Saturday, October 3, 2009

FESTIVIDAD DE: SAN FRANCISCO DE ASIS

4 DE OCTUBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

San Francisco hizo suyas, las palabras del evangelio de hoy. El entendió las palabras, como todos los santos lo han hecho y como nosotros también debemos hacerlo:

“Porque suave es mi yugo, y ligero el peso mío”.

De alguna manera nosotros, o no confiamos en Dios o no tenemos fe, porque tememos y nos alejamos del yugo que Dios desea enviarnos. Estamos temerosos del peso que lo acompaña. ¿Por qué no creemos y confiamos en Jesucristo que nos dice que el yugo es dulce y alegría, y el peso ligero?

Mientras que nuestra vanidad, orgullo y egocentrismo nos dirijan, sólo encontraremos a todo nuestro alrededor, yugos pesados y difíciles de llevar. Buscamos siempre un camino fácil, liviano, olvidando que mientras que confiemos en nuestras propias fuerzas, siempre caeremos en algo peor de lo que queremos evitar.


Tales individuos jamás podrán conocer ni al Padre ni al Hijo. El Padre no puede revelar al Hijo, porque no seguirían ni escucharían Sus palabras. Y El Hijo, no puede revelar al Padre, por esta misma razón, no escucharían Su Palabra.

Existen muy pocos que realmente conocen a Dios, porque no son lo suficientemente humildes para que Dios se les manifieste tal y como Es. Existen muchos, sin embargo, que pretenden conocer a Dios porque encuentran algún tipo de ilusión personal al creerse buenos y sentir que aman a Dios.

Posiblemente tengan éxito en engañar al mundo a su alrededor, sin embargo, a Dios no lo engañan. Y si nosotros empezamos a fijarnos, con un mayor cuidado, nos daremos cuenta que seremos capaces de hacer a un lado los velos que cubren la gran decepción que los cobija.

Existen muy pocos que, creen realmente todo lo que Dios nos ha revelado, tanto de manera directa como a través de la Santa Madre Iglesia.

Existen muchos que proclaman conocer a Dios o “haberlo aceptado” y rechazan creer en El. Lo niegan es la Sagrada Hostia, aunque las mismas sagradas escrituras que citan, tienen a Jesucristo diciéndoles sin lugar a dudas: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. Rechazar a Dios en la Santa Eucaristía les obstaculiza el camino, para conocer al Padre o al Hijo, y muchos menos al Espíritu Santo.

Lo mismo aplica para quienes niegan la Divinidad de Jesucristo. Desconocen al Hijo, luego entonces no conocerán al Padre. De igual forma, quienes niegan la humanidad de Jesucristo, desconocen al verdadero Jesucristo, consecuentemente no conocen a Dios.
El Novus Ordo, debe ser nombrado bajo la lista de estos incrédulos, porque mientras que con sus labios, algunas veces reconocen a Jesucristo como presente en la Sagrada Eucaristía, sus acciones constantemente dicen lo contrario. La remoción del Tabernáculo, el altar, los ministros de la eucaristía, comunión en la mano, comunión colectiva del mismo cáliz; todo esto demuestra un gran menosprecio, luego entonces, incredulidad en Cristo y Su presencia real ante el altar.

Muchos han, en nuestros días, aceptado un punto de vista panteísta o pancristiano, de Dios. Los mal llamados cristianos “ven” a Dios en todo y en todos.

El orgullo y vanidad de la mayoría en el mundo de hoy los ha llevado ante un falso Jesucristo que los hace rechazar el yugo del Cristo Verdadero. Luego entonces no conocen a Dios y no pueden disfrutar ni conocer lo dulce y ligero que es el yugo de Jesucristo. Imaginan haber encontrado un camino fácil, sin embargo, encuentran que este camino termina en su destrucción y miseria eterna.

San Francisco se levantó y renunció a todas las vanidades y pretensiones de este mundo. Se convirtió en la burla de todos, en el tonto, por Jesucristo. Esta renuncia, a la vanidad y orgullo del mundo y su matrimonio con la santa humildad, le abrió la puerta para que pudiera conocer a Jesucristo, quien no sólo estuvo complacido con darse a conocer El mismo, sino que además se manifestaron Dios Padre y Dios espíritu Santo.

Así como San Francisco actúa por la fe, que se le hubo dado, al tomar de forma voluntaria, el dulce yugo y carga recibidos de Dios, más y más le fue revelado. Esto lo lleva a la unión mas intima con Jesucristo. Y más allá de encontrar este camino sinuoso, pesado y con sabor amargo, San Francisco nos declara con sus propias palabras y acciones que, vivía en un constante gozo.

Lo vemos como al hombre más feliz del mundo, constantemente cantando alabanzas a Dios, aún en las situaciones más difíciles.

Pidamos a san Francisco nos ayude a obtener la fe, esperanza y caridad, tomar el yugo que Dios nos ha mandado, para de esta manera, también llegar a conocer y probar la dulzura que se deriva de servir a Dios.

Así sea.