en engañar al mundo a su alrededor, sin embargo, a Dios no lo engañan. Y si nosotros empezamos a fijarnos, con un mayor cuidado, nos daremos cuenta que seremos capaces de hacer a un lado los velos que cubren la gran decepción que los cobija.

Existen muy pocos que, creen realmente todo lo que Dios nos ha revelado, tanto de manera directa como a través de la Santa Madre Iglesia.

Existen muchos que proclaman conocer a Dios o “haberlo aceptado” y rechazan creer en El. Lo niegan es la Sagrada Hostia, aunque las mismas sagradas escrituras que citan, tienen a Jesucristo diciéndoles sin lugar a dudas: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. Rechazar a Dios en la Santa Eucaristía les obstaculiza el camino, para conocer al Padre o al Hijo, y muchos menos al Espíritu Santo.

Lo mismo aplica para quienes niegan la Divinidad de Jesucristo. Desconocen al Hijo, luego entonces no conocerán al Padre. De igual forma, quienes niegan la humanidad de Jesucristo, desconocen al verdadero Jesucristo, consecuentemente no conocen a Dios.
El Novus Ordo, debe ser nombrado bajo la lista de estos incrédulos, porque mientras que con sus labios, algunas veces reconocen a Jesucristo como presente en la Sagrada Eucaristía, sus acciones constantemente dicen lo contrario. La remoción del Tabernáculo, el altar, los ministros de la eucaristía, comunión en la mano, comunión colectiva del mismo cáliz; todo esto demuestra un gran menosprecio, luego entonces, incredulidad en Cristo y Su presencia real ante el altar.

Muchos han, en nuestros días, aceptado un punto de vista panteísta o pancristiano, de Dios. Los mal llamados cristianos “ven” a Dios en todo y en todos.

El orgullo y vanidad de la mayoría en el mundo de hoy los ha llevado ante un falso Jesucristo que los hace rechazar el yugo del Cristo Verdadero. Luego entonces no conocen a Dios y no pueden disfrutar ni conocer lo dulce y ligero que es el yugo de Jesucristo. Imaginan haber encontrado un camino fácil, sin embargo, encuentran que este camino termina en su destrucción y miseria eterna.

San Francisco se levantó y renunció a todas las vanidades y pretensiones de este mundo. Se convirtió en la burla de todos, en el tonto, por Jesucristo. Esta renuncia, a la vanidad y orgullo del mundo y su matrimonio con la santa humildad, le abrió la puerta para que pudiera conocer a Jesucristo, quien no sólo estuvo complacido con darse a conocer El mismo, sino que además se manifestaron Dios Padre y Dios espíritu Santo.

Así como San Francisco actúa por la fe, que se le hubo dado, al tomar de forma voluntaria, el dulce yugo y carga recibidos de Dios, más y más le fue revelado. Esto lo lleva a la unión mas intima con Jesucristo. Y más allá de encontrar este camino sinuoso, pesado y con sabor amargo, San Francisco nos declara con sus propias palabras y acciones que, vivía en un constante gozo.

Lo vemos como al hombre más feliz del mundo, constantemente cantando alabanzas a Dios, aún en las situaciones más difíciles.

Pidamos a san Francisco nos ayude a obtener la fe, esperanza y caridad, tomar el yugo que Dios nos ha mandado, para de esta manera, también llegar a conocer y probar la dulzura que se deriva de servir a Dios.

Así sea.

Saturday, September 26, 2009

DOMINGO 17mo. DESPUÉS DE PENTECOSTES

27 DE SEPTIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Nuestro señor les pregunta a los Fariseos: “¿Qué os parece de Cristo?” Esta es una pregunta muy importante que ha venido siendo un gran obstáculo en el camino del hombre, desde el inicio de la creación.

¿Qué fue lo que obligo a los ángeles caídos compararse con Dios al grado de que San Miguel Arcángel tuvo que lanzar el rechazo en contra de estos: “Quién como Dios?”. Se ha sugerido que la razón fue, la revelación de que, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se haría hombre y en esta condición serían requeridos Adorarlo. Este fue el gran obstáculo a su orgullo que forzó de sus labios la rebelión “no te serviré”. Como podemos ver, desde tiempo de la creación misma, se ha buscado negar a Cristo.

Cuando Cristo, finalmente, vino a este mundo, el rey Herodes esperaba con temor a un rey terrenal más que espiritual. Aún en esto fallaron, entender quien es Cristo.

Después de que Cristo hubo ayunado cuarenta días, en el desierto, vemos a los demonios tentándolo, tratando de forzarlo a que se manifestara a sí mismo. Todo parece indicar que la Persona de Jesucristo, sigue siendo rechazada por los demonios a pesar y después de todo tiempo que han sufrimiento en el Infierno.

Es san Pedro el único que, contesta de manera acertada cuando dice a Jesucristo: “Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” de igual manera la Iglesia Católica ha conservado esta verdad sobre quien es Jesucristo y Dios.

Sin embargo, los ángeles caídos y algunos hombres de estas mismas característica se empeñan en dudar y cuestionar esta gran verdad, por tener su entendimiento impedido por el orgullo que obstaculiza la simple y humilde creencia en Dios. En los primeros años de la Iglesia vemos a muchos hombres promoviendo herejías relacionadas a la Persona de Jesucristo.

El primero que aparece a escena en negar la divinidad de Jesucristo es, Theodotus, comerciante de pieles. Fue excomulgado por el santo Papa, Víctor, en la última década del siglo dos, por declarar que Jesucristo era un simple hombre. Arrio parece haber caído en estos mismos pasos al declarar que el Hijo habría de venir después, y del Padre, luego entonces debería ser, una criatura. Los seguidores de Nestorio decían que Jesucristo era un hombre que paulatinamente se convertiría en Dios. Y los Monofisitas a manera de contra atacar las acciones de las otras herejías intentaron negar el hecho de que Cristo tuviera naturaleza humana. Quisieron presentarlo, únicamente como Dios y nunca con naturaleza humana.

Los protestantes se sublevaron y continuaron enfrentándose a esta misma pregunta, sólo que ahora dudaban, la presencia de Cristo en las Especies Sacramentales. Zuinglio presentó a Jesucristo como meramente simbolizado en la Hostia; Lutero quiso presentar a Jesucristo lado a lado con el pan eucarístico. Calvin, quería un Jesucristo con presencia “espiritual” sólo al momento en que los fieles recibían la hostia. Todos estos son sólo intentos de negar la Transubstanciación y por lo tanto a Jesucristo.

En nuestros días vemos el resurgimiento de las mentiras y distorsiones, de las creaturas tropezando nuevamente sobre esta cuestión. El Novus Ordo intenta una negación de Jesucristo, un poco más sutil a través de la enseñanza indirecta, según se revela en sus prácticas. La presencia de Jesucristo fue movida del Tabernáculo del altar principal a un altar lateral o definitivamente eliminada. En un lugar, el Tabernáculo fue colocado a lado de la Biblia en el altar simbólicamente mostrando equivalencias entre los dos, negando de esta manera, la presencia real y verdadera en las Sagradas Especias. Cambiaron el significado de la Misa, de ser un Sacrificio Incruento renovación del Sacrifico en el Calvario a una celebración de la resurrección y gloria de Jesucristo, en ofrenda a Dios en una cena comunitaria. El altar fue remplazado por una mesa; sacrificio por cena; sufrimiento y muerte con resurrección y vida. La Hostia ya no es sagrada y es colocada en manos y lugares no consagrados, y ya no se le da el honor y respeto que le pertenece al Hijo de Dios oculto en las Sagradas Especies.

Todas estas cosas son, al final de cuentas, la negación de Dios; un ataque contra Jesucristo. En todas estas cuestiones las creaturas han fallado en ver la humilde, simple y bella realidad, que dice que Jesucristo es el Hijo de Dios. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad; Dios hecho Hombre. Una Persona con dos naturalezas. Dios y Hombre. Esta verdaderamente presente en la Sagrada Eucaristía, cuerpo, sangre, alma y Divinidad. Verdadero Dios y verdadero Hombre; y todo lo que queda del pan y vino son las apariencias. Las substancias se han convertido en la substancia de Jesucristo, hechas presentes para ofrecerse a Si mismo en sacrificio por nosotros – continuando con el mismo sacrificio, como en el Calvario.

Conocemos ahora, la respuesta a la pregunta que ha sido a través de todos los tiempos un obstáculo en nuestro camino. Pidamos a Dios que nunca perdamos de vista esta verdad y que nunca seamos golpeados por la ceguera de los demonios; los fariseos, y los herejes viejos y nuevos.

Así sea.

Saturday, September 19, 2009

DOMINGO 16to. DESPUÉS DE PENTECOSTES

20 DE SEPTIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Todo aquel que se humille será ensalzado y el que se ensalza será humillado.
Jesucristo mismo ejemplifica esto. Dios todo poderoso, el creador de todas las cosas descendió desde lo más alto del honor y la gloria, que son suyas, para formar parte de Su creación y ser uno con nosotros. Y no sólo uno de entre nosotros, sino que tomó el lugar más insignificante y humilde de entre los pobres, trabajadores y obreros. Se humillo sin medida y como recompensa de esto es ensalzado sobre todas las cosas.

San Francisco de Asís hizo lo mismo al entender estas palabras de Jesucristo e hizo todo lo que estuvo a su alcance para implementarlo en toda su vida. Se humillo completamente hasta donde le fue posible. Buscó por todos los medios ser como Cristo, especialmente en su humildad y amor. Como resultado de esto, vemos como, san Francisco recibe los honores más altos de todos los santos del cielo. Se dice incluso, que ahora ocupa el lugar, que fue abandonado por Lucifer, anterior portador de la luz y líder de los Serafines.

Si consideramos esta situación veremos que Lucifer y todos los ángeles caídos se ensalzaron a sí mismos. Se creyeron “iguales a Dios” y como castigo fueron despojados de los más altos honores y gloria hasta la degradación y sufrimiento en el Infierno. Fueron finalmente humillados.

Todos los santos y Órdenes Religiosas en la Iglesia ejemplifican esta humildad, sin embargo todo indica que fue san Francisco quien imitó de manera más perfecta a Jesucristo. Se le ha llamado “Espejo de Jesucristo” al reflejar de manera tan perfecta y clara esta virtud, la humildad. Por estas mismas razones su orden, Orden de San Francisco de Asís, se le ha dado el titulo de Orden Seráfica. Todos los que desean ser santos (a lo cual somos todos llamados) se beneficiaran muchísimo al seguir los pasos de san Francisco.

Al seguir a san Francisco estamos siguiendo a Jesucristo y en este camino aprenderemos la verdadera humildad.

La humildad no es la negación de la verdad. Muchos creen que ser humilde es negar los talentos y habilidades que tienen, que deben presentarse como insignificantes, y en este intento superficial desarrollan una falsa humildad que, es hipócrita y farisaica.

Un superior no es humilde al dejar que sus subordinados abusen de la autoridad que Dios le ha dado. Esta es la falsa humildad. Los padres de familia no son humildes cuando permiten que sus hijos abusen de ellos o los insulten. Los padres o superiores posiblemente se merecen esto pero la posición y oficio a ellos encomendados por Dios, no. Se les ha dado esta posición y en esta capacidad reflejan la autoridad de Dios. Abusar de la autoridad de ellos es abusar de la autoridad de Dios. Esto es precisamente lo que ambos deben corregir y prevenir. No por beneficio propio sino por el honor y gloria de Dios y la salvación de sus subordinados o hijos respectivamente. Por lo tanto incumplir nuestras obligaciones ante Dios por debilidad o flojera no es humildad ni virtud, sino un gran vicio. A esto lo llamamos falsa humildad.

Somos verdaderamente humildes cuando nos vemos a nosotros mismos: lo que somos y lo que quiere Dios que seamos. Debemos ser honestos con nosotros mismos o como Dios mismo nos ve. Cuando nos damos cuenta, que tan lejos estamos del ideal, empezamos por entender la virtud de la humildad. Vemos nuestra nada al saber y entender que todo lo que tenemos y somos nos ha sido dado por Dios. Todo es una gracia de Dios y sin El no somos nada o peor que nada.

Somos incapaces de hacer el bien sin la gracia de Dios. Vemos a Dios que es infinitamente bueno y nos vemos a nosotros mismos, llenos de maldad y vacio. Vemos la nada de la cual venimos. Al impregnar nuestro corazón y mente con esta verdad nos hacemos humildes. En esta humildad buscamos el lugar más insignificante que es el que realmente merecemos. De esta manera nos asemejamos a Jesucristo y a san Francisco.

Cuando Dios ve esta virtud en nuestra alma. Empezará El mismo a llenar ese vacío y miseria en nuestras vidas. Y empezaremos gradualmente el camino sublime. Nuestro destino final, estar llenos de las virtudes de Dios al grado de que cuando vea nuestra alma, se vea El mismo, (reflejado) en las virtudes y obras buenas que realiza en nosotros, para invitarnos a las maravillas que nos esperan en el Cielo.

Así sea.

Saturday, September 12, 2009

DOMINGO 15to. DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

13 DE SEPTIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

En la epístola del día de hoy, San Pablo nos exhorta a que seamos compasivos y que no juzguemos severamente a los que han caído: “Hermanos: si alguno cayere en algún pecado, vosotros que sois espirituales, instruid a ese tal con espíritu de mansedumbre, considerando que tú mismo, puedes ser también tentado” frecuentemente escuchamos parafrasear este pensamiento en las palabras: “vivo por la gracia de Dios”

Cuando nos examinamos a nosotros mismos, podemos entender más fácilmente, porque no somos capaces de juzgar a los demás. Otro dicho popular de esta naturaleza es el de “El buen juez por su casa empieza”. Lo más saludable es, no compararnos con nuestro prójimo. Cuando hacemos esto, estamos inclinados de inmediato a la vana gloria y orgullo. Nos cegamos ante nuestras faltas y errores, mientras que nos convertimos en jueces escrupulosos con los demás.

Los superiores deben de observar y vigilar a sus sujetos, pero sólo bajo motivos de caridad. La experiencia e historia nos han demostrado que los superiores que son demasiado estrictos son sus sujetos frecuentemente sucumben ante los mismos males que reprochan. Dios permite esto para enseñarles a ser mas compasivos con quienes están a su cuidado.

San Pablo nos ofrece la instrucción más profunda, al indicarnos que, debemos corregir en espíritu de mansedumbre, teniendo siempre en mente que nosotros también podemos ser tentados. ¿Qué pecado ha cometido el hombre del que seamos inmunes? ¿Si fuéramos tentados como han sido ellos, abríamos nosotros, resistido? Tal vez hubiéramos sido más débiles y caído más bajo que estos.

Nos amonesta san Pablo al decirnos: “Por tanto, examine cada uno sus obras, y así tendrá la gloria sólo en sí, y no en otro.” Veamos quienes realmente somos en el espejo de nuestra alma. ¿Quiénes somos? ¿Qué hemos hecho? ¿Qué hemos dejado de hacer? ¿Qué y quien debemos ser? ¿Qué debimos haber hecho y dejado de hacer?

Esta es una de las razones por las cuales no debemos compararnos con nuestro prójimo para no caer en la vanidad y orgullo, si queremos compararnos con los demás empecemos por hacerlo pero con los santos. Que humildes nos volveríamos cuando veamos lo que han hecho y todo lo que han sufrido en comparación con lo poco que hemos sufrido y estamos dispuestos a soportar.

Cuando veamos las faltas y debilidades ajenas, traigamos a nuestra mente las palabras de San Pablo y seamos misericordiosos. No busquemos condenar y destruir, seamos como Jesucristo que busca perdonar y construir. Tengamos la misericordia de Jesucristo que, es tan maravillosamente ilustrada en el evangelio de hoy, cuando resucita al hijo único, de la viuda.

Por otro lado, Shakespeare nos ofrece una descripción de la verdadera misericordia que será útil imitar si queremos desarrollar esta virtud en nuestras vidas: “La calidad de la misericordia, no es forzada, cae como la suave lluvia del cielo, sobre la tierra. Bendice de manera doble, bendice a quien la da y bendice a quien la recibe”

Las suaves gotas de la lluvia son absorbidas por la tierra, mientas que las tormentas forman corrientes que pasan sobre la tierra dejándola nuevamente seca y árida como estaba. Por lo tanto una corrección gentil y suave puede ayudar más que la agresiva.

En algunas ocasiones nos parece que, cualquier cosa que digamos y hagamos no son suficientes para hacer cambiar de parece a los que amamos. Cuando esto sucede, pensemos que no perdemos nada, Dios conoce nuestra intención, sabe que hemos hecho el esfuerzo y seremos recompensados por ello.

Debemos recordar también, que perdonar y ser compasivo con los demás no significa que aprobamos el mal que hacen. Debemos también evitar toda señal que pueda ser interpretada como tal. La misericordia que mostremos, debe ser siempre en el espíritu y misericordia similar a la que Jesucristo mostro hacia los pecadores.
Las faltas de los demás son una oportunidad para nosotros para hacer el bien y ser agradecidos con Dios.

Nuestros enemigos y aún nuestros subordinados insubordinados nos hacen un gran bien al ofrecernos la oportunidad de perfeccionarnos en esta oportunidad que señala San Pablo, debemos imitar. Si verdaderamente creemos esto, veremos el gran beneficio que nos proporcionan nuestros enemigos y debemos estarles agradecidos. Pero, en esta gratitud somos también humillados al darnos cuenta de que, la oportunidad para nosotros de crecer en la virtud les ha costado mucho a ellos. Nos hemos beneficiado con su caída por lo tanto nos convertimos en sus deudores. Les debemos.

Por lo tanto, amonestemos no tan sólo como nos señala san Pablo, con mansedumbre, sino que además debemos pedir a Dios por ellos y ofrecerles toda la ayuda que esté a nuestro alcance.

Que así sea.

Saturday, September 5, 2009

DOMINGO 14to. DESPUÉS DE PENTECOSTES

6 DE SEPTIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

“Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.”

Servir a Dios es nuestra principal obligación en esta vida. Hemos memorizado, cuando niños, el catecismo pero rara vez nos hemos puesto a reflexionar y actuar sobre las verdades profundas que este contiene y que repetimos tantas veces.

“Dios me ha creado para conocerlo, servirle y amarle en esta vida para poder ser feliz con El en el Cielo”. Esta es la razón por la cual nos ha creado y por la que nos da todos los beneficios de esta vida que a diario recibimos.

No debemos solicitar alimento, vestido o lugar donde vivir, estas son algunas de las cosas que, los que no conocen a Dios se preocupan por obtener. Dios nos ha creado y sabe perfectamente que es lo que necesitamos por lo tanto estará al cuidado de que nada nos falte. Alimenta y viste a las aves del cielo, viste los lirios del campo con mayor esplendor que la del mismo Salomón.

Dios está al pendiente de nuestras necesidades, nos da todo lo que necesitamos, pidiéndonos únicamente a cambio que lo amemos y seamos felices. No debemos preocuparnos por las cosas que los no creyentes se preocupan, porque nuestra fe nos enseña que Dios proveerá.

Por lo que si debemos preocuparnos y solicitar es el Reino del Cielo. Debemos estar siempre buscando la felicidad eterna a la que Dios nos llama. Debemos procurar traer este Reino del Cielo a nuestras vidas en la Iglesia Católica, como frecuentemente lo solicitamos en el Padre Nuestro “Venga a nosotros Tu reino”. Esta es la oración que Cristo mismo nos enseñó. Debemos buscar que se haga la Voluntad de Dios en el mundo como lo es en el Cielo donde todos están unidos en espíritu y sólo buscan la hacer la voluntad Divina.

Esta es nuestra misión, nuestra única responsabilidad.

El evangelio de este día, tiene como propósito, despertarnos de la modorra e indiferencia que envuelve al mundo de hoy.

“Nadie puede servir a dos amos” no podemos servir a Dios y al mundo. Debemos tomar una decisión, la cual ha de determinar nuestro destino final en la eternidad.
Si procuramos vivir nuestras vidas en la búsqueda y posesión de bienes mundanos, sin duda alguna que lo lograremos, sin embargo, habrá literalmente, un infierno completo en donde deberemos pagar hasta el último centavo.

Todo parece indicar que no alcanzamos a entender lo que significa la eternidad. Por siempre, por mucho, muchísimo tiempo. Con un sufrimiento doloroso esperándonos por haber servido al mundo. ¿Cómo es posible que continuemos en este sendero? ¿Cuál es el placer que el mundo nos da que valga tanto para olvidar el fuego eterno en el infierno? Mientras que por otro lado vemos lo maravillosos que son los placeres y gozos espirituales del Cielo que reciben quienes sirven a Dios, aun cuando tienen que librar batallas dolorosas y extremas en esta vida. Estos sufrimientos son insignificantes ante los gozos y beneficios espirituales que nos esperan.

San Pablo en su epístola de este día nos dice algunas de las obras mundanas: Fornicación, deshonestidad, impureza, lujuria, culto de ídolos, hechizos, enemistades, pleitos, celos, iras, riñas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, embriagueces, glotonerías y otras. Nos dice que todas estas obras no sólo nos traen como consecuencia final la condenación eterna en el infierno sino que además nos acarrean dolor y sufrimiento en el aquí y ahora. Quienes estas cosas hacen no conseguirán el reino de los cielos.

A continuación nos señala las obras que nos han de guiar por el camino del cielo: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad. Contra estas cosas no hay ley. Todas ellas nos acarrean felicidad en el aquí, ahora y por toda la eternidad.

El mundo nos ofrece una felicidad aparente, ilusoria. No ha pasado aún el efecto del servicio mundano cuando el remordimiento y el rechazo se han hecho presentes. Los gozos mundanos son pasajeros con consecuencias eternas, si nos acompañan a nuestra tumba, habremos de sufrir las consecuencias de esta decepción por toda la eternidad.

La mortificación de nuestros sentidos, mientras estamos en esta vida, luchando contra las fuerzas de este mundo, son sufrimientos aparentes.

Al realizar los lineamientos de Dios en el Servicio de Su Reino, nos aparecen las privaciones y sufrimientos como algo ligero y pasajero, insignificante, al considerar la recompensa que experimentaremos en el gozo y alegría de servir a Dios.

Con esto en mente, las cruces se han de convertir en alegría y placer. Nos encontraremos ante los dos mejores mundos que podemos encontrar en nuestra vida: La gloria del Reino de los Cielos, en esta vida, haciendo Su voluntad en la Iglesia Católica y los gozos de la eternidad, en la felicidad sin fin y sin límite del Cielo.

Que así sea.