25 DE OCTUBRE DE 2009
Queridos Hermanos:
Jesucristo no es Rey de este mundo, sin embargo, debe ser Rey en este mundo.
Cuando escuchamos hablar sobre el Reino de Dios, tenemos la tendencia a pensar en un reino como los que hemos visto pasar a través de la historia. Recordemos que
Jesucristo no buscó establecer un reino de esta naturaleza, en este mundo; sabemos que el reino que Jesucristo desea establecer es el que gobierne sobre nuestro corazón, mente y voluntad.
En este Reino, no estaremos gobernados a la fuerza o bajo amenazas. Seremos gobernados por nuestra conciencia y el orden establecido por Dios. Este reino a que hacemos referencia es la Iglesia Católica. La cual aunque esta en este mundo no es de este mundo. Reino que está diseñado por Dios para durar por toda la eternidad. “el cielo y la tierra pasarán pero, mis palabras no pasarán”
Este reino que Jesucristo estableció con San Pedro a la cabeza, aunque este en este mundo, es realmente celestial y eterno. A El se le dieron las llaves del reino y todo lo que el atare será atado en el cielo y todo lo que el desatare será hecho igualmente en el cielo. De esta manera vemos la conexión o continuidad entre la Iglesia Católica y el Reino de los cielos.
Cristo es, por lo tanto, Rey de la Iglesia Católica, El es quien gobierna, y manda. Aunque ha establecido representantes visibles, permanece El mismo como Rey, quien da las órdenes y dice como cumplirlas. Por lo tanto decimos que, un papa, obispo o cualquier autoridad de esta naturaleza no puede hacer lo que se le ponga en gana. Por el contrario gobiernan, santifican y enseñan en nombre de Jesucristo Rey.
Las palabras, gobierno y enseñanzas de Jesucristo no están a discusión o debate, ni para ser reinterpretadas. Se nos han dado para obedecerlas exactamente como Jesucristo lo ha establecido. La palabra de Dios es verdad eterna, inmutable y sin cambio. Cualquier intento de modificar, negar o reinterpretar su significado es un acto de rebeldía en contra de Jesucristo Rey, es decir un acto, blasfemo y condenable.
Aunque de manera aparente, muchos en este mundo, parecen no recibir castigo por tal fechoría y blasfemia, tendrán que enfrentar las consecuencias en la eternidad.
Mientras consideramos este concepto, y revisando un poco la historia, especialmente el tiempo de la reforma protestante y el Novus Ordo, nos llenamos de temor y sorpresa al ver como esta maldad continua hasta nuestros días.
¿Cómo puede alguien, por tanto tiempo, revelarse contra tal Rey, además de ser Este un, Rey de Bondad? ¿Qué pide este Rey que es tan difícil realizar? ¿No son sus mandatos y decretos de lo más razonable y justo? ¿No son para nuestro bien y beneficio? ¿Cómo podemos ser tan tontos en continuar en tal rebelión y desobediencia? ¿Por qué buscamos constantemente crear un dios que se acomode a nuestros caprichos y fantasías? ¿Es muy difícil ser honesto y humillarnos ante Dios, para hacer todo lo que esté a nuestro alcance para unir nuestra voluntad con la Voluntad de Dios, en lugar de intentar que Dios haga nuestra voluntad?
No consideremos este Reino como cualquier reino mundano, que va y viene como algo histórico. Consideremos que este Reino es aquí y ahora y que durará por toda la eternidad.
Los Israelitas fueron castigados por desear un reino como el de las naciones a su alrededor. Dios les manifestó, las condiciones que impondría tal rey mundano y aún así insistían en recibirlo y hacer a un lado en rechazo al que Dios les estaba preparando.
Rechazaron a Dios mismo, no a los jueces y profetas que Dios les mandó.
Lo mismo sucede hoy en nuestros días, los líderes de las sectas y religiones falsas, han rechazado a Dios y han tomado Su lugar. Mientras que los verdaderos representantes de Dios, son rechazados por la mayoría, tal y como sucedió con Jesucristo. Al rechazar a los verdaderos obispos, están rechazando a la verdadera Iglesia luego entonces están rechazando a Jesucristo mismo.
Mantengamos nuestra posición con la verdad que no cambia nunca, la palabra de Jesucristo. Es preciso mantenernos fieles en Su reino en esta vida, para poder entrar al Reino Celestial de Su gloria eterna.
Que así sea.