Saturday, October 9, 2010

DOMINGO 20 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

10 DE OCTUBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

El día de hoy, somos nuevamente testigos, del gran milagro que nos relata el Evangelio para este día y es de notar que, tal vez haya algo tan importante en este y que frecuentemente es ignorado, como si fuera algo de poca importancia.

El Evangelio nos dice que, este hombre y todos los de su casa creyeron, se convirtieron.

No sólo creyó él, sino que llevó la fe y convirtió a todos sus familiares. No uno sino muchos más, encontraron la fe necesaria para la salvación, esto es una bendición mucho mayor a la vida, físicamente hablando, que se le da a un hijo.

Hay un dicho muy popular que dice que la manzana no cae lejos de su árbol. Es decir que, es de sabios considerar los efectos del ejemplo que damos a los niños. Hay muchos que dicen a estos: “hagan lo que digo no lo que hago”, estas no deberían ser palabras de un buen maestro, mucho menos de un buen padre; son palabras más apropiadas para un actor.

Los niños son por naturaleza imitadores y seguidores. El mayor y más natural ejemplo para ellos es el de sus padres. Cuando los padres de estos tienen y viven la verdadera fe, sus hijos son más inclinados, a de manera naturalmente, imitarlos.

Cuando los padres son buenos sus hijos tienden a ser mejores, y de igual manera son peores cuando sus padres lo son. Hay excepciones, sin lugar a dudas, pero son raros estos casos.

Debido a nuestra naturaleza caída estamos más inclinados a hacer el mal. El mal es el camino de menor resistencia y nuestra heredada naturaleza, acompañada de la flojera, nos orilla a tomar este sendero. Si los padres buscan y viven en la disciplina de sí mismos y su propia voluntad, serán mucho más exitosos a la hora de corregir a sus hijos y pedirles que hagan lo mismo.

Tenemos una gran cantidad de ejemplos de todo esto a que hacemos referencia, a través de la historia de la humanidad. Consideremos a Caín que mató a su hermano; vemos que la maldad de este hombre corrompió a toda su generación. Por otro lado, el hijo bueno de Adán, Set, dio origen a una raza buena y complaciente a Dios. En otra parte leemos que el joven Tobías, era virtuoso y bueno aún entre personas malignas, por tener un padre virtuoso. De igual forma, la hija adoptiva de Herodes, actuando a su máxima capacidad, cruelmente inhumana y no adecuado al comportamiento de una mujer, pide la cabeza de uno de los más grandes hombres que hayan existido en su tiempo, San Juan Bautista.

¿Qué inspiró, a esta criatura a mostrar tanto odio, sino la maldad de su madre Herodías, que estaba viviendo en pecado, (incesto, adulterio) con Herodes?

Tal vez el ejemplo más conocido por muchos es el caso del Rey David. Mientras él vivió correctamente y en justicia sus hijos hicieron lo mismo. Sin embargo, cuando pecó cometiendo asesinato y adulterio. Aunque se hubo arrepentido rápidamente vemos que el daño ya se había consumado en sus hijos.

Amón raptó y violó a su propia hermana Tamara, razón por la cual su hermano Absalón lo mando matar. Absalón se mostró rebelde contra su padre, y fue asesinado por manos de Joba. Adonis, otro hijo de David, conspiró de igual manera contra su padre e intento privarlo del gobierno cuando fue capturado como rebelde y sentenciado a muerte.

Estos ejemplos son principalmente de situaciones en las que se envuelven los padres, sin embargo, debemos todos empezar a ser responsables por el ejemplo que damos a los demás. Las jóvenes generaciones ven en las generaciones pasadas ejemplos a seguir, buscando alcanzarlas y superarlas o hacer más de lo que estas han hecho. Así como los padres desean que sus hijos hagan en esta vida, más de lo que estos pudieron, así los hijos desean superar a sus padres.

Lo trágico es que cuando los hijos ven la maldad de las generaciones anteriores a estos, no sólo buscan seguirlas sino superarlas de igual forma.

De esta manera vemos, que no fue suficiente para la generación de los sesentas ser rebeldes como lo fueron los hijos de los cincuentas; debieron superarlos. Y donde la primera, trazó su línea, la generación de los setenta sobre paso a esta y buscó superarla. Donde esta generación no se atrevió a pisar, la de los ochentas desesperadamente lo hizo suyo. Y así sucesivamente, cada generación se ha hecho peor que la anterior. Cada pecado y maldad construidos sobre el pecado y maldad anterior.

Ahora las generaciones más viejas se quedan boquiabiertas ante la incredulidad de tanta maldad que envuelve a la generación presente.

¿Cómo pueden matar a sus propios hijos, con el aborto?

¿Cómo pueden mutilar sus cuerpos con el piercing y los tatuajes?

¿Cómo pueden andar por las calles con sus ropas cayéndoseles, o exhibiendo sus cuerpos sin ninguna señal de pudor?

¿Cómo pueden vivir abiertamente en la fornicación y el adulterio? ¿No tienen vergüenza?

Ahora bien, reflexionemos un poco, lógicamente están siguiendo los pasos de la maldad, que se les ha mostrado.

¿Quién ha cometido el pecado más grave, el que pecó o quien le ha mostrado la forma y como hacerlo?

Hagamos nuestras las palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando dice:

“y al que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le hundieran en el fondo del mar”

Tal vez ha llegado el momento en que, todos nosotros nos arrepintamos, como lo hizo el Rey David, para tratar de disminuir el mal que hemos caudado a los demás. Hagamos a un lado y eliminemos, en nosotros, por completo el mal, por más insignificante que este parezca, para poder trasmitir sólo buenos y santos ejemplos, a las generaciones venideras para que sean mucho mejores que la generación presente.

Así sea.