29 DE JULIO DE 2012
Queridos Hermanos:
Todo aquel que ha sido testigo de algún tipo de mal, inevitable, caído sobre algún ser querido, debido a sus propias acciones, puede entender la tristeza que acompaña a las lagrimas que derrama Nuestro Señor y que nos relata el Evangelio de Hoy.
Cuantos padres de familia han prevenido, orado y llorado al ver que sus hijos van por el camino incorrecto, la previsión que acompaña a la experiencia, de los hechos, con frecuencia es nula en la vida del mundo de hoy, especialmente sobre los jóvenes. Lo lamentable es que estas personas no ven ni entienden las medidas de prevención que se les señalan las consecuencias funestas y que incluso lloran por estas.
Cada uno de estos se engaña pretendiendo pensar que su situación es diferente. El demonio el mundo y las pasiones, nos engañan haciéndonos ver solo el presente ocultando nuestra mirada, a las casi inevitables consecuencias, de nuestras acciones.
Job, en su sabiduría ofreció muchos sacrificios, por el bienestar de sus hijos, por cualquier transgresión que hayan cometido, en su juventud. (Job 1:5).
Los padres que realmente entienden que nada manchado puede entrar en el Reino de los cielos, y son conscientes de las transgresiones de los jóvenes, sienten dolor muy dentro de su alma, sabiendo lo que les espera, y no sólo en este mundo sino, mucho más importante, les esperan grandes sufrimientos en la eternidad.
Si damos una mirada objetiva, en nuestro alrededor, podremos ver la miseria en que viven quienes sólo buscan placeres pasajeros. Los medios sociales, tablas, televisión virtual etc., nos dan una gran cantidad de ejemplos de vidas desperdiciadas por perseguir objetivos hedonistas, de sus pasiones presentes.
Existe una gran cantidad de personas extremadamente obesas no felices; “amantes” (adúlteros y fornicadores) con el corazón roto, otros que sufren graves consecuencias de salud, debido a las transgresiones que han ocasionado, con sus adiciones de todo tipo, que sólo atraen el dolor y el sufrimiento, y estamos hablando sólo del sufrimiento en esta vida.
Los sufrimientos de la eternidad son peores que cualquier dolor de esta, sin embargo rara vez son tomados en cuenta.
La inevitable destrucción de Jerusalén, hizo llorar a Jesucristo N. S. la inevitable perdida de tantas alma es realmente aterrador. Vemos, después de esto, donde pone nuestro señor Jesucristo la razón y culpa de todo esto. Entra al templo, expulsa a los prestamistas, predicando diariamente, indicando que el sacerdote y el templo han fallado, en el cumplimiento de su deber.
¿No es acaso, la obligación del sacerdote, pastor del rebaño de Jesucristo, considerar y ver los caminos equivocados que están siguiendo sus fieles, prevenirlos y hacer todo a su alcance para evitar caigan al abismo, y llevarlos por el camino correcto y estrecho?
¿Cuántos sacerdotes de Jesucristo han sido negligentes y descuidados, sin amor, a sus obligaciones, como pastores de este rebaño?
¿Cuántos han realmente llorado, verdaderamente orado y se han sacrificado, por sus ovejas?
Frecuentemente han más bien caído, al fango con sus ovejas y actuado como lobos rapaces, interesados únicamente en sus placeres más inmediatos.
No debemos detener nuestro examen sobre lo que ha hecho el clero y caídas de sus falsos sacerdotes, vayamos más allá, preguntemos a los padres, encargados del bienestar físico de sus hijos, y mucho más importante, su alma.
Aún si los sacerdotes y los mismos padres, están impedidos y limitados, para corregir, ya sea por la edad y madurez legal, la lay inmoral de la sociedad, o la insubordinación rebelde de los hijos, siempre tienen una lagrima, y sacrificios a ofrecer por la restauración y remedio de las transgresiones, de quienes aman.
Finalmente, debemos llegar a examinar nuestra propia conciencia, ya que todos y cada uno de nosotros hemos sido designados para encargarnos del cuidado de nuestra propia alma. Aunque nuestros padres, sacerdotes o cualquier otra autoridad sobre nosotros no cumpla su obligación. Dios nos ha dado inteligencia, conciencia y libre albedrio, que nos corrigen y sancionan. Esto deja a todos sin alguna excusa, por no tener cuidado, mirar hacia el futuro, y ver las consecuencias del mal que nos espera, para empezar a llorar de arrepentimiento, ofreciendo oraciones sin límite, acompañadas de sacrificios, para calmar la justicia de Dios y evitar la catástrofe que cuelgo sobre nuestras cabezas.
Veamos al futuro que le espera a quien vive en las transgresiones, oremos, lloremos y hagamos sacrificios en reparación no sólo por las faltas de quienes están bajo nuestro cuidado u obligación. Hagamos lo mismo por nuestra propia alma.
Seamos siempre agradecidos para quienes por amor u obligación, han de manera consciente o inconsciente, sufrido las penas de las lágrimas, oración y sacrificio por nosotros.
Sólo en la eternidad conoceremos las gracias merecidas por las lagrimas por los demás que hemos nosotros derramado. Es muy probable que las gracias que hemos recibido, sean mérito de alguna otra persona, estemos siempre agradecidos y hagamos lo mismo por los demás.
Así sea
Saturday, July 28, 2012
Saturday, July 21, 2012
DOMINGO OCTAVO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
22 DE JULIO DE 2012
Queridos Hermanos:
Somos todos, siervos de Dios. Todo lo que tenemos y todo lo que somos le pertenece a Él. Todas nuestras posesiones: cuerpo, alma, todo, es de Él. Somos sólo administradores, y se nos han dado para la custodia temporal de estos.
Al morir dejaremos de serlo. Debemos rendir cuentas de todo lo que se nos ha encomendado. No hay ninguna razón para no disfrutar de esta administración, aquí y ahora, para que al final de nuestra vida, recibamos la recompensa eterna del Cielo, por nuestra fidelidad y buena administración.
Jesucristo Nuestro Señor nos da la parábola de este día, para enseñarnos la prudencia y sabiduría. No debemos imitar al siervo injusto sino al prudente. El siervo de la parábola, ve hacia el futuro y hace los preparativos necesarios para lograr una mejor forma de vida para él.
Estamos destinados a rendir cuentas no sólo de los bienes materiales que hemos recibido, sino y algo más importante, los bienes espirituales.
¿Que hemos hecho con las miles de gracias que Dios ha puesto en nuestras manos?
¿Las gracia de nuestro bautismo, las hemos mantenido puras y sin mancha?
¿Las gracias que recibimos en una buena confesión, o aún más precioso, las gracias recibidas en la Sagrada Eucaristía?
Tantas gracias sacramentales!. Pero esto no es todo, cuantas inspiraciones nos ha mando Dios por medio de sus ministros, nuestro ángel guardia, nuestro santo patrón, incluso, nuestra propia conciencia.
Sabemos que habrá un juicio después d que dejemos este mundo, sin embargo, muchos de manera imprudente pretenden olvidarlo o bloquearlo de sus pensamientos. Pobres tontos, realmente. Su administración de bienes será quitado y no serán capaces de ayudarse a ellos mismos ni poder ayudar a los demás, ya que no ha hecho las abastecimientos necesarios.
Estas ´pobres almas serán despojadas de todo y arrojadas por toda la eternidad al Infierno. Ha tomado los atributos y los dones, de Dios, para beneficio personal.
Esta es una de las imitaciones diabólicas más débiles, ya que estos se creen ser, iguales a Dios. Mentiras de las proporciones más profundas. Todo lo bueno que se imaginan, viene de ellos, o debido a ellos y jamás se detienen a pensar o ni siquiera considerar la verdadera fuente de todos sus bienes- Dios.
Si debemos evitar este error tan terrible, debemos con frecuencia recordarnos a nosotros mismos que no somos señores, sino humildes e indignos siervos, que debemos rendir cuentas de todo. Todos nuestros bienes tanto materiales como espirituales nos han sido encomendados por Dios. Al mantener esto en mente, debemos prepararnos para este encuentro de rendición de cuentas o juicio final.
Tanto cuanto los hijos de este mundo de manera prudente se preparar para los avances mundiales, debemos hacer lo mismo nosotros pero en cuestiones espirituales. Es un comentario muy triste y lamentable el decir que los hijos del mundo son más astutos en sus caminos que los hijos de la Luz.
Con la gran cantidad de personas desempleadas, en nuestros días, vemos por doquier las promociones que invitan a la gente a mejorar su educación para asegurar un empleo o mejorar su posición en este, en el futuro.
Debemos, de igual manera, buscar mejorar y superar nuestra educación espiritual para que de manera más benéfica logremos nuestra salvación.
Debemos procurar conocer y amar a Dios cada vez más y más, para poder servirle en esta vida y así, asegurar para nosotros, la paz de nuestra conciencia ahora y el resto de la eternidad.
Todos y cada uno de nosotros somos pecadores, por lo tanto siervos injustos de Dios. Podemos redimirnos con la oración, la penitencia, las buenas obras y la caridad, y buscar ser mejores siervos cada día de nuestra vida. Debemos procurar hacer uso de todos los dones que Dios nos da, para este propósito.
El siervo bueno, no se preocupa de sí mismo, sino que emplea todo el tiempo en el bien y beneficio de su Señor.
Siempre está buscando la forma de hacer uso de todo lo que a él ha sido encomendado para ganar mayores beneficios y ventajas con Dios. Todo lo hace por el honor y gloria de Dios. Si hacemos y procuramos esto, cada día, lograremos la sabiduría que sobre pasará la prudencia del ciervo injusto, del que nos habla la parábola de hoy.
Que no se diga de nosotros que los hijos de este mundo son más sabios en sus caminos mundanos que nosotros en los caminos de Dios.
Así sea
Saturday, July 14, 2012
DOMINGO SÉPTIMO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
15 DE JULIO DE 2012
Queridos Hermanos:
Con mucha frecuencia, Nuestro Señor Jesucristo, nos ha dicho que podemos obtener todo lo que nosotros deseamos, por medio de la oración.
“Y todo cuanto con fe pidieras en la oración lo recibirás” (San Mateo 21:22) nos dice, además
“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” (San Mateo 7:7), reafirma esta promesa, además con un voto solemne:
“Amen, amen os digo, cualquier cosa que pidas al Padre en Mi nombre, Él os lo dará”
Sin embargo, nos damos cuenta, en la lectura, al final del Evangelio de Hoy, como si esto fuera una contradicción, a las promesas de que podemos obtener todo lo que deseamos, ya que nos dice:
“No todo aquel que Me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos”
Es decir que no todo el que haga oración llegará al Cielo. San Juan Crisóstomo, resuelve este dilema al decirnos que nadie llega al cielo sin la oración, sin embargo la sola oración, no es suficiente.
Estamos todos obligados a orar. Dios es nuestro Creador, Padre, Salvador, Santificador etc. Si tenemos la obligación de honrar a nuestro Padre terrenal, ¿Cuánto más debemos honrar a Dios? Los que no hacen oración rechazan esta obligación. Damos gracias a cada bienhechor de este mundo y creemos que es una obligación muy necesaria, así hacerlo, luego entonces, debemos hacer esto de manera mucho mayor para Dios.
Agregado a esto, es la necesidad de hacer peticiones. Al agradecer a Dios, lo reconocemos como la fuente de todo, luego, lógicamente debemos pedirle por nuestras necesidades en la oración.
¿No se sentirá Dios ofendido, cuando el hombre, que no pude ni siquiera respirar sin Él, sea demasiado orgulloso y repudie pedirle Sus gracias y bendiciones?
Esta obligación de la oración, presupone la creencia en Él, esperar en Él y amarlo. Quienes les falta la fe, esperanza y caridad no hacen oración y están, por lo tanto, condenados al fuego eterno.
Toda vez que la oración por sí sola, no es suficiente, debe estar acompañada de buenas obras. Todos y cada uno de nosotros somos pecadores, por lo tanto obligados a hacer penitencia. Mientras más pecados tenemos, ya sea en gravedad o frecuencia de estos, la mayor necesidad que tenemos de hacer penitencia. Y mayor y más constantes deben ser nuestras penitencias. “Si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis” (San Lucas 13:3).
Tengamos siempre en mente al Rey David, que pecó una vez y por el resto de su vida hizo penitencia. Hay de igual manera, en nuestro calendario, muchos penitentes, a quienes imitar y motivarnos para continuar en la penitencia, (San Pedro, Santa María Magdalena, Santa Margarita de Cortona etc.)
Debemos de igual manera guardar los mandamientos: “Si quieres entrar en el reino de los cielos, guarda los mandamientos” (San Mateo 19:17). Tal vez lo más importante es que debemos perseverar hasta el final. Perseverar no sólo en la oración, de igual manera perseverar en las buenas obras.
La oración y las obras se hacen uno solo y todo lo que hacemos lo hacemos por el amor de Dios, luego entonces todo lo que hacemos se ofrece a Dios en una oración. No sólo nuestras palabras y pensamientos, sino que nuestras acciones las acompañan y elevan al cielo como un dulce sacrificio, en la oración.
No debemos olvidar, claro está, nuestras obligaciones y compromisos de nuestro estado, de vida. El verdadero y completo cumplimiento de este es una oración cuando lo hacemos por el amor de Dios.
Nuestras obligaciones religiosas deben tomar el primer término, en nuestras prioridades y valores. Sólo quienes hacen la voluntad de Dios, entraran en el Reino de los Cielos. Es voluntad de Dios que todos hagamos oración, sin embargo, no es todo lo que debemos hacer.
Debemos amarlo, y si hacemos esto, podremos hacer oración a Él. Para buscar complacerlo en todo lo que hacemos. Buscando siempre hacer y cumplir Su palabra. Cumplir los Mandamientos y cumpliendo con todas nuestras obligaciones, tanto materiales como espirituales.
De esta manera nuestras oraciones serán escuchadas y algo, mucho más importante se abrirá el cielo para nosotros y no seremos condenados, como muchos otros que dicen “Señor, Señor” pero que sin embargo, serán lanzados al fuego eterno, porque sus oraciones no eran como sus obras.
Así sea.
Saturday, July 7, 2012
SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
8 DE JULIO DE 2012
Queridos Hermanos:
En el evangelio de hoy, somos testigos de la multiplicación de los panes y el pescado, realizado por nuestro Señor Jesucristo, para dar de comer al hambriento.
Jesucristo ha dado este poder a la Iglesia. La Iglesia Católica ha ejercido este poder, por el beneficio de Sus hijos, desde sus inicios. Consideremos una bendición en particular, que podemos marcar desde los tiempos Apostólicos. Todo católico está familiarizado con el uso del agua bendita, sin embargo con gran frecuencia, el simbolismo, significado y poder sacramental es ignorado u olvidado.
Cuando el sacerdote bendice el agua, porta una estola color morado. Se requiere en la estola que imprima en nosotros que es el sacerdote quien tiene el poder de bendecir. La Iglesia viste al sacerdote de este color porque es color de restauración. Vemos este mismo color, durante el tiempo de penitencia para imprimir en nosotros la dirección a la que estamos procurando haciendo penitencia- estamos dejando atrás, el pecado, el mundo, los demonios, nuestras pasiones etc. Para dirigirnos hacia la santidad y una nueva vida. En la bendición del agua, el sacerdote toma esta y la saca de los usos profanos y le da un nuevo uso.
Es necesario que el sacerdote bendiga la sal, antes de bendecir el agua, (a menos que ya haga sal bendita disponible). En la bendición de esta pronuncia un exorcismo, expulsando a todos los espíritus malignos, e impartiendo en la sal, el poder de expulsar los demonios. Los exorcistas, han de manera tradicional, usado la sal para expulsar a los demonios. Muchos de los modernos “casa fantasmas” y gente de esa camada, se han dado cuenta del poder de la sal bendita y han tratado de imitar su uso, con sal no bendita, para tratar de engañar a la gente, haciéndolos creer que también ellos pueden expulsar los demonios. No es la sal, en sí, que tiene el poder sobre los demonios que los mantiene a raya, sino más bien la bendición de la Iglesia que es sólo impartida por un sacerdote valido y verdadero.
Después del exorcismo sobre la sal, el sacerdote, realiza uno similar sobre el agua. Nuevamente toma el uso profano, cualquier influencia de los demonios dándole una nueva dirección y dedicación. El agua toma una nueva vida. Cuando ambos elementos (agua y sal) han sido exorcizados y bendecidos, se mezcla la sal con el agua. El sacerdote hace la señal de la cruz con la sal y la vacía sobre el agua. Cuando la bendición es completa, tenemos entonces, agua bendita.
Esta agua simboliza muchas cosas para los católicos, principalmente, el poder de limpiar los pecados, como en el sacramento del bautismo, así como también nos trae a la memoria la separación del Mar Rojo, el poder del agua en el Jordán, de limpiar la lepra, el agua que fue cambiada en vino, Etc. Hugo de San Víctor dice: “el agua significa, penitencia por los pecados cometidos; la sal prudencia para el futuro, y ambas unidas, cambian la amargura de la conciencia por dulzura de la misma.” Si nosotros como el Rey David, san Pedro, María Magdalena y muchos otros grandes penitentes, pasamos el resto de nuestra vida en penitencia, luego entonces la amargura de nuestra conciencia se hará dulce.
El sacerdote en la Misa solemne inicia el Asperges, bendice a la gente para que obtengan la gracia del reconocimiento sobrenatural de la contrición de sus pecados y para que recen con verdadera devoción. Esta es la razón por la que se coloca agua bendita en las iglesias, escuelas, hogares etc. Para que con frecuencia nos bendigamos y obtengamos la remisión de uno u otro pecado venial.
Santo Tomás de Aquino, nos dice los efectos del agua bendita en la remisión de los pecados: “me bendecirás con hisopos y quedaré limpio, me bañaras, y quedaré mas blanco que la nieve”.
El mismo efecto hacemos con el agua bendita, el de alejar los espíritus malignos. La vida de los santos está llena de muchos testimonios del poder del Agua Bendita, en su lucha contra los espíritus malignos.
El agua bendita por la bendición de la Iglesia, le es dado este poder y muchos más, que tomaría un libro completo para enumerar todos estos. En breve, el Agua Bendita limpia los pecados. Nos mueve a la contrición y a la vida de la gracia, es un arma poderosa contra las asechanzas del demonio, remedio en contra de las tentaciones, útil en la curación de enfermedades y liberación de muchos males y más aún ofrece consuelo y ayuda a las almas de los difuntos en el purgatorio, al ser bendecidos sus cuerpos y sepulturas.
Por lo tanto, debemos procurar tener siempre Agua Bendita, a nuestro alcance, ya que es mucho mejor que cualquier medicina, comida o mejor aún que cualquier moneda preciosa. Tengamos siempre en nuestro hogar agua bendita, para bendecirnos con frecuencia (no por costumbre sino por verdadera devoción).
Debemos bendecirnos nosotros a nuestros hijos y seres queridos, nuestro hogar y alimentos etc. Para que todos estos sean mejores, en servicio nuestro, ayudándonos a cumplir con nuestras obligaciones, de incrementar día con día nuestro servicio, conocimiento y amor de Dios
Así sea.
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