21 DE DICIEMBRE 2008
Queridos Hermanos:
El tiempo se acerca. ¿estamos preparados? No para las fiestas y reuniones entre amigos, familiares o vecinos, ¿estamos listos para recibir a Dios? Nuestros hogares están limpios y decorados, la comida esta lista, los regalos envueltos o pronto lo estarán. Pero ¿Y nuestra alma? ¿Qué sucede con el Divino Huésped que desea visitarnos en esta época del año? ¿Estamos preparados?
San Juan al recibir la Palabra de Dios, fue por todo el Jordán Predicando el bautismo del arrepentimiento. Los Sacerdotes de Jesucristo hacen lo mismo, ahora. Ya no es un bautismo de arrepentimiento, sino un Sacramento, del Arrepentimiento que debemos recibir. Todo lo que significaba el bautismo del que nos habla san Juan esta contenido perfectamente en el bautismo de Penitencia. En este sacramentos nuestros pecados son realmente lavados y nuestra alma limpia.
Sin embargo, para que este sacramento surta verdadero efecto debemos lógicamente recibirlo. No debemos hacer esperar demasiado a este sacramento. Porque si Cristo viene y no estamos listos para recibirlo, Jesucristo acudirá a algún otro como lo hizo hace mas de dos mil años en el Portal de belén. No había lugar en las posadas, sólo encontró refugio entre los animales que evidentemente prefirió más que a las casas cubiertas de pecadores.
Debemos considerar que nuestro Señor prefirió el mal olor y el fango del establo que las casas de los pecadores. Pudo haber nacido en cualquier otro lugar sin embargo prefirió el ¡establo, en lugar de las casas de los seres humanos!
Digo esto porque nos enseña la maldad y podredumbre del pecado. Es lo mas repugnante que pueda existir. Dios siente rechazo por todo eso. Por lo menos los animales no podían pecar. Dios no permitirá nada manchado entrar en el reino de los Cielos.
Sin embargo, Dios vino a este mundo por el alma de los pecadores. Pero sólo aquellos que se han arrepentido y se han bautizado. Y sólo aquellos que se encuentren libres de pecado recibirán Su presencia. Razón por la cual debemos hacer nuestras las palabras de San Juan: “Preparad el camino del Señor: enderezad sus sendas: todo valle será terraplenado: todo monte y cerro, allanados; y los caminos torcidos serán enderezados, y los escabrosos igualados…”
El sacramento del arrepentimiento nos da las herramientas de las que San Juan nos dice deben realizarse en preparación a la venida del Señor. Si no hacemos esto, estaremos invariablemente perdiendo la oportunidad de recibir la visita del Divino Niño en esta navidad. Y todo será en vano.
Debemos asegurar no sólo recibir este sacramento, sino recibirlo bien. Porque para que este sacramento sea válido debemos tener un verdadero arrepentimiento debemos estar verdaderamente arrepentidos de nuestros pecados ya sea porque no queremos ir al infierno (contrición imperfecta) o porque hemos ofendido a Dios (contrición perfecta) y debemos estar determinados a enmendar nuestras vidas y hacer la reparación de las injurias o pérdidas que hemos ocasionado.
Cuando examinamos nuestra conciencia debemos buscar esos valles que necesitan reparación, debemos buscar nuestras dudas y falta de fe en nuestras vidas y empezar con la gracia de Dios, repararlas con la fe y la oración. Debemos buscar las montañas y cerros del orgullo y vanidad que hemos puesto en el camino hacia Cristo y terraplenados con actos de humildad. Debemos ver los caminos torcidos del engaño y la decepción en nuestras vidas para poder corregirlos y enderezarlos, debemos buscar los caminos áridos y pedregosos del odio y la impaciencia para empezar hacerlos suavecitos y transitables.
Hay tanto que hacer y tan poco tiempo para realizarlo que debeos empezar ahora mismo con la intención de hacernos merecedores de la visita de Nuestro Señor en nuestras almas de manera verdadera en esta Navidad.
Aún, si nos damos cuenta que existe poco tiempo para empezar a adornar nuestra alma con virtudes y gracias, antes de Su venida, Se encontrará contento al darse cuenta que hemos empezado ya con la limpieza interior de los vicios y pecados. Cristo no se incomodo con a tierra del establo, sino que más bien transformó este en el Cielo por su mera presencia. Puedo y hará lo mismo con nuestras almas. Cualquier pecado que hayamos cometido del que estemos arrepentido no será obstáculo para la gracias de Dios. Sólo los pecados que amamos y que no queremos eliminar de nuestras vidas serán obstáculo para que El venga a nosotros.
Dios ama transformar establos en Paraíso, ama transformar pecadores en santos; convertir las almas en verdaderos tabernáculos donde pueda habitar por siempre.
Preparemos nuestras almas para que no exista ninguna razón para que El no pueda entrar a nuestras vidas, cuando busque habitar en nuestros corazones.