25 DE DICIEMBRE DE 2009
Queridos Hermanos:
“Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”
Kroesus, uno de los reyes más ricos y poderosos de la antigüedad, en cierta ocasión preguntó a uno de los filósofos: ¿Quién crees tú que es el hombre más feliz del mundo? El rey quedó sorprendido al escuchar que la respuesta fue, un pobre hombre, desconocido, es el más feliz. Exigió de inmediato una explicación el rey, ante tal respuesta.
Esta es la paz que todos buscan pero que pocos encuentran. La paz es necesaria si vamos a disfrutar todas las cosas ya sea en esta vida o en la eternidad. San Gregorio de Niza decía: Cualquier cosa que menciones como dulce y placentera en esta vida, siempre necesita la paz, para poder realmente ser placentera. Porque aunque tengas todo lo que es valorado y estimado en esta vida, como riquezas, salud, alegrías, diversiones y placeres, ¿de qué te servirían si les falta la paz?
Si no hubiera paz en el cielo dejaría de serlo y si ésta pudiera entrar al infierno, éste dejaría también de ser eso, infierno.
La paz se alejó de este mundo y del ser humano con el pecado de Adán (pecado original) todos los que están en pecado (pecado actual) se encuentran en contra de Dios, luego entonces la paz se encuentra muy lejos de ellos. En el libro de Job leemos: ¿Quién se ha resistido a Él (Dios) y conservado la Paz? San Juan dice: “Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no permanece en nosotros” luego entonces el ser humano es reducido a un estado deplorable, vacio de felicidad.
No hemos sido abandonados, Dios ha mandado a su único Hijo Jesucristo para redimirnos. Ningún ser humano podría haber jamás pagado el precio de nuestra redención porque la infinita bondad fue ofendida. El salmista dice: Ningún hermano puede redimir, ni ningún hombre podrá ser redimido. Sería insuficiente para dar y restaurar todo lo que se le ha ofendido a Dios. Ni podrá pagar el precio de la redención de su alma. Razón por la cual Dios mismo ha venido a pagar el precio de nuestra redención. Sin embargo, es al mismo tiempo, necesario que el hombre page por lo cual Dios mismo se ha hecho hombre. Dios y Hombre, Jesucristo, por medio de su sacrificio, ha pagado el precio de nuestra redención. Nos ha reintegrado una vez más la paz.
Y para todos aquellos que actúan de buena voluntad esta paz les es entregada. Ya lo dice el ángel: “Paz a los hombres de buena voluntad”
El niño Dios que se nos presenta el día de hoy, y que nació en el portal de Belén, es el único medio de obtener esta paz para todos nosotros. Este es el momento que todos los hijos de Adán han estado esperando y que celebramos con gran alegría este día.
La fuente de nuestra alegría ha llegado, sin embargo no todos la reciben. Es sólo para quienes están dispuestos a recibirla dignamente, hombres de buena voluntad. Para recibir estos dones de Dios debemos recibir a Jesucristo en nuestro corazón.
Debemos amarlo con todo nuestro ser y con un amor preferencial. No podemos permitir que algo se interponga antes o entre este amor. ¿Cómo podemos discernir esta virtud entre nosotros? ¿Qué significa amar a Dios de esta manera?
Jesucristo mismo, nos da esta respuesta: “Si me amas, cumple mi palabra”, es decir que no existe la paz en quienes viven una vida pecaminosa, quienes aman el pecado son enemigos de Dios. Para encontrar la paz verdadera debemos odiar y detestar el pecado.
San Anselmo a este respecto agrega:
“Si las fauces del infierno estuvieran a uno de mis costados y al otro el pecado con todas sus aparentes maravillas invitándome, preferiría arrojarme al fondo del infierno y quemarme vivo, en lugar de caer en pecado”.
Esto es para que veamos cuanto detestaban el pecado y que a imagen de los santos debemos también nosotros establecer como meta dejar de pecar. Morir antes que pecar, por más insignificante que este parezca.
Muchos se engañan a sí mismos creyendo, según ellos, que pueden obtener la paz sin dejar de vivir en pecado, no alejarse de las asociaciones pecaminosas, abandonar un mal habito, hacer restitución por alguna injusticia, perdonar las ofensas, etc.. Esa es, la farsa en la que viven muchos seres humanos.
En navidad se nos invita a que abandonemos estas situaciones ilusorias y nos alejemos del pecado por una verdadera conversión y arrepentimiento, para poder obtener la verdadera paz que sólo Cristo entrega y que trajo para todos nosotros hace más de dos mil años.
Alejémonos del pecado, empecemos por detestarlo al igual que lo hicieron los santos, una vez con nuestra conciencia limpia recibamos en nuestro corazón, a Jesucristo en el santísimo sacramento del altar para obtener el beneficio de esta paz. Si no podemos recibirlo en el santísimo sacramento, hagamos una verdadera y genuina comunión espiritual. Este es el único medio que tenemos para vivir y morir, en una verdadera paz. La Paz que Sólo Jesucristo puede dar.
Así sea.