1 DE JULIO DE 2012
Queridos Hermanos:
Después de la muerte de Nuestro Señor, en la cruz; un soldado traspasó Su costado con una lanza. Agua y sangre brotó de esta herida.
Cuando el sacerdote prepara el cáliz para la consagración, mezcla agua con vino, en este. Nos preguntamos:
¿por qué agua y sangre, vino y agua?
San Ambrosio nos dice que: "del costado de Nuestro Señor brotó agua para que pudiéramos ser limpios y sangre para que fuéramos redimidos."
El agua se usa igualmente en el sacramento del bautismo para simbolizar la limpieza del alma, que se realiza bajo este. No es suficiente tener la limpieza del agua, debemos tener también sangre, de la redención. Este es el precio que se debe pagar por nuestros pecados.
El sacerdote pone agua en el cáliz, por la misma razón, simbolizando la limpieza de nuestros pecados unida a la sangre de la redención de Nuestro Señor Jesucristo.
Nosotros, los fieles, estamos de alguna manera simbolizados en el agua. Estamos unidos a Cristo, como el agua está unida al vino. San Cipriano, nos dice:
“así como Cristo se nos ha trasmitido a todos nosotros, porque tomó nuestros pecados, percibimos que por el agua, debemos entender a la gente Cristiana, pero por el vino, la sangre de Cristo es manifiesta. Pero cuando en el cáliz, el agua es mezclada con el vino, la gente es unida a Jesucristo. La multitud de creyentes, es unida y hecho uno sólo con Él, en quien creen. En acción de unir y unión del agua y vino debe ser mezclado en el cáliz del Señor, para que lo que se ha unido, sea jamás separado. Por consiguiente esto es lo que jamás puede separar a la Iglesia de Jesucristo; para que este amor indivisible sea permanente por toda la eternidad, y por la Iglesia me refiero, a la gente que pertenece a esta y que firmemente persevera fielmente, en lo que cree”
Cuando recibimos, la Santa Comunión, recibimos a Jesucristo. Cuando estamos unidos de esta manera, estamos limpios y unidos con Él, en el agua que ha salido de su costado y es mezclado con el vino que se ha convertido en Su Sangre. Cristo que está presente en nuestro altar es el mismo que esta reinando en el Cielo. San Juan Crisóstomo nos dice: “ cualquiera de nosotros que recibe Su Cuerpo y bebe Su sangre, mantenga siempre en mente que, en nada es diferente de aquel cuerpo que reina en el Cielo, adorado por los ángeles, en la Gloria. Es Este mismo al que recibimos”
San Juan, de la misma manera nos recuerda, que hay muchos que dicen: “podre verlo en forma humana. Ver la huella de Sus pies, Su túnica? Lo ves, lo acaricias y lo recibes como alimento, deseas ver su túnica; pero ÉL se da totalmente a ti, no sólo para que lo veas, sino que lo sientas, que lo recibas”.
Con todo esto en mente, creyendo y sabiendo lo que hacemos y a quien estamos recibiendo, logramos entender la maldad de recibir la Santa Comunión sin merecerlo. Nos dice san Juan Crisóstomo: “Quien ha pecado y acude a recibir la Santa Comunión, es mucho peor que quien esta poseído por el demonio. Porque quienes están poseídos por un espíritu del mal, no son por esa razón castigados. Pero estos otros, si vinieran, sin merecerlo, al altar, son encaminados al castigo eterno. “
Recordemos siempre la Sangre y agua del costado de Cristo y el vino y agua del cáliz, para que nos permitan mantenernos siempre limpios en el agua de bautismo y en el sacramento de la Penitencia.
Así como estamos simbolizados en el agua, estamos unidos para siempre con Cristo, en la sagrada Eucaristía. Debemos recordar, que es el mismo Cristo adorado en el Cielo, por los ángeles y santos.
Sin ningún temor, como lo hacen los condenados del Infierno; recordemos siempre que: es peor recibir la Santa Comunión, sin merecerlo, a estar poseídos por los demonios.
Así sea.
Saturday, June 30, 2012
Saturday, June 23, 2012
NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA
24 DE JUNIO 2012
Queridos Hermanos:
La Iglesia celebra, sólo tres nacimientos. EL primero, el de Nuestro Señor Jesucristo; segundo, el de la Santísima Virgen y el tercero, el de San Juan Bautista. Existen verdades doctrinales muy importantes, en cada una de estos.
Nosotros hemos sido concebidos en pecado, consecuentemente, nacemos con el Pecado Original.
Jesucristo, como Dios, no tiene ningún pecado, por lo que Su nacimiento es de gran alegría y celebración para el mundo. Nació en toda la pureza para cargar con nuestros pecados y de esta manera redimirnos. María como Madre de Dios, tuvo el privilegio de ser preservada de todo pecado, concebida, Inmaculada, consecuentemente Su nacimiento fue sin pecado alguno. Su nacimiento es, de igual manera, motivo de gran alegría para los católicos devotos y la Iglesia en general.
San Juan no es Dios ni fue concebido Inmaculado, sin embargo, nos relatan las Sagradas Escrituras, que mientras estaba en el vientre de su madre, santa Elizabeth, recibió la visita de María, quien ya llevaba a Nuestro Señor en Su vientre. Al primer sonido de la voz de María, San Juan, saltó, en el vientre de su madre. La tradición nos informa que desde ese momento, San Juan fue santificado por la mera presencia de Dios. Desde ese momento, el sexto mes desde su concepción, estuvo sin pecado. Tres meses después, en su nacimiento, vio la luz de mundo por primera vez, como ningún otro, en estado de la gracia santificante. Por lo tanto su nacimiento es también, causa de gran celebración para nosotros.
Para el resto de los hombres, el primer gozo espiritual, fue el día de nuestro bautizo. Este día es mayor que el de nuestra concepción y nuestro nacimiento físico. La vida del alma que se nos da en el bautismo, segundo nacimiento, es mucho mayor que la vida material de nuestro cuerpo.
El mundo hace tanto énfasis en nuestro nacimiento físico, que muchos de las realidades espirituales se pierden de vista.
Nuestra vida no empieza con nuestro nacimiento, sino con nuestra concepción, nueve meses previos a este. Con la esperanza, de que en ese entonces, nuestros padres, cooperando con la gracia de Dios, viviendo en el estado de la gracia del matrimonio, participaron de la obra de Dios en este acto milagroso de nuestra creación. Aunque esto es el mejor escenario para nosotros, y la vida de nuestra alma, estamos, sin embargo, concebidos en estado del Pecado Original.
Es mejor haber nacido en estado del pecado original que haber sido concebidos en estado de pecado de la unión de nuestros padres. Muchos nacen con la carga del pecado de la fornicación o adulterio de sus padres añadido al ya muy tremendo peso del Pecado Original.
Para algunos de nosotros que se nos ha concedido la gracia de haber nacido y que no fuimos llamados por Dios o terminado nuestra vida prematuramente por nuestros padres (independientemente de haber o no nacido bajo la carga del pecado de nuestros padres) se nos ha dado la oportunidad de vida en el bautismo. Con este se nos da la primera oportunidad de vida sobrenatural. Nos hacemos Hijos adoptivos de Dios, y Jesucristo, Hijo de Dios, se hace nuestro hermano.
Por lo tanto podemos decir claramente que el Bautismo es verdaderamente un Segundo Nacimiento. El nacimiento espiritual a la vida de la gracia. Este nacimiento es digno de celebración porque es similar al nacimiento de Cristo. Que nació sin pecado. Este nacimiento hace, por lo tanto a María, nuestra madre. Somos hijos de Dios, y toda vez que Ella es la Madre de Dios consecuentemente somos también sus hijos. No sólo de esta manera sino también por su glorioso privilegio de su Inmaculada Concepción y nacimiento nos hacemos como ella en su segundo nacimiento, el bautismo (que nos limpia de todo pecado).
Posteriormente debemos considerar nuestra relación con San Juan. Nuestra vida bautismal depende mucho más de él que de María y Jesús. Iniciamos como enemigos de Dios por el pecado, pero hemos sido santificados por la gracia de bautismo. San Juan nació como pariente de Jesucristo, y se convirtió en relación espiritual con la santificación que ocurrió en el vientre de su madre. No somos parientes cercanos de Dios, pero si lo somos de una manera espiritual por el bautismo. Decimos “parientes cercanos” porque somos todos físicamente parientes de Dios por dos razones. Primera, porque Adán es padre de todos y es hijo de Dios, porque nace directamente de la mano de Dios.
Jesucristo Nuestro Señor es el Segundo Adán, concedido por obra del Espíritu Santo en el vientre de María santísima. En segundo lugar, somos físicamente parientes de Dios porque fue Él quien nos dio la vida por medio de la cooperación voluntaria o involuntaria de nuestros padres. Y algo mucho más importante que esta relación física, es la espiritual, de nuestro segundo nacimiento en el bautismo.
Por lo tanto al celebrar el nacimiento de san Juan Bautista aprendamos a amar y honrar nuestro nacimiento espiritual. Renovemos frecuentemente y con gran alegría nuestras promesas bautismales y busquemos siempre mantener y guardarnos en la vida de la gracia, que nos fue concedida en ese momento.
Así sea
Queridos Hermanos:
La Iglesia celebra, sólo tres nacimientos. EL primero, el de Nuestro Señor Jesucristo; segundo, el de la Santísima Virgen y el tercero, el de San Juan Bautista. Existen verdades doctrinales muy importantes, en cada una de estos.
Nosotros hemos sido concebidos en pecado, consecuentemente, nacemos con el Pecado Original.
Jesucristo, como Dios, no tiene ningún pecado, por lo que Su nacimiento es de gran alegría y celebración para el mundo. Nació en toda la pureza para cargar con nuestros pecados y de esta manera redimirnos. María como Madre de Dios, tuvo el privilegio de ser preservada de todo pecado, concebida, Inmaculada, consecuentemente Su nacimiento fue sin pecado alguno. Su nacimiento es, de igual manera, motivo de gran alegría para los católicos devotos y la Iglesia en general.
San Juan no es Dios ni fue concebido Inmaculado, sin embargo, nos relatan las Sagradas Escrituras, que mientras estaba en el vientre de su madre, santa Elizabeth, recibió la visita de María, quien ya llevaba a Nuestro Señor en Su vientre. Al primer sonido de la voz de María, San Juan, saltó, en el vientre de su madre. La tradición nos informa que desde ese momento, San Juan fue santificado por la mera presencia de Dios. Desde ese momento, el sexto mes desde su concepción, estuvo sin pecado. Tres meses después, en su nacimiento, vio la luz de mundo por primera vez, como ningún otro, en estado de la gracia santificante. Por lo tanto su nacimiento es también, causa de gran celebración para nosotros.
Para el resto de los hombres, el primer gozo espiritual, fue el día de nuestro bautizo. Este día es mayor que el de nuestra concepción y nuestro nacimiento físico. La vida del alma que se nos da en el bautismo, segundo nacimiento, es mucho mayor que la vida material de nuestro cuerpo.
El mundo hace tanto énfasis en nuestro nacimiento físico, que muchos de las realidades espirituales se pierden de vista.
Nuestra vida no empieza con nuestro nacimiento, sino con nuestra concepción, nueve meses previos a este. Con la esperanza, de que en ese entonces, nuestros padres, cooperando con la gracia de Dios, viviendo en el estado de la gracia del matrimonio, participaron de la obra de Dios en este acto milagroso de nuestra creación. Aunque esto es el mejor escenario para nosotros, y la vida de nuestra alma, estamos, sin embargo, concebidos en estado del Pecado Original.
Es mejor haber nacido en estado del pecado original que haber sido concebidos en estado de pecado de la unión de nuestros padres. Muchos nacen con la carga del pecado de la fornicación o adulterio de sus padres añadido al ya muy tremendo peso del Pecado Original.
Para algunos de nosotros que se nos ha concedido la gracia de haber nacido y que no fuimos llamados por Dios o terminado nuestra vida prematuramente por nuestros padres (independientemente de haber o no nacido bajo la carga del pecado de nuestros padres) se nos ha dado la oportunidad de vida en el bautismo. Con este se nos da la primera oportunidad de vida sobrenatural. Nos hacemos Hijos adoptivos de Dios, y Jesucristo, Hijo de Dios, se hace nuestro hermano.
Por lo tanto podemos decir claramente que el Bautismo es verdaderamente un Segundo Nacimiento. El nacimiento espiritual a la vida de la gracia. Este nacimiento es digno de celebración porque es similar al nacimiento de Cristo. Que nació sin pecado. Este nacimiento hace, por lo tanto a María, nuestra madre. Somos hijos de Dios, y toda vez que Ella es la Madre de Dios consecuentemente somos también sus hijos. No sólo de esta manera sino también por su glorioso privilegio de su Inmaculada Concepción y nacimiento nos hacemos como ella en su segundo nacimiento, el bautismo (que nos limpia de todo pecado).
Posteriormente debemos considerar nuestra relación con San Juan. Nuestra vida bautismal depende mucho más de él que de María y Jesús. Iniciamos como enemigos de Dios por el pecado, pero hemos sido santificados por la gracia de bautismo. San Juan nació como pariente de Jesucristo, y se convirtió en relación espiritual con la santificación que ocurrió en el vientre de su madre. No somos parientes cercanos de Dios, pero si lo somos de una manera espiritual por el bautismo. Decimos “parientes cercanos” porque somos todos físicamente parientes de Dios por dos razones. Primera, porque Adán es padre de todos y es hijo de Dios, porque nace directamente de la mano de Dios.
Jesucristo Nuestro Señor es el Segundo Adán, concedido por obra del Espíritu Santo en el vientre de María santísima. En segundo lugar, somos físicamente parientes de Dios porque fue Él quien nos dio la vida por medio de la cooperación voluntaria o involuntaria de nuestros padres. Y algo mucho más importante que esta relación física, es la espiritual, de nuestro segundo nacimiento en el bautismo.
Por lo tanto al celebrar el nacimiento de san Juan Bautista aprendamos a amar y honrar nuestro nacimiento espiritual. Renovemos frecuentemente y con gran alegría nuestras promesas bautismales y busquemos siempre mantener y guardarnos en la vida de la gracia, que nos fue concedida en ese momento.
Así sea
Saturday, June 16, 2012
TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
17 JUNIO 2012
Queridos Hermanos:
En el evangelio de este día, se nos da la razón por la cual nuestro Señor Jesucristo se reúne con los pecadores. El rebaño del 100 por ciento representa la totalidad. Cien es lo mismo que diez décadas y con una sola falta de estas, el cien está incompleto. Para que exista el gozo y la paz, en nosotros, debe existir la totalidad, lo completo, aún en las cosas más pequeñas e insignificantes, el todo debe estar presente y completo.
Vemos que los noventa y nueve están seguros en el bosque, mientras que el pastor va en busca del uno, que falta. Ahora bien, no debemos pensar que los noventa y nueve, son menos importantes que el uno, sino más bien que el pastor, sólo puede estar completo y feliz cuando todas sus ovejas, están seguras en el rebaño.
La perdida de la más pequeña de estas, hace y deja incompleto al rebaño, destruyendo la paz y alegría que sólo puede darse cuando está en orden—completo. El pecador que ha caído es vital y valioso para Dios. Esta es una de las razones por las que Dios deja a los ángeles del cielo y viene a la tierra a encontrarse con el hombre y salvar al hombre caído.
Las diez décadas también nos representan a los Diez Mandamientos. Bajo esta luz, aprendemos que debemos mantenernos fieles a cada detalle de cada uno de estos. Nada manchado ni en lo más mínimo puede entrar al Cielo. Debemos ser perfectos como nuestro Padre Celestial es Perfecto.
Cada pecado es un obstáculo para la gracia que debemos recibir. Si faltamos en algún mandamiento, aún en lo más mínimo e insignificante, debemos corregir y ver la forma de sanar y corregir esa falta. Jamás encontraremos la paz ni el gozo verdadero, hasta haber cumplido la ley en toda su extensión.
La moneda de plata, se nos presenta con ideas similares. Cada una de estas tenía impresa la imagen del rey, así como cada alma, nace impresa con la imagen de Dios, su creador y Rey. Cuando somos bautizados y recibimos el Espíritu Santo y nuestra alma es purificada de toda mancha de pecado y resucitada de la muerte a la vida de la gracia, la imagen de Dios, es nuestra alma, entonces, es cuando esta completa.
Insultar o abuzar de la imagen de nuestro rey, es considerado un insulto y abuzo al mismo Rey. Lo mismo podemos decir de nuestra alma, si la manchamos, insultamos y abuzamos de Dios. Cuando perdemos la gracia por el pecado, la imagen de Dios en nuestra alma, es insultada y ofendida.
Por lo tanto, se nos presenta esta lección para que veamos dentro de nuestra alma y veamos la ausencia de Dios, que hay en ella y que es ya tiempo de que encendamos la luz de la oración y la gracia de Dios, para empezar a limpiarla con un examen de conciencia, con espíritu de penitencia.
Nuestra vida, por lo tanto, se convierte debido al pecado, en un constante acto de limpieza. Dios y la Iglesia, respectivamente, nos ayudan, en cierta manera, en esta constante limpieza restauradora para hacerlos nuestro. Debemos por lo tanto, hacer lo nuestro y no esperar de manera pasiva ser encontrados y liberados.
Es decir que, Cristo nos ha redimido sin nuestra ayuda pero que no puede salvarnos sin nuestra cooperación. Debemos hacer nuestra parte para suplir en nuestra carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo (Col.1.24).
Debemos por lo tanto, de manera activa, buscar ser encontrados y no debemos resistir a ello. Debemos regresar al rebaño de Cristo. Pero sobre todo, eso, debemos procurar encontrarnos a nosotros mismos. Dios nos ha dado una conciencia, para lograr esto. Encontrarnos a nosotros mismos, cuando nos hemos extraviado o muerto a la vida de la gracia.
Toda nuestra vida, se nos ha dado para que tengamos el tiempo suficiente para encontrarnos con nosotros mismos y el camino al Cielo. El catecismo nos dice que >Dios nos ha creado para ser felices con Él en el Cielo. Y que para lograr esto debemos, conocer, amar y servirle en esta vida.
Al buscar el conocimiento, amor y servicio a Dios nos hacemos dóciles y receptivos de la gracia de Dios y disponibles para ser encontrados por Él y llevados a la Iglesia, Su rebaño, aquí en la tierra; y por medio de la esta, somos llevados al rebaño de los ángeles y santos del Cielo.
Así sea.
Saturday, June 9, 2012
SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
10 DE JUNIO DE 2012
Queridos Hermanos:
Qué extraño que Dios deba invitarnos, ir a Él. Cuando en realidad, deberíamos, de manera natural, correr hacia ÉL. Nuestra naturaleza misma debería llevarnos a buscarlo y seguirlo, aún mucho antes de cualquier invitación.
Es el efecto del pecado que ha oscurecido nuestra vista para no desear o ver, nuestra mayor felicidad – Dios. El pecado nos ha dejado perdidos en la obscuridad. Somos como el ciego que guía otro ciego. Formamos ideas falsas de lo que es la luz y lo que debemos buscamos en todos los lugares equivocados. Hay quienes confunden la obscuridad en la que se encuentran con la luz, ya que no puedes saber ni conocer nada de la verdadera luz.
El Hijo de Dios ha venido, enviado por El Padre, para invitarnos a la cena de luz y verdad. Muchos han reusado venir porque ha crecido de manera confortable en la obscuridad del pecado. Muchos dan explicaciones mundanas superfluas, para justificar su no asistencia a esta cena, disfrazando su inhabilidad para asistir. Existe la costumbre condicional al final de cada excusa injustificada, “por favor excúsenme”.
El pecado aparece de muchas formas –aunque el pecado es todo rechazo y alejamiento de Dios. Existe la concupiscencia de los ojos, de la carne y la vanidad de la vida. Cada una de estas categorías se nos presenta hoy en la explicación de las excusas, de que nos habla el Evangelio de hoy.
“compré una granja” representa a todos y cada uno de los que se mueren de curiosidad por ver y conocer las cosas de este mundo y satisfechos de permanecer ciegos ante las cosas de Dios. La granja no se mueve. Lo vemos en todo momento. Debemos buscan primero y ante todo el Reino de Dios. La granja misma es un regalo de Dios y se nos ha dado para que de esta manera nos acerquemos más a Dios, no para que se convierta en un obstáculo hacia Él. De qué manera tan perversa usamos lo que Dios nos ha dado en Su contra.
“He comprado cinco yuntas de bueyes” representa el orgullo que tomamos en controlar las cosas de este mundo. Esta vanidad nos hace pensar que somos nosotros los que gobiernan estas cosas, Este es un vicio muy difícil de enmendar. En nuestros días será la vanidad de nuestro automóvil o tecnología etc.
“heme casado” representa toda la concupiscencia de la carne. La pasión y lujuria de nuestro cuerpo nos dejan ciegos ante la verdad y nos consume para que perdamos todo el autocontrol. Estos pecados nos consumen en realidad y poco a poco nos acaban. Nuestro intelecto se ensucia y queda sordo, al buscar la luz y la felicidad, quedándose en la obscuridad y la inmundicia.
Estas son las grandes categorías de pecados o excusas del ser humano que nos aparte de aceptar la invitación a ver la verdadera luz y probar la verdadera alegría del cielo.
Las parábolas de Cristo se nos dan, no para nuestra diversión, o simplemente instruirnos. Sino más bien para motivarnos y cambiar nuestra vida. Están hechas para mover nuestra voluntad hacia lo que es verdad, correcto y bueno. Verdades profundas se nos presentan de manera simple para que logremos entenderlas aún dentro de la obscuridad de nuestro pecado. Con algunos destellos en la verdad hacemos la posibilidad, de vernos a nosotros mismos y alejaros de la obscuridad y ver finalmente la luz.
Hemos alcanzado el extremo opuesto, de cómo fue presentado en el Paraíso Terrenal con Adán y Eva. Conocieron la luz, la bondad y no conocían la obscuridad ni el pecado. El hombre de ahora, por otra parte, conoce el pecado y la obscuridad e ignora la luz y la bondad.
Adán y Eva conocieron la oscuridad y el pecado por medio de la duda y la desobediencia. Nosotros debemos recuperar la luz y bondad por medio de la fe y la obediencia. Debemos creer a Jesucristo que nos dice la verdad y debemos seguir y acudir a Su invitación, a la Cena de la Luz, Verdad y Bondad. A través de la fe y la obediencia podemos alejarnos de la ignorancia y obscuridad del pecado para entrar a la sabiduría de la Luz de la Gracia.
El hombre jamás conocerá los verdaderos placeres y gozo que Dios les ofrece a menos que renuncien a la alegría que imaginan conocer. Esto requiere fe y obediencia a Dios. Hagamos ese amoroso acto de Fe y obediencia a Dios y renunciemos a los falsos placeres del pecado que ha crecido junto con nosotros. Para que por medio de la fe logremos obtener la alegría eterna del Banquete Celestial.
Así sea
Queridos Hermanos:
Qué extraño que Dios deba invitarnos, ir a Él. Cuando en realidad, deberíamos, de manera natural, correr hacia ÉL. Nuestra naturaleza misma debería llevarnos a buscarlo y seguirlo, aún mucho antes de cualquier invitación.
Es el efecto del pecado que ha oscurecido nuestra vista para no desear o ver, nuestra mayor felicidad – Dios. El pecado nos ha dejado perdidos en la obscuridad. Somos como el ciego que guía otro ciego. Formamos ideas falsas de lo que es la luz y lo que debemos buscamos en todos los lugares equivocados. Hay quienes confunden la obscuridad en la que se encuentran con la luz, ya que no puedes saber ni conocer nada de la verdadera luz.
El Hijo de Dios ha venido, enviado por El Padre, para invitarnos a la cena de luz y verdad. Muchos han reusado venir porque ha crecido de manera confortable en la obscuridad del pecado. Muchos dan explicaciones mundanas superfluas, para justificar su no asistencia a esta cena, disfrazando su inhabilidad para asistir. Existe la costumbre condicional al final de cada excusa injustificada, “por favor excúsenme”.
El pecado aparece de muchas formas –aunque el pecado es todo rechazo y alejamiento de Dios. Existe la concupiscencia de los ojos, de la carne y la vanidad de la vida. Cada una de estas categorías se nos presenta hoy en la explicación de las excusas, de que nos habla el Evangelio de hoy.
“compré una granja” representa a todos y cada uno de los que se mueren de curiosidad por ver y conocer las cosas de este mundo y satisfechos de permanecer ciegos ante las cosas de Dios. La granja no se mueve. Lo vemos en todo momento. Debemos buscan primero y ante todo el Reino de Dios. La granja misma es un regalo de Dios y se nos ha dado para que de esta manera nos acerquemos más a Dios, no para que se convierta en un obstáculo hacia Él. De qué manera tan perversa usamos lo que Dios nos ha dado en Su contra.
“He comprado cinco yuntas de bueyes” representa el orgullo que tomamos en controlar las cosas de este mundo. Esta vanidad nos hace pensar que somos nosotros los que gobiernan estas cosas, Este es un vicio muy difícil de enmendar. En nuestros días será la vanidad de nuestro automóvil o tecnología etc.
“heme casado” representa toda la concupiscencia de la carne. La pasión y lujuria de nuestro cuerpo nos dejan ciegos ante la verdad y nos consume para que perdamos todo el autocontrol. Estos pecados nos consumen en realidad y poco a poco nos acaban. Nuestro intelecto se ensucia y queda sordo, al buscar la luz y la felicidad, quedándose en la obscuridad y la inmundicia.
Estas son las grandes categorías de pecados o excusas del ser humano que nos aparte de aceptar la invitación a ver la verdadera luz y probar la verdadera alegría del cielo.
Las parábolas de Cristo se nos dan, no para nuestra diversión, o simplemente instruirnos. Sino más bien para motivarnos y cambiar nuestra vida. Están hechas para mover nuestra voluntad hacia lo que es verdad, correcto y bueno. Verdades profundas se nos presentan de manera simple para que logremos entenderlas aún dentro de la obscuridad de nuestro pecado. Con algunos destellos en la verdad hacemos la posibilidad, de vernos a nosotros mismos y alejaros de la obscuridad y ver finalmente la luz.
Hemos alcanzado el extremo opuesto, de cómo fue presentado en el Paraíso Terrenal con Adán y Eva. Conocieron la luz, la bondad y no conocían la obscuridad ni el pecado. El hombre de ahora, por otra parte, conoce el pecado y la obscuridad e ignora la luz y la bondad.
Adán y Eva conocieron la oscuridad y el pecado por medio de la duda y la desobediencia. Nosotros debemos recuperar la luz y bondad por medio de la fe y la obediencia. Debemos creer a Jesucristo que nos dice la verdad y debemos seguir y acudir a Su invitación, a la Cena de la Luz, Verdad y Bondad. A través de la fe y la obediencia podemos alejarnos de la ignorancia y obscuridad del pecado para entrar a la sabiduría de la Luz de la Gracia.
El hombre jamás conocerá los verdaderos placeres y gozo que Dios les ofrece a menos que renuncien a la alegría que imaginan conocer. Esto requiere fe y obediencia a Dios. Hagamos ese amoroso acto de Fe y obediencia a Dios y renunciemos a los falsos placeres del pecado que ha crecido junto con nosotros. Para que por medio de la fe logremos obtener la alegría eterna del Banquete Celestial.
Así sea
Saturday, June 2, 2012
DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
2 de junio de 2012
Queridos Hermanos:
El sólo pensar en la Trinidad, nos hace recordar una gran tradición, a todos los que somos católicos. Tenemos la tradición de frecuentemente signarnos con la señal de la cruz. Es esta una tradición que hemos recibido des de hace muchísimo tiempo y lo primero que atacan los herejes y no católicos. Esta tradición es inspirada por Dios, no por algún hombre.
La tradición es una fuente similar a la revelación de las Sagradas Escrituras. Nuestra señal de la cruz significa que profesamos nuestra creencia en la crucifixión de Jesucristo (la Segunda Persona de la Santísima Trinidad) y nuestra fe en esta misma Trinidad.
Nombramos tres Personas en un sólo Dios, no decimo: en los nombres de (plural) sino, en el Nombre de (singular). Profesando de esta manera la Unidad de Dios o SU unicidad y de igual manera profesando nuestra creencia en la Trinidad, las Tres Personas.
La tradición se nos ha trasmitido en una especie de misterio. Los obispos sucesores de los apóstoles, se les ha encomendado que guarden y transmitan a los demás estas tradiciones, que han recibido de sus legítimas fuentes.
El Papado, como cabeza y fuente de toda unidad, le ha sido encomendado, guardar estas tradiciones entre los fieles como entre sus hermanos, los obispos.
A través de toda la historia, vemos como son atacadas las tradiciones de parte de los obispos, sacerdotes y seglares separados. Cada uno de estos inicia un nuevo cisma o herejía. Muchas de las cuales persisten hoy en día.
El Papa en unión de los obispos han condenado todo eso sin ninguna reserva o temor, aún cuando se pone en riesgo la salvación de cientos y miles de almas.
Las verdades de la tradición no pueden ser negadas toda vez que estas verdades reflejan a Dios mismo. Cada error en un insulto y ataque sobre Dios, porque Dios es la verdad misma. Por lo tanto, ni antes ni después se puede, por ningún motivo, reconciliar la verdad con el error. Todas nuestras tradiciones son buenas y verdaderas por lo tanto, cada ataque sobre estas son de origen maligno. No puede haber términos medios.
Cada negación de Cristo como verdadero Dios, es un error diabólico y todo aquel que de manera obstinada une estos errores debe ser separado, de la Iglesia y la salvación eterna. El pagano, el ateo, el judío, el musulmán, etc. Van encaminados, todo,s al fuego eterno del infierno porque no hay salvación fuera de la Iglesia Católica.
Muchos “cristianos” que niegan las enseñanzas y tradiciones católicas reveladas que nos dicen que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, son igualmente expulsados de la Iglesia. Parece algo insignificante, pero no lo es. Cada ritual enseña una verdad o doctrina, por lo tanto, negarlo, eliminarlo o modificar cualquier punto de la tradición es lo mismo que negar cualquier aspecto de esta.
Nosotros, como católicos, debemos sujetarnos a todas las tradiciones, no sólo a las trasmitidas a nosotros, sino a todas, incluyendo a las que habrán de acompañarnos hasta la consumación de los tiempos. El concilio de Trento bajo la dirección del Papa Pio V, guiado por el Espíritu Santo, codificó y preservó, para toda la eternidad (por lo menos en el rito latino) la forma y manera de oficiar la Santa Misa.
Esto se hizo para evitar la intromisión de los protestantes (herejes) de aquel entonces y del futuro que quisieran infiltrarse o desgastar las sagradas verdades y tradiciones inspiradas por el Espíritu Santo y trasmitidas a nosotros por nuestros predecesores.
Los modernistas han eliminado, esta y muchas otras tradiciones, que al final de todo es la negación de la doctrina profesada en ellas. Invitaron y aceptaron la “ayuda” de herejes para designar e implementar su “nueva Misa (Novus Ordo Missae) para que no quedara nada ofensivo a los herejes. Estos modernistas más allá de convertirlos, permitieron ser ellos mismos convertidos a las herejías.
Mantengámonos firmes en todo lo que se nos ha dado y hemos recibido.
Necesitamos cooperar con el Espíritu Santo y resistir firmemente en contra de todos los ataques que nos quieren separar de la verdad o la Iglesia. Aún si tenemos que permanecer solos, no nos quebrantemos ante las influencias diabólicas, que quieren robarnos nuestras tradiciones y consecuentemente, la doctrina católica.
Estemos preparados para morir antes que pecar. Somos templos del Espíritu Santo. Aseguremos Su permanencia en nosotros. Nunca lo insultemos negando alguna de las tradiciones inspiradas por Él, especialmente las relacionadas con los Sacramentos y su doctrina.
Así sea
Queridos Hermanos:
El sólo pensar en la Trinidad, nos hace recordar una gran tradición, a todos los que somos católicos. Tenemos la tradición de frecuentemente signarnos con la señal de la cruz. Es esta una tradición que hemos recibido des de hace muchísimo tiempo y lo primero que atacan los herejes y no católicos. Esta tradición es inspirada por Dios, no por algún hombre.
La tradición es una fuente similar a la revelación de las Sagradas Escrituras. Nuestra señal de la cruz significa que profesamos nuestra creencia en la crucifixión de Jesucristo (la Segunda Persona de la Santísima Trinidad) y nuestra fe en esta misma Trinidad.
Nombramos tres Personas en un sólo Dios, no decimo: en los nombres de (plural) sino, en el Nombre de (singular). Profesando de esta manera la Unidad de Dios o SU unicidad y de igual manera profesando nuestra creencia en la Trinidad, las Tres Personas.
La tradición se nos ha trasmitido en una especie de misterio. Los obispos sucesores de los apóstoles, se les ha encomendado que guarden y transmitan a los demás estas tradiciones, que han recibido de sus legítimas fuentes.
El Papado, como cabeza y fuente de toda unidad, le ha sido encomendado, guardar estas tradiciones entre los fieles como entre sus hermanos, los obispos.
A través de toda la historia, vemos como son atacadas las tradiciones de parte de los obispos, sacerdotes y seglares separados. Cada uno de estos inicia un nuevo cisma o herejía. Muchas de las cuales persisten hoy en día.
El Papa en unión de los obispos han condenado todo eso sin ninguna reserva o temor, aún cuando se pone en riesgo la salvación de cientos y miles de almas.
Las verdades de la tradición no pueden ser negadas toda vez que estas verdades reflejan a Dios mismo. Cada error en un insulto y ataque sobre Dios, porque Dios es la verdad misma. Por lo tanto, ni antes ni después se puede, por ningún motivo, reconciliar la verdad con el error. Todas nuestras tradiciones son buenas y verdaderas por lo tanto, cada ataque sobre estas son de origen maligno. No puede haber términos medios.
Cada negación de Cristo como verdadero Dios, es un error diabólico y todo aquel que de manera obstinada une estos errores debe ser separado, de la Iglesia y la salvación eterna. El pagano, el ateo, el judío, el musulmán, etc. Van encaminados, todo,s al fuego eterno del infierno porque no hay salvación fuera de la Iglesia Católica.
Muchos “cristianos” que niegan las enseñanzas y tradiciones católicas reveladas que nos dicen que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, son igualmente expulsados de la Iglesia. Parece algo insignificante, pero no lo es. Cada ritual enseña una verdad o doctrina, por lo tanto, negarlo, eliminarlo o modificar cualquier punto de la tradición es lo mismo que negar cualquier aspecto de esta.
Nosotros, como católicos, debemos sujetarnos a todas las tradiciones, no sólo a las trasmitidas a nosotros, sino a todas, incluyendo a las que habrán de acompañarnos hasta la consumación de los tiempos. El concilio de Trento bajo la dirección del Papa Pio V, guiado por el Espíritu Santo, codificó y preservó, para toda la eternidad (por lo menos en el rito latino) la forma y manera de oficiar la Santa Misa.
Esto se hizo para evitar la intromisión de los protestantes (herejes) de aquel entonces y del futuro que quisieran infiltrarse o desgastar las sagradas verdades y tradiciones inspiradas por el Espíritu Santo y trasmitidas a nosotros por nuestros predecesores.
Los modernistas han eliminado, esta y muchas otras tradiciones, que al final de todo es la negación de la doctrina profesada en ellas. Invitaron y aceptaron la “ayuda” de herejes para designar e implementar su “nueva Misa (Novus Ordo Missae) para que no quedara nada ofensivo a los herejes. Estos modernistas más allá de convertirlos, permitieron ser ellos mismos convertidos a las herejías.
Mantengámonos firmes en todo lo que se nos ha dado y hemos recibido.
Necesitamos cooperar con el Espíritu Santo y resistir firmemente en contra de todos los ataques que nos quieren separar de la verdad o la Iglesia. Aún si tenemos que permanecer solos, no nos quebrantemos ante las influencias diabólicas, que quieren robarnos nuestras tradiciones y consecuentemente, la doctrina católica.
Estemos preparados para morir antes que pecar. Somos templos del Espíritu Santo. Aseguremos Su permanencia en nosotros. Nunca lo insultemos negando alguna de las tradiciones inspiradas por Él, especialmente las relacionadas con los Sacramentos y su doctrina.
Así sea
Subscribe to:
Posts (Atom)