6 de Diciembre de 2009
Los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Estas son las señales de la obra de la gracia de Dios a través de Su Hijo, nuestro salvador y Redentor, Jesucristo, quien además dice a Sus apóstoles que ellos realizarán mayores milagros.
El mundo se preguntará ¿qué puede ser mayor que esto? ¿Tal vez sea resucitar muertos? Esto lo hizo Jesucristo y quienes fueron por El envidos. No, tampoco este, es el mayor milagro, al que Cristo hacía referencia.
Evidentemente Jesucristo se estaba refiriendo a las cuestiones del alma. Sabemos bien que el alma es superior al cuerpo. Restaurar la vista, oído, movimiento y la vida misma a un cuerpo no es nada comparado con volver la vida al alma.
Algunos de los mayores milagros que Cristo realizó y continúa haciéndolo, hasta nuestros días, son los sacramentos. Los ministros de Jesucristo en nuestros días predican el Evangelio a toda persona, abren sus ojos a la luz de la fe, sus oídos para escuchar la voz de Dios y restaurar las mociones de la gracia al alma y restaurar la vida de esta, después de haber permanecido muerta por el pecado.
Cristo realizo todo esto y así lo hicieron sus discípulos y los verdaderos sucesores de estos. Jesucristo realizó ambos milagros, físicos y espirituales a la vista de todos, sin embargo, una gran mayoría se encontraba ciega para ver lo que sucedía a su alrededor. La mayoría decidió permanecer ciegos, sordos y mudos, lisiados y muertos, en lugar de vivir en Cristo.
Cuando predicamos la palabra de Dios a la gente, hoy día, nos enfrentamos a la incredulidad, a la obstinación. Esto es descorazonador, saber que tanta gente ama su miseria más que a su vida misma, salud y felicidad de la gracia.
Cuando nuestro señor ofreció a todos la vida eterna diciéndoles, “quien come mi cuerpo y bebe mi sangre tendrá vida eterna”, la mayoría dejo la seguirlo. Lo mismo podemos verlo hoy después de más de dos mil años, la mayoría sigue diciendo. “Esto es algo muy difícil de aceptar”, escogiendo rechazar a Jesucristo, Su gracia y la vida misma, en lugar de someter su entendimiento y voluntad a Dios.
Los hombres ya no tratan de ser como Dios, como lo hace la eterna tentación del demonio. Ahora quieren ser mayores que y estar encima de Él. Tratamos decir a Dios lo que debe hacer y como lo debe hacer, en lugar de someternos a Él.
Como podemos ver, de manera más clara, según pasan las épocas, el hombre es cada vez mas obstinado en sus pecados.
De esta manera muchos desean ignorar el plan de Salvación que Dios nos ha dejado, engañándose al pensar que a como dé lugar, obtendrán la felicidad eterna del Cielo.
Observan el camino estrecho que Nuestro Señor ha establecido y lo rechazan para seguir el camino fácil, no creyendo, que los ha de conducir al infierno; ven el camino empinado y montañoso, de la salvación y lo rechazan como algo demasiado difícil cambiándolo por la relativamente suave autopista al infierno, engañándose a sí mismos diciéndose que este también los llevará al Cielo, acusando a Dios de mentir y decidiendo finalmente seguir la voz del Demonio.
Estas pobres almas son y están realmente ciegas, sordas, lisiadas y muertas. ¿Qué se puede hacer por ellas? Podemos predicarles, amonestarles y orar por ellas pero, si ellas no quieren ver, escuchar o moverse, no existe ninguna esperanza. Si rechazan nuestros esfuerzos, no es a los ministros de Dios quienes están rechazando, sino que rechazan a Dios mismo.
Los sacramentos en su mayoría son para los vivos, se nos han dado dos para restaurar la vida del alma muerta por el pecado, el resto es sólo para nutrir quienes ya tienen vida del alma.
Tomemos ventaja de estos sacramentos, según nuestras necesidades de esta vida. Sólo los tontos permanecen en esta muerte cuando tienen, tales medios tan fáciles para vivir; sólo los tontos permanecen ciegos, cuando les es tan fácil ver, sordos cuando pueden escuchar.
Verdaderamente estamos rodeados de una gran cantidad de tontos, sin embargo, la cantidad, no es razón suficiente para seguirlos. La mayoría se perderá en el suave y maravillosamente pavimentado camino al infierno.
Las pocas almas perseverantes, verán las falacias del mundo y las rechazarán conforme tengan más cruces todos los días y varonilmente escalen el camino ríspido, angosto y empinado que conduce a la felicidad eterna. Estos son los que saben que han encontrado a Cristo porque han experimentado la obra de la gracia en sus almas y pueden ver aunque a la distancia que existe un gran tesoro esperándolos al final del camino, difícil de transitar.
Permanezcamos de entre los pocos hombres sabios en lugar de hacer equipo con la mayoría que sigue el camino de la decepción y que conduce al infierno.
Así sea.