1 de Noviembre de 2009
Queridos Hermanos:
Los de la Iglesia Católica, somos miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo, luego entonces, miembros de la Iglesia Militante, quienes debemos estar en unión espiritual, con los demás miembros de nuestra familia. La iglesia Triunfante y la Iglesia purgante.
El día de hoy ponemos nuestra atención en la Iglesia Triunfante, aquellos miembros de nuestra familia, de este Cuerpo Místico de Jesucristo, que son ahora recompensados con la felicidad eterna de la Visión Beatifica del Cielo.
Se nos exhorta a rendirles honor y alabanza por sus logros, de igual forma damos gracias a Dios por las bendiciones a ellos otorgadas. Celebramos este día para reparación a nuestra negligencia. Debemos buscar la satisfacción requerida en esta situación, negligencia en verdaderamente dar honor a los santos según nos lo señala el calendario santoral y de igual forma a quienes no siendo aún canonizados deben también recibir estos honores.
Al honrar a los santos traemos a nuestra mente las acciones heroicas de sus virtudes y somos motivados a seguir su ejemplo. La práctica de la virtud al grado heroico.
Los mártires, doctores, confesores, vírgenes, hombres y mujeres santos, nos llaman desde el cielo para decirnos: Vengan con nosotros y sigamos a nuestro Rey. Venimos de Dios y vivimos en este mundo, mas no somos de este mundo. Vivimos para Dios donde encontramos la felicidad en nuestro tiempo y algo mucho más importante, por toda la eternidad. Donde se encuentran ahora en su tiempo estuvimos nosotros, nos dirán nuevamente los santos, todo es posible si escuchan y cumplen la palabra de Jesucristo, concluirán.
Estamos recordando la vida de tantos santos y alegrándonos con sus logros, sin embargo, ¿De qué nos servirá hacer todo esto, si no ponemos en práctica lo que nos enseñan e imitamos sus pasos?
La mejor forma de honra es la imitación. Honrarlos verdaderamente significa buscar ser como ellos. Nos han mostrado de muchas maneras la finalidad de nuestra existencia. Hemos sido creados para una sola cosa: ser unidos por toda la eternidad con Dios en el cielo. Para lograr esto necesitamos pasar temporalmente por un periodo de pruebas. (Esta vida es realmente corta comparada con la eternidad). En este proceso debemos realmente conocer, amar y servir a Dios. Desde nuestro punto de vista deformado y miope parecería algo imposible de lograr. Algo difícilmente de poner en práctica.
A la invitación de Nuestro Señor Jesucristo: “Toma tu cruz diariamente y ven sígueme” la mayoría de personas infantiles y egoístas dirán: ¿cómo?, no somos dioses. Jesucristo es Dios, pero nosotros no somos más que humanos miserables.
Todos los santos han comprobado que esta actitud es infantil y tonta. Ellos lo lograron. Ellos vivieron en este mundo tal y como nosotros lo hacemos. Algunos de ellos vivieron en situaciones más adversas y difíciles de lo que nosotros hemos vivido o podemos imaginar. Con la gracia de Dios superaron todas estas adversidades y lograron la felicidad eterna.
Con la gracia de Dios podemos lograrlo todo. Decimos esto y lo creemos, sin embargo, inventamos la excusa de que tal vez Dios es responsable de que no obtengamos Su gracia y que nos condenaremos por toda la eternidad y que no hay nada que hacer.
Su gracia siempre está disponible. “Mi gracia te es suficiente”; lo que falta es nuestra voluntad de cooperar con esta. Dios nos bendice todos los días con las pequeñas cruces que necesitamos para imitarlo y seguirlo, mientras que al mismo tiempo nos da las gracias necesarias para cargar con estas.
La deficiencias esta en nuestra voluntad débil. Debemos por lo tanto invocar a Dios con toda la fe, esperanza y caridad que podamos reunir, rogándole fuerza para fortalecer nuestra voluntad.
Vemos como los miembros de nuestra familia espiritual en el cielo han logrado sus objetivos y nos llaman. Reflexionemos sobre las vidas que llevaron y escuchemos sus palabras para que logremos lo que ellos han logado y concluido en el Cielo. Ellos saben lo que significa vivir en este mundo y pueden ayudarnos, si se lo pedimos y les permitimos hacerlo.
Si queremos complacerlos debemos buscar con todo nuestro ser, imitarlos. Debemos alabarlos sinceramente e imitar sus virtudes heroicas.
Que así sea.