Saturday, November 21, 2009

DOMINGO 25 DESPUÉS DE PENTECOSTES

ÚLTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTES

22 DE NOVIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Cristo nos advierte sobre el tiempo del fin. Debemos ser capaces de ver y entender las señales de la aproximación de este fin, de la misma manera que sabemos que el verano esta próximo cuando vemos las tiernas ramitas de los arboles brotar.
Nuestro Señor hace referencia al profeta Daniel y a la abominación de la desolación posicionada en el lugar santo: En el capítulo XII, ii, de sus profecías nos dice:

“Después del tiempo de la cesación del sacrificio perpetuo y del alzar de la abominación desoladora, habrá un mil doscientos noventa días”.

Si nos fijamos bien en lo que dice el profeta Daniel comprenderemos que hace referencia a que debe ser eliminado el sacrificio perpetuo, y al parece, referirse al Sacrificio de la Santa Misa.

En la implementación del concilio vaticano II podemos constatar la eliminación del Santo Sacrificio de la misa. Toda noción o referencia acerca de este sacrifico ha sido eliminado de todas sus ceremonias. Una mesa y banquete han reemplazado al altar y al sacrificio.

De esta manera, casi de un día para otro, el Sacrificio perpetuo fue eliminado, pero no completamente. Permaneció por lo menos un verdadero católico, sucesor de los apóstoles, que continuo ofreciendo este sacrificio, consecuentemente con el poder de comisionar a otros a continuar con este sacrificio. De esta manera el signo diabólico y terrible fue impedido para establecerse completamente.

Son los verdaderos Obispos y sacerdotes que continúan ofreciendo este sacrificio perpetuo, que detienen la mano furiosa de Dios.

Mientras que el Hijo de Dios se haga presente y sea elevado en el Santo Sacrificio del Altar como expiación por nuestros pecados y pida misericordia para nosotros a Dios Padre, continuaremos con vida.

Tan dramático como aparece el destino final de este mundo, detener esta fatalidad, descansa sobre los hombros de los pocos obispos y sacerdotes verdaderos, mientras continúen con la misión a ellos encomendada (ofrecer el sacrificio perpetuo), en un mundo sumergido en el mal y el pecado.

Después de la eliminación de este sacrificio, le sigue la abominación de la desolación posicionada en el lugar santo.

Hemos sido testigos como los templos católicos de todo el mundo se han transformado de ser la casa de Dios a la del hombre. Los tabernáculos, altares, reclinatorios y crucifijos, todos han sido eliminados y en los casos en los que los han reemplazado son una abominación de lo que estos fueron.

La casa de Dios llena de Su presencia en el Santo Sacrificio y su gracia abundante está ahora desolada. Esta vacía. “vanidad de vanidades todo es vanidad” al quitar a Dios para colocar al hombre contemplamos el vació y la nada de este. Esto lo podemos ver no sólo en las actividades externas de la Iglesia moderna sino de manera más remarcada en sus ceremonias y devociones.

Toda la adoración solida, con fundamento, verdadera y devoción ha sido eliminada. Existe mucho ruido, pompa y celebración, pero no es otra cosa que el repicar y sonar de metales, es un ruido sin ningún sentido.

Todo esto parece ser la preparación de la siguiente y mayor de todas las abominaciones. Fuimos testigos, primeramente, de la expulsión de Jesucristo, luego vimos la colocación de Hombre en Su lugar, parece lógico suponer que lo que sigue es, hace al hombre a un lado para colocar a Satanás para que públicamente sea honrado, adorado y alabado en estos lugar.

Este es el objetivo del anticristo ahora más que nunca, como lo ha sido siempre y en todo el tiempo a través de la historia.

Los demonios han ganado una gran cantidad de batallas sobre los hombres, sin embargo, la guerra aún no termina. La lucha continúa y nos guste o no, nuestras almas son el campo de batalla. Hay una guerra por nuestras almas, y el resultado de esta guerra ha sido puesto en nuestras propias almas. Nuestras manos débiles y nuestro corazón pecador han sido llamados para luchar el buen combate.

Reconociendo humildemente nuestra inhabilidad para juzgar y actuar correctamente, debemos acudir a Cristo (especialmente en la Santa Eucaristía) para que venga a nosotros con Su ayuda, y nos dé el valor y coraje para luchar varonilmente hasta el final.

No debemos permitir nunca que los demonios logren atormentar nuestra alma expulsando la gracia de Dios y aún más, no debemos permitir jamás que los demonios hagan su residencia en nuestra alma. Porque esto será verdaderamente la desolación posicionada en el lugar santo y esto significaría el final para nosotros aunque no del mundo entero.

En la lucha por la salvación de nuestra propia alma, en cierta manera luchamos también, por el mundo entero.

Aunque exista un número, muy reducido, que permanezca fiel; la desolación no será realizada. Es la gracia de Dios que viene a nosotros en el sacrificio perpetuo de la Santa Misa, que nutre y sostiene a esta minoría con vida y luchando.

El mundo llegará a su fin, lo que ha dicho Jesucristo sucederá, sin embargo no debemos convertirnos en parte del mal que lo esta ocasionando.

Nuestras vidas terminarán y en ese momento seremos juzgados, si Cristo es quien reina en nosotros o la abominación desoladora reina en nuestra alma.

La decisión sobre quien ha de reinar en nuestra alma está en nuestras manos; veamos y leamos claramente las señales mientras tengamos tiempo, para cambiar las cosas para nuestro bien y el mundo entero.

Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para preservar el Sacrificio perpetuo de la Santa Misa para dar la gracia a nuestra alma y calmar un poco la inminente ira de Dios.

Que así sea.