Saturday, September 12, 2009

DOMINGO 15to. DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

13 DE SEPTIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

En la epístola del día de hoy, San Pablo nos exhorta a que seamos compasivos y que no juzguemos severamente a los que han caído: “Hermanos: si alguno cayere en algún pecado, vosotros que sois espirituales, instruid a ese tal con espíritu de mansedumbre, considerando que tú mismo, puedes ser también tentado” frecuentemente escuchamos parafrasear este pensamiento en las palabras: “vivo por la gracia de Dios”

Cuando nos examinamos a nosotros mismos, podemos entender más fácilmente, porque no somos capaces de juzgar a los demás. Otro dicho popular de esta naturaleza es el de “El buen juez por su casa empieza”. Lo más saludable es, no compararnos con nuestro prójimo. Cuando hacemos esto, estamos inclinados de inmediato a la vana gloria y orgullo. Nos cegamos ante nuestras faltas y errores, mientras que nos convertimos en jueces escrupulosos con los demás.

Los superiores deben de observar y vigilar a sus sujetos, pero sólo bajo motivos de caridad. La experiencia e historia nos han demostrado que los superiores que son demasiado estrictos son sus sujetos frecuentemente sucumben ante los mismos males que reprochan. Dios permite esto para enseñarles a ser mas compasivos con quienes están a su cuidado.

San Pablo nos ofrece la instrucción más profunda, al indicarnos que, debemos corregir en espíritu de mansedumbre, teniendo siempre en mente que nosotros también podemos ser tentados. ¿Qué pecado ha cometido el hombre del que seamos inmunes? ¿Si fuéramos tentados como han sido ellos, abríamos nosotros, resistido? Tal vez hubiéramos sido más débiles y caído más bajo que estos.

Nos amonesta san Pablo al decirnos: “Por tanto, examine cada uno sus obras, y así tendrá la gloria sólo en sí, y no en otro.” Veamos quienes realmente somos en el espejo de nuestra alma. ¿Quiénes somos? ¿Qué hemos hecho? ¿Qué hemos dejado de hacer? ¿Qué y quien debemos ser? ¿Qué debimos haber hecho y dejado de hacer?

Esta es una de las razones por las cuales no debemos compararnos con nuestro prójimo para no caer en la vanidad y orgullo, si queremos compararnos con los demás empecemos por hacerlo pero con los santos. Que humildes nos volveríamos cuando veamos lo que han hecho y todo lo que han sufrido en comparación con lo poco que hemos sufrido y estamos dispuestos a soportar.

Cuando veamos las faltas y debilidades ajenas, traigamos a nuestra mente las palabras de San Pablo y seamos misericordiosos. No busquemos condenar y destruir, seamos como Jesucristo que busca perdonar y construir. Tengamos la misericordia de Jesucristo que, es tan maravillosamente ilustrada en el evangelio de hoy, cuando resucita al hijo único, de la viuda.

Por otro lado, Shakespeare nos ofrece una descripción de la verdadera misericordia que será útil imitar si queremos desarrollar esta virtud en nuestras vidas: “La calidad de la misericordia, no es forzada, cae como la suave lluvia del cielo, sobre la tierra. Bendice de manera doble, bendice a quien la da y bendice a quien la recibe”

Las suaves gotas de la lluvia son absorbidas por la tierra, mientas que las tormentas forman corrientes que pasan sobre la tierra dejándola nuevamente seca y árida como estaba. Por lo tanto una corrección gentil y suave puede ayudar más que la agresiva.

En algunas ocasiones nos parece que, cualquier cosa que digamos y hagamos no son suficientes para hacer cambiar de parece a los que amamos. Cuando esto sucede, pensemos que no perdemos nada, Dios conoce nuestra intención, sabe que hemos hecho el esfuerzo y seremos recompensados por ello.

Debemos recordar también, que perdonar y ser compasivo con los demás no significa que aprobamos el mal que hacen. Debemos también evitar toda señal que pueda ser interpretada como tal. La misericordia que mostremos, debe ser siempre en el espíritu y misericordia similar a la que Jesucristo mostro hacia los pecadores.
Las faltas de los demás son una oportunidad para nosotros para hacer el bien y ser agradecidos con Dios.

Nuestros enemigos y aún nuestros subordinados insubordinados nos hacen un gran bien al ofrecernos la oportunidad de perfeccionarnos en esta oportunidad que señala San Pablo, debemos imitar. Si verdaderamente creemos esto, veremos el gran beneficio que nos proporcionan nuestros enemigos y debemos estarles agradecidos. Pero, en esta gratitud somos también humillados al darnos cuenta de que, la oportunidad para nosotros de crecer en la virtud les ha costado mucho a ellos. Nos hemos beneficiado con su caída por lo tanto nos convertimos en sus deudores. Les debemos.

Por lo tanto, amonestemos no tan sólo como nos señala san Pablo, con mansedumbre, sino que además debemos pedir a Dios por ellos y ofrecerles toda la ayuda que esté a nuestro alcance.

Que así sea.