Saturday, December 25, 2010

SAN ESTEBAN

PROTOMARTIR

26 DE DICIEMBRE DE 2010

Queridos Hermanos

San Esteban, diacono, fue el primer mártir. Fue apedreado hasta morir, en Jerusalén, dos años después de la muerte de Nuestro Señor. San Esteban ha sido siempre una inspiración para los fieles y objeto de una veneración muy especial.
Leemos sobre su muerte en los hechos de los Apóstoles. Es aquí donde vemos la semilla de la conversión de San Pablo. San Esteban dio su vida a imitación de su Maestro- Cristo. Tal fue su imitación que incluso oró por los que le daban muerte: “Señor no les hagas cargo de este pecado”

Nuestro Señor en el evangelio de hoy, expresa su lamentación por la pérdida de tantas almas. “Cuantas veces quise recoger a tus hijos, como la gallina recoge a sus polluelos bajo las alas, y tú no lo has querido” Jesucristo ya había predicho que la gente de Jerusalén daría muerte a sus profetas y apedrearía a quienes El enviara. Lo cual vemos como realidad en el caso de San Esteban.

Pero tal vez lo que es más impresionante que el cumplimiento de lo que ya había predicho nuestro señor Jesucristo, es la realidad en la que San Esteban se hace y acomoda a la voluntad y deseo de Nuestro Señor.

Al predicar la verdad a la gente, San Esteban, al igual que Cristo, se hizo de muchos enemigos, gente que no ama la verdad. San esteban no odió a quienes lo odiaban, por el contrario a imitación de Cristo amó a quienes le hacían daño. Sufrió por la destrucción de estos, por sus crímenes. Y de la misma manera que Jesucristo san Esteban pidió a Dios por sus enemigos.

Este mismo espíritu ha estado siempre y permanente en la Iglesia Católica y permanecerá así hasta la consumación de los tiempos en que venga nuevamente Jesucristo por segunda vez. La única duda es si permaneceremos fieles a Jesucristo y sus directrices y amaremos igual como El lo ha hecho. Amar a los que nos odian y persiguen para hacernos daño. Pedir a Dios los bendiga en lugar de maldecirlos. Si nos dan muerte ya sea física o espiritualmente debemos pedir a Dios para que tenga misericordia de ellos.

El día de ayer celebramos el nacimiento de Jesucristo nuestro Señor y el día de hoy celebramos el nacimiento de San Esteban, como habitante del Cielo. Es el primer mártir, luego entonces es adecuado celebrarlo junto a nuestro Señor. Vemos en este par de fiestas la necesidad y el énfasis de permitir a Cristo nacer en nuestro corazón y mente, vivir en y gobernar nuestra vida.

San Esteban tuvo la gracia y placer de morir por Cristo, por tener el placer y gracia de vivir ante todo para Cristo. Permitió a Cristo habitar permanentemente en su corazón. Cristo no sólo nació en su corazón, sino que permaneció constantemente en el, por lo que es adecuado y apropiado decir que esta es la razón por la que, al no expulsarlo de su alma, san Esteban mereció al morir, vivir en el Cielo.

Este es el mensaje Navideño que nuestra Santa Madre la Iglesia desea grabar en nuestra alma. Cristo debe nacer en nuestra alma y no ser expulsado de ella, como lo hizo Herodes expulsándolo de Jerusalén, luego de su nacimiento. Cristo no desea nacer en nuestro corazón y salir de este de esa manera. Quiere nacer, vivir y morir en nosotros. Quiere estar con nosotros en todos y cada uno de los mementos de nuestra existencia en ese mundo.

Cristo está con nosotros todo el tiempo, porque está en todas partes. Conoce y todo lo ve. No podemos evitar su presencia. No importa si escogemos pensar o no en El. Siempre está presente. Todo lo que hacemos tiene relación con el control e influencia de Cristo, si está presente como nuestro Salvador o como nuestro Juez y acusador. Si queremos evitar esto último, debemos sacar ventaja del tiempo navideño y la festividad del día de hoy, para darle la bienvenida a Cristo en nuestra alma y jamás expulsarlo de esta.

Cuando el mundo este conspirando en contra nuestra, imitemos a san Esteban, miremos al cielo y busquemos su protección y ayuda, Pero sin odio o mala voluntad hacia nuestro prójimo que, no ve lo mismo que nosotros y que impide que Cristo habite en su corazón.

Llenos de dolor por estas pobres almas, alejadas de Dios, oremos por su salvación, como lo hizo y nos enseño Cristo Nuestro Señor y fielmente de la misma manera imitó san Esteban

Así sea

Saturday, December 18, 2010

DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO

19 DE DICIEMBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

Nuevamente escuchamos, en las lecturas de hoy, a San Juan recordándonos, cómo debemos prepararnos para recibir a Dios en nosotros. El tiempo está ya muy próximo, por lo que debemos estar muy atentos y más alertas.

Lo que san Juan nos dice no es algo nuevo para nosotros. Ya hemos escuchado eso en muchas ocasiones. Aunque parezca nuevo el mensaje que San Juan envía a sus seguidores, es algo que ya se venía predicando con anterioridad en la profecía de Isaías.

Dios viene a visitar a los Suyos. ¿Qué debemos hacer?

Debemos corregir nuestra vida, debemos derribar la montaña del orgullo, llenar con fe, los valles de la duda, corregir los caminos, torcidos por la mentira y engaño para poder hacer más placentera nuestra vida llena de calamidades, una vez eliminados todos nuestros vicios y pecados.

Si continuamos un poco más en la lectura de la Profecía de Isaías, encontraremos: “El pasto es marchito, y las flor cae, porque el espíritu del Señor ha soplado sobre él. De hecho la gente es pasto. El pasto se marchita y la flor cae. Sin embargo, la palabra de Dios permanece para siempre”

“La gente es pasto” El espíritu de Dios ha soplado sobre estos y se han secado y caído. Qué extraño que el espíritu de Dios, que es vida, pareciera que trae lo opuesto a la gente. Podría ser esta profecía similar a la que posteriormente menciona Simeón el Profeta, respecto a Jesucristo. “Esta Niño está destinado a ser la ruina de muchos”

Ya se nos ha dicho lo que debemos hacer para recibir la llegada de Dios. Nuestra Santa Madre la Iglesia nos ha dado este tiempo de adviento para guiarnos en el espíritu y vida, debemos a través de la penitencia derribar las montañas del orgullo, llenar los vacío que deja la vanidad, corregir nuestro camino y forma de vida. Todos entendemos esto muy bien, sin embargo, la mayoría, no seguirá este consejo y no realizara nada a ese respecto; por lo que podemos decir que estas personas son pasto. La presencia de Dios entre ellos en lugar de darles vida y alegría, sólo servirá para estas desafortunadas almas, como el fuego seco y ardiente que destruye a los no merecedores de la vida eterna.

De la manera que Dios viene a habitar entre nosotros, Su presencia será destructora de todo lo que no es digno de Su presencia. Mientras más estamos sujetos a las cosas de este mundo o a nuestras propias pasiones e inclinaciones, más dolorosa se hará la presencia de Cristo en nosotros. Porque su presencia empezará a secar y destruir todo lo que no es adecuado.

No es inusual ver o aún mismo, experimentar en nosotros mismos la tristeza que abunda y envuelve a tantas almas en estos días próximos al nacimiento de Cristo Nuestro Señor. En algunas ocasiones, se necesita de una gran fe y valor para hacer a un lado tantas tentaciones que se presentan para destruir las ocasiones de gran júbilo para nosotros y los demás. El día después de la Navidad vemos que la alegría superficial de este tiempo ha ya desaparecido de la mente y corazón de la mayoría de las personas. Las decoraciones deben ser puestas nuevamente en el desván y la mayoría de los regalos regresados; regresando nuevamente a la rutina de ganarnos el pan nuestro de cada día.

Acaba de llegar Cristo Nuestro Señor e inmediatamente nos deshacemos de Él. La explicación que puedo dar es por, el dolor culposo que ocasiona en nosotros Su presencia en nuestra conciencia y alma culpable. En lugar de permitir que el amor ardiente de Dios, arda y purifique nuestra alma, lo rechazamos. Muchos han experimentado esto ya en alguna ocasión y hacen todo lo posible para evitarlo nuevamente, desafortunadamente sólo escogen el peor camino. Obstaculizan la gracia y presencia de Dios en sus vidas, en lugar de remover lo que Le ofende, ocasionándoles mucho dolor en su alma, cuando la presencia de Dios, es conocida por su alma.

Esta presencia de Dios no se puede eliminar del todo. Llegará el día en que lo queramos o no, Dios va hacernos sentir Su presencia en cada uno de nosotros. En esa última visita de Cristo, Su presencia no tendrá el mismo poder potencial como lo hizo durante nuestra vida presente. Luego entonces, la presencia de Dios se convertirá en un dolor eterno en el infierno que jamás será consumido. Lo que nos ocasionara un sufrimiento eterno en el Infierno.

Ahora es el momento de abrir nuestra conciencia y renovar el pasto que está creciendo en nosotros para permitir que la frescura de Dios nos purifique y todo lo que no es digno de Su presencia. Mientras que pasamos el resto de nuestra vida preparándonos para celebrar Su nacimiento, hagamos todo lo que esté en nuestras manos para preparar nuestra alma para darle la bienvenida. No tengamos ningún temor a Su presencia ni al dolor que pueda ocasionarnos en nuestra alma, sino más bien recibámoslo y démosle gracias por los dones que nos da. Pero sobre todo busquemos mantener firme Su presencia en nuestro corazón y mente por todo el año.

Así sea.

Saturday, December 11, 2010

DOMINGO 3ro. DE ADVIENTO

12 DE DICIEMBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

El día de hoy se nos hace un llamado a regocijarnos, porque la venida de Nuestro Señor Jesucristo esta cada vez más próxima. Nos preparamos a celebrar Su nacimiento, mientras que al mismo tiempo esperamos su regreso. Las mismas manifestaciones por el deseo de recibirlo, que se escuchaban en los fieles del antiguo testamento, nuevamente las escuchamos hoy día. Constantemente repetimos las últimas palabras de la Biblia.

¡Ven señor Jesús!

Nuestros corazones se llenan de júbilo y alegría con esta anticipación.

Esta alegría se ha perdido en tantas personas mundanas, al buscar la falsa alegría en el modernismo y el materialismo, consecuencia de la comercialización que se ha hecho del nacimiento de Cristo que, ha distraído a la mayoría de la alegría y anticipación de Su venida.

Vemos más allá de su venida, el fin del mundo, sin embargo vemos de igual manera, Su regreso e incremento de Su presencia en nuestro corazón y alma. La vida espiritual nos enseña que nunca amamos a Dios lo suficiente. Siempre hay más espacio para amarlo e invitarlo a que tenga presencia más intima en nosotros. Siempre estamos en unión intima con Dios pero no siempre está El en nosotros, tenemos la tendencia a olvidarnos de Él entre todas nuestras ocupaciones y preocupaciones de este mundo.

Para que todo esto que deseamos suceda verdaderamente debemos aprender a imitar a San Juan Bautista, como nos lo dice el Evangelio de hoy. Realmente se humilla y se proclama a sí mismo la voz que clama en el desierto, se manifiesta insignificante ante Jesucristo Nuestro Señor cuando dice:

“Él es el que vendrá después de mí, el que ha existido antes que yo; de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado”

Podemos decir, luego entonces, que Jesucristo ha estado entre nosotros, en nuestras iglesias, en nuestra vida diaria, pero no lo hemos reconocido. Lo hemos ignorado al grado de que ha alejado de nosotros Su presencia, en muchas iglesias muy a pesar de su hermosa arquitectónica. Estos edificios, ausentes de la presencia sacramental de Jesucristo se han convertido en verdaderas ruinas, quien se atreva a hablar del verdadero Jesucristo en estos lugares, es como la voz que clama en el desierto. Nadie lo escucha o peor aún nadie pone atención a sus palabras.

Y donde esta Cristo, como lo vimos la semana pasada, muy pocos acuden a Su llamado para escucharlo y verlo. Sus una vez hermosas iglesias sin Su presencia están ahora vacías, tal vez llenas de gente pero sin Su presencia y gracia. Mientras que por otra parte, Sus humildes iglesias, con un número reducido de fieles, están llenos de la gracia y presencia de Dios.

El número reducido de almas que encuentran Su iglesia y Su presencia Real, deben hacerse como san Juan y verdaderamente humillarse. Deben conocer su miseria y el vacio que poseen sin la presencia de Cristo quien ha de venir a llenarlos con Su gracia.

Debemos, sin embargo, sacar todo lo mundano de nosotros, todo el materialismo, todo el modernismo, todo el consumismo. Para luego purgarnos nosotros mismos. En este estado de humildad nos convertimos en receptáculo de la gracia y presencia de Cristo. No hubo espacio para Él en las posadas ni en los hogares de muchas personas, toda vez que se encontraban inmersas en las cosas de este mundo.

Hubo lugar para Cristo Nuestro Señor en el humilde establo porque estaba vacío de todo orgullo y vanidad mundana. En este vacío humilde, vino Jesucristo a dar alegría y plenitud. Lo mismo desea hacer hoy con nuestra alma y con toda nuestra vida.

Debemos escuchar la voz de San Juan Bautista, clamando en el desierto de nuestra alma. Debemos fortalecer nuestra vida misma. Debemos reconocer nuestra miseria ante Jesucristo N.S. y permitirle que entre y sea el centro de toda nuestra vida.

Conforme más nos entregamos mas posesión toma de nosotros Jesucristo Nuestro Señor.
Nuestro objetivo es alcanzar el estado de vida del que habla san Pablo cuando nos dice que: no es el (san Pablo) sino Cristo que vive en El. Esa es la meta, que Cristo viva en nosotros.

Después de aprender a ser humildes y eliminamos todo lo que no es compatible con la presencia de Jesucristo, digámosle: “Ven señor Jesús” y regocijémonos en la anticipación de Su presencia.

Deseamos Su presencia con nosotros ahora y buscamos y anhelamos Su regreso a este mundo al final de los tiempos.

Que así sea.

Saturday, December 4, 2010

DOMINGO 2do. DE ADVIENTO

5 DE DICIEMBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

“Bienaventurado el que no se escandaliza de mi”

San Juan Bautista manda a sus discípulos a Jesucristo para que fortalezcan su fe en Él. No tenía duda alguna sobre quien es Jesucristo ya que lo hubo señalado en varias ocasiones, como el Mesías que estaban esperando. Sabia de igual manera que su tiempo en este mundo era ya reducido y no quería dejar a sus seguidores huérfanos, por lo que los manda a Jesucristo, para su propio bien y para que vean por si mismos que Jesucristo Nuestro Señor era el Mesías.

Nuestro Señor no respondió con palabras sus primeras interrogantes, sino que les mostró que, El hizo todas las obras del Mesías que se había con anterioridad profetizado. Después de haberles mostrado las obras de Sus manos, les dijo: ““Bienaventurado el que no se escandaliza de mi”

¿Qué significa esto? ¿Quién puede escandalizarse por las obras realizadas por Jesucristo y seguir siendo discípulo de san Juan?

Al parecer muchos se escandalizaron porque no vino a este mundo en su esplendor de realeza. Es verdad que manifestó Su poder, pero lo hizo con los pobres y necesitados no con los poderosos de este mundo. Exalto a los humildes y humillo a los orgullosos. Esto fue motivo para que muchos dudaran de Él. Fue motivo de escándalo para otros cuantos.

Nuestra naturaleza tiende a ver grandeza y poder asociado con las circunstancias y excesos mundanos. Jesucristo hizo a un lado todo lo que este mundo desea, y se enfocó sólo sobre lo que Dios desea. Como ya lo sabemos, los caminos de Dios son muy diferentes a los caminos y formas de este mundo.

Es verdaderamente extraño ver que, el mundo se escandaliza por la falta de esplendor que Cristo manifestó ante este; especialmente ahora, en tiempos del florecimiento y crecimiento de tantas falsas iglesias, Jesucristo Nuestro Señor ha de sufrir en su Cuerpo Místico, la Iglesia Católica. Y de igual forma, Su Iglesia está ausente de todo lo que el mundo desea.

Mientras que el mundo es apostata y deja sólo, un pequeño rebaño de la Iglesia, recibimos la misma cruz que Cristo recibió en aquel entonces. Por designio Divino hemos sido abandonados de todo poder y prestigio mundano. Somos por lo tanto, humillados, ignorados y señalados por el mundo y una vez más Jesucristo Nuestro Señor nos dice:

“Bienaventurado el que no se escandaliza de mí”

Los verdaderos Obispos de la Iglesia Católica se encuentran en circunstancias humillantes. Sin el estatus social y riquezas de la iglesia modernista, de igual manera, el verdadero católico es un escándalo para el mundo porque rechaza las extravagancias y placeres que este ofrece. No pueden creer que Dios se encuentre en medio de un grupo tan reducido de obispos fieles, que no han sucumbido ante el Nuevo Orden Modernista y alguna otra secta herética llena de esplendor y circunstancias mundanas.

Si el verdadero buscador de la verdad acudiera, como discípulo, a San Juan Bautista.

Si vinieran buscando la verdad en lugar de su vanidad, orgullo y gloria mundana.

Las cosas serían diferentes.

Pero como sabemos, la verdad es una píldora difícil de tragar para la mayoría de la gente, por lo que es verdad que, muchos son los llamados pero pocos los elegidos. La verdad simple es escándalo para el mundo, luego entonces la verdadera iglesia también lo es. La historia se repite nuevamente. Muchos fueron escandalizados en Jesucristo como lo son ahora con Su Iglesia.

El número reducido de los que no se escandalizan y son capaces de ver la verdad y presencia de Dios oculta al resto del mundo son las almas más bienaventuradas de toda la tierra.

El nacimiento de Jesucristo fue desconocido para muchos, revelado sólo para unos cuantos. Porque sólo unos cuantos creerían en Él, Dios Hombre que nacería en un humilde establo. Se dio a conocer para todos los que a Él acudieron, pastores humildes escucharon Su llamado y a Él acudieron, lo mismo sucede hoy con Su Iglesia, esta “oculta” a la vista de todos y evidentemente la mayoría no la ve. La mayoría de este mundo se escandaliza de sus circunstancias humildes y pasan al lado de esta, sin mirar bien, sin percatarse que se han alejado de ella.

Jesucristo Nuestro Señor nos espera oculto en el tabernáculo de Su Iglesia, de la misma manera que esperó en el pesebre de Belén. El mundo se escandaliza pero Sus seguidores y amantes de la ley de Dios, lo encuentran en Su Iglesia. Pagan un precio mundano muy alto por su fe. Pero sabemos que Dios es abundantemente generoso. Sabemos que mientras más nos sacrifiquemos por Dios y Su Iglesia, El nos pagará de manera abundante por toda la eternidad.

Que Así sea

Saturday, November 27, 2010

DOMINGO 1ro. DE ADVIENTO

28 DE NOVIEMBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

El día de hoy centramos nuestra atención sobre la existencia total de este mundo. Es el inicio del año litúrgico, por lo que debemos estar inspirados a iniciarlo bien, para lograr esto, es necesario que conozcamos las metas y hacia donde nos dirigimos. Luego entonces, nuevamente nuestra atención es puesta en el fin de este mundo.

Mesclado en estas consideraciones, del inicio de los tiempos con su fin, estamos inclinados al deseo de la venida de Jesucristo, Nuestro Señor. El es el centro de todo los tiempos. Desde el momento de la creación, el hombre ha esperado que Dios venga a este mundo. Después de la caída, este deseo de la espera se hubo considerablemente intensificado en el Antiguo Testamento.

Desde el nacimiento de Jesucristo hemos visto claramente como el tiempo se ha dividido y marcado como antes de Su venida y después de Su nacimiento en este mundo. Ahora nosotros debemos estar deseosos de recibirlo en Su segunda venida a este mundo. Como preparación para su primera llegada, la navidad, de la misma manera nos preparamos de manera espiritual para recibirlo en nuestra vida y de esta manera esperar Su regreso al final de los tiempos.

San Pablo, en su carta a los romanos, que leemos en la epístola de hoy, nos da el tono del espíritu que debemos lograr para este adviento:

“Dejemos pues las obras de las tinieblas y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, con honestidad; no en comilonas y borracheras, no en deshonestidades y disoluciones, no en contiendas no envidias; sino revestíos de nuestro Señor Jesucristo”.

En esta nuestra preparación para la navidad, es tiempo de sacar de nuestra vida, toda la maldad y todo lo que no es digno de un Hijo de Dios. Debemos renovar las promesas de nuestro Bautismo:

Renunciamos a Satanás y a todas sus obras”.

Hemos ya seguido y escuchado las tentaciones y sugerencias de estos espíritus malignos, por mucho tiempo ya. Ahora es tiempo de una vez por todas hacerlas a un lado y eliminarlas de nuestra vida. Ahora es el tiempo de eliminar todos los malos hábitos.

En nuestro deseo por la venida de Nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida, debemos hacer las preparaciones necesarias para que pueda llegar en nuestra alma. A Él no le interesa si tenemos ornamentos finos o caros, o corrientes y acabados. Lo que a Jesucristo Nuestro Señor le interesa es un corazón humilde, lleno de amor.

De manera voluntaria escogió nacer en un humilde establo, por lo que no importa que tan humilde sea nuestro corazón; El, sin duda alguna, lo hará su mansión. Por el contrario, rechazará todo corazón lleno de envidia, orgullo y lleno de amor propio.

Estos no tienen espacio para El. No son bien recibidos. No importa que tanto perfume se ponga, la peste del alma pútrida del pecado, resulta repulsiva para que Dios habite en ella.

Por otro lado la que está llena de humildad, sin importar que tan incómoda pueda aparecer, es el lugar predilecto de Dios para hacer de ella su morada. La clave está en la verdadera humildad.

Cristo Nuestro señor vino a este mundo por los que estaban perdidos, los pecadores. Por lo tanto la primera gracia que da es la de contrición y humildad. Si cooperamos con ella, nuestra alma le será agradable y con gusto habitará en nosotros. Tal vez pensemos que el establo sería un lugar no muy atractivo para hacer Dios de este su morada, pero más bien, rechaza el lugar donde habita, el orgulloso y vanidoso. Lo mismo sucede con nuestra alma; prefiere la humilde y pobre, sobre todas las demás.

Luego entonces, el adviento, es tiempo de penitencia, es tiempo de eliminar los pecados de nuestro pasado y empezar una vida nueva. Es tiempo de buscar, con todo nuestro ser, la venida de Cristo a nuestra alma. Analicemos como fue la espera, en tiempos de la venida física de Nuestro Señor a este mundo, para así esperarla con las mismas ansias, sentimiento de anticipación y deseo pero ahora a nuestra alma, para que la transforme de simples establos en un gran tabernáculo.

Buscamos de igual manera la segunda venida de nuestro señor Jesucristo a este mundo para que ponga total y completo orden. Sacará a todas las almas pecadoras lanzándolas a las profundidades del Infierno por toda la eternidad. Transformará este mundo renovándolo como el paraíso que debió ser desde un principio, cuando Dios lo creo todo.

Hagamos nuestra la amonestación de San Pablo y hagamos de este adviento el mejor de todos los que hayamos pasado. Consideremos todo el tiempo creado y decidamos que ahora es el tiempo aceptable. Ahora es el tiempo de preparar nuestra alma, eliminando por completo todo lo que es repulsivo y ofensivo para Dios.

Que así sea.

Monday, November 22, 2010

DOMINGO 26to. DESPUÉS DE PENTECOSTES

21 DE NOVIEMBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

Este es el último domingo después de pentecostés. El cierre del año litúrgico, por lo tanto es apropiado que consideremos el fin de nuestra vida en este mundo y consecuentemente el fin del mundo mismo.

Para la mayoría de la gente pensar esto es algo que les ocasiona mucho temor o por lo menos desagrado. Para el verdadero seguidor de Jesucristo esto no debe causarles ni temor ni tristeza. Debemos recordar cuando nuestro Señor les dice a sus apóstoles que deberían estar felices porque El regresaba al Padre “Os conviene que yo me vaya” (San Juan 16,7) Todo lo que Dios tiene preparado para nosotros es para nuestro propio beneficio.

Tenemos temor a lo desconocido y por lo tanto tememos la eternidad y el final de esta vida. Nadie está seguro de su salvación eterna, a menos que haya recibido una revelación Divina. Por lo tanto tendemos al temor y la incertidumbre. Esto es debido a nuestro amor propio.

Si verdaderamente amamos a Dios nuestro deseo es que se haga SU voluntad. El fin de esta vida es su voluntad, tal vez para nosotros aparezca como algo dañino, sin embargo todo debe ser por el gran honor y gloria de Dios. Nuestro amor por Dios nos mueve hacer todo lo que sea por Su honor y gloria aún si es a consecuencia de un poco de sufrimiento y dolor de nuestra parte.

Vemos este sentimiento en la vida de los santos. San Pablo dice: “porque desearía ser yo anatema de Cristo, por mis hermanos, mis deudos según la carne” (Romanos 9,3)

Hace esta declaración tan fuerte no porque quiera separarse de Cristo, sino porque tiene tanto amor por Dios. San pablo ama tanto a Cristo que está dispuesto a ser separado eternamente de Él, sí al hacer esto da honor y gloria a Dios por la conversión de los judíos.

Es realmente, este olvidarse de uno mismo, por amor de Cristo que encontramos la verdadera alegría y fuerza para desear que la palabra de Cristo se cumpla.

La verdadera caridad no nos permite evadir nuestras responsabilidades y obligaciones, pero si nos une cada vez más a desear y hacer todo por el honor y gloria de Dios, olvidándonos parcialmente de nosotros mismos. Podremos ser llevados al punto de sufrir los mayores sufrimientos posibles si esto complace a Dios.

En estos sentimientos de Caridad podemos basar nuestra mirada sobre el final de esta vida, al juicio final, donde Dios será honrado y glorificado. Todo temor se derrite ante tal fuego de la caridad.

Lo que es tal vez, más maravilloso, es que con tal fuego de la caridad ardiente, se hace imposible que tal alma sufra la separación eterna de Dios. Esta caridad borra gran cantidad de pecados. Se hace santa y complaciente a Dios y Su justicia, misericordia, honor y la glorificación en la salvación recompensa de tales almas.

Mientras que la destrucción de esta vida, como la conocemos, es realmente escalofriante desde esta perspectiva, es muy reconfortante y motiva desde una mirada espiritual. La vida sobrenatural de la caridad elimina todos los temores y dudas llenando el alma de alegría al ya no ser ofendido Dios por nuestros pecados y porque será eternamente honrado y glorificado con el amor de Sus ángeles y santos.

El cumplimiento de nuestras promesas bautismales tomará posesión en este momento. Toda nuestra razón de ser, estará completa. Hemos sido creados por un solo propósito: dar honor y gloria a Dios. Recordemos las lecciones simples de nuestro catecismo: “Dios me ha creado para ser feliz con El en el cielo”. “Para ser feliz con Dios en el cielo, debo conocerlo, amarlo y servirlo en este mundo”.

Debemos entregarnos completamente a Dios y repetir en toda nuestra vida, el fiat de Nuestra madre Santísima. Con todos los santos, debemos replicar a Dios con los corazones inflamados de caridad: “soy tuyo Dios y Señor mío, has conmigo lo que te Tú quieras”. Es en esta actitud que venceremos el temor de la eternidad. Es esta disposición que nos cause olvidarnos de nosotros mismos y sólo nos interesa el honor y gloria de Dios.

Al olvidarnos de nosotros y poner a Dios ante todo, Dios toma en sus manos nuestra propia salvación. Para estar al cuidado de nosotros como lo estamos nosotros de Él, bendiciéndonos de manera reciproca.

En toda verdad, digámoslo bien, es Dios quien se ha dado completamente a nosotros para que podamos de manera reciproca entregarnos a Él. En todo verdadero amor el uno se preocupa por el otro sin importar las consecuencias para sí mismo. Luego entonces, los que aman a Cristo no tienen temor del final de esta vida sino que la buscan con gran anticipación.

Así sea.

DOMINGO 26to. DESPUÉS DE PENTECOSTES

21 DE NOVIEMBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

Este es el último domingo después de pentecostés. El cierre del año litúrgico, por lo tanto es apropiado que consideremos el fin de nuestra vida en este mundo y consecuentemente el fin del mundo mismo.

Para la mayoría de la gente pensar esto es algo que les ocasiona mucho temor o por lo menos desagrado. Para el verdadero seguidor de Jesucristo esto no debe causarles ni temor ni tristeza. Debemos recordar cuando nuestro Señor les dice a sus apóstoles que deberían estar felices porque El regresaba al Padre “Os conviene que yo me vaya” (San Juan 16,7) Todo lo que Dios tiene preparado para nosotros es para nuestro propio beneficio.

Tenemos temor a lo desconocido y por lo tanto tememos la eternidad y el final de esta vida. Nadie está seguro de su salvación eterna, a menos que haya recibido una revelación Divina. Por lo tanto tendemos al temor y la incertidumbre. Esto es debido a nuestro amor propio.

Si verdaderamente amamos a Dios nuestro deseo es que se haga SU voluntad. El fin de esta vida es su voluntad, tal vez para nosotros aparezca como algo dañino, sin embargo todo debe ser por el gran honor y gloria de Dios. Nuestro amor por Dios nos mueve hacer todo lo que sea por Su honor y gloria aún si es a consecuencia de un poco de sufrimiento y dolor de nuestra parte.

Vemos este sentimiento en la vida de los santos. San Pablo dice: “porque desearía ser yo anatema de Cristo, por mis hermanos, mis deudos según la carne” (Romanos 9,3) Hace esta declaración tan fuerte no porque quiera separarse de Cristo, sino porque tiene tanto amor por Dios. San pablo ama tanto a Cristo que está dispuesto a ser separado eternamente de Él, sí al hacer esto da honor y gloria a Dios por la conversión de los judíos.

Es realmente, este olvidarse de uno mismo, por amor de Cristo que encontramos la verdadera alegría y fuerza para desear que la palabra de Cristo se cumpla.

La verdadera caridad no nos permite evadir nuestras responsabilidades y obligaciones, pero si nos une cada vez más a desear y hacer todo por el honor y gloria de Dios, olvidándonos parcialmente de nosotros mismos. Podremos ser llevados al punto de sufrir los mayores sufrimientos posibles si esto complace a Dios.

En estos sentimientos de Caridad podemos basar nuestra mirada sobre el final de esta vida, al juicio final, donde Dios será honrado y glorificado. Todo temor se derrite ante tal fuego de la caridad.

Lo que es tal vez, más maravilloso, es que con tal fuego de la caridad ardiente, se hace imposible que tal alma sufra la separación eterna de Dios. Esta caridad borra gran cantidad de pecados. Se hace santa y complaciente a Dios y Su justicia, misericordia, honor y la glorificación en la salvación recompensa de tales almas.

Mientras que la destrucción de esta vida, como la conocemos, es realmente escalofriante desde esta perspectiva, es muy reconfortante y motiva desde una mirada espiritual. La vida sobrenatural de la caridad elimina todos los temores y dudas llenando el alma de alegría al ya no ser ofendido Dios por nuestros pecados y porque será eternamente honrado y glorificado con el amor de Sus ángeles y santos.

El cumplimiento de nuestras promesas bautismales tomará posesión en este momento. Toda nuestra razón de ser, estará completa. Hemos sido creados por un solo propósito: dar honor y gloria a Dios. Recordemos las lecciones simples de nuestro catecismo: “Dios me ha creado para ser feliz con El en el cielo”. “Para ser feliz con Dios en el cielo, debo conocerlo, amarlo y servirlo en este mundo”.

Debemos entregarnos completamente a Dios y repetir en toda nuestra vida, el fiat de Nuestra madre Santísima. Con todos los santos, debemos replicar a Dios con los corazones inflamados de caridad: “soy tuyo Dios y Señor mío, has conmigo lo que te Tú quieras”. Es en esta actitud que venceremos el temor de la eternidad. Es esta disposición que nos cause olvidarnos de nosotros mismos y sólo nos interesa el honor y gloria de Dios.

Al olvidarnos de nosotros y poner a Dios ante todo, Dios toma en sus manos nuestra propia salvación. Para estar al cuidado de nosotros como lo estamos nosotros de Él, bendiciéndonos de manera reciproca.

En toda verdad, digámoslo bien, es Dios quien se ha dado completamente a nosotros para que podamos de manera reciproca entregarnos a Él. En todo verdadero amor el uno se preocupa por el otro sin importar las consecuencias para sí mismo. Luego entonces, los que aman a Cristo no tienen temor del final de esta vida sino que la buscan con gran anticipación.

Así sea.

Saturday, November 13, 2010

DOMINGO 25to. DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

14 DE NOVIEMBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

El Evangelio del día de hoy es referente a la tercera parábola, relativa a la semilla, a que hace referencia san Mateo en su Evangelio. En la primera nos habla de la semilla que cae sobre diferentes tipos de tierra. La semana pasada, leímos la segunda parábola, concerniente al trigo que creció y vivió junto a la cizaña hasta el momento de la siega. Ahora nos toca reflexionar sobre la parábola del grano de mostaza. La pequeña semilla que llega a convertirse en un árbol.

Sabemos que las semillas son organismos interesantes y magníficos. Son por una parte, fuertes y resistentes en contra de los ataques hostiles del medio ambiente mientras que aparecen como muy frágiles y delicados especialmente al momento de la germinación. Son pequeños, sin embargo contienen el potencial de grandes plantas capaces de reproducir semillas en sí mismas.

Debemos tomar en cuenta que algunas cosas que son aparentemente pequeñas no son por lo mismo insignificantes. La Iglesia que se inició con Jesucristo fue como una semilla de mostaza, pequeña e insignificante, aparentemente. Frágil, por lo menos ante los ojos de los Judíos, quienes pensaron que podían destruirla crucificando a Jesucristo. De la misma manera como la semilla debe morir a sí misma para convertirse en algo mejor, de igual manera Cristo Nuestro Señor dio Su vida para resucitar con un cuerpo glorificado. Desde ese momento la Iglesia creció sobre la faz de la tierra.

Lo que aparece como pequeño e insignificante ante los ojos de mundo, frecuentemente resulta ser todo lo contrario. Por lo tanto, debemos estar atentos de los inicios en pequeños. La gracia de Dios inicia de manera diminuto en nuestra alma débil pero si cooperamos y nutrimos esta gracia se convertirá no sólo en algo grande sino que nos transformara. De la misma manera el mal por más insignificante que parezca germinara en nuestro corazón y alma creciendo de manera significativa.

La tentación que no se resiste y elimina en su etapa inicial crecerá sin lugar a dudas en un gran tamaño. Se convierte en un deseo, para convertirse en realidad en las palabras, obras y acciones. Estos pecados al no ser evitados frecuentemente se convierten en hábitos y los estos, no evitados se convierten en una “necesidad”. Esa “necesidad”, no evitada, se convierte en desesperación para terminar en la condenación eterna.

Cada paso en este tipo de progreso se convierte en algo cada vez más difícil de detener. Lo mejor es evitarlo desde el inicio. Si deseamos progresar en la vida espiritual debemos cuidadosamente erradicar el pecado, desde la primera tentación.

Debemos aprender a evitar la ocasión que nos lleva a esta tentación, para evitarla o removerla lo más pronto posible. Debemos estar siempre alerta y listos para evitar toda tentación. Debemos ir poco a poco perfeccionando nuestro discernimiento para evitar, sin lugar a dudas, los tropiezos de nuestra alma.

Cometen un grave error quienes piensan que pueden andar en la tentación y no caer en esta, o eliminar su sensibilidad para no ceder y sufrir. Es una tontería ya que sólo hace que la tentación se convierta en algo más intenso, a la persona la hace descuidada y victima fácil de caer.

Por el lado contrario, debemos ser más sensibles a los movimientos de la gracia en nuestra alma ya que existe una gran cantidad de distracciones que nos hacen perder la oportunidad de recibirla. Cuando Dios nos habla, frecuentemente lo rechazamos al estar preocupados con el trabajo, diversiones, entretenimiento, etc. Debemos evitar las preocupaciones aún en nuestras ocupaciones mismas para no estar tan ocupados, y escuchar las inspiraciones que nos manda Dios.

Debemos educar nuestro oído para que escuche la voz de nuestra conciencia, nuestro ángel guardián. Frecuentemente se están comunicando con nosotros. Desafortunadamente casi nunca los escuchamos.

Debemos apreciar el tesoro de estas gracias para buscarlas y procurar no rechazarlas nunca.

Estas pequeñas inspiraciones de la gracia, crecerán como la semilla de mostaza, si le permitimos hacerlo en nuestra alma. Llenaran nuestra mente y corazón para manifestarse en nuestras palabras, obras y acciones. Mientras más las procuremos más encontraremos, mientras más acumulamos mas se incrementara. Estas gracias se manifiestan como virtudes o hábitos buenos, nos llenarán de fe, esperanza y caridad. Finalmente serán el resplandor y florecerán en nosotros al llevarnos a la salvación eterna de la alegría del Cielo.

Saturday, October 30, 2010

FESTIVIDAD DE CRISTO REY

31 DE OCTUBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

Jesucristo Nuestro Señor, es nuestro Rey no sólo porque es Dios y Creador Nuestro, sino también por ser nuestro Redentor. Hemos sido conquistados no con bienes materiales sino con Su Preciosa Sangre.

Su Santidad el Papa Pío XI, cuando instituyó esta festividad, tuvo en mente que nos beneficiáramos de ella por muchos años. Consideremos estos beneficios que habremos de recibir y propuestos por este Papa, para tal celebración.

“Cuando honramos la dignidad del Principado de Cristo, el hombre sin duda alguna recordara que la Iglesia, fundada por Cristo es una sociedad perfecta, tiene un derecho exclusivo a una libertad perfecta e inmunidad del poder del estado; y que al cumplir esta misión a ella encomendada por Dios, el de enseñar, gobernar y guiar a la felicidad eterna, a todos los que pertenecen a este reino de Jesucristo, ella, la Iglesia, no puede estar sujeta a ningún poder externo.

El estado está obligado a extender libertad similar a las órdenes y comunidades religiosas de ambos sexos, quienes dan una gran y valiosa ayuda a los obispos de la Iglesia, al trabajar por la extensión y establecimiento del Reinado de Cristo. Con sus votos sagrados que hacen, los religiosos, luchan contra la triple concupiscencia de este mundo; al hacer la profesión de una vida más perfecta promueven la santidad que su Fundador deseó fuera la marca y característica de Su Iglesia, más directa y distinguida ante los ojos de todos”

Jesucristo Nuestro Señor es Rey y su reinado, en este mundo, es la Iglesia Católica. La Iglesia es un reino perfecto con Jesucristo Rey a su cabeza. Cristo Reina Su Iglesia a través de los papas y obispos. La sucesión apostólica de los obispos es esencial para su realización. Las cuatro marcas de la Iglesia Católica: Una, Santa, Católica y Apostólica.

Esta sociedad perfecta establecida por Jesucristo, que ha de existir hasta la consumación de los tiempos, debe siempre tener verdaderos sucesores de los apóstoles. Es sólo a través de verdaderos sucesores legítimos que Cristo gobierna en Su reino. Obispos falsos o ilegítimos no pueden, evidentemente, ser los representantes visibles de Cristo Rey. Están fuera de la Iglesia y fuera de la gracia de Dios, por lo tanto no tienen ninguna relación con el Reinado de Jesucristo, la Iglesia Católica.

Estos líderes falsos pueden establecer sus propios reinos o sociedades y ser los representantes de estos, sin embargo, no son miembros ni representan la Iglesia Católica. Los modernistas que se han vestido con ornamentos católicos y buscado la forma de escalar en posiciones aparentes de autoridad, no son católicos ni tienen alguna autoridad en la Iglesia Católica. Estos individuos son tradicionalmente señalados como “anti papas, anti obispos” etc. Mientras aparentemente mantienen una posición de autoridad y son aceptados como tales por la mayoría, no cambia el hecho de que están fuera de la Iglesia y quienes los siguen como a sus líderes terminan de igual manera, fuera de la Iglesia católica.

Es Cristo quien es Rey de todos los católicos, y los verdaderos católicos deben reconocerlo y ponerse bajo Su autoridad. Este Reino está por encima de todos los demás y es nuestra única y última esperanza, tanto para nuestro bienestar material como espiritual. Cuando entendemos esto, podemos ver que es una blasfemia decir que “son las Naciones Unidas, la última esperanza de la humanidad”.

Esto jamás puede ser afirmado por algún Papa verdaderamente católico. Las sociedades materiales son necesarias evidentemente, sin embargo en su adecuada posición, son secundarias al reino de Cristo y por lo tanto de su Iglesia. Son ellos los que son sancionados por Jesucristo no la iglesia por estos individuos. El mundo entero debe buscar a Cristo Rey como la única esperanza, no a las sociedades y organizaciones materiales. Por lo tanto el mundo entero debe incorporarse a la Iglesia Católica para poder tener alguna esperanza, particularmente la última y única esperanza de la sociedad.

En esta blasfemia, que hacíamos referencia en líneas anteriores, podemos ver que una nueva religión ha sido formada frente a las propias narices de la mayoría de católicos de todo el mundo. Quienes vieron y entendieron lo que estaba sucediendo lograros saltar de este barco que se estaba hundiendo, lamentablemente muchos de estos saltaron de la cacerola al fuego, por así decirlo. De inmediato establecieron sus propias iglesias y se convirtieron en líderes de estas sociedades nuevas. Muchos de estos se autodenominan “tradicionalistas”.

En este nuevo mar inmenso de nuevas y múltiples sociedades religiosas (iglesias) ha hecho cada vez más difícil para que la gente pueda encontrar la verdadera Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica, Iglesia fundada por Jesucristo Rey. De la misma manera en que muy poca gente, encontró, reconoció, creyó y siguió a Jesucristo en su Humanidad cuando estuvo en este mundo, lo mismo sucede hoy día con Su Iglesia.

Muy pocos, tal parece, reconocen y creen a los verdaderos Obispos, que El ha comisionado como cabezas visibles de Su Iglesia. Existen muchos lobos rapaces con piel de ovejas que predican doctrinas nuevas y diferentes, por lo que es preciso recordar lo que dice san Pablo que: “aún si un ángel de luz viniera y nos enseñare doctrina diferente, no deberíamos creerle”.

El éxito mundano no es sinónimo de verdad. Una mayoría de seguidores no es medida de Verdad, muchos son llamados pero pocos los elegidos.

Busquemos todos incrementar el amor por Jesucristo Rey y tenazmente busquemos Su Iglesia y a Sus obispos, que sin importar que tan poco merecedores de tal dignidad sean estos, ni que tan insignificantes parezcan, son estos verdaderos sucesores de los apóstoles y Sus representantes en este mundo, por lo tanto guardianes del Reino de Jesucristo en este mundo, la Iglesia Católica

!VIVA CRISTO REY!

Saturday, October 23, 2010

DOMINGO 22 DESPUÉS DE PENTECOSTES

24 DE OCTUBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

Dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. De la misma manera podemos decir que estamos compuestos de cuerpo y alma, luego entonces nuestras deudas son dobles. Una a Dios y al espíritu y la otra para el cuerpo y el mundo. El mundo, tal y como lo conocemos esta en un gran desorden. Este mundo desordenado no es nuestro hogar. Es un gran lugar con muchas cosas buenas, pero no es nuestro destino final ni hogar permanente. El desorden de este mundo se origina en el pecado original. Somos hechos para gozar de un lugar perfecto, razón por la cual tenemos este deseo constante de buscar un lugar cada vez mejor.

El Cesar representa para nosotros el gobierno o el mundo en este estado de naturaleza caída. Le debemos mucho a este mundo (aún con todas las imperfecciones que este tiene). Por lo que debemos ocuparnos en algún tipo de trabajo donde además, debemos esforzarnos para apoyarnos, mantener y mejorar este mundo y la sociedad. De igual forma debemos entender que nada es permanente en este mundo (no será siempre de esta manera). Todo es pasajero. De esta manera, mientras que el mundo es un regalo de Dios y es importante para Él como para nosotros, debemos entender que ocupa un segundo lugar en nuestra mente y corazón.

El primer lugar en nuestra mente y corazón le pertenecen a Dios y a nuestro hogar eterno en el cielo. Esto es lo único que puede llenar el deseo de nuestro corazón.

Hemos sido creados para Dios y para permanecer en este lugar perfecto que llamamos Cielo, donde existe el orden y el amor verdaderos. Por lo tanto enfoquemos todos nuestros esfuerzos sobre este objetivo y no en las cosas pasajeras de este mundo.

Nuestros tesoros deben estar depositados en el Cielo. Todo lo que atesoremos en este mundo está destinado a perderse (consumido por el oxido, la polilla o los ladrones)

Todo es pasajero, sólo lo que queda en el cielo será permanente y constituirá nuestra eterna felicidad. Las grandes mansiones que construimos en este mundo no son nada comparadas con la mansión que nos espera en la eternidad con Dios Nuestro Señor.

Debemos tener mucho cuidado de no perder de vista esta mansión celestial, mientras nos ocupamos por obtener y mantener un lugar donde vivir y por nuestra sobrevivencia en este mundo. Todo lo que en este mundo está, no es otra cosa que como dice el sabio:

“Vanidad de Vanidades y todo es Vanidad”.

Todo es perecedero, vacio y no puede satisfacernos de ninguna manera sin importar que tanto nos esforcemos en que así suceda o que tan refinado esto sea. Si gastamos todo lo que somos y tenemos en esto, habremos desperdiciado y perdido todo, porque todo es vano.

¿De qué le sirve al hombre, ganar el mundo entero si pierde su alma?

¿Tal vez debemos inclinarnos a, dedicar todo lo que tenemos y todo lo que somos, a obtener lo eterno?

Esto parece una gran idea, pero el mundo no nos dejara ir tan fácilmente. Dios nos ha ordenado, preocuparnos por nuestro cuerpo y laborar en este mundo. No podemos caer, así por nomas en la eternidad. Este mundo es el lugar de prueba donde podemos mostrar a Dios todo nuestro amor al amar a nuestro prójimo aún en medio de las grandes imperfecciones que todos tenemos.

Todos pueden amar lo perfecto pero se requiere de gran humildad y fe para amar lo menos perfecto. Los demonios pudieron fácilmente adorar y honrar a Cristo en Su Divinidad; fue su humanidad que colocó el obstáculo. Su orgullo les impedía amar a alguien que fuera menor al espíritu. (Alguien, menos que ellos).

Esto es exactamente lo que se nos ordena cuando se nos dice que debemos amarnos los unos a los otros como Cristo nos ha amado. Existen muchos que pueden estar (por lo menos desde nuestra perspectiva defectuosa) por debajo de nuestro nivel, sin embargo debemos amarlos tal y como nos amamos a nosotros mismos. Esta situación atrapó a todos los demonios en el Infierno y nos llevará a todos nosotros si seguimos sus pasos.

Los bienes de este mundo no son para toda la multitud. Dios ha dado más a unos que a otros, para permitirnos amarnos los unos a los otros y probar este amor al mostrarnos generosos al dar y recibir libremente en toda simplicidad y humildad.

No podremos llevarnos nada y no hace bien a nadie acumular riquezas. Debemos compartir las bendiciones que Dios nos da para nuestra existencia en este mundo.

Pero esto no es todo, debemos de igual manera compartir, los unos con los otros, los dones espirituales que Dios nos ha dado. Porque Dios tiene todo y no necesita de nada, es la razón por la que podremos ofrecerle todo lo que hacemos con nuestro prójimo en Su nombre. Le regresamos a Dios lo que le pertenece al amarlo y obedecerlo cumpliendo Su palabra, amándonos los unos a los otros y practicamos no sólo las obras de misericordia sino también las espirituales, tal y como nos ha ordenado.

Así sea

Saturday, October 16, 2010

DOMINGO 21 DESPUÉS DE PENTECOSTES

17 DE OCTUBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

La misericordia es necesaria para todos nosotros, para poder coexistir en esta vida. Sin embargo es la menos practicada y raramente valorada.

?Donde estaríamos nosotros si no pudiéramos o tuviéramos la misericordia de Dios? Si Dios nos juzgara sin Su misericordia, nadie podría sostener en pie – todos caeríamos.

Aplicar la justicia sin misericordia sería una situación lamentable para todos nosotros. Mas bien esta “justicia” sería todo lo contrario. Razón por la cual nuestro Señor Jesucristo nos dice que nuestra justicia debe sobrepasar a la de los Escribas y Fariseos. La letra de la ley aparece como justa en nuestro entendimiento corrupto de lo correcto y lo incorrecto, pero es sólo en el espíritu de la ley que encontramos la verdadera Justicia. La ley es muchas veces injusta, simplemente porque los jueces puedo ver únicamente la letra de la ley y no su espíritu.

Las leyes justas no son hechas para atacar, destruir o despojar a las personas, sin embargo, en las manos de los jueces Farisaicos es frecuentemente lo que más sucede. La sociedad de hoy se ha convertido en una generación extremadamente litigiosa. La ambición y el egocentrismo de tantas personas los empuja a demandar y exigirse el uno al otro hasta en las cosas más insignificantes o lo que es peor buscar recompensas mas allá y muy alejada de toda decencia.

Hemos olvidado la amonestación de san Pablo a los Corintios: De no tomar nuestros juicios a los injustos, dice que sería mejor poner nuestros juicios a los mas despreciables de la Iglesia y dejar que estos juzguen nuestro caso, porque estos serían mejores que el juez pagano. Sin embargo, va un poco más allá, san Pablo, al decir que sería mejor sufrir las injusticias y la maldad antes que ir ante tales jueces.

¿Qué injusticia no ha sufrido Nuestro Señor Jesucristo por nosotros? ¿Cuántas veces nos ha mostrado su justicia y perdón? No estamos comprometidos a hacer lo mismo entre nosotros- aún hacia nuestros enemigos. ¿Qué significan las palabras de nuestro señor Jesucristo cuando nos dice que debemos amar no sólo a quienes nos hacen bien, sino también a quienes nos ofenden? (San Lucas 6, 27:28) si fallamos en amar a nuestros enemigos no somos mejor que ellos; somos peor ya que nosotros sabemos lo que debemos hacer. (O deberíamos saberlo)

Si queremos encontrar la misericordia de Dios, nos ha puesto como condición para recibirla, la misericordia que tengamos sobre los demás. ¿No es esto lo que le pedimos, al decir el Padre Nuestro? “Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”

Como dijera Shakespeare en “El Mercader de Venecia” la calidad de la misericordia no se agota. Cae como la suave lluvia del cielo, debajo de ella: es doblemente bendecida, bendice a quien la da y de igual forma a quien la recibe. Somos motivados a ser misericordiosos en la oración de San Francisco: “Es dando que recibimos” ambos se benefician y ambos son recompensados. Nada se pierde y todos salen ganando.

Esta virtud es divina y en nuestro deseo de acercarnos a Dios y asemejarnos a Él, este el camino que hay que seguir para lograrlo- verdadero amor y misericordia, no siguiendo las sugerencias del demonio, la venganza y el orgullo.

La justicia, estrictamente hablando, no se opone a la misericordia. Lo que se opone a esta es la “letra de la ley” que no es otra cosa más que injusticia. De esto nos recuerda san Pablo a su carta a los Efesio cuando nos dice que debemos revestirnos de la justicia, con los demás ornamentos de la verdad, la paz y la fe.

La verdadera justicia no pretende medirse en calidad material, porque simple y sencillamente esto no es posible. Contrario a lo que los modernistas han estado pretendiendo convencer a las personas, nadie somos iguales. Somos realmente diferentes. Dios ha dado más a unos que a otros. Hay bondad y justicia en esto que va más allá de la simple comprensión. Es una gran injusticia humana pretender tal igualdad por medio de leyes, cortes, guerras etc.

Dios ha dado más a ciertas personas para que estas puedan ayudar a los demás. Si fuéramos iguales no tendríamos nada que compartir y seriamos privados de poder imitar a Dios. Tomar algo por la fuerza es robo doble, no sólo por lo que hemos tomado sino porque hemos privado a esta persona de ayudar a los demás. Todos tenemos necesidad de ayuda y todos tenemos la capacidad de ayudar a los demás. Todos podemos dar el don de la misericordia. Todos hemos sido ofendidos luego entonces todos podemos perdonar.

De igual forma así como hemos sido ofendidos hemos ofendido a los demás y todos hemos estado en la necesidad de la misericordia de Dios.

Es en esta hermosa forma de compartir la misericordia con la que nos beneficiamos todos y con la que Dios es complacido y honrado.

Así sea.

Saturday, October 9, 2010

DOMINGO 20 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

10 DE OCTUBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

El día de hoy, somos nuevamente testigos, del gran milagro que nos relata el Evangelio para este día y es de notar que, tal vez haya algo tan importante en este y que frecuentemente es ignorado, como si fuera algo de poca importancia.

El Evangelio nos dice que, este hombre y todos los de su casa creyeron, se convirtieron.

No sólo creyó él, sino que llevó la fe y convirtió a todos sus familiares. No uno sino muchos más, encontraron la fe necesaria para la salvación, esto es una bendición mucho mayor a la vida, físicamente hablando, que se le da a un hijo.

Hay un dicho muy popular que dice que la manzana no cae lejos de su árbol. Es decir que, es de sabios considerar los efectos del ejemplo que damos a los niños. Hay muchos que dicen a estos: “hagan lo que digo no lo que hago”, estas no deberían ser palabras de un buen maestro, mucho menos de un buen padre; son palabras más apropiadas para un actor.

Los niños son por naturaleza imitadores y seguidores. El mayor y más natural ejemplo para ellos es el de sus padres. Cuando los padres de estos tienen y viven la verdadera fe, sus hijos son más inclinados, a de manera naturalmente, imitarlos.

Cuando los padres son buenos sus hijos tienden a ser mejores, y de igual manera son peores cuando sus padres lo son. Hay excepciones, sin lugar a dudas, pero son raros estos casos.

Debido a nuestra naturaleza caída estamos más inclinados a hacer el mal. El mal es el camino de menor resistencia y nuestra heredada naturaleza, acompañada de la flojera, nos orilla a tomar este sendero. Si los padres buscan y viven en la disciplina de sí mismos y su propia voluntad, serán mucho más exitosos a la hora de corregir a sus hijos y pedirles que hagan lo mismo.

Tenemos una gran cantidad de ejemplos de todo esto a que hacemos referencia, a través de la historia de la humanidad. Consideremos a Caín que mató a su hermano; vemos que la maldad de este hombre corrompió a toda su generación. Por otro lado, el hijo bueno de Adán, Set, dio origen a una raza buena y complaciente a Dios. En otra parte leemos que el joven Tobías, era virtuoso y bueno aún entre personas malignas, por tener un padre virtuoso. De igual forma, la hija adoptiva de Herodes, actuando a su máxima capacidad, cruelmente inhumana y no adecuado al comportamiento de una mujer, pide la cabeza de uno de los más grandes hombres que hayan existido en su tiempo, San Juan Bautista.

¿Qué inspiró, a esta criatura a mostrar tanto odio, sino la maldad de su madre Herodías, que estaba viviendo en pecado, (incesto, adulterio) con Herodes?

Tal vez el ejemplo más conocido por muchos es el caso del Rey David. Mientras él vivió correctamente y en justicia sus hijos hicieron lo mismo. Sin embargo, cuando pecó cometiendo asesinato y adulterio. Aunque se hubo arrepentido rápidamente vemos que el daño ya se había consumado en sus hijos.

Amón raptó y violó a su propia hermana Tamara, razón por la cual su hermano Absalón lo mando matar. Absalón se mostró rebelde contra su padre, y fue asesinado por manos de Joba. Adonis, otro hijo de David, conspiró de igual manera contra su padre e intento privarlo del gobierno cuando fue capturado como rebelde y sentenciado a muerte.

Estos ejemplos son principalmente de situaciones en las que se envuelven los padres, sin embargo, debemos todos empezar a ser responsables por el ejemplo que damos a los demás. Las jóvenes generaciones ven en las generaciones pasadas ejemplos a seguir, buscando alcanzarlas y superarlas o hacer más de lo que estas han hecho. Así como los padres desean que sus hijos hagan en esta vida, más de lo que estos pudieron, así los hijos desean superar a sus padres.

Lo trágico es que cuando los hijos ven la maldad de las generaciones anteriores a estos, no sólo buscan seguirlas sino superarlas de igual forma.

De esta manera vemos, que no fue suficiente para la generación de los sesentas ser rebeldes como lo fueron los hijos de los cincuentas; debieron superarlos. Y donde la primera, trazó su línea, la generación de los setenta sobre paso a esta y buscó superarla. Donde esta generación no se atrevió a pisar, la de los ochentas desesperadamente lo hizo suyo. Y así sucesivamente, cada generación se ha hecho peor que la anterior. Cada pecado y maldad construidos sobre el pecado y maldad anterior.

Ahora las generaciones más viejas se quedan boquiabiertas ante la incredulidad de tanta maldad que envuelve a la generación presente.

¿Cómo pueden matar a sus propios hijos, con el aborto?

¿Cómo pueden mutilar sus cuerpos con el piercing y los tatuajes?

¿Cómo pueden andar por las calles con sus ropas cayéndoseles, o exhibiendo sus cuerpos sin ninguna señal de pudor?

¿Cómo pueden vivir abiertamente en la fornicación y el adulterio? ¿No tienen vergüenza?

Ahora bien, reflexionemos un poco, lógicamente están siguiendo los pasos de la maldad, que se les ha mostrado.

¿Quién ha cometido el pecado más grave, el que pecó o quien le ha mostrado la forma y como hacerlo?

Hagamos nuestras las palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando dice:

“y al que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le hundieran en el fondo del mar”

Tal vez ha llegado el momento en que, todos nosotros nos arrepintamos, como lo hizo el Rey David, para tratar de disminuir el mal que hemos caudado a los demás. Hagamos a un lado y eliminemos, en nosotros, por completo el mal, por más insignificante que este parezca, para poder trasmitir sólo buenos y santos ejemplos, a las generaciones venideras para que sean mucho mejores que la generación presente.

Así sea.

Saturday, October 2, 2010

DOMINGO 19 DESPUÉS DE PENTECOSTES

3 DE OCTUBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

Todos han sido invitados a la Boda (Reino, celestial, la Iglesia Católica) sin embargo, muchos han rechazan entrar a esta. Quienes debieron entrar pero rechazaron la invitación, se dan cuenta ahora que, son excluidos y la invitación se le ha dado a otra persona.

Entre quienes han aceptado la invitación, los hay, sin embargo, que no merecen esta pertenencia por no cooperar con la gracia de Dios (se niegan a portar el vestido de bodas). Cuando se les cuestiona sobre este punto, vemos que la mayoría de estos individuos, al no saber que responder se muestran perplejos, pues saben, que no tienen excusas.

Al preguntarles por qué son católicos, responden de la misma manera, al no saber que es lo que hacen en la Iglesia Católica. Al igual que el hombre que no lleva la vestimenta adecuada de la boda, desconocen porque están en la fiesta y no llevan el vestido apropiado. Ambos grupos de quedan pelando los ojos con el silencio tonto de la ignorancia. Es como si no entendieran la pregunta.

En algunas otras ocasiones, las respuestas que estos individuos ofrecen, son peores que el silencio, ya que con frecuencia estos “católicos” ignoran lo que son. Sus razones son “porque mis padres lo fueron”, “esta es la forma en que he crecido”, o “era la iglesia mas cercana a donde vivíamos”.

Si se les pregunta sobre su fe. Nuevamente la respuesta es un completo silencio, por la incomprensión de la pregunta. Por no conocer su fe, luego entonces no saben que creer y creen solo lo que este incluido en su hedonismo materialista y egocéntrico.

La vestimenta de esta boda simboliza la caridad, esta no aparece en el alma de muchos “católicos”. Todo el mensaje de Jesucristo y consecuentemente la fe de la Iglesia, esta empapada de la gracia de la caridad. La falta de esta gran virtud es como si estuviéramos vacíos del origen de la vida, de la Iglesia.

Sin la virtud de la caridad no podemos participar del espíritu de la Iglesia, consecuentemente no podemos unirnos espiritualmente con Cristo y el Espíritu Santo. De esta manera, podemos ver, que sin la vestidura de la caridad, todo lo “bueno” que tengamos, no sirve de nada. Es ser realmente hipócrita pretender tener esta virtud, cuando es precisamente esta la que nos hace falta.

Sin amor, ni podemos creer ni entender correctamente.

Cualquier pretensión de justicia sin caridad es una mentira; razón por la cual Nuestro Señor Jesucristo, nos previene que nuestra justicia debe ser mayor a la de los Escribas y Fariseos.

La letra de la Ley se convierte en una trampa cuando es aplicada por quienes no tienen caridad.

Trágicamente, muchas personas creen que la verdad y la caridad son opuestas. Escuchamos comentarios como: “quieres que te diga la verdad o que sea bueno contigo” ¿Por que no podemos hacer las dos cosas?

La verdad no es brutal ni falsa la caridad.

Cuando la verdad aparece brutal, es porque algo no esta bien. Es porque lo que creemos ser verdad, no lo es, o probablemente y con mayor frecuencia es porque la verdad lastima nuestra vanidad y orgullo. La letra de la ley cuando es empujada a un extremo, deja de ser verdaderamente la ley, porque cuenta con un elemento de mala interpretación de ella, por lo tanto es una mentira.

Una vez que nos desviamos del espíritu e intención de la ley, dejamos de tener la verdad, es en esta forma que hacemos a un lado la caridad.

La “caridad” de esta manera, es falsa, luego entonces no es caridad, cuando intentamos proteger la vanidad y el orgullo.

El movimiento carismático, es bien conocido por esta falsa caridad, al usar tan frecuentemente y de manera discriminada la palabra “amor” y “caridad” le han quitado todo vestigio de su significado original. La caridad no tiene nada que ver con “aceptar los unos a los otros tal y como somos y sin reservas”, se ha cantado ad nauseam el “amar al pecador y odiar al pecado”.

Si realmente amamos al pecador, no lo aceptamos tal y como es apoyándolo en su vida pecaminosa. El verdadero amor exige que ayudemos al pecador a cambiar su vida y vivirla en conformidad como Dios quiere que viva.

Tal vez esta sea la causa por la que el pecador nos odie y deteste, es decir por el amor que le demostramos. Esto es tal vez, de lo que huyen muchos y es en esto que su “caridad” es descubierta como falsa. Prefieren voltear a otro lado y permitir que estos individuos continúen por el sendero que termina en su total destrucción, por no “enfadarlos” al señalarles la verdad y hacer todo lo que este a su alcance para desviar estas almas de la destrucción a la que se dirigen.

Esto no es inspiración del amor, por el contrario, este evitar el conflicto, es una actitud cobarde, basada en un amor propio originada en el infierno, alejada de la caridad hacia el prójimo; es más bien, una indiferencia que, es peor que el odio directo.

Decir que deseamos que el Budista sea un mejor budista o que un Hindú sea mejor hindú, etc., no es caridad, es mas bien un odio perverso, porque al aceptarlos como son, nos convertimos en contribuyentes directos en su autodestrucción.

Eso ni es caridad ni es la verdad.

Tales individuos deberían ser arrojados al llanto y crujir de dientes, porque les falta el vestido apropiada para la Boda, la caridad, que es necesaria para conservar la pertenencia y presencia en la Iglesia.

Amen.

Saturday, September 25, 2010

FESTIVIDAD DE LOS SANTOS ISAAC JOGUES, JOHN DEBREBEUF Y COMPAÑEROS

26 de septiembre de 2010

Queridos Hermanos:

El día de hoy celebramos la belleza y alegrías espirituales, de estos Mártires Jesuitas Franceses:

Isaac Jogues, John de Brebeuf, Charles Garnier, Anthony Daniel, Gabriel Lallemant, Noel Chabanel, John de Lalande, and Rene Goupil.

Estos fueron algunos de los misioneros que predicaron el evangelio a los Indios Hurones e iroqueses de los Estados Unidos y Canadá. Fueron martirizados por los iroqueses en los años 1642, 1648 y 1649. El Papa Pío XI los beatifico el 21 de Junio de 1925 y en 1930 fueron canonizados por el mismo Papa.

Frecuentemente olvidamos, el precio que se ha pagado para que nosotros tuviéramos la Fe; de igual manera fallamos en apreciar y mostrar nuestra apreciación por lo que hemos recibido. Muchos católicos nacidos en esta fe y algunos conversos se han vuelto indiferentes a los grandes sacrificios hechos en el pasado para preservar y trasmitirnos la Fe que ahora tenemos.

Tal vez no nos beneficiamos directamente como lo hicieron los Indios Nativos Norteamericanos, por los sacrificios realizados por estos santos; sin embargo, si hubo muchos otros que, han hecho sacrificios por nosotros de manera directa o indirecta, a través de nuestros ancestros.

Somos todos nosotros, miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo, por lo tanto, lo que beneficia a uno de sus miembros nos beneficia a todos. Es decir que de una manera u otra hemos todos recibido los beneficios del sacrificio y martirio de estos santos.

Estos hombres se presentaron de la misma manera que San Pablo a los Corintios. No como una carga o para colocar una carga a los demás, sino para ofrecerles un gran tesoro. Existen muchos, hoy día, que consideran a la Iglesia Católica como una carga pesada impuesto sobre ellos así como existen muchos otros que se han sacudido fuertemente para quitársela de encima y poder llevar en todo lo posible, una vida hedonista.

La fe Católica es una carga para los malvados, y un gran tesoro a los buenos, que los llena de paz y alegría. Quienes llevaron la fe a los demás, les llevaron reglas y reglamentos, es verdad; los enseñaron a no matar, no mentir, no robar, no engañar, etc. Para quienes aman tales males, la Fe es una verdadera carga, que oprime sus pasiones y amor desordenado. Para quienes están por encima de estas cosas, no es una carga sino una llave que libera su alma. Sin las pesadas cargas del pecado, estas almas, llenas de amor se elevan por las alturas místicas del cielo.

Todos los buenos misioneros de todas las épocas, vivieron, materialmente hablando, una vida minimalista, sin exigir mucho sobre quienes habrían de convertir. Eran los pobres de espíritu, quienes pasaban hambres y lloraban amargamente, quienes eran odiados y rechazados. Quienes voluntariamente hacían sacrificios para no cargar de mayores sacrificios a sus conversos. Vinieron a dar, no a recibir.

Estos grandes hombres a través de sus sacrificios, merecieron para muchos, la gracia de la Fe y la Salvación. En algunos casos como recompensa a sus sacrificios algunos de sus conversos se hicieron de la misma manera misioneros. Siguiendo sus pasos, con el mismo amor y fervor de quienes les precedieron y fueron su inspiración, pasaron de una generación a otra la práctica del sacrificio y mortificación, el don de la fe y el Amor.

Estos sacrificios y mortificaciones; esta fe y amor han sido libre y voluntariamente entregado a todos nosotros. Debemos estar consientes del valor en que debe colocarse y dar a estos dones. A qué precio, nuestros ancestros recibieron, preservaron y trasmitieron esta Fe. Sin embargo, sabemos que muchos modernistas, recogen algunos de los beneficios materiales de estos sacrificios sólo para deshacerse de ellos, sin mencionar los beneficios espirituales que son ignorados y pisoteados.

Agradezcamos a Dios y a todos los santos del cielo y la gran cantidad de almas del Purgatorio, por todo lo que han hecho por nosotros; mostremos nuestro agradecimiento no sólo honrando a los que están en el cielo y orando por lo que están en el purgatorio, sino que de igual manera atesorando estos dones que nos ha dejado.

Preservemos estos tesoros de toda corrupción y tal vez agreguemos más a su gloria, al trasmitirla a la próxima generación.

Que malo para nosotros y para quienes vienen después de nosotros, si fallamos en la obligación que tenemos de recibir, proteger y trasmitir a los demás, este gran tesoro de la Fe.

Así sea

Saturday, September 18, 2010

DOMINGO 17 DESPUÉS DE PENTECOSTES

19 DE SEPTIEMBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

El mayor de los Mandamientos es amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y con toda nuestra alma, es decir, con todo nuestro ser.

Todo lo que tenemos y somos, todas nuestras facultades de cuerpo y alma, han sido creadas para un propósito supremo, amar a Dios. Todo lo demás ocupa un segundo lugar, todo lo demás se nos ha dado para ayudarnos a lograr esta obligación.

Jesucristo Nuestro Señor vino y exigió este amor por El. “Si amas al Padre debes amarme a Mí” y la razón para este amor nos lo demuestra en la pregunta que les hace a los Fariseos. ¿Quién es Cristo y quien es El, el Hijo de David y de igual manera el Señor de David? Los fariseos no pudieron responder a estas preguntas, pero nosotros sí podemos.

Sabemos que Cristo es Dios y hombre. Es verdaderamente el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad; verdaderamente hombre de la descendencia de David y nacido de la Santísima Virgen María. En esta capacidad nos enseña como Dios y, nos invita a amarlo como Dios. Para llegar al Padre debemos hacerlo por medio del Hijo. Amar al Padre es amar al Hijo.

Por lo tanto somos todos invitados, a amar a Cristo con todo nuestro ser. Debemos seguir a Jesucristo sin importarnos lo demás, si El así nos lo pidiera. No nos pide siempre este sacrificio supremo, porque nos ha enseñado como podemos cumplir todo lo que nos ha enseñado, sin negarle a Él, nuestro amor.

San Pablo nos dice claramente que no importa que es lo que hacemos, si comemos, ayunamos, si dormimos o estamos alerta, si trabajamos o jugamos etc. Siempre y cuando todo lo que hagamos lo hagamos por el amor de Dios. De esta manera podemos poseer y disfrutar todo lo que Dios ha creado siempre y cuando todo lo hagamos por amor a Él.

Dios al ser infinitamente bueno es, por lo tanto, infinitamente fácil de ser amado, sin embargo, nosotros como creaturas limitadas, somos incapaces de amarlo infinitamente. Por lo tanto, es imperativo que lo amemos con toda nuestra capacidad posible. Debemos amarlo completamente, con un amor preferencial. Debemos amarlo mucho más que a nuestros padres, esposa, hijos, amigos y más que a nosotros mismos.

Concluyamos erróneamente que no podemos amar a nadie más porque sólo podemos amar a Dios. Cristo nos señala que el Segundo Mandamiento es como el primero, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Dios nos dice que nos amemos primero a nosotros y luego amemos a los demás de la misma manera. Debemos amar todo lo que Él ama de la misma manera que Él lo hace. Dios, de acuerdo a las Sagradas Escrituras, no odia nada de lo que ha creado. Sólo odia el pecado, y este, no es Su creación.

Todo lo que Dios ama tiene una referencia a sí mismo y más precisamente es El a quien El ama, en todo lo que ama. Los seres creados al no ser nada en sí mismo, no tienen nada para ser amado, excepto lo que Dios ha puesto en ellos. Dios ha establecido en el hombre, que está hecho a Su imagen y semejanza, los mismos deseos que reinan en Si mismo. Es precisamente en esto, en que debemos asemejarnos a Dios.

Esto es lo que constituye nuestra bondad moral. San Agustín nos dice que nuestro amor ya sea bien o mal regulado forma lo bueno o malo de nuestra moral. Y la regla de nuestro amor debe estar tomada, únicamente de Dios.

Vemos el Segundo Mandamiento, de amar a los demás, como nos amamos a nosotros mismos, reforzado en la epístola de san Pablo para este día.

“Os ruego yo, que procedáis dignamente en la vocación a que habéis sido llamado, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros con caridad, solícitos a guardar la unidad del espíritu con el vinculo de la paz. Ser un solo cuerpo y un solo espíritu.”

Dios se ama a Si mismo, de tal manera que, sólo ama por Si mismo, cualquier cosa que ama fuera de Si mismo. Nuestro amor debe ser de la misma naturaleza, no en lo infinito, porque eso es imposible, es decir que debe ser soberano; es decir, el principio y el fin de todos nuestros deseos, el amor de Dios, por lo tanto, debe extenderse a todo lo que amamos fuera de Dios, debe ser el motivo, la regla, y el fin de todo nuestro amor.

Para empezar con nosotros mismos, el amor a nuestro cuerpo y todas las cosas relativas a este, debe ser en referencia al amor de nuestra alma, y el amor a esta debe ser en relación al amor que tenemos a Dios, luego entonces, sólo amaremos nuestra alma en la manera que amamos a Dios, con el amor que Dios la ama, con el mismo punto de vista y por el mismo fin que Dios la ama. Cuando el amor a nosotros mismos está bien regulado, el amor a nuestro prójimo será de la misma manera regulado.

De la misma manera que deseamos complacer a Dios y regresarle su amor al unir nuestra alma con El, así es como deseamos complacer a Dios ayudando al alma de los demás a que hagan lo mismo. El amor a los demás que no tiene relación con su salvación eterna no puede ser considerado como amor. Muy por el contrario, tal “amor” que sólo busca un placer o comodidad personal, permaneciendo indiferente a la salvación eterna de quien decimos amar, no es otra cosa más que lujuria.

Vemos, luego entonces que, Cristo no ordena dos amores diferentes, sino uno sólo que cubre los dos primeros mandamientos. El amor a nuestro prójimo debe ser el mismo amor que tenemos por Dios (no que debemos amarlos como dioses), debemos amar todo lo que Dios ama en la manera que El lo hace. Es decir que el amor a nuestro prójimo inicia y termina en el amor a Dios. Porque Dios tanto los ama que los ha creado y mantiene en esta existencia y además que, ha muerto en la Cruz por ellos, como lo ha hecho con todos nosotros, esto nos muestra que tan valiosos somos para El. Luego entonces debemos nosotros de esta misma manera amar a nuestro prójimo.

Con este amor tan singular que iniciamos en Dios y lo reflejamos en toda Su creación nos encontramos centrados con todo nuestro ser en Él mismo.

Así sea.

Saturday, September 11, 2010

DOMINGO 16 DESPUÉS DE PENTECÓSTES

12 DE SEPTIEMBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

Debemos, constantemente buscar y, recordar que debemos practicar la humildad.

Nuestra naturaleza, caída por el pecado incesantemente nos está cacareando y haciéndonos creer más importantes, de lo que verdaderamente somos. La humildad es la verdad, por lo tanto sólo la posición humilde y el correcto valor de nosotros mismos es lo que debemos siempre buscar.

Todo lo que tenemos y somos nos ha sido dado, podemos decir con San Pablo: “Soy lo que soy por la gracia de Dios”.

Lo único que podemos reclamar como nuestro son nuestros pecados. Así como la oscuridad es la ausencia de luz, de la misma manera, el pecado es la ausencia de alguna virtud o bien, en nosotros. Y en toda verdad, lo único que podemos darle a Dios es regresarle los dones que nos ha dado y que son de Él.

La naturaleza caída por el pecado está constantemente atribuyéndose las cualidades a sí misma. En esto podemos decir que es una mentirosa y una ladrona. Es robar el honor y gloria que le pertenecen sólo a Dios, por hacer el bien en nosotros y, es una mentirosa, nuestra naturaleza caída, porque no somos nosotros los autores o propietarios de nosotros mismos, mucho menos de lo bueno que tengamos.

Pertenecemos completamente a Dios. Esto es lo que nuestra naturaleza caída se rehúsa aceptar. Es aquí donde se inicia nuestra constante lucha en aceptar ser humildes y vivir en la verdad.

Entendiendco correctamento esto, sobre nosotros mismos, somos forzados a ocupar los puestos más insignificantes. Nos humillamos delante de Dios y de nuestro prójimo.

Jesucristo Nuestro Señor nos da el ejemplo perfecto de esto y de lo que debemos hacer. Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, tomó nuestra condición humana, el Creador se convirtió en creatura. Cristo no sólo se convirtió en uno como nosotros, sino que se hizo el más humilde de todos.

Decidió ser hijo de un carpintero, tan pobre que nació en un establo, escogió la muerte más humillante posible. Es decir que siendo El mayor de todos, se convirtió en el más humilde.

Al considerar la vida de Cristo escuchamos Su voz que nos dice:

“Toma tu cruz diariamente y ven sígueme”.

Todo aquel que ama a Dios es seguidor de Jesucristo.

Nadie llega al Padre excepto a través de Su Hijo.

Luego entonces el único camino seguro de obtener el cielo es haciéndonos humildes.

El dolor, sufrimiento y las humillaciones son la herencia que recibe todo mortal.

Tanto ricos como pobres, del mayor al menor, todos habrán de sufrir y morir. No hay forma de escapar a la cruz. Cristo y los santos nos han dado muestra de cómo podemos amar y encontrar el placer y la dulzura de esta, mientras estamos en este mundo y hacer méritos para la gloria eterna en el cielo. Las personas que obran con gran maldad y las que ya están en esta vida condenadas, nos muestran que, independientemente de lo que hagan para evitar el sufrimiento y alejarse de las cruces de esta vida, no encuentran escapatoria. Hagan lo que hagan siempre las tienen acariciándoles el rostro. Y lo que es más terrible, mientras más repudian y tratan escapar de la cruz, más pesada y dolorosa se convierte y en lugar de dejarla por completo, como lo están buscando, se dan cuenta trágicamente que, no solo los ha seguido hasta la eternidad, sino que es muchas veces peor a como era cuando estaban aquí en la tierra y que lamentablemente no podrán beneficiarse con ella al final.

Debemos constantemente luchar en contra de nuestra vanidad y orgullo y para tener éxito debemos voluntariamente y con verdadero amor buscar nuestra cruz. San Pablo les pide a los fieles de Efesios que no se preocupen demasiado sobre sus tribulaciones.

Los sufrimientos y pruebas son para su gloria. San Pablo imitando a nuestro señor Jesucristo estaba lleno de tanto amor que, voluntariamente abrazaba el sufrimiento por la salvación de los demás. Debemos nosotros hacer lo mismo, amar la cruz. El camino seguro para lograr esto es a través de la verdadera humildad. Una vez que entendemos que hemos caído antes de lograr nuestro objetivo, que no hemos vivido como debemos hacerlo, necesariamente debemos encontrar refugio en el único lugar que nos pertenece, el último, la humildad.

No somos mejor que el resto de las personas. Por el contario debemos ser capaces de encontrar las muchas razones, por las que somos peor que ellos.

San Francisco de Asís en cierta ocasión se consideró peor que un criminal que era conducido a su ejecución. No fue una exagerada piedad o falsa humildad, sino la verdad y, podemos entender esto cuando entremos en su manera de pensar y sentir. Si aquel hombre conducido a su justa ejecución, hubiera recibido las gracias que nosotros hemos recibido, probablemente hubiera sido mucho mejor que nosotros, y si nos encontráramos en la posición en que se encontraba este, tal vez, hubiéramos muy probablemente, actuado peor que el. O por el contario tal vez lo que este hombre hizo, sería mucho menos malo que, lo que nosotros hemos deseado o pensado hacer.

Al conocernos a nosotros mismos de esta manera, será más fácil poder ser humildes y buscar los lugares más insignificantes. De esta manera encontramos poca o no dificultad en preferir a los demás antes que a nosotros mismos. Al igual que al Publicano, sabemos que no merecemos nada, pero a la distancia (porque sabemos, sin pecar de ignorancia que, no podemos acercarnos más) elevamos nuestro corazón en oración humilde a Dios suplicando misericordia. “señor ten misericordia de mi, pobre pecador” no tenemos la osadía de pedir más porque en toda justicia sólo merecemos la condenación.

Es en esta humildad voluntariamente aceptada, abrazada de la cruz, que complacemos a Dios. Porque esto es la verdad. Y para tal alma, como esta, no importa que tan grave sean sus pecados o que tan negra se haya convertido su alma, Dios otorga Su misericordia. Limpia su alma, los levanta y los llama amigos. “Amigo, sube un escalón más”.

Es así como el último se convierte en el primero, el más insignificante se convierte en el más importante. El humilde es glorificado.

Así sea.