Saturday, March 31, 2012

DOMINGO DE RAMOS

1 de abril de 2012

Queridos Hermanos:

Iniciamos el día de hoy, con una nota de alegría, para terminar en una situación lamentable. Vemos a Jesucristo entrar a Jerusalén como un Rey. Es bienvenido por las multitudes, para en un tiempo no muy prolongado, estas mismas personas griten por la sangre de Jesucristo.

Nuestro Señor Jesucristo, nuestro Rey es abandonado por casi todos con excepción de Su madre, un discípulo y algunas mujeres.

Dios no ha cambiado, sino que es el hombre que ha cambiado de actitud. Esto lo vemos suceder constantemente un y otra vez en nuestros días. Cuando todo va por buen camino estamos dispuestos a cantar las glorias de Dios, quien nos da todas estas bendiciones.

Una vez que nos manda algo que no está muy a nuestro acorde y forma de vida, estamos puestos de inmediato a rechazarlo y buscar en algún otro lugar por algún otro dios a nuestro gusto, que nos obedezca y sirva.

En nuestros pecados clamamos y gritamos, igual que en aquel entonces, "Crucifícale, crucifícale”

Que volubles, fríos e insensibles, somos. Ante la más mínima tentación estamos dispuestos a rechazar a Jesucristo y seguir a los demonios. Es la verdad, estemos de acuerdo en aceptarla o no, sino estamos con Cristo estamos en contra de Él. No hay mucho margen entre estos dos extremos. Nuestro Señor Jesucristo lo ha puesto bien claro, o estamos con ÉL o estamos en Su contra. Cada pecado mortal es abandonar a Cristo y unirnos a los demonios.

Las palmas benditas que sujetamos en nuestras manos es una forma simple de recordarnos nuestra inconsistencia. No son sólo los judíos los que honraban a Cristo como Rey y después exigían Su muerte, nosotros de igual forma somos culpables de esta rebelión con todos y cada uno de los pecados que cometemos.

No hemos sido otra cosa que meros “oportunistas”. Unas vez que nos enfrentamos a las cruces o momentos difíciles, estamos listos para abandonar a Jesús. Para unirnos a nuestras pasiones, al mundo y al demonio, sabedores de antemano que son mentirosos y nos están engañando, sin embargo, decidimos seguirlos y creer sus mentiras. Sabemos que Dios es todo amor, justo y santo, sin embargo decidimos rechazarlo.

Aún después de que muchos pecadores contemplan a Jesucristo sufriendo en la cruz, continúan rechazándolo. Nosotros, simples y tontos mortales, buscamos el paraíso aquí y ahora, cuando Jesucristo nos ofrece la recompensa eterna del cielo, lo rechazamos.

El mundo, el demonio y nuestras pasiones nos ofrecen el cielo del aquí y el ahora de toda la eternidad del infierno. Lo cual nos parece más llamativo por culpa de nuestro egoísmo y niñería.

Lo que es aún más sorprendente es que aún los mismos pecadores en base a la experiencia propia, sabedores de que estos tres enemigos, el demonio, el mundo y nuestras pasiones, siempre nos prometen el paraíso, para sólo darnos miseria, vergüenza, y el sufrimiento del aquí y el ahora.

De igual manera nuestra fe nos dice que estas serán sufrimientos que viviremos en este mundo y por toda la eternidad, en el infierno. Nuestros pecados están muy alejados de traernos paz y felicidad.

Dios, por otra parte nos ofrece el sufrimiento y las cruces del aquí y ahora “toma tu cruz diariamente y sígueme” y os garantiza que si hacemos eso, nos dará la vida eterna posteriormente, en el cielo.

Sabemos que Dios es la verdad, sin embargo, no le creemos y continuamos regresando a nuestros pecados como el perro a su vomito.

Con estas palmas benditas en nuestras manos, veámoslas y reflexionemos sobre nuestra superficialidad en la fe. Coloquémosla en nuestro hogar, en un lugar muy importante donde podamos verla y recordar que estamos aclamando a Jesucristo como a nuestro único y verdadero Rey. Debemos profesar seguirlo sólo a Él.

En cada momento que tengamos la desgracia de caer en pecado, volteemos a estas palmas benditas, con dolor y verdadero arrepentimiento, recordemos que hemos traicionado a nuestro Rey y Dios.

No hagamos a un lado o para después nuestro arrepentimiento, busquemos y regresemos a Dios de manera inmediata (el siempre está dispuesto a recibirnos) a través del sacramento de la penitencia y morir a nosotros mismo por ÉL, como lo ha hecho Él por nosotros. De esta manera podemos de manera verdadera esperar resucitar con Él al final de los tiempos.

Así sea.

Saturday, March 24, 2012

DOMINGO DE PASION

25 DE MARZO DE 2012

Queridos Hermanos:

El día de hoy, la Iglesia católica, toma una nueva actitud. Vemos los santos y demás objetos religiosos cubiertos, para recordarnos del sufrimiento inminente de nuestro Dios y salvador Jesucristo.

Leemos en las últimas líneas del evangelio de hoy que Jesucristo Nuestro Señor tuvo que esconderse de los judíos que estaban buscándolo para apedrearlo.

En algunas ocasiones, también nosotros, experimentamos esta aparente perdida de la presencia de Dios. El hombre toma algunas piedras para lanzárselas a Cristo cuando las cosas no van como ellos quisieran. En respuesta a esto, Dios retiene algunas gracias y si, efectivamente, se esconde de estos.

Pareciera extraño que, en lugar de despertar a estas personas y los motive a regresar a Dios, sólo reafirme su actitud egoísta y de rechazo hacia Dios.

Jesucristo, así como lo hizo en aquel entonces, nos hace la misma pregunta el día de hoy:

“¿Quién de vosotros me convencerá de pecado?

Pues si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis?

Quien es de Dios, oye la palabra de Dios. Por eso no la escucháis vosotros, porque no sois de Dios”

Las dificultades y, o las cruces en nuestra vida no son pruebas de los pecados de
Jesús, sino más bien de nuestros pecados. El mundo y desafortunadamente muchos “cristianos” encuentran culpa en Dios porque no les obedece o no hace lo que estos quieren. Suena algo infantil, egoísta y lamentable, pero es una realidad.

Jesucristo se esconde de tales almas, no porque se haya retirado El y Su gracia de estos, sino más bien porque estos se han cegado y separado de Su presencia.

Volvemos a decirlo, este pecado esta en nosotros, no en Jesucristo. No podemos ver o aceptar la verdad, porque en nuestros pecados, “no somos de Dios”. Esta ceguera de parte del pecador conlleva la obra de la gracia de Dios a un estrepitoso freno, al ser rechazados Dios y Su gracia.

Los pecadores de hoy son tan culpables como los judíos de que nos habla el evangelio. Nuestros pecados son la misma causa, para el rechazo de Jesucristo y Su crucifixión, los pecados de los hijos separados de Abraham.

¿Cuál es el remedio para nosotros? (el remedio para ellos ya ha caducado, ya que tuvieron la oportunidad de arrepentirse y ya han sido juzgados). Debemos, nosotros, empezar viendo las dificultades y cruces de esta vida no como un mal a evitar, sino más bien como valiosos regalos de Dios para ser acumulados y amados. Dios reprende a los que ama. Si tenemos algunas dificultades no es porque Dios no nos ama o nos ha olvidado, sino más bien porque nos ama.

Este concepto es muy difícil de reconocer por los hijos egocéntricos, sin embargo, es perfectamente claro para los honestos y buscadores objetivos de la verdad. El padre que verdaderamente ama a sus hijos, los amonesta, corrige y si, en ocasiones los castiga. Todo porque busca y desea lo mejor para estos. El padre que no ama verdaderamente a sus hijos los deja que hagan lo que quieran y no se preocupa por estos, más bien, evita su presencia.

Desafortunadamente, esto es considerado como “ser buenos padres” cuando en realidad es la ruina y destrucción de la familia y la sociedad.

El día de hoy se nos pide no alejarnos de Dios. Si no está a nuestro alcance, debemos buscarlo. No está muy alejado de nosotros y es fácil encontrarlo una vez que somos humildes y honestos.

Debemos, en primer lugar, aceptar nuestras caídas y faltas, con verdadera humildad para con verdadero arrepentimiento y dolor de nuestros pecados pedirle que nos perdone y regrese Su gracia y luz, una vez más.

Es posible que tengamos que acompañarlo al calvario, sin embargo, esto no debe detenernos, sino más bien llenarnos de valor. Para poder regocijarnos como los apóstoles que fueron dignos y merecedores de sufrir por nuestro señor Jesucristo.

Rechacemos todos nuestros pecados; aceptemos todas nuestras cruces, como algo bueno para nosotros, dadas a nosotros por un padre amoroso, invoquemos a Dios en todo lo que hacemos y en todo momento y ofrezcamos nuestra vida (alegrías y sufrimientos) a Jesucristo, conforme lo vayamos acompañando en Su sacrificio hacia nuestro Padre amoroso en el Cielo.

No está alejado de nosotros, si realmente rechazamos nuestros pecados y lo seguimos hacia donde a Él le plazca levarnos.

Así sea

Saturday, March 17, 2012

4to DOMINGO DE CUARESMA

18 DE MARZO DE 2011

Queridos Hermanos:

Vemos ya a distancia, en el evangelio de hoy, la preparación de la Sagrada Eucaristía, la Sucesión Apostólica y autoridad de la Iglesia.

Con la muerte de San Juan bautista, el periodo de la Ley y los profetas, han pasado. Las multitudes han ahora acudido a Jesucristo y lo han seguido a través del tiempo, y entre las poblaciones aledañas. Ya no espera la gente, nutrirse de la ley y los profetas. Ahora todo su alimento debe venir de la Iglesia Católica.

Los apóstoles han ya entendido sus posiciones en la Iglesia. Nuestro Señor Jesucristo les ha ya dicho como habrían de alimentar a las multitudes, que los han seguido.

Se dan cuenta que no hay comida suficiente, ni dinero para alimentarlos a todos. Y es ya tarde, para regresarlos a casa. Cristo Nuestro Señor, les dice que toca a ellos alimentar a las multitudes. Es de sus manos que deben recibir los nutrientes, no sólo espirituales sino, más importante, la alimentación y nutrición espiritual.

La abundancia de los fragmentos restantes, de las doce canastas, nos demuestran que los apóstoles tienen en su posesión una capacidad ilimitada de nutrientes espirituales para dar a la gente. Por lo tanto es la gente la que debe buscar este tipo de alimentos espirituales de las manos de los apóstoles y sus legítimos sucesores. Vemos en esto una de las marcas de la verdadera Iglesia, es decir que es Apostólica.

De la misma manera vemos el Sacramento de la Sagrada Eucaristía, simbolizada en las piezas de pan. El verdadero cuerpo de Cristo es multiplicado en la Sagrada Eucaristía, al grado que sin importar que tanto sea distribuido por el obispo y sus sacerdotes, siempre estará presente Cristo. Mientras haya verdaderos obispos, la Iglesia siempre permanecerá y existirá; el cuerpo de Cristo permanecerá con nosotros, en este mundo.

Ya no hay un pan vivo esperado por los profetas y la Ley antigua, ni tampoco están las poblaciones aledañas. El único lugar para encontrar el pan de vida verdadera, Jesucristo, es en la Iglesia que es: Una, Santa, Católica y Apostólica.

Al voltear a nuestro alrededor en este mundo, podemos ver que hay una gran variedad de lugares de culto. Por lo que con frecuencia, algunas almas, son tentadas en creer que pueden encontrar estos nutrientes de salvación y vida espiritual de su alma, en cualquiera, de estos.

Las sinagogas, mezquitas, templos, iglesias protestantes, modernistas y del Nuevo Orden. Son incapaces de dar este alimento a las almas hambrientas. Los verdaderos católicos que buscan el eterno, Cuerpo de Cristo, para alimentar sus almas, deben entrar una vez más en el desierto para encontrar a Cristo y Su iglesia.

Es, únicamente ahí, donde encontramos el verdadero alimento para nuestra alma. El número de obispos falsos y falsas religiones ha sido multiplicado muchas veces, por los demonios, con la intención de engañar aún a los mismos elegidos y privarlos de obtener la vida eterna. Por lo tanto no debemos buscarlos a ellos para nutrir nuestra alma, ya que no son pastores de almas, instituidos por Dios. Sino más bien lobos vestidos de ovejas con el fin de destruir el rebaño de Cristo.

Con la abundancia de distintos tipos de fe y sectas a nuestro alrededor es muy tentador para algunos de nosotros o bien seguir los caminos modernistas que creen que todos están bien y que no importa por cual decidirse o tomar el extremo opuesto, y no creer que ninguno esté en lo correcto y que todas las religiones son una farsa.

Nuevamente decimos que la virtud y la verdad no están en ninguno de estos extremos, sino más bien, en el centro de estas dos.

Hay una sucesión apostólica verdadera, que continua sosteniendo en sus manos, estas canastas de pan de vida eterna. Ambos, el pan de vida eterna de la Palabra de Dios, y el pan de vida eterna del Cuerpo de Cristo en la Sagrada Eucaristía.

Somos nosotros, los pocos que sostenemos aún esas canastas, quienes busquen en otro lugar terminaran en una gran hambruna, toda vez que es sólo en la verdadera Iglesia, que encontramos la alimentación para nuestras almas.

Así sea

Saturday, March 10, 2012

DOMINGO 3ro. DE CUARESMA

11 MARZO DE 2012

Queridos Hermanos:

“Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan”

Estas palabras de Nuestro Señor, ponen en perspectiva el resto de la lección que debemos aprender hoy.

Los demonios que han sido expulsados, no pueden regresar cuando y, donde la palabra de Dios se guarda. Pero si regresan (con siete mas y peores que estos) en las almas que no la guardan. Estas almas al ser tomadas y desocupadas de todo lo bueno, se adornaron con las cosas de este mundo, y no con la palabra de Dios. Las almas descuidadas de esta manera son presas fáciles de los demonios.

El demonio no puede expulsarse a si mismo porque no puede estar en su contra. Sería ilógico, su mundo se destruiría. Por lo que podemos claramente ver y entender que, es la palabra de Dios la que lo expulsa de donde se encuentre. Luego entonces, sólo los que posen la palabra de Dios pueden expulsarlos. Es verdad que los demonios no pueden hacer esto, ni pueden expulsar a otros demonios

La propiedad del hombre fuerte no puede ser tomada hasta que este, se haya rendido y no tenga la capacidad para defenderse. De esta misma manera, los demonios buscan atacar a los que tienen y guardan la palabra de Dios para ya sin esta, sean presas fáciles y poder tomar todo lo que esta persona posee. Por lo que el hombre fuerte, sólo lo es, cuando mantiene y cumple la palabra de Dios. Se vuelve débil y sin esperanza sin esta.

Hay muchas otras razones y ejemplos para que entendamos, que tan importante es guardan la palabra de Dios.

Los demonios están a todo nuestro alrededor buscando devorar nuestro corazón y tomar posesión de nuestra alma. Si la palabra de Dios no se guarda en estas almas, regresan con muchos más demonios para dañar así, a esta pobre alma; para convertirse esta en algo mucho peor, que cuando estaba poseída por un solo demonio.

Guardar la palabra de Dios es sinónimo de amar a Dios, se nos dice; “Quien me ama, guarda mi Palabra”, por lo que podemos buscar la seguridad que requerimos, amando a Dios. Mientras estemos en este mundo no podremos tener certeza de nuestro amor por Dios – nuestras debilidades contantemente nos humillan y nos recuerdan que tenemos mucho por hacer, antes de poder decir que verdaderamente queremos y amamos a Dios, con todo nuestro ser.

Si verdaderamente vamos a ser bienaventurados debemos buscar por todos los medios a nuestro alcance, amar a Dios, lo cual es claramente manifiesto al guardar Su palabra, si estamos siempre viviendo con humildad, obediencia y sumisión a la palabra de Dios, podemos decir que estamos creciendo constantemente en Su amor.

Sin embargo, este amor que se incrementa, no nos deslinda de las dificultades, pruebas y tribulaciones, pero, si previene la derrota final. Vemos como ejemplo la vida de Job que nos menciona el antiguo testamento. Donde Dios permite a los demonios atacarlo, sin embargo no se les permitió a estos demonios, tomar posesión de su alma. Esto lo debemos tener en cuenta y no sentirnos abandonados cuando nos enfrentemos a las dificultades de la vida diaria.

Es necesario que cada uno de nosotros tengamos una cruz diariamente, para que podamos sentirnos capaces de cargarla y seguir a Jesucristo. Mantener la palabra de Cristo nos pondrá en oposición con las costumbres de la sociedad, en la que vivimos, ocasionando grandes dificultades para quienes Lo aman, pero al final, se demostrará que realmente todo esto valió la pena.

Debemos procurar siempre, mantener con nosotros y no dejar que se aleje de nosotros, el amor de Dios ni Su palabra, entendiendo que si hacemos esto, será la única forma de mantener a los demonios alejados de nosotros. Podrán rondarnos y estar al acecho, pero no podrán tocarnos hasta que saquemos nosotros la palabra de Dios de nuestra vida, atacando con la vanidad y el orgullo, que nos pondrían en la situación de destruir todo lo que hemos bien hecho.

Así sea

Saturday, March 3, 2012

DOMINGO 2do. DE CUARESMA

4 MARZO DE 2012

Queridos Hermanos:

La semana pasada vimos como, Jesucristo en Su Humanidad es tentado por el demonio; el día de hoy lo vemos, en la montaña, Transfigurado en Su divinidad.

Se nos ha presentado en Sus dos naturalezas: Dios y hombre. No sólo se nos recuerdan las dos naturalezas de Jesucristo sino que además se nos hace énfasis en que debemos necesariamente recibir la penitencia y el sufrimiento antes de la gloria y el placer.

La estación de cuaresma, es tiempo de prueba y tribulación. Aunque es relativamente corta (una decima del año) representa básicamente nuestra vida aquí en la tierra. La cual, en este mundo es verdaderamente corto, cuando la comparamos con la eternidad.

La transfiguración, toda la gloria y la felicidad que le acompaña, están reservadas para la próxima vida. Se nos da sólo una probadita de vez en cuando para recordarnos nuestra recompensa y mantenernos enfocados en nuestra tarea de complacer a Dios, para poder pasar la eternidad con Él.

Sin embargo, antes de toda esta gloria debe existir la cruz. Debemos cargar con nuestras cruces y pasan por el calvario. Esta cruz no sólo es por el tiempo de cuaresma, sino en cada día de nuestra vida. Jesucristo nos invita a tomar diariamente nuestra cruz y seguirlo. Parece como un largo camino, pero verdaderamente la eternidad esta a la vuelta de la esquina, cuando la consideramos desde esta perspectiva.

Si pensamos en la alegría y gozo del cielo, la presente tiniebla y sufrimiento, sería insignificante. Esta es una de las razones por las cuales Nuestro Señor permite a tres de Sus Apóstoles ver esta Transfiguración.

Los apóstoles fueron fortalecidos para el sufrimiento y muerte que estaba ya próxima sobre Jesucristo, el Viernes Santo. Fortalecidos con esta experiencia de primera mano sobre la divinidad de Jesucristo, los prepara para poder atestiguar, posteriormente, las humillaciones, y muerte de Jesús.

Tal vez no los preservó de caer nuevamente, sin embargo, si fue una forma de hacerlos levantarse de sus errores y corregir sus caminos.

San Juan, por una parte, pasó sobre todo y permaneció al pie de la cruz, con amor profundo y devoción a Dios, mientras que san Pedro, al extremo opuesto, faltando, sin embargo recuperándose rápidamente. Cada uno de ellos nos deja una espléndida lección que aprender, independientemente de donde se encuentre nuestra fe en este momento.

Nuestro sufrimiento durante la cuaresma, con toda la abstinencia, ayuno, mortificación y penitencia es grandemente disminuida ante la vista de la Resurrección
Que están ya próximos.

Este conocimiento, que nos dice que el fin no está lejos, nos da el deseo de perseverar y continuar aún con mayor valor, voluntad y amor. Lo cual debe suceder de igual manera con nuestra vida diaria. Estamos en esta vida sólo por un momento.

Cuando el número designado para nosotros se cumpla, abandonaremos este valle de lágrimas para entrar a la alegría eterna del cielo. Si hemos perseverado hasta el final, amando a Dios, durante todo el sufrimiento y dolor del aquí y ahora.

Busquemos amar como lo hizo san Juan y jamás abandonar a nuestro señor, mientras estamos en este valle de lágrimas y tinieblas. Cuando necesitemos motivación y esperanza volteemos nuestra mirada a la gloriosa resurrección. Si fallamos, reconozcamos nuestra debilidad levantando nuestra mirada a Dios con lágrimas y verdadera contrición, con la resolución de vivir mejor buscando hacer todo lo que este de nuestra parte para reparar el daño que hemos causado.

De igual forma pidamos a san Pedro nos ayude a regresar al buen camino, de la gracia y verdadero amor por Jesucristo, buscando la penitencia en lugar de la comodidad. En reparación por nuestras transgresiones.

Con esta visión de la gloria y felicidad del cielo, consideremos de manera consiente nuestras obligaciones y compromisos aquí en esta vida. Que este tiempo de cuaresma nos sirva para hacer un examen de conciencia y hacer actos de reparación por nuestras culpas, por medio de la penitencia.

Debemos cumplir con nuestra obligación de confesar nuestros pecados y limpiarlos de la manera que mejor podamos, para poder de manera digna, recibir a Jesucristo en la Sagrada Eucaristía, de la Resurrección de nuestro señor.

Pero algo aún más importante, debemos hacer penitencia todos los días y cargar con nuestras cruces por el resto de nuestra vida, para que Él pueda recibirnos cuando dejemos este mundo.

Así sea.