26 FEBRERO 2012
Queridos Hermanos:
Las tentaciones son un misterio para muchos de nosotros. Pedimos en la oración del “Padre Nuestro “que no nos deje caer en tentación, sin embargo, ahora vemos que el Espíritu Santo guía a nuestro señor Jesucristo, al desierto, para ser tentado.
Mientras que no es justo ponernos en la misma situación, ya que Cristo es Dios, es necesario que lo sigamos en Su Humanidad. En muchas ocasiones nos ha dicho que debemos seguirlo, imitarlo, si queremos salvarnos.
Conociendo nuestras propias debilidades pedimos a Dios para que no nos deje caer en tentación, porque al hacerlo, lo más probable es que caigamos. San Pablo pidió a Dios que le quitara las tentaciones y como respuesta obtuvo que la gracia de Dios le sería suficiente. Dios, de igual forma permite que la tentación atacara fuertemente a Job, sin embargo, no más allá de sus propias fuerzas.
Cuando Dios permite que seamos tentados, siempre lo es para nuestro beneficio. Estas tentaciones realmente nos ofrecen una oportunidad para verdaderamente humillarnos, al ver nuestra debilidad, nos ofrecen una oportunidad para ganar méritos en las batallas libradas contra la tentación, nos ofrecen la oportunidad de crecer espiritualmente más fuerte con cada victoria, finalmente nos ofrecen la oportunidad de vencer los demonios y humillarlos, castigarlos, más aún.
Estas tentaciones son necesarias y podemos considerarlas como las cruces que Cristo quiere que tomemos todos los días.
La situación es completamente diferente cuando nosotros nos metemos en tales tentaciones. En nuestra vanidad y orgullo tonto, con frecuencia sobre estimamos nuestra fuerza. En este estado de la ilusión auto impuesta, estamos condenados a caer. Descubrimos que quienes juegan con fuego eventualmente se queman. Como quienes hacen amistad con la tentación eventualmente caen en ella.
La caída en las tentaciones es gradual. Siguen un avance progresivo, pero son, sin embargo, discernibles. La primera etapa es la sugestión, independientemente de si la tentación viene del demonio, del mundo o nuestras pasiones, siempre inicia como una sugerencia. La cual muestra algún tipo de placer o gratificación inmediato que intenta cegarnos al rango de las consecuencias de esta acción.
Esta sugestión está diseñada para llevarnos rápidamente al siguiente paso, el placer. Una vez que sentimos placer ante la idea de este encantamiento, ya hemos caído, en la trampa, más de la mitad.
Luego nos volvemos ciegos a lo que ha sucedido. Nuestros pensamientos son únicamente dirigidos al placer; las consecuencias inmediatas después de la gratificación son ocultas a la vista. Este estado de placer no desea permanecer por mucho tiempo en nosotros, sino que más bien tiene como objetivo, mandarnos al nivel máximo de deseo. Si cedemos a este nivel, es porque ya hemos completamente caído.
El pecado se ha cometido.
El pecado realmente está en la voluntad y no importa (respecto a la culpa) si realizamos alguna acción física en el mundo material.
Este deseo puede convertirse en un monstruo peligroso, si no lo resistimos. Este deseo puede ser insaciable y absorbente. El glotón aún después de sentir y sufrir la consecuencia del abuso que realiza sique deseando más. Lo mismo sucede con todas las demás pasiones, todas traen consigo su peculiar dolor y sufrimiento, y muy a pesar de todo esto, el pecador, quiere continuar.
Es una paradoja ilógica, de nuestra naturaleza caída. Nos unimos y buscamos lo que nos destruye.
Estas etapas de, sugerencia, placer, deseo, progresivamente tomas posesión de nuestra fuerza y razón. El primer nivel es más fácil de evitar. Razón por lo cual es importante resistir la tentación, tan pronto como aparece. Dejarla tomar posesión por un breve lapso es más peligroso de lo que podemos imaginar. Por eso pedimos que no caigamos en la tentación.
Vemos que los demonios al tentar a Jesucristo, nunca pasan del primer nivel. Cada una de las sugerencias es rechazada de inmediato por nuestro señor Jesucristo. Este es el método y la forma que quiere que nosotros, al igual que Él, utilicemos. No podemos evitar el primer nivel de la tentación que viene acompañada de la sugerencia, pero si podemos escapar de las consecuencias de esta, si peleamos de manera valiente en el primer nivel de esta.
Debemos estar siempre vigilantes, aprendiendo a reconocer estas sugerencias diabólicas, lo más pronto posible, para poder rechazarlas. Esto lo logamos más fácilmente si estamos buscando realmente agradar a Dios. Con cada pensamiento que entre en nuestra mente debemos considerar si es agradable a Dios (¿si es bueno o malo?), ya con esta información, avanzar de manera progresiva. Debemos fomentar lo que es complaciente a Dios y eliminar y alejar de nosotros lo que no le agrada.
Frecuentemente son confundidas las cruces con las tentaciones. Vienen mezcladas la una con la otra, sin embargo, son discernibles, si buscamos amar a Dios más y más cada día.
Las cruces debemos aprender a amarlas y llevarlas voluntariamente y con paciencia como lo ha hecho Cristo por nosotros. Las tentaciones debemos rechazarlas tan rápido como podamos, como lo hace Cristo en el Evangelio de Hoy.
Así sea
Saturday, February 25, 2012
Saturday, February 18, 2012
DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA
19 DE FEBRERO DE 2012
Queridos Hermanos:
Todos somos pecadores, por lo tanto ciegos y en necesidad de la gracia de Dios. El pecado es una influyente ceguera en nuestra alma que nos impide acercarnos claramente a Dios.
Los apóstoles no entendían lo que Jesucristo les decía que, habría de suceder cuando fueran a Jerusalén. Lo que habría de sufrir y morir. En ese entonces sufrían de la ceguera a que hacemos referencia y que tampoco ellos estaban consientes de tenerla. (No consientes de no poder ver). Quienes están ciegos y tienen la capacidad de reconocer que lo están buscan indudablemente una solución, lo contrario sucede con quienes lo ignoran, permanecen en su ceguera.
El pecador humilde, con la gracia de Dios, descubre esta ceguera y pide ayuda, el auxilio de Dios. El pecador orgulloso, por el contrario imagine ver todo bien y jamás se acerca a pedir el auxilio Divino.
El mundo hará todo lo posible para impedir que el pecador se acerque a Dios. De la misma manera como el ciego del que nos habla el Evangelio de hoy, fue rechazado por las turbas, de la misma manera el mundo hace todo lo posible para que el que verdaderamente se arrepiente de sus pecados no se acerque a Dios.
Así como el ciego aclama a Jesucristo con voz fuerte, pidiendo auxilio, el pecador debe gritar con gran fuerza a Jesucristo, en sus oraciones, para que acuda a su auxilio. Esta perseverancia en la oración va causar que Jesucristo se detenga en Su camino, para llamarnos a que nos acerquemos a Él.
No es tiempo, este, para andarnos escondiendo, o declinar de manera cobarde, como quiere el mundo que lo hagamos. El mundo busca por todos los medios envolvernos en sus brazos para que no nos acerquemos en lo mínimo a Dios.
Mientras mayor sea la presión que sentimos del mundo y su intención de detenernos en nuestro avance hacia nuestro destino final con Dios, con mayor fuerza y persistencia, debemos pedir en nuestra oración, la protección Divina.
Al mismo tiempo debemos tener un buen juicio sobre lo que pedimos a Dios. Es verdad que Dios puede hacerlo todo y que nos puede permitir tropezar con una buena fortuna material y éxito en esta vida. Usualmente no es esto lo mejor para nosotros. Éxitos mundanos vienen acompañados, en su mayoría en deterioro de la felicidad eterna. Es realmente cierto que no sabemos lo que es bueno para nosotros, o peor aún no sabemos lo que más nos conviene. Solo Dios sabe verdaderamente los grandes beneficios para nuestra alma.
Las Sagradas Escrituras son claras y de manera sencilla nos dicen que debemos primero buscar el Reino de Dios y Su Justicia y que todo lo demás se dará por añadidura. Es la oración de que se haga la voluntad de Dios, aquí en la tierra así como es en el cielo. Cuando nos entregamos de manera voluntaria a Dios y le pedimos que haga con nosotros Su voluntad, sin duda recibiremos todo lo que es necesario para que nosotros recibamos nuestra recompensa eterna.
Tal vez no tengamos lujos y una vida confortable. Se nos habrá de pedir tomar la cruz diariamente y seguir a Jesucristo. Mientras rechacemos esta petición seremos más ciegos que el que físicamente tiene esta discapacidad.
La ceguera física de este hombre más que una maldición fue una bendición ya que fue la razón y ocasión para aclamar a Jesucristo y recibir la bendición más preciosa y valiosa directamente de las manos de Nuestro Salvador Jesucristo, Dios.
Tal vez esta ceguera previno a este hombre, cometer muchos pecados con la vista, durante todo este tiempo. Y ahora por primera vez esta siendo fortalecido en contra de estas tentaciones ya que ahora valora lo preciado que es realmente, el don de la vista.
Vemos ahora, con mayor claridad que la ceguera de este hombre fue la ocasión para recibir grandes gracia. De la misma manera al momento re cobrar la vista fue una bendición y momento de recibir grandes gracias de Dios. No debe importarnos que sea lo que Dios nos quita o nos da. Todo lo hace por nuestro propio bien y debemos estar agradecidos y verlo como una oportunidad para crecer en el amor y la gracia de Dios.
Llenemos el resto de nuestros días aclamando el auxilio de Jesucristo Nuestro señor para que nos permita ver la Verdad para de esta manera crecer en Su gracia, luz y fe, esperanza, pero sobre todo en el amor. De esta manera podremos ver el vacio de este mundo, buscando con gran deseo la permanencia eterna de la felicidad del Cielo.
Así sea
Queridos Hermanos:
Todos somos pecadores, por lo tanto ciegos y en necesidad de la gracia de Dios. El pecado es una influyente ceguera en nuestra alma que nos impide acercarnos claramente a Dios.
Los apóstoles no entendían lo que Jesucristo les decía que, habría de suceder cuando fueran a Jerusalén. Lo que habría de sufrir y morir. En ese entonces sufrían de la ceguera a que hacemos referencia y que tampoco ellos estaban consientes de tenerla. (No consientes de no poder ver). Quienes están ciegos y tienen la capacidad de reconocer que lo están buscan indudablemente una solución, lo contrario sucede con quienes lo ignoran, permanecen en su ceguera.
El pecador humilde, con la gracia de Dios, descubre esta ceguera y pide ayuda, el auxilio de Dios. El pecador orgulloso, por el contrario imagine ver todo bien y jamás se acerca a pedir el auxilio Divino.
El mundo hará todo lo posible para impedir que el pecador se acerque a Dios. De la misma manera como el ciego del que nos habla el Evangelio de hoy, fue rechazado por las turbas, de la misma manera el mundo hace todo lo posible para que el que verdaderamente se arrepiente de sus pecados no se acerque a Dios.
Así como el ciego aclama a Jesucristo con voz fuerte, pidiendo auxilio, el pecador debe gritar con gran fuerza a Jesucristo, en sus oraciones, para que acuda a su auxilio. Esta perseverancia en la oración va causar que Jesucristo se detenga en Su camino, para llamarnos a que nos acerquemos a Él.
No es tiempo, este, para andarnos escondiendo, o declinar de manera cobarde, como quiere el mundo que lo hagamos. El mundo busca por todos los medios envolvernos en sus brazos para que no nos acerquemos en lo mínimo a Dios.
Mientras mayor sea la presión que sentimos del mundo y su intención de detenernos en nuestro avance hacia nuestro destino final con Dios, con mayor fuerza y persistencia, debemos pedir en nuestra oración, la protección Divina.
Al mismo tiempo debemos tener un buen juicio sobre lo que pedimos a Dios. Es verdad que Dios puede hacerlo todo y que nos puede permitir tropezar con una buena fortuna material y éxito en esta vida. Usualmente no es esto lo mejor para nosotros. Éxitos mundanos vienen acompañados, en su mayoría en deterioro de la felicidad eterna. Es realmente cierto que no sabemos lo que es bueno para nosotros, o peor aún no sabemos lo que más nos conviene. Solo Dios sabe verdaderamente los grandes beneficios para nuestra alma.
Las Sagradas Escrituras son claras y de manera sencilla nos dicen que debemos primero buscar el Reino de Dios y Su Justicia y que todo lo demás se dará por añadidura. Es la oración de que se haga la voluntad de Dios, aquí en la tierra así como es en el cielo. Cuando nos entregamos de manera voluntaria a Dios y le pedimos que haga con nosotros Su voluntad, sin duda recibiremos todo lo que es necesario para que nosotros recibamos nuestra recompensa eterna.
Tal vez no tengamos lujos y una vida confortable. Se nos habrá de pedir tomar la cruz diariamente y seguir a Jesucristo. Mientras rechacemos esta petición seremos más ciegos que el que físicamente tiene esta discapacidad.
La ceguera física de este hombre más que una maldición fue una bendición ya que fue la razón y ocasión para aclamar a Jesucristo y recibir la bendición más preciosa y valiosa directamente de las manos de Nuestro Salvador Jesucristo, Dios.
Tal vez esta ceguera previno a este hombre, cometer muchos pecados con la vista, durante todo este tiempo. Y ahora por primera vez esta siendo fortalecido en contra de estas tentaciones ya que ahora valora lo preciado que es realmente, el don de la vista.
Vemos ahora, con mayor claridad que la ceguera de este hombre fue la ocasión para recibir grandes gracia. De la misma manera al momento re cobrar la vista fue una bendición y momento de recibir grandes gracias de Dios. No debe importarnos que sea lo que Dios nos quita o nos da. Todo lo hace por nuestro propio bien y debemos estar agradecidos y verlo como una oportunidad para crecer en el amor y la gracia de Dios.
Llenemos el resto de nuestros días aclamando el auxilio de Jesucristo Nuestro señor para que nos permita ver la Verdad para de esta manera crecer en Su gracia, luz y fe, esperanza, pero sobre todo en el amor. De esta manera podremos ver el vacio de este mundo, buscando con gran deseo la permanencia eterna de la felicidad del Cielo.
Así sea
Saturday, February 11, 2012
DOMINGO DE SEXAGÉSIMA
12 DE FEBRERO 2012
Queridos Hermanos:
La palabra de la gracia de Dios viene a todos nosotros. La palabra es la misma, pero la manera en que es recibida difiere completamente.
En la parábola del evangelio de hoy, Jesucristo utiliza como ejemplo la semilla que se siembra. La semilla en sí misma es buena y tiene el potencial de producir fruto abundante.
¿Qué hace que ciertas semillas produzcan menos o en ocasiones nada?
Todo depende de la tierra sobre la que la sembramos. La mejor tierra va a producir al cien por ciento, la no tan buena, el sesenta por ciento o treinta o quizá nada.
Con frecuencia cometemos el error de no, entender bien el significado de las parábolas. Casi siempre pensamos en el cuerpo humano como los diferentes tipos de tierra. Nuestro cuerpo físico, carnal, es igual a los demás, por lo que no puede estar hablando la parábola de hoy acerca de nuestros cuerpos. Más bien, está hablando de nuestra alma. Nuestra lama también es igual a las demás, creadas a la imagen y semejanza de Dios.
Luego entonces:
¿Qué vamos a responder sobre los diferentes resultados, de las diferentes semillas en diferentes personas?
Debemos buscar en nuestro libre albedrio, nuestra libre voluntad. Es en este que nos hacemos fértiles y receptivos para que la palabra de Dios se vuelva fructífera y abundante. La semilla que fue llevada por las aves, como se nos señala, significa la palabra de Dios, capturada por los demonios. En ocasiones se cree que, a las personas que les pasa esto, no tuvieron una justa oportunidad, después de todo:
¿Qué pudieron hacer, para evitar que esto sucediera?
¿No fue Dios que los creó o colocó en estas circunstancias, donde los demonios tienen fácil acceso a estos?
Esta manera de pensar es la trampa más fácil donde la mayoría cae. Se nos olvida que con nuestra voluntad podemos rechazar todo lo que el mundo nos presenta y pasa sobe nuestra alma, no sólo resistiendo en un camino bien cimentado sino aún los ataques que recibimos, en grandes cantidades, que este nos presenta. Es la libertad de la voluntad para permitir estos constantes pasajes que crearon la tierra no fértil para recibir la palabra de Dios y que produjera frutos.
La palabra o la gracia de Dios es la misma para todos, sin embargo, estas pobres almas han ya dado acceso a los demonios para no dar cabida ni espacio a Dios. Sus almas han sido compactadas y endurecidas al grado de quedar impenetrables.
La piedra significa aquella tierra, que por voluntad propia se ha hecho voluble. La palabra es recibida y empieza a producir fruto, pero en el calor de la tentación se seca y muere. Estas almas, son un poco mejor que las anteriores ya que los demonios no han tomado total influencia directa sobre estas, sino que más bien deben penetrar por medios alternos para inflamar las pasiones con deseos maliciosos.
En lugar de robar la semilla antes de que pueda germinar, la deben destruir después de eso. Una vez más, es la voluntad que ha creado esta situación. La voluntad esta en el habito de cambiar de una situación a la otra. De lo bueno a lo malo. En esta pobre alma, la voluntad ha hecho imposible para que la gracia de Dios sea verdaderamente efectiva, ya que no permite el tiempo suficiente para que esta germine y produzca frutos. Los buenos deseos son rápidamente cambiados a malos. La voluntad ha escogido este camino débil, por lo tanto incapaz de producir buenos frutos.
El siguiente tipo de tierra o alma es la que está rodeada de espinos y maleza. Estas pobres almas han voluntariamente decidido permitir todo tipo de cosas enraizar junto con ellas. No hay ningún control, no hay esfuerzos por cultivar una y eliminar la otra. Es una voluntad que se ha hecho descuidada y perezosa.
Estas almas tratan de hacer lo imposible; servir a Dios y al mundo, al mismo tiempo. Desean servir mutuamente a dos amos. Razonan en poder vivir una vida mundana e indulgente y de alguna manera salvar su alma. Son un poco mejor que las almas anteriores, pero siguen estando retiradas de la meta. La gracia de Dios no ha sido tomada totalmente por los demonios ni se ha secado ni muerta por en calor de las primeras tentaciones, pero no hace raíz y empieza a crecer y desarrollarse.
El problema es que hay demasiada competencia por los nutrientes, humedad y luz, que nada les hace bien. La planta crece muy débil. Estas almas, de igual manera, no pueden producir ningún fruto, son demasiado débiles porque su voluntad ha sido diligente en rechazar o eliminar el mal que es necesario erradicar.
Por último nos encontramos con la buena tierra donde la voluntad ha preparado el alma para recibir la gracia de Dios. Ha escuchado la voz de San Juan Bautista, corregir sus caminos, llenar los vacios y eliminar lo que le perjudica, enderezar los caminos, y suavizar los caminos escabrosos.
Estas almas con su buena voluntad han sido encontradas terrenos fértiles para la gracia de Dios.
Sin embargo, aún en estas, no son todas iguales. Algunas hicieron un buen trabajo al eliminar todos los obstáculos, fertilizando y preparándose para que al recibir esta gracia, puedan producir buenos frutos abundantemente; los otros cuya voluntad no fue tan diligentemente preparada el sesenta y treinta por ciento de frutos han producido, todo depende del uso que hayan hecho de su libre voluntad.
Con esto vemos que no son las cosas materiales los obstáculos para nuestro desarrollo espiritual, sino más bien las decisiones que tomamos con nuestra libre voluntad.
No son las riquezas que frenan la entrada al cielo, sino el amor a estas cosas más que al amor de Dios. Los ricos, si con la libertad de su voluntad, deciden darle a Dios el lugar de preferencia, buscando usar los dones que Dios les ha dado, para darle honor y gloria, merecen el cielo y se dan cuenta que las bendiciones de este mundo son de gran ayuda más que hacerles un mal.
Los que no cultiven su libre voluntad, por el contrario, encontraran todo lo opuesto; los bienes de este mundo se convierten en obstáculos para su salvación, porque han decidido amar las cosas de este mundo más que a Dios.
AMÉN
Queridos Hermanos:
La palabra de la gracia de Dios viene a todos nosotros. La palabra es la misma, pero la manera en que es recibida difiere completamente.
En la parábola del evangelio de hoy, Jesucristo utiliza como ejemplo la semilla que se siembra. La semilla en sí misma es buena y tiene el potencial de producir fruto abundante.
¿Qué hace que ciertas semillas produzcan menos o en ocasiones nada?
Todo depende de la tierra sobre la que la sembramos. La mejor tierra va a producir al cien por ciento, la no tan buena, el sesenta por ciento o treinta o quizá nada.
Con frecuencia cometemos el error de no, entender bien el significado de las parábolas. Casi siempre pensamos en el cuerpo humano como los diferentes tipos de tierra. Nuestro cuerpo físico, carnal, es igual a los demás, por lo que no puede estar hablando la parábola de hoy acerca de nuestros cuerpos. Más bien, está hablando de nuestra alma. Nuestra lama también es igual a las demás, creadas a la imagen y semejanza de Dios.
Luego entonces:
¿Qué vamos a responder sobre los diferentes resultados, de las diferentes semillas en diferentes personas?
Debemos buscar en nuestro libre albedrio, nuestra libre voluntad. Es en este que nos hacemos fértiles y receptivos para que la palabra de Dios se vuelva fructífera y abundante. La semilla que fue llevada por las aves, como se nos señala, significa la palabra de Dios, capturada por los demonios. En ocasiones se cree que, a las personas que les pasa esto, no tuvieron una justa oportunidad, después de todo:
¿Qué pudieron hacer, para evitar que esto sucediera?
¿No fue Dios que los creó o colocó en estas circunstancias, donde los demonios tienen fácil acceso a estos?
Esta manera de pensar es la trampa más fácil donde la mayoría cae. Se nos olvida que con nuestra voluntad podemos rechazar todo lo que el mundo nos presenta y pasa sobe nuestra alma, no sólo resistiendo en un camino bien cimentado sino aún los ataques que recibimos, en grandes cantidades, que este nos presenta. Es la libertad de la voluntad para permitir estos constantes pasajes que crearon la tierra no fértil para recibir la palabra de Dios y que produjera frutos.
La palabra o la gracia de Dios es la misma para todos, sin embargo, estas pobres almas han ya dado acceso a los demonios para no dar cabida ni espacio a Dios. Sus almas han sido compactadas y endurecidas al grado de quedar impenetrables.
La piedra significa aquella tierra, que por voluntad propia se ha hecho voluble. La palabra es recibida y empieza a producir fruto, pero en el calor de la tentación se seca y muere. Estas almas, son un poco mejor que las anteriores ya que los demonios no han tomado total influencia directa sobre estas, sino que más bien deben penetrar por medios alternos para inflamar las pasiones con deseos maliciosos.
En lugar de robar la semilla antes de que pueda germinar, la deben destruir después de eso. Una vez más, es la voluntad que ha creado esta situación. La voluntad esta en el habito de cambiar de una situación a la otra. De lo bueno a lo malo. En esta pobre alma, la voluntad ha hecho imposible para que la gracia de Dios sea verdaderamente efectiva, ya que no permite el tiempo suficiente para que esta germine y produzca frutos. Los buenos deseos son rápidamente cambiados a malos. La voluntad ha escogido este camino débil, por lo tanto incapaz de producir buenos frutos.
El siguiente tipo de tierra o alma es la que está rodeada de espinos y maleza. Estas pobres almas han voluntariamente decidido permitir todo tipo de cosas enraizar junto con ellas. No hay ningún control, no hay esfuerzos por cultivar una y eliminar la otra. Es una voluntad que se ha hecho descuidada y perezosa.
Estas almas tratan de hacer lo imposible; servir a Dios y al mundo, al mismo tiempo. Desean servir mutuamente a dos amos. Razonan en poder vivir una vida mundana e indulgente y de alguna manera salvar su alma. Son un poco mejor que las almas anteriores, pero siguen estando retiradas de la meta. La gracia de Dios no ha sido tomada totalmente por los demonios ni se ha secado ni muerta por en calor de las primeras tentaciones, pero no hace raíz y empieza a crecer y desarrollarse.
El problema es que hay demasiada competencia por los nutrientes, humedad y luz, que nada les hace bien. La planta crece muy débil. Estas almas, de igual manera, no pueden producir ningún fruto, son demasiado débiles porque su voluntad ha sido diligente en rechazar o eliminar el mal que es necesario erradicar.
Por último nos encontramos con la buena tierra donde la voluntad ha preparado el alma para recibir la gracia de Dios. Ha escuchado la voz de San Juan Bautista, corregir sus caminos, llenar los vacios y eliminar lo que le perjudica, enderezar los caminos, y suavizar los caminos escabrosos.
Estas almas con su buena voluntad han sido encontradas terrenos fértiles para la gracia de Dios.
Sin embargo, aún en estas, no son todas iguales. Algunas hicieron un buen trabajo al eliminar todos los obstáculos, fertilizando y preparándose para que al recibir esta gracia, puedan producir buenos frutos abundantemente; los otros cuya voluntad no fue tan diligentemente preparada el sesenta y treinta por ciento de frutos han producido, todo depende del uso que hayan hecho de su libre voluntad.
Con esto vemos que no son las cosas materiales los obstáculos para nuestro desarrollo espiritual, sino más bien las decisiones que tomamos con nuestra libre voluntad.
No son las riquezas que frenan la entrada al cielo, sino el amor a estas cosas más que al amor de Dios. Los ricos, si con la libertad de su voluntad, deciden darle a Dios el lugar de preferencia, buscando usar los dones que Dios les ha dado, para darle honor y gloria, merecen el cielo y se dan cuenta que las bendiciones de este mundo son de gran ayuda más que hacerles un mal.
Los que no cultiven su libre voluntad, por el contrario, encontraran todo lo opuesto; los bienes de este mundo se convierten en obstáculos para su salvación, porque han decidido amar las cosas de este mundo más que a Dios.
AMÉN
Saturday, February 4, 2012
DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA
5 DE FEBRERO DE 2012
Queridos Hermanos:
Todos somos llamados a trabajar para la Iglesia (El Reino de Dios). San Gregorio relata que cada hora diferente del día se relaciona con las diferentes partes de la historia de la Iglesia. La mañana se relaciona con el tiempo de, Adán hasta Noé, la tercera hora se relaciona de Noé al tiempo de Abraham, la sexta de Abraham a Moisés, la novena de Moisés hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo; estamos actualmente, en la decima primera hora, el tiempo de Nuestro Señor hasta el fin del mundo.
No importa cual tiempo veamos, todos señalan que debemos laborar para el Reino de Dios.
Esta es la última oportunidad que tenemos para trabajar por Dios. Frecuentemente enfocamos toda nuestra atención en hacer lo que nos place, en nuestros deseos olvidando la voluntad de Dios.
Ahora es el tiempo para que despertemos de esta modorra y empezamos a trabajar para el Reino de Dios, si queremos recibir la recompensa. No es demasiado tarde. Tarde será una vez que hayamos dejado esta vida y entrado a la siguiente.
Los granjeros saben bien que has tiempo para cada cosa. Hay tiempo para prepara la tierra, tiempo para sembrar, tiempo para preparar y el tiempo de la cosecha. En cierta ocasión nuestro señor le pide a la gente que ore al Dios de la cosecha para que mande trabajadores al campo. La cosecha estaba lista mas era muy reducido el número de trabajadores. En la historia de la Iglesia sabemos que nos estamos acercando al final de esta cosecha, por lo tanto al final de los tiempos de este mundo.
El tiempo está ya cerca y la oscuridad de la noche se aproxima. Pronto será la hora de llamar a los jornaleros para darle a cada quien el pago que se merecen. Notemos que sólo se les paga a los que han laborado.
En relación a nuestra propia vida, muchos desconoces si se encuentran en la primera hora de su vida o si está pasando ya, la hora decimo primera. Dios puede llamarnos a rendir cuentas a cualquiera de nosotros, en cualquier rato.
De igual forma podemos constatar que algunos ya se encuentran en la hora de rendir cuentas, por su edad, luego entonces sabemos que no tienen mucho tiempo, de sobra.
Sin embargo, también sabemos que la hora final está cada vez más próxima.
Estamos en la hora decimo primera del mundo y algunos de su vida (igual y todos estamos en la misma hora, ya que el fin puede llegar en cualquier momento). En cualquiera de los casos el tiempo se está agotando.
Debemos, por lo tanto, aprovechar el tiempo que queda, para que podamos recibir y desear el pago de la recompensa de la vida eterna en el Cielo.
¿Qué es lo que debemos hacer en la hora final?
Debemos levantar la cosecha. Existe en gran abundancia, la gracia de Dios, extendida por todo el mundo. La historia de la Iglesia nos muestra una cantidad grande, de santos, su fe y valor. Somos llamados a cosechar la historia y fe de la iglesia para hacerla parte de nosotros.
Debemos imitar perfectamente y hacer parte nuestra las maravillas de estos santos y mártires que han hecho parte de la historia.
En esta hora (decimo primera) el tiempo es muy valioso, tenemos mucho que hacer y tiempo por recuperar antes del final del día.
¿Cómo podemos esperar recibir el mismo pago de la felicidad eterna del Cielo, sino hemos hecho las cosas que los santos hicieron antes que nosotros?
Parece casi imposible hacer lo que ellos hicieron. Sin embargo no lo parece cuando consideramos lo que habremos de cosechar en el Reino de Dios. Somos llamados para cosechar los frutos y semillas más valiosas y llevárselas nuestro Señor.
Parece que todo ha sido ya recogido, sin embargo aún queda nuestra porción esperando, debemos hacer nuestra parte, cosechar lo que falta para completar el Reino de Dios. Debemos de igual forma, reconocer que mientras recogemos lo que queda, somos nosotros también lo que resta por completar.
El tiempo es más corto ya que los días de los elegidos de igual manera esta ya cerca. Por lo que debemos buscar la mejor forma de cosechar y cumplir la tarea que se nos ha encomendado.
El secreto para lograr este milagro, es la gracia de Dios encontrada en la caridad.
Es el amor, que vemos, es la entrada al corazón de Dios. Es amándolo con todo nuestro ser, que nos hace merecedores de tal recompensa, aunque nos encontremos en la hora decimo primera, para recibir el denario de la felicidad eterna en el Cielo.
Así sea.
Queridos Hermanos:
Todos somos llamados a trabajar para la Iglesia (El Reino de Dios). San Gregorio relata que cada hora diferente del día se relaciona con las diferentes partes de la historia de la Iglesia. La mañana se relaciona con el tiempo de, Adán hasta Noé, la tercera hora se relaciona de Noé al tiempo de Abraham, la sexta de Abraham a Moisés, la novena de Moisés hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo; estamos actualmente, en la decima primera hora, el tiempo de Nuestro Señor hasta el fin del mundo.
No importa cual tiempo veamos, todos señalan que debemos laborar para el Reino de Dios.
Esta es la última oportunidad que tenemos para trabajar por Dios. Frecuentemente enfocamos toda nuestra atención en hacer lo que nos place, en nuestros deseos olvidando la voluntad de Dios.
Ahora es el tiempo para que despertemos de esta modorra y empezamos a trabajar para el Reino de Dios, si queremos recibir la recompensa. No es demasiado tarde. Tarde será una vez que hayamos dejado esta vida y entrado a la siguiente.
Los granjeros saben bien que has tiempo para cada cosa. Hay tiempo para prepara la tierra, tiempo para sembrar, tiempo para preparar y el tiempo de la cosecha. En cierta ocasión nuestro señor le pide a la gente que ore al Dios de la cosecha para que mande trabajadores al campo. La cosecha estaba lista mas era muy reducido el número de trabajadores. En la historia de la Iglesia sabemos que nos estamos acercando al final de esta cosecha, por lo tanto al final de los tiempos de este mundo.
El tiempo está ya cerca y la oscuridad de la noche se aproxima. Pronto será la hora de llamar a los jornaleros para darle a cada quien el pago que se merecen. Notemos que sólo se les paga a los que han laborado.
En relación a nuestra propia vida, muchos desconoces si se encuentran en la primera hora de su vida o si está pasando ya, la hora decimo primera. Dios puede llamarnos a rendir cuentas a cualquiera de nosotros, en cualquier rato.
De igual forma podemos constatar que algunos ya se encuentran en la hora de rendir cuentas, por su edad, luego entonces sabemos que no tienen mucho tiempo, de sobra.
Sin embargo, también sabemos que la hora final está cada vez más próxima.
Estamos en la hora decimo primera del mundo y algunos de su vida (igual y todos estamos en la misma hora, ya que el fin puede llegar en cualquier momento). En cualquiera de los casos el tiempo se está agotando.
Debemos, por lo tanto, aprovechar el tiempo que queda, para que podamos recibir y desear el pago de la recompensa de la vida eterna en el Cielo.
¿Qué es lo que debemos hacer en la hora final?
Debemos levantar la cosecha. Existe en gran abundancia, la gracia de Dios, extendida por todo el mundo. La historia de la Iglesia nos muestra una cantidad grande, de santos, su fe y valor. Somos llamados a cosechar la historia y fe de la iglesia para hacerla parte de nosotros.
Debemos imitar perfectamente y hacer parte nuestra las maravillas de estos santos y mártires que han hecho parte de la historia.
En esta hora (decimo primera) el tiempo es muy valioso, tenemos mucho que hacer y tiempo por recuperar antes del final del día.
¿Cómo podemos esperar recibir el mismo pago de la felicidad eterna del Cielo, sino hemos hecho las cosas que los santos hicieron antes que nosotros?
Parece casi imposible hacer lo que ellos hicieron. Sin embargo no lo parece cuando consideramos lo que habremos de cosechar en el Reino de Dios. Somos llamados para cosechar los frutos y semillas más valiosas y llevárselas nuestro Señor.
Parece que todo ha sido ya recogido, sin embargo aún queda nuestra porción esperando, debemos hacer nuestra parte, cosechar lo que falta para completar el Reino de Dios. Debemos de igual forma, reconocer que mientras recogemos lo que queda, somos nosotros también lo que resta por completar.
El tiempo es más corto ya que los días de los elegidos de igual manera esta ya cerca. Por lo que debemos buscar la mejor forma de cosechar y cumplir la tarea que se nos ha encomendado.
El secreto para lograr este milagro, es la gracia de Dios encontrada en la caridad.
Es el amor, que vemos, es la entrada al corazón de Dios. Es amándolo con todo nuestro ser, que nos hace merecedores de tal recompensa, aunque nos encontremos en la hora decimo primera, para recibir el denario de la felicidad eterna en el Cielo.
Así sea.
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