Saturday, December 31, 2011

CIRCUNCICIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

1 DE ENERO DE 2012


Queridos Hermanos:


Iniciamos el año secular con el ritual en el que oficialmente se la da, el nombre a, Jesús. Este es el nombre que le habían dado los ángeles aún antes de nacer o ser concebido en el vientre de Su Santísima Madre, virgen.

Parece apropiado que siempre y en todo momento, como dice san Pablo, situemos en Santo Nombre de Jesús: “Todo lo que hagan en obras o palabras, hagan todo en nombre de nuestro señor Jesucristo, dando gracias a Dios Padre, por Él “(Col. 111,17)

San Juan Crisóstomo dice: “Si hacemos esto, no habrá ningún mal, nada impuro; al invocar el Santo Nombre, si comen, si beben, si obtienen nupcias, si salen de viaje, hagan todo en el Nombre de Jesús; es decir invocándolo para que los ayude, y una vez que han invocado a Él, todo lo que han hecho, entonces sí, dedicarse a realizarlas.

Si tienen que ocuparse de algún negocio, hacer esto con anterioridad. Por esta razón, también nosotros invocamos el nombre de nuestro Señor ante de cada epístola.

En cualquier asunto que este el nombre de nuestro Señor, tendrá este, buenos resultados.

Si el nombre de los cónsules está escrito en un documento para darle autenticidad, cuanto más el nombre de Jesús…

¿Comes? Dale gracias a Dios, antes y después de comer.

¿Duermes? Dale gracias a Dios antes y después.

¿Vas a reunirte con alguien? Has lo mismo, no como cosa mundana.

Has todo lo que hagas en el nombre del Señor y todo lo que hagas te traerá la felicidad. Donde este el nombre del señor, las cosas prosperarán. Si tiene el poder de expulsar los demonios, si puede aliviar las enfermedades, con mayor razón te ayudará en tus necesidades.”

Es en este espíritu en que Su iglesia y nosotros como sus hijos celebramos en año nuevo. Es nuestro deseo que todos inicien de esta manera el año, en el Nombre de Jesús. No sólo debemos empezar en este Nombre, sino continuar y concluir finalmente en Él.

Dediquemos este año y el resto de nuestra vida a Jesús, de esta manera viviremos bien, al cumplir el propósito de nuestra creación. El catecismo nos dice que hemos sido creados para conocer, amar y servir a Dios en este mundo para poder ser felices en el otro.

Con el nombre de Jesús al inicio y fin de nuestras propias acciones, dedicamos y ofrecemos todo lo que hacemos a Él. Cumplimos el mandamiento de servirle. En este servicio no podemos faltar en ver Su bondad y perfecciones para de esta manera unirnos más a Él, por amor, cada día más y más.

El crecimiento de este servicio y amor se unen al crecimiento de nuestro conocimiento de Dios, como uno de estos aspectos (conoce, ama y sirve) y se incrementa tanto uno, como lo hacen los demás.

Encontramos ese crecimiento fenomenal en todas las áreas en que es puesto, antes que todo, el Santo Nombre de Jesús, en todo lo que hacen. Hemos sido creados por Dios para Dios.

Es sólo al vivir nuestras vidas haciendo Su voluntad, que cumplimos nuestra razón y propósito de ser.

Quienes no buscan hacer la voluntad de Dios, no viven para lo que fueron creados, estas pobres almas no encuentran nada de valor en esta vida más que frustraciones y vacios.

San Agustín nos dice en sus “confesiones” que nuestro corazón no descansará hasta descansar en Dios. Quienes no viven para Dios son miserables ahora y lo serán por siempre en toda la eternidad a menos que se alejen del camino de destrucción y desobediencia.

Quienes sigan el plan simple puesto ante nosotros, el día de hoy, por nuestra Madre Iglesia, de poner el Nombre de Jesús ante todo, encontrarán la paz en todo lo que hacen ahora y mucho más importante, encontrarán la felicidad eterna en el cielo.

Así sea

Sunday, December 25, 2011

NACIMIENTO DE N. S. JESUCRISTO

25 DE DICIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

El evangelio de la tercera misa de este día, está tomado del evangelio de San Juan.

El mismo que usualmente se lee después de la Misa. Los otros evangelistas empiezan con “el nacimiento de Jesús, aquí en la tierra”. Sin embargo san Juan, abre un poco más esta visión. Nos lleva al inicio y nos muestra que Dios, Hijo, existe desde toda la creación. San Juan establece sin lugar a dudas que, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre.

La pregunta obvia, al considerar esta profunda humillación, del Creador, de ser una de sus creaturas, es sin duda: ¿Por qué?, ¿Por qué hizo eso, Dios?

El Hijo de Dios, se hizo Hijo del Hombre, para que el hombre pudiera ser hijo de Dios. Desde toda la eternidad Dios ha planeado ser uno como nosotros y elevar nuestro estatus, para de esta manera llegar a ser uno con Dios.

Antes de su nacimiento, el mundo se encontraba en una gran espera y anticipación, toda vez que el Cielo, se encontraba cerrado. Los profetas mantenían viva la esperanza, de la venida del Salvador.

Trágicamente la gente no estaba preparada, para reconocerlo y aceptarlo, cuando Él viniera. “Vino a los suyos y los suyos no lo reconocieron” pero quienes sí, lo recibieron, merecieron ser llamados hijos de Dios. El día de hoy sabemos que Cristo ha venido del Cielo y ha regresado al Cielo. De igual forma sabemos que Dios no nos ha abandonado completamente. Nos ha prometido estar con nosotros hasta la consumación de los tiempos. Es verdad que Dios está en todas partes, y por lo tanto no podemos escapar de Su presencia. Sabemos que hay una presencia más palpable, en la Sagrada Eucaristía.

Jesucristo permanece con nosotros en la verdadera Iglesia, sobre el altar, donde se oficia el verdadero Sacrificio de la Misa. De esta manera ha hecho posible, para todos nosotros cumplir Su mandato: A menos que coman la carne del Hijo del hombre… no tendrán vida en ustedes.

La humilde presencia de Dios en la tierra, en forma de creatura, continúa ahora, de una manera más humilde que antes. En las humilde forma del pan y del vino. Este es el resultado de hasta donde lo ha llevado, el amor de Dios, por nosotros. Ahora bien, lo que necesitamos considerar es, ¿qué tanto estamos dispuestos hacer para seguirlo y encontrarnos con Él? No sólo creemos en Él, sino que cumplimos Su palabra. ¿Comeremos de manera digna Su carne, para ser transformados y recibir una nueva vida?

Cristo nació en la carne para que nosotros pudiéramos nacer en el espíritu. Si lo recibimos de manera digna, nos ha prometido la vida eterna. Cuando ingresamos a la Iglesia, formamos parte del Cuerpo Místico de Jesucristo.

De la misma manera que Cristo al nacer, ha tomado nuestra carne, de la misma manera nosotros al renacer, nos convertimos en Su cuerpo. Si vivimos como es debido, podemos decir con san Pablo, ya no somos nosotros los que vivimos sino Jesucristo que vive en nosotros. Al recibirlo, nos transformamos en Él. Nos convertimos en uno con Cristo. Nos damos cuenta que debido a las humillaciones de Jesucristo hemos sido exaltados, debemos por lo tanto, estar agradecidos, por el gran don que hemos recibido.

El día de hoy, es realmente, un día de regocijo, de nuestra buena fortuna, pero al mismo tiempo, es ocasión para también estar avergonzados, de nosotros mismos. En la profundidad del pecado, el ser humano, no merece nada, sin embargo, Dios le ha dado nuevamente, la esperanza. Dios ha hecho tanto por nosotros y muy pocos respondemos de mane recíproca. Es realmente vergonzoso, admitir como católicos que, Jesús ha venido a nosotros, en la santa Misa. Tantas veces ha venido a los suyos y los suyos no lo recibieron. Muchos han reusado recibirlo, en la Santa Comunión, o lo han hecho de manera inmerecida.

Muchos han sido negligentes con Él, en el Tabernáculo. No comportándose de manera diferente, en la Iglesia, a cualquier otro lugar, como si no estuviera realmente presente. No es extraño que Dios haya permitido que la Iglesia y la Misa, hayan sido eclipsadas por tantos modernistas, en el Novus Ordo.

¡El vino a nosotros, pero nosotros no! Él ha querido juntarnos como la gallina a los pollitos. Desea alimentarnos con Su cuerpo. Desea ser uno con nosotros. Para que seamos uno con Él. Desea que lo amemos. Es ocasión para que también nosotros, en unión de San Francisco, lloremos porque, Jesús, El Amor, no es amado.

Aún, hoy día, es más importante reparar la falta de verdadera caridad en nosotros.

Es tiempo de regocijo, porque todavía está abierta la invitación, para quien desea aceptarla.

Asegurémonos que esta Navidad y siempre recibamos a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, en nuestro corazón y vida

Así sea.

Saturday, December 17, 2011

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

18 DE DICIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

Una vez más, escuchamos la invitación de San Juan Bautista, es tiempo de preparar nuestra alma para recibir a Jesucristo. Se nos invita hacer penitencia y arrepentirnos de nuestros pecados, para que Cristo pueda venir a nosotros.

El tiempo está ya próximo, día a día, se nos termina. No sabemos si tendremos una oportunidad el día de mañana, por lo tanto, debemos iniciar hoy mismo, en este preciso momento.

San Juan predica un bautismo de arrepentimiento, sus palabras tienen tanto valor para nosotros, como las tuvieron en aquel entonces, a quienes directamente se lo decía.

Debemos rechazar nuestros pecados y vicios y vestirnos de los frutos dignos de la Redención.

San Gregorio Nacianceno nos dice que hay varios tipos de bautizos:

“Moisés bautizó, en agua, en las nubes y en el mar, sin embargo, esto lo hizo figurativamente. San Juan También bautizó, no en el rito judío, no solamente en agua, sino que también en la remisión de los pecados; sin embargo, no en una total manera espiritual, porque no agregÓ, en espíritu; Jesucristo bautizó en el espíritu y esta es la perfección.

Hay un cuarto bautizo. Que es atraído por el martirio y sangre, en el cual Jesucristo, Él mismo, fue bautizado, el cual es más venerable que los demás, siempre y cuando no sea repetido por los otros de manera contagiosa. Pero hay todavía uno más, más laborioso, por lágrimas, con el cual David mojaba su lecho todas las noches, empapando su cama con lágrimas. (Salmo VI, 7)

En el bautizo morimos con todos nuestros pecados para que resucitemos limpios y triunfantes. El bautizo de San Juan no borraba los pecados, como lo hace el bautizo de la Iglesia instituido por Jesucristo. Fue un símbolo que señalaba lo que había por venir al igual que lo hizo Moisés. Aunque el primero era un poco más claro que este último, sin embargo, aún este, se quedaba corto de lo que Jesucristo nos ha dado.

Nosotros hemos recibido el bautizo que Jesucristo ha instituido en la Iglesia. Este es un regalo glorioso y grandioso que debemos de igual manera compartir y preservar.

Lo trágico como nos lo señala san Gregorio es que frecuentemente: “es ensuciado con el contagio repetitivo”

Sin embargo, no todo está perdido, ya que Dios al ver este terrible mal en nosotros, ha instituido el sacramento de la penitencia, para que limpiemos nuestra alma, nuevamente, después de haber sido contagiados por el pecado.

Estos días últimos de adviento, nos deben recordar que debemos hacer uso correcto y adecuado del tiempo que nos queda, para incrementar nuestra penitencia con mayor insistencia, como anticipación a la venida de Nuestro Señor Jesucristo, que está cada vez más cerca día con día.

Tal vez, algún día recibamos la bendición del bautizo de sangre para de esta manera asemejarnos más a nuestro Señor. Nosotros, como el buen ladrón, que colgaba de la cruz, a un costado de nuestro señor, logremos “robar el cielo”.

No debemos por ningún motivo desesperarnos, por tantos pecados cometidos, sino que siempre debemos estar dispuestos a levantarnos y arrepentirnos sinceramente. Buscando además y pidiendo a Dios Nuestro señor la perseverancia final.

Después de todo, es cómo terminemos, lo más importante.

Si no recibimos la gracia del martirio, podemos siempre, junto con el Rey David, seguir el camino de las lagrimas. El llanto es de igual forma una gracia de Dios, cuando es realizado en este espíritu, claro.

Se dice que Dios, no puede rechazar un corazón arrepentido. Estas lágrimas de contrición suavizan nuestro juicio. No debemos pensar que esto es algo que se hace una vez y ya todo ha terminado. Al contrario, San Gregorio nos dice que es un bautizo laborioso, “el Rey David, todas las noche mojaba su lecho con las lagrimas que derramaba” concluye.

Nunca podremos arrepentirnos lo suficiente por nuestros pecados, siempre habrá un pecado por el cual arrepentirnos. Este es un bautizo constante, porque es un constante morir a nosotros mismos. El bautizo de lágrimas sólo se detendrá cuando entremos a la alegría del cielo.

Escuchemos el llamado de San Juan y lavemos nuestros pecados con el sacramento de la penitencia, agregando además, el bautizo de las lagrimas de un verdadero arrepentimiento, con la esperanza y el deseo no sólo de un corazón arrepentido, sino de nuestra vida y sangre misma, al acompañar a Cristo en Su sacrificio.

El tiempo ya es corto y Ya viene, asegurémonos de estar siempre listos y preparados.

Que así sea.


Saturday, December 10, 2011

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

11 DE DICIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

El tercer domingo de Adviento, también se le conoce como “domingo de gaudete”, no sólo por la primera palabra del introito de la Misa de este día, sino que, más bien por el sentimiento que expresa.

Los mismos símbolos de alegría reemplazan el color triste de la penitencia. Los ornamentos son color rosa en lugar del morado.

El color morado no es color de sufrimiento; sino de penitencia. Este color simboliza la realeza, porque era el rey, quien debía recibir el martirio de su posición y ya que la nobleza obliga, era el rey quien ponía el ejemplo de la penitencia. Tal es, esta la razón por la que la santidad era más usual entre las posiciones más elevadas, que en las demás.

Razón por la que nuestra Santa Madre Iglesia, desea expresar esa alegría sobrenatural, que debe ser el resultado de la penitencia, cambiando del color morado al rosa.

Sin embargo, la alegría que surge de una conciencia pura, es rápidamente reemplazada, por la seriedad de la penitencia. Los breves momentos de gozo es el consuelo que nos motiva a continuar de pie en una vida de fe.

San Pablo dice a los fieles cristianos:

“Hermanos, regocijaos en el Señor, siempre: una vez más les digo, regocijaos”, siempre, nos dice san Pablo. No sólo por un breve momento, sino, todo el tiempo. Y agrega, este gozo debe estar centrado en “nuestro Señor”.

El corazón y mente del hombre no puede encontrar verdadera alegría en este mundo.

Aún las cosas buenas de esta vida, son limitadas. Ya que el gozo es el reflejo de una buena conciencia, sólo quienes están en esta situación pueden disfrutar de esta verdadera alegría, los que están cerca del señor nuestro Dios... el hombre pecador, esta tan alejado de Dios según se encuentra sumergido en sus pecados.

La modestia del cristiano debería ser visible a todos los hombres. El verdadero cristiano vive en este mundo, de una manera tal que su mera presencia habla de él y su virtud de la modestia. Toda la vida del cristiano debe ser vestida de esta virtud, la modestia.

San Ambrosio dice: “ el cuerpo debe ser adornado con naturalidad y sin modificaciones, con simplicidad, con negligencia más que con exagerado cuidado, sin vestimenta costosa y deslumbrante, con vestimenta simple y ordinaria, para que nada falte a la honestidad y a la necesidad, mientras que al mismo tiempo no se agregue nada para incrementar su belleza”.

Por lo que podemos deducir que existe la virtud y el vicio en la manera de vestir de las personas. Ciertamente, las cosas exteriores no constituyen en sí mismas la virtud o el vicio, sino en la persona que usa estas cosas de manera inmoderada.

La falta de moderación puede tomar uno o dos motivos. En primer lugar, se debe tomar en consideración la forma y costumbres de la gente del lugar donde uno vive: hay un dicho que dice que “cuando estés en Roma hacer lo que hacen los Romanos”

Sobre este punto san Agustín dice: “las ofensas que son contrarias a las costumbres de los hombres, deben ser evitadas, según la costumbre generalmente prevaleciente, para que lo que se haya acordado y confirmada por la costumbre o ley de cualquier ciudad o nación no sea violentada a los bajos placeres de cualquiera, ya sean ciudadano o extranjero ya que cualquier parte que no armonice con el todo, es ofensivo. (Confesiones 3,8).

En segundo lugar, también dice san Agustín, en relación al apego desordenado por las cosas materiales que usamos al tomar demasiado placer de estas, según la costumbre de entre quienes uno habita, o contrario a la costumbre:

“debemos evitar el placer excesivo en el uso de las cosas, no sólo porque llevan al abuso de estas costumbres, sino porque con frecuencia exceden sus límites, que aunque permanecen ocultos, sin el límite de una restricción moral, muestra sus deformidad y brote, de la manera más baja (sobre la doctrina cristiana 3, 12).

Quienes dedican demasiado tiempo a la forma como se visten, pueden ser clasificados en dos grupos. Quienes están, exageradamente inoportunos y quienes se van al extremo contrario. La ropa es el ornamento del cuerpo. Algunos se visten con excesiva preocupación y algunos sin importarle nada. Ambos ofenden a la modestia cristiana.

En relación a los primeros san Gregorio no dice: “Hay quienes piensan que la atención a la finura y vestimenta costosa, no es pecado. Por su puesto, si esto no fuera falta alguna, la palabra de Dios no diría de manera tan expresa, que el hombre rico que fue torturado en el infierno ha sido vestido de purpura y lienzo fino.

Nadie, en verdad, busca cuidad su apariencia de manera costosa, (mas allá de lo que pide su estado o posición) sino es por vanagloria. Y como si comprendiera la decadente sub cultura de nuestra sociedad actual, san Agustín agrega: “no solo el deslumbramiento y la pompa de las cosas externas, sino que también la tierra y la maleza del luto, debe estar sujeta a la ostentación, lo más peligroso es, el ser señuelo bajo el aspecto de servir a Dios”.

Ambos excesos y defectos desordenados son sujetos de la ostentación y por lo tanto, pecaminosos. Sobre todo, parece que el Cristiano debe resistir lo que el Papa Pio XII llamó: La tiranía de la moda”.

Así sea.



Saturday, December 3, 2011

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

4 DE DICIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

En el evangelio de hoy, nuestra santa Madre Iglesia, nos señala qué es lo que debemos buscar e identificar, para reconocer a Cristo Nuestro Señor.

Aunque veamos todas las cosas maravillosas que Cristo ha hecho y continua haciendo, debemos ser muy precavidos de no confundirlo con alguien más. De igual forma debemos tener cuidado de no hacer un Mesías o una religión según nuestras ideas.

“… bienaventurado es aquel que no se escandaliza en Mi”
Con frecuencia encontramos muy difíciles de cumplir, las cosas que Cristo nos manda.

En lugar de acomodarnos nosotros a Su voluntad, simplemente negamos que sea Dios quien está pidiendo o mandando tal o cual cosa. Si negamos a Cristo delante de los hombres, luego entonces Cristo nos negara a nosotros delante de Su Padre Celestial.

El mundo en el que nos encontramos ahora, está repleto de escándalos. El mayor de estos es no aceptar a Cristo en Sus propios términos y condiciones, sino que, están determinados en hacer un Cristo a sus necesidades y apetitos.

¿Cuántas religiones diferentes existen? Cada una de estas, crea un dios según sus deseos y caprichos.

Haciendo a un lado todas las sectas no cristianas, ¿cuántas religiones “cristianas” existen? Y lo que es más sorprendente es que todas ellas dicen “creemos en el mismo dios”. Es esto probablemente, lo más tonto, que se ha venido diciendo desde la venida de Cristo por primera vez a este mundo.

Pongamos algunos ejemplos: Cuando alguien quiere divorciarse, lo primero que hace, es recrear un Cristo de tal manera que, apruebe lo que está pidiendo. Se escandaliza en Cristo, quien dice: “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. Por lo que un nuevo mesías y una nueva religión deben formar, porque se escandalizan en Cristo. Nuevamente decimos, es una nueva religión, un nuevo dios, diferente.

Cuando alguien no está de acuerdo en que Cristo dio poder a Sus Apóstoles y a sus sucesores diciéndoles: “los pecados que perdonares serán perdonados y los que retengas serán retenidos”. ¿Qué es lo que estos individuos hacen? Nuevamente crean una religión y un dios que no les pide que acudan a la confesión.

Quienes tienen a Jesucristo en un ágape más que en un sacrificio, han de igual manera, creado un nuevo Cristo y una nueva religión según sus necesidades. Lo mismo hacen quienes nos quieren hacer creer que todas las religiones son iguales y no son más que diferentes formas de expresión del mismo dios, es decir que han creado una nueva religión y un nuevo dios. Se escandalizan en Cristo, en Su Iglesia y en Su doctrina.

Si existe alguna maldad o pasión que el hombre desea alcanzar, se crea una nueva religión y un dios nuevo, que permite y tolera sus acciones, porque se escandalizan en Cristo.

Tal vez, después de considerar por un momento, todo esto; tal vez si crean todos en el mismo dios – ¡Satanás!, quien no se preocupa por lo que la gente piense de él o como lo adoran. Mientras que el sea servido primero y Dios no.

Tal vez, mucha gente pensará estar sirviendo al mismo dios (Satanás). Sin embargo, el verdadero católico, sólo cree y adora al verdadero Jesucristo y Su Iglesia, católica.

El verdadero cristiano no es escandalizado en ninguna cosa de las que ha dicho o hecho, Cristo. No trata recrear a Cristo a su imagen y semejanza. El verdadero cristiano buscar imitar y acercarse cada vez más a Cristo Nuestro Señor

Así sea

Saturday, November 26, 2011

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO


27 DE NOVIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

Leímos, la semana pasada, sobre un evento aterrador, el fin del mundo, tal y como lo conocemos.

Hoy, sin embargo, buscamos la renovación de la tierra. Después de la destrucción y muerte, buscamos coa hinco la vida y la renovación. Cristo vendrá y renovara la faz de la tierra, como nos lo dice san Pablo, en la epístola de hoy. “la noche ha pasado y ya está amaneciendo…”

Tenemos razón para sentir miedo al ver que Dios es hecho a un lado y los espíritus del mal reinan casi de manera universal, sin embargo, con ese temor viene la esperanza para los que aman a Dios, porque todo sucede para beneficio de los que aman a Dios. Jesucristo regresará y pondrá todas las cosas en orden. El hombre maligno que en ocasiones caminaba con la mirada en alto y aparecía como poderoso e imponente, se esconderá bajo la cobardía temerosa deseando que las montañas caigan sobre él y lo escondan.

Por otro lado, el humilde que persevera en la fe y la esperanza de la recompensa de Dios, y sobre todo en la caridad, será capaz de levantarse y exigir sus derechos unido a Dios. Recordemos que quien se ensalcé será humillado y quien se humille será ensalzado.

No olvidemos que Cristo vendrá nuevamente. No sabemos ni el día ni la hora, sólo sabemos que vendrá. Se nos ha advertido de perseverar hasta el final, esperar, vigilar y orar. Somos todos prisioneros y esclavos en este mundo y debemos sufrir y morir. Si vamos aceptar estas humillaciones por el amor de Dios, seremos conscientes de estar siempre alerta.

Es muy tentador para el sirviente distraerse o perder todo cuidado, cosa que ya se nos ha advertido en múltiples ocasiones. Si mantenemos siempre en perspectiva la realidad que nos dice que Dios vendrá nuevamente y que sólo estará contento con nosotros si nos encuentra fieles y vigilantes. Debe encontrarnos con un corazón vigilante y amoroso ocupado en los asuntos que Él nos ha
encomendado, aun a pesar de que todo esto parezca trivial e insignificante.

No es lo que se nos ha encomendado hacer, lo que es importante para Dios, sino cómo lo hacemos. Nuestra disposición es mucho más importante que lo que hacemos. Lo que hacemos renegando y sin querer hacerlo no obtiene ningún mérito. Debemos hacer todo de manera gustosa por el amor de Dios, para que sea de algún valor.
Nos damos cuenta que el final está cada vez más cerca y que muchas almas siguen los caminos del mundo y los demonios. La tentación es mucho mayor, en seguir los lineamientos de este mundo. Mientas más nos asociamos con las cosas de ese mundo.

Mayor es la fuerza que ejerce sobre nosotros. Los demonios utilizan el mundo para incitar nuestras pasiones para desgastar y dejar minusválida nuestra naturaleza caída por el pecado.

Nuestra única opción es alejarnos por completo del mundo, demonio y nuestras pasiones. Son obscuridad y debemos dejar esta obscuridad y procurar la luz. Todas estas cosas nos engañan y hacen creer que estamos haciendo el bien y progresando.

Haciéndonos creer que estamos acercándonos más a nuestras pasiones de este mundo; sin embargo, es una mera ilusión. Cuando lo que realmente nos acarrean son dolor y sufrimiento. Ahora y por toda la eternidad. Tantos son los engañados que caminan verdaderamente orgullosos de tomar estos caminos del mal. Cuando Cristo regrese verán su error y serán humillados y aplastados de vergüenza, y no encontraran lugar para esconderse.


Los hijos de la luz, por otro lado, que son humillados y menospreciados por el mundo
(y demonios) viven como prisioneros y esclavos, tendrán cuando Cristo regrese, su justo valor y recompensa, serán como dice el evangelio de hoy: “mirar al cielo y elevad vuestro corazón porque vuestra redención esta próxima. Las lágrimas se convertirán en gozo. Serán incluso lágrimas de alegría, ya que son compartidas con el amor de Dios.

Las lágrimas son derramadas de manera voluntaria sabiendo por la fe que Dios, recompensará hasta el más mínimo esfuerzo que se hace por amor a Él. Con esto en mente, nuestro estado de prisioneros y esclavos deja de ser miserable o carga pesada, al convertirse en algo placentero al ser hecho por el amor de Dios, y caridad, la cual no sólo cubre multitud de pecados. Sino que hace más ligera nuestra estancia y permanencia en este mundo.

Al iniciar nuestra preparación para navidad con la oración y la penitencia, no seamos, sino más con un corazón alegre abracemos nuestra cruz por el amor de ÉL y mantener nuestra alma buscando siempre y en todo momento el tan esperado regreso glorioso

Así sea

Saturday, November 19, 2011

DOMINGO 23° (ÚLTIMO) DESPUÉS DE PENTECOSTES

20 DE NOVIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

Nuestra santa madre, La Iglesia católica, quiere que reflexionemos, sobre el fin de este mundo, tal y como lo conocemos (en ocasión del domingo último del año litúrgico).

En el evangelio se nos indican las señales que debemos buscar a nuestro alrededor para identificarlos. Una de las más aterradoras manifestaciones, es la profecía de Daniel que nos dice:

“La abominación de la desolación tomará posesión del lugar santo”.

Nos hemos preguntado y considerado en múltiples ocasiones que es lo que esto significa, concluyendo una y otra vez en lo mismo. Es decir, la destrucción del Santo Sacrificio de la Misa.

Encontramos en las notas de los comentarios de la biblia, versión Douay Rheims Haydock: “la abominación de la desolación… será plenamente completa por el Anticristo y sus precursores, cuando traten de abolir el santo sacrificio de la misa. San Hipólito, en su tratado sobre el anticristo, mencionado por Eusebio y san Jerónimo, así escribieron:

“la Iglesia, se lamentará con gran dolor porque ya no habrá oblación, ni incensación, ni adoración agradable a Dios… En esos días la liturgia (la misa); será escasa, los salmos cesaran, la lectura de las Sagradas Escrituras dejara de escucharse”

EL Profeta Daniel (12:11) calcula el reinado del Anticristo, desde el momento en que el sacrificio diario sea removido, el cual, por los comentaristas fiables, se entiende el sacrificio de la Misa, el cual será su prioridad del anticristo, suprimir”.

El lugar más santo sobre la tierra debe ser donde Jesucristo se hace presente y reside –sobre los altares de la Iglesia católica verdadera-. El santo de los santos, no es sólo un lugar, sino cada tabernáculo en el santuario de cada iglesia verdadera, en todo el mundo.

La Misa es el sacrificio diario y el sacrificio del calvario pero, sin sangre. El cual se ofrece en este Santo de los Santos.

Jesucristo Nuestro Señor verdaderamente reside en estos tabernáculos en cuerpo y alma.

Hemos sido testigos en nuestros días del proceso gradual y metódico para remplazar a Jesucristo Nuestro Señor de los altares y tabernáculos, por una verdadera abominación.

Los tabernáculos fueron removidos, una mesa se colocó en el lugar del altar, un ágape sustituyo al sacrificio, el humanismo ocupó el lugar del culto divino, “ministros, moderadores, presentadores, o lideres”, remplazó al sacerdote del sacrificio. Además de los laicos y las mujeres que invadieron los santuarios, convirtiéndose en espíritus del mal. Lo que una vez fue sagrado, se convirtió en común y profano. Han ocupado muchas de estos lugares que fueron, sólo para Dios.

Existe casi y por completa la abominación. La destrucción no es total porque Dios – en Su misericordia – ha visto que es adecuado proveernos con un número reducido de obispo y sacerdotes quienes han colocado humildes santuarios como los que teníamos en el pasado, sin embargo que no son menores y son igualmente santuarios donde Jesucristo Nuestro Señor se hace presente en el Santo Sacrificio de la Misa, lugar donde Dios hace Su morada tras la apariencia de pan, en todos y cada uno de nuestros tabernáculos.

Aunque estos pocos sacerdotes y santuarios continúan, y detienen de manera temporal el final inevitable, el tiempo es verdaderamente reducido y día a día el mundo se aleja cada vez mas de Dios y Sus clérigos y santuarios.

Se nos ha dado la oportunidad, el día de hoy nuevamente, para que reflexionemos sobre este fin inevitable, y para no caer en la desesperación sin esperanza, sino más bien para que eliminemos el letargo y carroña de este mundo y buscar con todo nuestro ser, obtener e incrementar nuestro amor por Dios, día con día. Es nuestro amor por Dios que nos inspira el amor por Su Iglesia, los sacramentos y Su palabra, pero mucho más importante SU presencia real y sacrificio en la verdadera Misa.

Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para motivar y de manera valiente apoyar estos esfuerzos con la oración, sacrificios y ofrendas, buscando nunca perder el Santo de los Santos o permitir que sea por completo eliminado por el anticristo.

Cuidemos, el santuario, no sólo físico (ladrillos y cemento) sino de manera especial los santuarios espirituales, nuestro cuerpo y alma, para que seamos verdaderamente, templos de Dios.

Si todo lo demás se pierde, no perdamos nunca nuestra fe y confianza especialmente en nuestro amor por Dios. De esta manera, mientras permanezcamos en este mundo, Jesucristo encontrara refugio, santuario, en nosotros.

Así sea

Saturday, November 12, 2011

DOMINGO 22 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

13 DE NOVIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

“Dar al Cesar lo que es del Cesar y, a Dios, lo que es de Dios”

Con facilidad podemos ver la inscripción de la imagen en la moneda de aquel entonces y uso diario, sin embargo, no nos es fácil muchas veces, ver la inscripción que es puesta en nuestro cuerpo y alma. Nuestro catecismo nos informa que somos creados a la imagen y semejanza de Dios. Basados en esto debemos ver, nosotros mismos, la necesidad de regresar a Dios. Sumado a esto, están las gracias que hemos recibido en nuestro bautismo y los demás sacramentos. Nuestra alma ha sido limpiada y purificada y la imagen indestructible de Dios, ha sido incrustada en ella.

Somos templos del Espíritu Santo y marcados con la imagen de Dios. No puede haber ni ser más claro que, somos y pertenecemos a Dios y que consecuentemente, debemos regresar a Él.

Los diezmos en dinero, animales, hierbas etc. Es sólo la sustitución de los dones que Dios nos pide. Dios pide la ofrenda de los primeros frutos de nuestro trabajo, desde el principio. El diezmo toma nuestro lugar, esta es la razón por la que debe ser de nuestra primer cosecha, debe ser, consecuentemente lo mejor que podemos ofrecer.

Cuando los Israelitas se separan de Egipto, vemos entre muchas otras plagas, la que afectaba a los primogénitos. Los Israelitas entendieron que el primer fruto de sus labores y de su linaje le pertenece a Dios. En lugar de pedir a cada familia el primogénito, Dios acepta una familia dedicada completamente a ÉL, la tribu de Levy, Dios acepta esta familia de sacerdotes como la ofrenda de los demás.

Ya no tenemos el sacerdocio hereditario, sino uno más perfecto, en el que Dios llama de manera voluntaria a quienes a Él, place para que, se ofrezcan a darle honor y gloria y por beneficio de los demás. Aparte de esto se encuentra el sacrificio de todos los religiosos, tanto hombres como mujeres. Estas personas se ofrecen a sí mismos por el bien de los demás. Rezan los salmos todos los días, ofreciendo las oraciones que el mundo le debe a Dios. Estos son los que se entregan completamente por el plan original de Dios – ofreciéndose a sí mismos y todo lo que tienen por Él. Portan por dentro y por fuera de su cuerpo y alma la imagen de Dios, y toda su vida es dedicada completamente a Dios.

Los sacerdotes y religiosos, también se han convertido en la ofrenda por el resto de la humanidad. Representan el diezmo del resto de los hombres – el primer y mejor fruto que se puede ofrecer.

Sin embargo, es lamentable el estado de cosas en el que nos encontramos en nuestros días. Existen muy pocos verdaderos sacerdotes y religiosos. Por lo que el ofrecimiento a Dios es mucho más reducido al plan original de Dios, el primer fruto o el diez por ciento de nuestro trabajo.

Este es nuestro compromiso y deuda que tenemos con Dios y nos daremos cuenta que, hasta que lo saldemos podremos ser aceptados por Dios.

Nuestra ofrenda (si en alguna ocasión la hacemos) no es lo mejor que tenemos. Hemos tomado lo mejor para nosotros y el mundo y hemos dado lo que nos sobra a Dios.

Frecuentemente escuchamos comentarios que aluden a que una vida se ha perdido, en los religiosos, que se ha encomendado a Dios, pudiendo hacer tanto bien y en beneficio del mundo. Cuando lo que de verdad nos debería preocupar es que, cuantos han desperdiciados sus talentos en este mundo, cuando pudieran hacer mucho y más bien, por su prójimo, el honor y gloria de Dios, en el claustro de los conventos.

Muchos sacerdotes y religiosos han olvidado que su primera obligación y responsabilidad es Dios y, su ofrenda es en primer lugar para Él. Han decido servir primero a los demás hombres y se han hecho “humanistas” en lugar de santos y ofrendas aceptable a Dios, en beneficio de su prójimo.

Pidamos a Dios por verdaderas vocaciones para el sacerdocio y la vida religiosa.

Pidamos para que los que han sido llamados se hagan verdaderamente santos, complacientes y aceptables a Dios. Ayudemos a estos religiosos tanto física como espiritual, porque han voluntariamente decidió ofrecerse a sí mismos por el amor de Dios.

Motivemos y apoyemos a lo mejor de nuestros jóvenes, para que decidan entregarse a Dios, en lugar de al mundo, sólo de esta manera nuestra ofrenda será aceptable.

Sin embargo, debemos de igual forma pertenecer a Dios, sabiendo que los sacerdotes y religiosos nos ofrecen la oportunidad de pagar el diezmo de lo que tenemos.

Esta ofrende en nuestro nombre es aceptada por Dios, al pedir por y en unión de estos hombres y mujeres, religiosos y sacerdotes que se dedican a Dios y cumplen con sus obligaciones.

Así sea.

Saturday, November 5, 2011

DOMINGO 21° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

6 DE NOVIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

La parábola que nos dice hoy Nuestro Señor Jesucristo es para recordarnos la existencia del Infierno. El siervo que no tuvo compasión por su sirviente (después de haber recibido mucho de su Señor) fue entregado a la tortura hasta que pago su última deuda. Mientras que este hombre está en prisión y siendo torturado no tiene ninguna posibilidad de generar algún ingreso y por lo tanto, no tiene forma de pagar su deuda, luego entonces no puede ser puesto en libertad.

Quienes están condenados al Infierno y ser torturados tampoco serán liberados, ya que no pueden merecer ni recibir nada más que, sufrimiento en el mismo Infierno.

Es una cosa muy aterradora caer en prisión, en este mundo, sin embargo esto no se compara con la prisión eterna del Infierno. La prisión temporal termina algún día, ya sea con la libertad o la muerte. En el infierno no hay salida ni libertad ni muerte, para poder escapar de sus horrores.

Todo pecador es un siervo en deuda. Y todos lo somos, si consideramos nuestro catecismo que nos dice que fuimos creados para: “Conocer, amar y SERVIR a Dios, en este mundo” si logramos hacer esto, seremos recibidos en el Reino de los Cielos. El pecador sin embargo, es un siervo infiel. El pecador toma las cosas de Dios y hace mal uso de estas, es decir que, de alguna manera usa y abusa de lo que es sólo de Dios, en otras palabras le está robando a Dios.

Pongamos un ejemplo:

Quien vive en el Orgullo, raíz de todos los pecados, quita a Dios el honor y la gloria que le pertenecen sólo a Él y se lo atribuye a sí mismo. Como pecadores nos hemos convertido en ladrones – robando lo que le pertenece sólo a Dios. Nuestra posición de siervos no es excusa para nuestras acciones ni las condona de ninguna manera, por el contrario, somos sirvientes y se no ha encargado mucho, haciéndonos responsables directos de lo que sucede. A quien mucho se le ha dado mucho se le ha de exigir.

Si podríamos contabilizar nuestros pecados y ofensas en contra de Dios, pronto nos daremos cuenta que estamos más endeudados que el siervo infiel del que nos habla la parábola de hoy.

Sin embargo, no se ha perdido toda esperanza. Si con toda confianza y humildad confesamos nuestros pecados y faltas, al ministro de Dios con la firme resolución de, ayudados con la gracia de Dios, ser mejores. Dios siempre está dispuesto a perdonarnos todo. Es una gran experiencia y belleza el recibir este consuelo y perdón. Palabras hacen falta para expresar este gran alivio. Sólo quienes lo han experimentado pueden entenderlo.

Se nos ha ordenado amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Así como estamos en deuda con Dios lo estamos con nuestro prójimo. Y de la misma manera como Dios ha sido misericordioso con nosotros y está listo y dispuesto a perdonarnos siempre.

Cuando nuestro prójimo pida nuestro perdón debemos estar con la misma disposición de perdonar como Dios lo hace con nosotros.

Es realmente verdadero que, dando es como recibimos. Cuando estamos en la posición de poder dar y ayudar a alguien más, estamos en cierta manera, en posición similar a Dios. Estamos de manera más cercana y similar a Él. Sin embargo, debemos ser precavidos a cada momento que nos acercamos más y más a Dios y sus perfecciones, ya que existe el mismo peligro de pasar al otro extremo y convertirnos en orgullosos e injustos y/o vanidosos, al querer tomar la posición de Dios. Se nos ha dicho que debemos buscar y ser como Dios, mas sin embargo, no debemos olvidar nunca que no somos dioses.

Mientras permanezcamos humildes y con un corazón amoroso por Dios, y una verdadera caridad por nuestro prójimo, nos acercamos más a Dios y recibimos mayores gracias. Dios tiene tesoros infinitos y esta siempre dispuesto a compartirlos con nosotros siempre y cuando nos conservemos como siervos fieles y buenos. Mientras más ayudemos y hagamos el bien a nuestro prójimo, Dios de la misma manera nos recompensará infinitamente con mayores dones.

En lugar de reducir drásticamente lo que tenemos, cuando perdonamos las deudas y ayudamos a nuestro prójimo, realmente incrementamos nuestros tesoros al ser recompensados infinitamente por lo que hacemos, a nuestro prójimo, por amor de Dios.

Así sea

Saturday, October 29, 2011

FESTIVIDAD DE CRISTO REY

30 DE OCTUBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

Jesucristo Nuestro Señor es ambos, nuestro Rey y nuestro Dios. Vemos hoy día, a los gobernantes como meros mortales, a comparación como los veían algunas otras culturas, en tiempos que se les daban estatus de divinidad. Por lo que podemos decir que, en cierta manera, es algo difícil, para nosotros, apreciar el título de Rey, cuando hablamos de Jesucristo.

En el Evangelio de este día escuchamos a nuestro Señor decir que Su Reino no es de este mundo. Su Reino es del Cielo. Ha venido a este mundo a invitarnos a todos a Su reino. Nos ha hablado mucho sobre este Reino a través de las parábolas y ejemplos. Se nos ha dicho en muchas ocasiones qué se espera de nosotros, para que se nos permita entrar por las angostas puertas del Cielo. Para compendiar todo esto, podremos decir que debemos amar a Dios con todo nuestro ser y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Con frecuencia vemos a quienes Dios ha puesto como autoridad, por ser quienes no se preocupan por nosotros, distantes, fríos, por lo que nuestra obediencia tiende más a ser una sumisión y obediencia servil. Es frecuentemente cierto que, la autoridad de este mundo, es así, distante, fría y sin preocupación por los demás y tenemos la tendencia a etiquetar a todas las autoridades por igual. Formándonos una falsa idea de que Dios también así lo es.

La falta de amor, cuidado y cumplimiento de las funciones de su posición, autoridad, dada por y, como Dios quiere, es frecuentemente causa de escándalo para el resto de los hombres.

Debemos estar por encima de estos escándalos. Tal vez no se comportan como deberían, sin embargo debemos obedecerlos y respetarlos (en todo lo que no es pecaminoso) porque han sido puesto sobre nosotros, por Dios. Al obedecer a nuestros superiores validos, estamos de esta manera obedeciendo a Dios. Jesucristo Rey es su modelo como lo es para nosotros. Si fallan en imitarlo como deberían hacerlo, es una razón, mucho más fuerte para que, nosotros si Lo imitemos, con mayor solicitud.

Jesucristo nos ha enseñado en la oración del Padre Nuestro, que debemos pedir para que venga Su reino a este mundo como lo es en el Cielo. Por lo tanto debemos esperar con mucha ansia y perseverancia que Su reino venga a nosotros.

Dios espera mucho más de nosotros que el sólo esperar y orar. También debemos hacer nuestra parte para que esto suceda. Debemos empezar cambiando nuestras vidas y conformarlas con la exigencia de este Reino del Cielo. De lo contrario jamás podremos entrar y mucho menos lograr nuestra parte en la realización de este reinado en la tierra, sino empezamos de verdad, corrigiendo nuestra vida.

Debemos buscar amar a Dios cada día más y más. Conforme se incrementa este amor se manifestará cada vez más y más en nuestras acciones.

Estas acciones nos ayudarán a incrementar este amor por Dios, pero de igual manera hablara volúmenes a los demás, sobre nuestro amor por Dios y Su Reino. De esta manera nos convertimos en embajadores, ayudando a nuestras oraciones a que florezca: el reino de Dios aquí en la tierra. Dios no forzara Su reino sobre nosotros, sino que nos lo ofrece por medio de la invitación. Debemos ver que sea deseable y bueno (más deseable que cualquier otra cosa) para después cooperar con Su gracia. Para poder entrar a este –ahora en nuestra vida diaria y eventualmente en la eternidad.

Así como honramos a nuestro Rey este día, propongámonos honrarlo cada vez más, todos los días de nuestra vida. Veamos en Jesucristo a un hermano amoroso y a un Rey.

Hagamos la resolución de obedecer a quien ha puesto sobre nosotros, por Su amor.

Hagamos oración para que nuestros superiores puedas llevar la carga tan pesada que
Dios ha puesto sobre sus hombros. Si nos encontramos en la posición de ser nosotros los que llevamos esa autoridad que Dios nos ha dado, pidámosle siempre Su ayuda y humildemente buscar gobernar y guiarnos como El quiere que lo hagamos.

Con esto cada uno de nosotros haremos nuestra parte para asegurar la oración del Padre Nuestro “Venga a nosotros Tu reino hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo”

Así sea.

Saturday, October 22, 2011

DOMINGO 19° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

23 DE OCTUBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

El día de hoy se nos recuerda, una vez más, que son pocos los que entran al reino de los cielos. “Muchos son los llamados pero, pocos los elegidos”.

Esta es una realidad que debemos temer y al mismo tiempo, es una reflexión que debemos considerar siempre.

No hay duda que Dios desea que todos se salven, sin embargo, ha puesto esa decisión final, en nuestras propias manos. Cuando Jesucristo Nuestro Señor envió a Sus apóstoles les encomendó predicar a todos. Quienes creyeren y fueran bautizados se salvarán, quienes no creyeran y no fueren bautizados no se salvarán. Por lo que la salvación está limitada a quienes son miembros de la Verdadera Iglesia. Fuera de la cual no hay salvación.

Sin embargo, sabemos que aún dentro de las filas de la Verdadera Iglesia, son pocos los que se salvarán. Vemos esto, explicado en el evangelio de hoy.

La invitación a la boda, fue hecha en primer término para los israelitas y posteriormente para las demás personas. Quienes no acudieron al llamado fueron excluidos de la fiesta. De la misma manera quienes rechazan creer y ser bautizados son excluidos para siempre del Cielo. Existen muchos que ingresan a la Iglesia y tienen fe, pero les falta caridad. Sin esta caridad, su fe no les servirá de nada y serán expulsados como el hombre que llegó a la fiesta sin la vestimenta adecuada.

Muchos tienen la fe pero rechazan hacer penitencia, corregir sus vidas y recibir los sacramentos. Estos son faltos de caridad. El amor ha muerto en ellos. La fe nos enseña que nada manchado puede entrar en el reino de los cielos y que todo aquel que comete pecado mortal se hace acreedor al fuego eterno.

San Gregorio el Grande, san Gerónimo, San Agustín y muchos otros Padres de la Iglesia nos dicen que dentro de la Iglesia son más los que van a condenarse que los que se han de salvar. Nuestro señor nos dice que debemos procurar entrar por la puerta angosta.

San Pablo nos dice que debemos correr hacia la meta para recibir nuestra recompensa. Una gran cantidad de almas correr hacia la meta pero son muy pocos los que perseveran hasta el final y recibir la recompensa.

Debemos examinarnos y ver si esta caridad que, es necesaria, se encuentra presente en nuestras vidas.

¿Cómo podemos saber si amamos a Dios?

El mismo nos dice: “si me amas, cuidaras mi palabra”

¿Somos puros y sin mancha? Si consideramos los siete pecados capitales, debemos confesar que permanecen estos, en muchas congregaciones de católicos.

¿Cuántos son orgullosos, envidiosos, vengativos, adictos a la glotonería, a la embriagues, a la impureza, a la flojera, y feminidad?

Los Mandamientos de Dios y los preceptos de la Iglesia son constantemente transgredidos. Muchos son católicos sólo de nombre.

Muchos blasfeman, juran, maldicen a Dios y Sus Sacramentos, dan falso testimonios y
cometen perjurio, mienten, engañan, roban y cometen todo tipo de injusticias, profanan los domingos y días de guardar, son negligentes en asistir a Misa.

Muchos padres son negligentes en la educación de sus hijos, muchos hijos no obedecen y escuchan sumisamente a sus padres. Viviendo una vida disoluta y sin freno.

El vicio de la impureza reina casi en todos lados. Luego entonces es verdad que una gran parte del los seres humanos y aún, católicos pasan sus vidas en el vicio y el pecado, consecuentemente se condenarán.

El pecador puede hacer penitencia y enmendar su vida, pero ¿Cuántos lo hacen?

Es frecuente que el joven piense que puede hacer a un lado la penitencia hasta llegar a la edad madura. Buscan vivir libremente y en pecado por ahora. El de edad madura quiere empezar en la vejez. Y el viejo la pasa a la hora de su muerte.

Olvidando que frecuentemente somos llamados a cuentas sin ningún aviso previo y sin estar preparados.

Y que debemos pensar sobre las “conversiones” en el lecho de muerte, ¿Son
verdaderos arrepentimientos? ¿Si no estuvieran al punto de la muerte serian igualmente serias? Es frecuente que nos arrepintamos aparentemente, sólo cuando ya no nos es físicamente posible continuar en pecado.

Cuando ya no podemos físicamente continuar en el pecado ¿es un verdadero arrepentimiento?

Si nos fuera permitido regresar a nuestra salud y juventud ¿continuaríamos como antes o nos arrepentiríamos?

El arrepentimiento debe ser verdadero y de corazón, debe ser de tal naturaleza que nuestras palabras y pensamientos deben concordar con los sentimientos de nuestro corazón.

Pidamos siempre a Dios que nos libre de una muerte repentina y sin estar preparados. Y tomemos este preciso momento para arrepentirnos verdaderamente y de todo corazón con un sincero y verdadero propósito de enmienda. Debemos formar y hacer un verdadero acto de contrición, es decir que lamentamos mucho haber ofendido a Dios.

Este amor por Dios es el vestido de bodas que necesitamos para ser merecedores de entrar a la fiesta en el Cielo.

Así sea

Saturday, October 15, 2011

DOMINGO 18° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

16 DE OCTUBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

Una vez más, nuestro Señor Jesucristo nos muestra que la salud del alma es mucho más importante que la salud del cuerpo.

En el Evangelio de hoy vemos que el paralitico recibe el perdón de Dios.

“Confía hijo, tus pecados te son perdonados “.

¿Quién sino Dios, puede perdonar los pecados?

En lugar de entender y aceptar que Cristo es Dios muchos deciden condenarlo como blasfemo. Por lo tanto, para dar pruebas físicas de Su divinidad, Jesucristo les ofrece un milagro menor, para abrirles los ojos, al curar el cuerpo del paralítico.

Frecuentemente nosotros tampoco entendemos ni apreciamos las bendiciones espirituales que recibimos, porque también nosotros estamos más interesados en las cosas materiales. Un cuerpo vivo, sano, no es tan importante como el alma que goza de gran salud.

Si estamos espiritualmente enfermos o muertos, el tener un cuerpo sano no es de importancia para nosotros.

Nuestros cuerpos han sido creados para nuestra alma, por lo que sin alma el cuerpo no tiene ningún propósito real de ser.

Quienes dedican toda su vida al pecado mortal, tienen el alma muerta, y aunque aparentemente estén vivos y hagan cosas buenas, no tienen ningún mérito para ellos mismos. Probablemente continúan existiendo en este mundo, porque Dios les está dando una oportunidad para arrepentirse o por ser de beneficio para algún otro.

Se han convertido en el peor enemigo de ellos mismos. Mientas más tiempo permanezcan en este estado más difícil se les hará abandonarlo.

No hay ninguna razón para que permanezcamos en pecado ahora que Jesucristo ha hecho posible y más fácil librarnos de este mal. Jesucristo ha de igual forma dado poder a Sus sacerdotes para que perdonen los pecados en Su Nombre.

La simple confesión de los pecados, acompañados del verdadero arrepentimiento y propósito de enmienda, nos abre las puertas de la gracia y misericordia de Dios.

Cuando las circunstancias hacen imposible que confesemos nuestros pecados a un verdadero sacerdote, se nos indica que hagamos un acto de contrición buscando una contrición perfecta y tengamos la resolución de confesarnos lo más pronto posible, cuando tengamos la oportunidad.

No hay ninguna razón para permanecer en el pecado cuando podemos arrepentirnos inmediatamente, una vez que hemos descubierto nuestro error al sucumbir ante el pecado. Si verdaderamente nos arrepentimos seremos verdaderamente perdonados.

Frecuentemente descubriremos que después de confesar nuestros pecados y recibida la absolución, nuestra vida física mejorará de igual forma. Lo que vemos en el paralitico, aplica también a nosotros. Una vez que la carga de nuestra alma ha sido levantada, puede ser curado nuestro cuerpo.

Todos, con frecuencia, buscamos el auxilio de un médico al saber que estamos enfermos de alguna parte de nuestro cuerpo y no así, por nuestra alma. El doctor del cuerpo puede disminuir el sufrimiento de nuestras dificultades y dolor, pero no puede detener la inevitable muerte que gradualmente toma posesión de nosotros, día a día.

Aún más, podemos decir que, el que se encarga de la salud de nuestro cuerpo nada puede hacer por nuestra alma. La conciencia culpable hará disminuir la capacidad de nuestro cuerpo y lo enfermará sin importar que tan bueno y eficiente sea el tratamiento médico.

Por otro lado, el doctor del alma en ocasiones cura ambos, al cuerpo y al alma. Con frecuencia cuando la carga del pecado es eliminada, nuestro cuerpo mejora mucho.

Sin embargo y de manera extraña, buscamos primeramente al doctor de nuestro cuerpo y no el auxilio del sacerdote de Dios. Nuestros pensamientos están en, ignorar al alma y los pecados que la debilitan y destruyen, mientas que enfocamos toda nuestra atención sobre las cosas que debilitan y destruyen nuestro cuerpo.

Olvidamos que es el alma la que mantiene al cuerpo con vida y es en la salud de esta que debemos poner toda nuestra atención.

Dios puede curar tanto el alma como el cuerpo, pero quiere que pongamos como prioridad y nos demos cuenta que el alma, es antes que el cuerpo, aún, al precio del mismo sacrificio. Lamentablemente, con frecuencia sacrificamos nuestra alma con el afán de salvar nuestro cuerpo fallando siempre en este propósito ya que eventualmente nuestro cuerpo ha de morir, inventemos o hagamos lo que hagamos.

Si sólo buscáramos la salud de nuestra alma inmortal, nos daremos cuenta que, frecuentemente le seguirá la salud de nuestro cuerpo, como sucedió en el relato que hace del paralitico, el evangelio de hoy.

Saturday, October 8, 2011

DOMINGO 17° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

9 DE OCTUBRE DE 2011

Queridos hermanos:

Nuestro Señor Jesucristo, aprovecha, la trampa en que los fariseos pretenden hacerlo caer, para enseñarnos una lección.

La primera lección es:

¿Cuál es el mayor de lo Mandamientos?

Al decirnos lo que Dios espera de nosotros antes que cualquier otra cosa Jesucristo nos está diciendo mucho acerca de Dios y consecuentemente de sí mismo. San Juan nos dice que Dios es amor. Luego entonces este gran y primer mandamiento es imitar a Dios y amar lo que Él ama en la manera que Él lo hace.

Es para nosotros imposible amar infinitamente como Dios porque somos creaturas finitas, sin embargo, sí nos es posible amar completamente, con todo nuestro corazón y alma.

Este es el primer mandamiento

El segundo es: Amar a las demás creaturas (principalmente al hombre) que ama Dios.

Toda vez que son nuestros compañeros, creaturas, es lógico que debemos amarlos como a nosotros mismos.

Dios es amor. Esto es lo que es o quién es ÉL. Dios es perfecto en cualquier forma que pensemos. Es todo poderoso, todo sabiduría, santo etc. El amor, sin embargo, resplandece maravillosamente más que el resto. Es por este amor de Dios al hombre que ha mandado a Su único Hijo. Es el amor de Dios que continúa en el sacrificio incruento en la Misa cada día y todos los días hasta el fin de los tiempos.

Este es el amor de Jesucristo, aún para los mismos fariseos que, lo previene de no fulminarlos en ese mismo momento. Dios es siempre apacible porque ama. Siempre está listo a perdonar porque ama y conoce nuestras debilidades.

Es siempre justo porque ama. Parece ser que es, este amor que mueve en Dios sus demás perfecciones.

Al llamar nuestra atención para imitarlo, Jesucristo, desea que nosotros amemos. Dios nos ama y sólo busca lo mejor para nosotros, sin embargo, nos ha dado el libre albedrio y no impone la felicidad ni amor sobre nosotros. Dios nos invita amar y nos da muchas razones para hacerlo, pero corresponde a nosotros la decisión de amar o no hacerlo.

San Pablo, igualmente nos dice que la mayor de todas las virtudes es el amor. Las otras pasaran pero el amor permanecerá por siempre. Si deseamos, por lo tanto, tener vida eterna, debemos amar. No estamos hablando aquí de cualquier amor, sino el verdadero y ordenado, según la voluntad de Dios.

El “amor propio” es frecuentemente condenado como vicio, porque es un amor desordenado, por poner a “uno mismo” por encima y antes que Dios. Si verdaderamente nos amamos no permitiremos que es te vicio invierta la adecuado disposición del amor.

El amor parece y se desarrolla en muchas maneras diferentes. No es sólo sentimiento. Muchas veces, equivocadamente, pensamos que no amamos porque no sentimos emoción o afecto. La voluntad influye en cada aspecto de nuestro ser, incluyendo el amor.

Frecuentemente debemos empezar con un débil o no claro amor en nuestro intelecto, puesto ahí por un simple acto de la voluntad, después de cooperar con la gracia de Dios y activamente perseguir un amor más profundo y grande, empieza a crecer hasta que nos envuelve por completo.

Al acercarse cada vez más a la perfección, nuestro amor, podremos decir con san Pablo, no soy yo, sino que, es Cristo quien vive en mí.

La segunda lección es que Cristo es Dios y hombre. Cristo ama como lo hace Dios porque es Dios. Al preguntar los fariseos como puede David llamar a Cristo su hijo.

Jesucristo nos ofrece una lección muy poderosa, misma que pasa desapercibida por los fariseos al estar voluntariamente ciegos.

Para que la redención fuera aplicable a nosotros, es necesario que un hombre como nosotros pagara el precio, pero para que la redención fuera suficiente fue necesario que un ser infinito la hiciera. Por lo tanto claramente entendemos que Cristo es verdadero Dios y verdadero Hombre y de esta manera, capaz de salvarnos de nuestros pecados y abrir para nosotros las puertas del cielo.

Todo esto lo decimos igualmente por el amor de Dios hacia nosotros. Cristo es Dios, por lo tanto nos ama como Dios. Y nos ama como hombre por ser de igual manera hombre. Podremos decir, luego entonces que, en cierta manera podemos pedir un doble amor de Cristo para nosotros. Al saber esto, sólo se incrementa nuestra responsabilidad para de manera reciproca amar y compartir este amor con los demás, como Él nos ha amado.

No nos está pidiendo mucho, Dios, al pedirnos que lo amemos con todo nuestro ser y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (incluyendo nuestros enemigos). Al cooperar con Su gracia podemos hacer esto de manera más perfecta. Tal vez tengamos que empezar desde abajo y empezar a construir con oraciones pacientemente, estudio y reflexión, pero lo podemos lograr.

Si queremos entrar al cielo con Dios, debemos hacerlo. Por lo tanto pidamos de manera honesta este amor por Dios, buscando incrementarlo día a día.

Así sea

Saturday, October 1, 2011

DOMINGO 16° DESPUÉS DE PENTECOSTES

2 DE OCTUBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

Hay varias cosas que debemos considerar y tomar en cuenta acerca de la lectura del Evangelio de este día.

¿Qué se nos permite hacer en domingo?

¿Somos humildes?

Cómo deben hablar nuestras acciones, sobre nuestra humildad
Y finalmente pero no menos importante, debemos considerar la recompensa que les espera a los humildes.

¿Qué nos obliga hacer, en Domingo? Debemos conservar santo el domingo porque es el día del Señor. Es principalmente un día de descanso y oración, un día dedicado a Dios y a nuestra alma. Tenemos los demás seis días para ocuparnos sobre las cosas materiales y de nuestro bienestar físico.

El domingo debemos poner atención a nuestro bienestar espiritual y se nos pide, pongamos especial atención a Dios, ya que no nos es permitido hacerlo los demás días de la semana por las múltiples ocupaciones que nos envuelven. Con las obligaciones del Sabbat movidas al primer día de la semana, el domingo, desde tiempos de los apóstoles, nos encontramos con que no estamos terminando la semana con Dios sino empezándola. Poniendo a Dios primero, es la mejor forma de empezar nuestras actividades, incluyendo la semana.

Por supuesto que existen ocasiones, como lo vemos en el evangelio de hoy, cuando es necesario permitir que las obligaciones y actividades del resto de la semana se junten el domingo, pero en tales ocasiones debemos recordar que todo lo hacemos por amor de Dios, y si nos es posible debemos restaurar en cualquier otro día lo que le correspondía al domingo. Amando a Dios, honrándolo, haciéndole alguna petición y adorándolo, nunca son fuera de tiempo ni rechazadas.

También nos pide, nuestro señor, que seamos humildes. Se nos recuerda no buscar los primeros lugares, si no el último lugar. Esto lo podemos hacer y lograr una vez que hemos reconocido nuestro desvalimiento.

Nuestro valer no se debe comparar con nuestro prójimo sino, con Dios. Jesucristo nos dice que es a Él a quien debemos seguir e imitar. Frecuentemente al compararnos con nuestro prójimo, terminamos como el fariseo que, llenando su cabeza con la peligrosa y dañina, vanidad y orgullo para finalmente despreciar a su prójimo.

Sin embargo si volteamos a ver a Jesucristo y a nosotros mismos, nos daremos cuenta que tenemos mucho por que aprender a ser humildes y mucho más de que avergonzarnos.

Nos dice Nuestro Señor Jesucristo que, debemos aprender de Él a ser dóciles y humildes de corazón. Una vez que reconocemos nuestras faltas y caídas en esta área; nos debe guiar una gran humildad a San Francisco y muchos de los santos, y poder considerarnos el peor de los pecadores.

Somos los peores pecadores no en comparación con nuestro prójimo sino en comparación con Dios. Somos sus hijos y el debe ser nuestro modelo a imitar: “Ser perfectos como su Padre Celestial es perfecto”

Si buscamos este último lugar, con gran humildad, nuestra vida estará en armonía con Jesucristo, que se humillo al tomar nuestra naturaleza humana. Jesucristo N. S. se hizo el último de los hombres, no el mayor de estos. Se humillo aún a la muerte en la cruz.

Después de esta muerte terrible resucitó de entro los muertos y ahora se encuentra sentado a la derecha del Padre Celestial. De ser el menor e insignificante, es ahora el Mayor de todos.

Esto es lo que nos está diciendo al sugerirnos que el ultimo será el primero, quien se exalta será humillado y viceversa. Debemos seguirlo, muriendo a nosotros mismos, día a día.

Levantamos nuestra cruz y lo seguimos diariamente, al pacientemente soportar los pesares y obstáculos de nuestra vida y buscar nuestro lugar adecuado con gran humildad y verdad. Si Jesucristo que es Dios hizo esto por nosotros, quienes somos para pensar que esto es algo denigrante. En toda verdad nosotros deberíamos sufrir todo lo que Jesucristo inocentemente, sufrió por nosotros. Por lo que cualquier mal que recaiga sobre nosotros es sólo el resultado de nuestros pecados. Además que no debemos considerarlo como un mal lo que nos sucede ya que esto nos abre el camino a la salvación.

Si aceptamos esta recomendación y voluntariamente aceptamos y tomamos el último de los lugares en esta vida encontraremos una gran recompensa en el Cielo porque hemos fielmente imitado a nuestro modelo a seguir Jesucristo Nuestro Señor.

Así sea

Saturday, September 24, 2011

DOMINGO 15° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

25 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

El día de hoy somos testigos de un gran milagro. Jesucristo Nuestro Señor resucita al hijo de la viuda. Se lo regresa a su madre, para aliviar su dolor y sufrimiento.

Hizo esto por compasión y amor ante el sufrimiento humano, pero algo más importante, lo hizo para probar Su Divinidad. Como Dios, no hay nada que no pueda hacer, todo lo puede, porque es Dios.

Mientras que la resurrección de los muertos, es algo maravilloso, debemos recordar y considerar que, también nosotros un día, resucitaremos de esta muerte física. Es una resurrección mucho más maravillosa e importante que debemos tener en cuenta, la resurrección espiritual.

Las sagradas escrituras nos hablan de dos muertes, una física (muerte del cuerpo) y la otra espiritual (muerte del alma) a la primera, todos estamos sujetos, es algo que no podemos evitar en esta vida. La segunda muerte, por lo tanto, es completamente evitable, si sólo cooperamos con la gracia de Dios.

Todos y cada uno de los pecados mortales destruye la vida de la gracia en el alma y, por lo tanto, lamentablemente la dirige a su muerte espiritual. Jesucristo Nuestro Señor restauró la vida sobrenatural en muchas ocasiones y más aún dio ese poder a Sus sacerdotes para que hicieran lo mismo en Su nombre, a través del Sacramento de la Penitencia. Este es un milagro aún más maravilloso que, restaurar la vida físicamente.

Tanto cuanto tenemos temor de la muerte física, debemos más bien tener temor de la muerte espiritual. No podemos evadir la primera – es inevitable. Si estamos en estado de gracia la primera muerte la recibimos como una cosa buena y más aún, como una bendición, ya que nos libera de este mundo y nos manda al otro que es incomparablemente mucho mejor.

Muchos santos, como san Pablo, anhelaban dejar esta vida para poder entrar en la otra.

Para ellos la primera muerte era liberación de la prisión de este mundo y la libertad para entrar al Cielo. Más allá de ser una maldición, la muerte para ellos, era un gran privilegio.

En lugar de temer por nuestra vida y muerte física de nuestro cuerpo, debemos tener mucho más temor por la muerte de nuestra alma. No hay nada más delicado y que debemos temer hacer que, cometer un pecado mortal, ya que con esto destruimos la vida de Dios en nuestra alma.

La muerte de nuestra alma es una muerte eterna en el Infierno, la muerte de nuestro cuerpo físicamente es sólo una circunstancia temporal, porque al final de los días todos los cuerpos que existen y existirán, serán resucitados para ya no morir esta muerte física. Los justos entrarán (cuerpo y alma) a la felicidad eterna en el Cielo, mientras que los malvados entrarán (cuerpo y alma) al eterno castigo en el Infierno.

Si sólo nos pusiéramos a considerar lo que significa la “eternidad” veremos qué tonto es el intercambiar un momento pasajero de placer en esta vida por la miseria eterna en la otra.

Al restaurar la vida física a este joven, Jesucristo le ha dado una segunda oportunidad para merecer la felicidad eterna del cielo, o por lo menos tratar de incrementar sus méritos para este. Es sólo en esta vida que podemos merecer o incrementar los derechos para la eternidad.

Una vez que hemos muerto físicamente ya no podremos incrementar ni merecer nada más. Nuestras obras serán por completo selladas para siempre.

Los que están en el purgatorio sufren no para incrementar o ganar más méritos sino para purgar hasta la más mínima mancha considerada por el pecado que sujeta sus almas. Quienes están en el purgatorio entrarán al Cielo sin lugar a dudas, una vez que sus imperfecciones hayan sido purificadas.

A nosotros también se nos han dado segundas oportunidades en esta vida; al igual que al joven de que nos habla el evangelio de hoy. Tal vez no se nos ha restaurado la vida físicamente pero se nos han dado los Sacramentos.

Es una gran ventaja para nuestra alma que participemos de una manera especial en el Sacramento de la Penitencia, si tenemos la desdicha de caer en el pecado mortal. Es a través de este sacramento y por medio de él que, nuestra alma puede ser restaurada y nos sea permitido empezar de nuevo.

Hagamos uso frecuente de este sacramento hubiéramos caído o no en pecado mortal, para limpiar hasta la más mínima e insignificante mancha del pecado en nuestra alma, para que nos ayude ahora y en la eternidad.

Así sea

Saturday, September 17, 2011

DOMINGO 14 ° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

18 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

No seamos solícitos de las cosas de este mundo. En nuestro bautismo hemos muerto para este mundo, junto con Cristo. Aunque vivimos en él, no somos de este mundo.

Somos de Cristo. Se nos ha dado una nueva vida de la gracia.

Ya lo recordábamos la semana pasada que, es bueno y necesario orar y pedir a Dios por el pan nuestro de cada día. Se nos recuerda igualmente que no debemos preocuparnos tanto por las cosas de este mundo.

Nuestro fin y objetivo principal es amar a Dios y nuestra felicidad eterna en el Cielo.

San Pablo nos dice que hagamos a un lado los pecados de este mundo y, ni siquiera mencionarlos entre nosotros. Cristo nos señala en el evangelio de hoy que Dios conoce nuestras necesidades y que El proveerá, ya que somos sus hijos.

Los paganos y quienes no conocen a Dios están siempre deseosos por las cosas de este mundo. Se preocupan y angustian por lo que van a comer, donde vivirán, que van a vestir etc. Todas estas cosas son también necesarias para nosotros, sin embargo, Dios no nos va a permitir perder tiempo tan valioso preocupándonos por estas cosas.

Hay cosas mucho más importantes que esto.

Dios es nuestro Padre y el nos cuida con amor y cariño. Nos da lo que necesitamos en todo momento y bajo todas las circunstancias. Aún en nuestras necesidades y miseria, eso es lo que necesitamos para nuestro propio bien y salvación.

Los paganos también son Sus creaturas, pero estos no entienden ni creen, por lo tanto tienen la excusa para perder todo el tiempo y pensamiento en obtener y preservar las cosas de este mundo.

Los hijos de este mundo, son muy sabios en sus caminos.

Los hijos de la Iglesia, por otro lado, parecen ser muy imprudentes. Creemos y proclamamos que somos hijos de Dios y que no hemos sido hechos para este mundo, sino para el Cielo. Este mundo fue hecho por Dios para nosotros y de esta manera logremos con mayor felicidad conocer, amar y servirle en este mundo y finalmente ser felices con Él en el Cielo.

Aún sabedores de todo esto, continuamos con nuestras preocupaciones y menesteres de este mundo, siendo negligentes con las cosas de nuestra alma.

En nuestras crisis económicas enfocamos toda nuestra atención en este mundo.

Nuestras oraciones van enfocadas sobre las cosas materiales, haciendo a un lado las espirituales. Dios nos ha enviado la situación económica actual en la que nos encontramos o la ha permitido. En cualquiera de los casos lo ha hecho para nuestro bien, salvación y crecimiento espiritual.

No debemos olvidarnos completamente de las necesidades de nuestro cuerpo, pero si debemos colocarlas en un segundo término comparadas con las necesidades del alma.

Dios quiere que nos ocupemos de las necesidades del cuerpo ya que este es Su templo. De igual manera quiere que lo busquemos con gran preferencia.

Al pedir por “el pan nuestro de cada día” no nos limitemos sólo a las necesidades de este mundo, pidamos de igual forma y, primeramente por las necesidades del alma y posteriormente las del cuerpo.

Cristo nos ha dicho en múltiples ocasiones que busquemos primeramente el reino de Dios y Su justicia y que todo lo demás se nos dará por añadidura. Los pecados que nos dice San Pablo debemos hacer a un lado, son causados principalmente, por olvidarnos de Dios y nuestra propia alma, consecuentemente de nuestro bienestar espiritual.

El pecado nos concentra en lo de este mundo y nos engaña en el intento por buscar la paz y la felicidad en las cosas que hay en este.

La práctica de la virtud, por otro lado, llevará nuestra atención a las cosas del espíritu e incrementar nuestros tesoros en el Cielo.

Dios es nuestro padre amoroso, nos da las cosas de este mundo y para nuestro cuerpo según las vamos necesitando. En algunas ocasiones nos priva de estos por obtener algún beneficio espiritual, tales como regresar nuestra atención hacia Él, como el dador de todo lo que recibimos.

Aunque Él desea darnos muchas y mejores cosas más. Desea llenarnos de beneficios espirituales, sin embargo se siente limitado ya que nosotros llenamos nuestro corazón con tantos cuidados y apego a la cosas de este mundo que no dejamos espacio para las cosas mejores que Él nos quiere dar.

Tratemos de remediar esto, poniendo toda nuestra confianza en Él, tanto en esta vida como la otra.

Así sea

Saturday, September 10, 2011

DOMINGO 13° DESPUES DE PENTECOSTES

11 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

Todos y cada uno de nosotros somos recipientes de la bondad y misericordia de Dios. Si tan sólo consideráramos de manera honesta nuestra vida, veríamos que hemos recibido realmente mucho.

Nuestra existencia misma habla volúmenes del amor de Dios hacia nosotros. Ha pensado en nosotros desde la eternidad. Nos ha traído a la existencia. Nos ha redimido con su valiosísima, propia sangre.

Nos inunda con un sin número de bendiciones todos los días. Sin embargo frecuentemente somos ingratos y nos volvemos en Su contra como los nueve leprosos en lugar de dar gracias a Dios, como lo hizo uno de ellos.

Nuestras costumbres sociales y humanas entran en shock y repulsión por la ingratitud, pero cuando a Dios se refiere y a nuestra alma parece un poco más aceptable.

Nuestro mundo y sociedad materialista nos hacen pensar que todas las cosas buenas que recibimos, son de alguna manera, no regalos, sino el pago o beneficios que hemos merecido o ganado con nuestro esfuerzo.

Muchos de nosotros oramos como los niños mimados que actúan como si Dios fuera nuestro sirviente que debe cumplir nuestras órdenes y cumplir nuestros caprichos.

Cuando Dios no corresponde con nuestros deseos empezamos a dudar Su existencia y nos alejamos de Él. Cuando nos manda o permite algunas cruces o cargas para ponderarnos, lo acusamos de injusto con el pensamiento de que no hemos hecho nada para merecer eso.

Pretendemos reconocer a Dios como Dios. Sin embargo, nos comportamos más bien como si nosotros fuéramos dios y Dios la creatura y servidor. Nuestras acciones sugieren que El existe sólo para nosotros, en lugar de nosotros para El.

Nos comportamos como si se nos hubiera dado el corazón sólo para desear y la lengua sólo para pedir. Hay mucho más recompensa, para el corazón y la lengua, si sólo pudiéramos amar.

Enfoquemos nuestra atención, por esta ocasión, en la gratitud y la acción de gracias. Si realmente amamos, nuestra lengua y corazón estarían constantemente desbordándose con los sentimientos de acción de gracias. El amor mueve nuestra atención hacia el creador y dador de todos los bienes.

Aún en los momentos más difíciles siempre hay algo por lo que debemos estar agradecidos, y el corazón que realmente ama, ve esto de inmediato y es atraído hacia estos sentimientos que ya dijimos, la gratitud, acción de gracias e incremento de este amor.

La presencia y bondad de Dios siempre está con nosotros. Aún delante del pecado, Dios permanece presente ayudándonos con Sus dones para evitar caigamos. Es Su gracia la que causa dolor en nuestra conciencia, o el disgusto que le sigue a la realización de nuestros abusos o negligencias.

El mismo dolor y malestar que sentimos, en nuestro pecado, es un gran regalo de Dios que debemos recibir siempre y ser más agradecidos. Dios no desea ni busca nuestra condenación sino más bien nuestra eterna felicidad con El en el cielo.

Dios quiere que le pidamos todo lo que necesitamos y deseamos. El desea que acudamos a ÉL constantemente, cuando lo hacemos en el Padre Nuestro, por nuestro pan de cada día. También desea que seamos afables y agradecidos al conocer Su bondad y Sus dones.

La acción de gracias y la adoración, son también razones para orar. Debemos tener cuidado de no confinar nuestra oración sólo a esas peticiones.

En cada petición debemos de igual forma agregar el agradecimiento. Debemos dar gracias a Dios por las cosas que nos ha dado y por las que no nos ha permitido, teniendo siempre en mente que Dios nos da y niega las cosas sólo para nuestro beneficio personal.

ÉL desea al final de todo nuestra salvación en el Cielo.

Cuando recibimos algún beneficio de Dios es relativamente fácil darle gracias, sin embargo, la verdadera prueba de este amor y gratitud es cuando somos capaces de ser agradecidos por las cruces y dificultades que recibimos o que agradecemos cuando no se nos ha cumplido alguna petición que le hemos hecho.

Debemos estar mucho más agradecidos porque Dios sabe lo que es bueno y para nuestro propio beneficio, Dios nos da Su gracia en ambas formas al responder nuestras peticiones y al rechazarlas.

En todas las ocasiones y situaciones de nuestra vida debemos imitar al leproso, uno entre diez, es decir; regresar siempre a dar gracias y alabar a Dios.

Así sea.

Saturday, September 3, 2011

DOMINGO 12° DESPUÉS DE PENTECOSTES

4 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

Con frecuencia escuchamos que, debemos amar a nuestros enemigos y hacer el bien a quienes nos persiguen.

En el evangelio de hoy, nuestra Santa Madre la Iglesia nos recuerda una vez más, abrir nuestro corazón a nuestro prójimo.

Debemos tener el cuidado de no condonar el mal o apoyar (ni real ni aparentemente) a estos malhechores en su maldad. Al mismo tiempo, sin embargo, se nos ordena amarlos y buscar lo que es mejor para ellos. Ante el mal y pecado de los demás debemos orar y laborar en que obtengan estos su salvación a través del arrepentimiento y la gracia.

Las obras corporales de misericordia se nos han dado como guías en esta materia. Debemos estar preparados siempre para hacer lo que se nos pida para ayudar a nuestro prójimo. Es realmente difícil discernir a quien ayudar y con cuanto, toda vez que no queremos convertirnos en facilitadores. No queremos desearles ¡Buena suerte! a los herejes y cismáticos a menos que nos convirtamos en cómplice de sus culpas.

Sin embargo, por esta misma razón no queremos verlos perderse por toda la eternidad.

Mantengamos en mente las obras espirituales de misericordia y aprendamos a amonestar al pecador con misericordia.

Los errores del humanismo se han desarrollado de manera galopante y son ahora la corrupción de las obras de misericordia que Dios nos ha dado para practicarlas los unos con los otros. Amar a nuestro prójimo y buscar su salvación nos exige que le prediquemos la verdad y lo asistamos en cada manera posible para que pueda conocer la verdad.

Es completamente en contra de la voluntad de Dios, buscar ayudar al budista a ser mejor budista, o al musulmán ser un mejor musulmán etc. Este no es el amor a nuestro prójimo que Dios quiere practiquemos.

Aparece un gran deseo en este humanismo del mundo de hoy estimulado por el ejemplo de gente como la Madre Teresa de Calcuta quien hizo estas ideas humanistas suyas y quien abiertamente las promovía.

No se dedicó a convertir a nadie a la verdadera fe, sólo buscó hacerlos mejores humanistas.

Existe un gran paralelo en esto, con el evangelio de hoy. La gente pasando por un lado del hombre herido sin ayudarlo.

En el humanismo de hoy, somos testigos de la profundidad en la que se encuentran sumergidos los pecadores, en los errores del paganismo, la herejía y el cisma, sin embargo, muy alejados de darles la ayuda que necesitan para salvar su alma, pasamos de lado y peor aún los estimulamos a continuar en su maldad.

Dejándolos de esta manera, espiritualmente moribundos ante las enfermedades de su alma.

Los misioneros no se envían para hacer mejores humanistas o mejorar las necesidades físicas de la gente, sino que son enviados antes que todo a que lleven la salvación a quienes aún no la conocen. Para salvar lo que estaba perdido como lo hace nuestro Señor.

El mejoramiento material de sus vidas se lograra como el resultado de su cooperación con el avance espiritual que se les ofrece. La ayuda ofrecida al cuerpo es el reflejo de la recibida espiritualmente.

Ofrecer ayuda material, vacía de la ayuda espiritual es convertirse en cómplice en la maldad. El verdadero amor a nuestros enemigos es buscar para ellos el arrepentimiento y la salvación en la Iglesia verdadera: Una, Santa Católica y Apostólica.

No nos engañemos al creer que Dios está contento con este humanismo.

Este no es el verdadero amor.

No es suficiente y con frecuencia se convierte en origen de grandes males.

El verdadero amor nos obliga a no sólo ofrecer un vaso de agua a alguien que tiene sed, sino que nos exige más, hacerlo por o en nombre de Jesucristo. Acudir a la ayuda de unos y otros lo hacemos por el amor de Jesucristo.

De esta manera, la caridad es el reflejo de Jesucristo y motiva a otros a hacer lo mismo, a buscarlo y encontrarlo.

Tales acciones dan más que el agua para el cuerpo, dan la bebida de la vida eterna que viene de Jesucristo Nuestro Señor.

Así sea

Saturday, August 27, 2011

DOMINGO 11° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

28 DE AGOSTO DE 2011

Queridos Hermanos:

Somos testigos, en el Evangelio de hoy, como un hombre después de que es sanado por Jesucristo Nuestro Señor, ya puede hablar y “hablar bien”; esto es algo que además de necesario debemos tomarlo en consideración.

Hablar bien, implica algo más que la simple vocalización de sonidos inteligentes.

De igual manera debemos entender que debemos hablar, sólo la verdad y expresar lo bueno.

El lenguaje es un gran don de Dios, de toda su creación somos nosotros los únicos que hemos recibido esta bendición. Los animales no tienen forma de comunicar por medio de la voz sus deseos internos y pensamientos. Los ángeles se comunican únicamente por medio del pensamiento. El hombre ha sido comisionado por Dios para hablar acerca de Él, al resto de la creación y ser la voz de todas las demás creaturas que no pueden pronunciar palabra para honrarlo y glorificarlo.

En esta sublime posición de, cabeza de las creaturas de este mundo y comisionados por Dios, para honrarlo en su nombre, debemos considerar como usar bien, este don y encargo.

Como ya lo mencionamos, El lenguaje es un precioso don que no debemos desperdiciarlo en la vulgaridad, la mentira y en todas las demás maneras perversas que existen, por insignificantes que parezcan. La nobleza de este don, demanda mayor recuento delante de Dios.

La lengua es como una espada de doble filo. La mayoría de la gente se hace más daño a sí misma que el que hace a los demás. En sus mentiras, calumnias y difamaciones etc. Nos damos cuenta que, el mal que proyectan hacia los demás cae de manera abundante sobre ellos mismos. Nuestro Señor nos dice que, no es lo que entra a la boca que lo contamina sino lo que sale de esta. Es la maldad que tiene en su corazón que, se extiende con la lengua, que crea el mayor daño.

Podemos ver de manera inmediata el mal que ocasiona la calumnia y la difamación, en la sociedad, lo que raramente podemos ver es, la destrucción del alma del individuo que la propaga.

Al azotar con intensiones malvadas y dañando verbalmente a los demás, somos nosotros mismos los que nos dañamos, antes que los objetivos de este mal. El daño que podemos hacer en este mundo es mínimo comparado con el daño eterno. Mientras que nuestra lengua puede ocasionar un gran daño en esta vida, puede sólo ocasionar un insignificante mal a las almas eternas de quienes hemos atacado.

El daño que recae en el alma y los efectos de este, recae sobre quien lo expresa y no sobre quién es el objeto de estos ataques. En el deseo de destruir aquí y ahora, en este mundo, terminamos destruyendo sólo nuestra felicidad eterna.

Este gran don que Dios nos ha dado para Su honor y gloria es, con frecuencia usado para nuestra deshonra y desgracia y destrucción de lo que Dios ama y busca salvar.

Es suficientemente malo guardar y entretener pensamientos o sugerencias malignos en nuestra mente, sin embargo esta actitud se convierte progresivamente más perjudicial una vez que empezamos a expresarla verbalmente.

Una vez que una palabra ha salido de nuestra boca jamás puede ser retenida.

Nuestras palabras pueden ser para la edificación y salvación de nosotros y nuestro prójimo o pueden ser motivo de escándalo y destrucción de la vida, en este mundo, y consecuentemente de nuestra vida en la eternidad.

El ejemplo maligno que nuestras palabras ofrecen a los demás pueden seducirlos a realizar males similares o mayores a los nuestros. También debe rendir cuentas el que se escandaliza de los escándalos de estos.

Podemos dar ejemplos de virtud y bondad con nuestras palabras o hacer todo lo contrario. La decisión está en nuestras manos. Busquemos de manera consciente, ser un ejemplo de bondad y santidad, para los demás, para de esta manera ser participes de la bondad y santidad que estos nos manifiestan a nosotros.

Es necesario que existan los escándalos en este mundo para que la verdad salga a flote, sin embargo es una gran calamidad lo que caerá sobre el instigador de estos. Nos dice nuestro Señor que hubiera sido mucho mejor que esta persona no hubiera nacido.

Aprendamos del HOMBRE "mudo" de que nos habla el Evangelio, a guardar nuestras palabras, para que cada vez que abramos nuestra boca sea sólo para alabar, dar honor y gloria a Dios. De esta manera no tendremos ningún temor de ser juzgados por nuestras propias palabras, el día de nuestro juicio final.

Así sea

Saturday, August 20, 2011

DOMINGO DÉCIMO DESPUÉS DE PENTECOSTES

21 DE AGOSTO DE 2011

Queridos hermanos:

La pregunta que se nos hace, el día de hoy es ¿Cómo oramos?

Frecuentemente nos estamos comparando con nuestro prójimo. Vemos sus pecados y secretamente nos consideramos mejores, por no haber sido tentados con los mismos pecados que ellos o vemos sus virtudes y consideramos mejores las nuestras. En cualquiera de los dos casos cometemos un grave error.

San Agustín nos recuerda que, no existe ningún pecado cometido por el hombre, que nosotros también hubiéramos cometido si no fuera por la gracia de Dios. (Sermón 49).

Sin la gracia de Dios podemos caer en todos y cada uno de los pecados posibles. Si nos damos cuenta que no hemos caído, realmente es porque Dios nos ha protegido, en esta área. Sería tonto pensar que nosotros hemos evitado tal o cual pecado por nuestra propia fuerza o poder. No hemos hecho nada, de nuestra parte, que merezca ser reconocido. Si hay algo que a ser reconocido, depende y pertenece únicamente a Dios, quien ha obrado Su gracia en nosotros.

En lugar de menospreciar a quien ha caído y considerarnos nosotros superiores, debemos considerar que tal vez, somos tan débiles que Dios ha considerado ni siquiera permitir que seamos tentados en este tipo de cosas. Tal vez, en toda verdad, quien ha pecado sea más complaciente a Dios por haber sido tentado en la batalla que nosotros que no se nos ha dado fuerza para resistir. El peor de los pecados parece ser el que, permanezcamos complacientemente en el, en lugar de arrepentirnos y luchar el buen combate. Dios nos ha dicho que, existe mucha más alegría por un pecador que se arrepiente que por los noventa y nueve que no tienen necesidad de arrepentimiento.

San Pablo nos amonesta al otro extremo del espectro que no nos desanimemos cuando vemos que otros han recibido mejores gracias, o que consideremos que las que hemos recibido nos hacen mejores que los demás.

Es el mismo Espíritu Santo que da la gracia a uno y al otro. La da conforme a Su voluntad y no en base al mérito o demérito de la persona en cuestión. Con frecuencia observamos que Dios escoge al menos merecedor, de Sus Hijos, para exhibir las mayores gracias y dones. Con frecuencia usa a los tontos de este mundo para confundir a los sabios (1 Corintios 1:27).

De tal manera Dios se asegura de ser honrado por Sus dones y es más obvio que el instrumento tan débil que ha utilizado, no es el origen de tan magnificas o cosas maravillosas.

Vemos esto manifiesto con más énfasis en la vida de los santos, quienes al realizar los milagros siempre daban el honor a Dios y se consideraban a sí mismos a sí mismos no merecedores de tales prodigios.

De igual manera debemos nosotros aprender de los santos. También nosotros debemos evitar considerarnos superiores a los demás. Si por casualidad observamos algo, mejor en nosotros que en nuestro prójimo, en lugar de inflarnos de orgullo, debemos recordarnos constantemente que es Dios quien ha hecho esto y no nosotros.

Aún si hemos permanecido libres de un pecado u otro, hemos caído en muchos otros y hubiéramos caído también en este, si no nos hubiera preservado Dios.

La comparación que debemos hacer, no es con nuestro prójimo sino que, debemos compararnos con Jesucristo, Él es nuestro modelo: A Él nos debemos comparar. Cada uno de nosotros debemos considerarnos severamente carentes en esta comparación y debemos todos hacer como el Publicano y no como el Fariseo.

Si por alguna razón sucede que queramos compararnos con nuestro prójimo, veamos lo bueno que Dios ha puesto en ellos, y en nosotros la gracia que hemos abusado y desperdiciado. De esta manera nuestras oraciones serán complacientes y aceptables a Dios.

Así sea.

Saturday, August 13, 2011

DOMINGO NOVENO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

14 DE AGOSTO DE 2011

Queridos Hermanos:


En el Evangelio de hoy vemos como, la tristeza y el enojo, de nuestro Señor Jesucristo está manifiesto, el uno al lado del otro. Jesucristo en una actitud tierna y compasiva, contemplando Jerusalén, ve la ciudad y la gente a la que, Dios le ha concedido tanto, en Su Divinidad ve toda la maldad que carcome la ciudad y su gente. Puede ver, cómo será destruida en un futuro, por su maldad.

El deseo de Jesús es unir a toda esta gente, victimas del pecado y, llevarlas a la tranquilidad y felicidad eterna, sin embargo estas personas no lo permiten. No escuchan, no lo siguen, no se le unen. Habiéndoseles dado el libre albedrio, tiene que respetarlo. Por lo tanto lo último que le queda hacer, es llorar sobre estos.

Lo amargo y doloroso de estas lágrimas sólo puede medirse por el amor que Dios nos tiene. Me atrevo a decir que sólo los que han reamente amado y perdido a alguien, puede entender en una pequeñísima cantidad el dolor que sufrió nuestro Señor en esta ocasión.

Después de esta conmovedora y sentimental escena, se nos muestra a Jesús en el templo donde, tomando un látigo en sus manos expulsa, a los agiotistas y vendedores.

Cuando esas almas no pudieron ser ganadas por amor, la siguiente opción es, ser detenidos de sus caminos pecaminosos, por la fuerza. Lo que para muchos parece ser un acto de ira y violencia es en verdad un acto de amor y misericordia.

Al expulsar a los profanadores del templo, Jesucristo los previene de acumular más pecados en su ya sobrecargada conciencia. Fueron prevenidos de no ofender más a Dios y ganarse el peor lugar del infierno. Podemos ver que aún en esta ira no hay odio sino amor y compasión.

San Pablo, en la epístola de hoy, nos da un ejemplo similar sobre los Israelitas, el mal que han cometido y el castigo que caerá sobre ellos. Para prevenirnos y ponernos alerta de lo que puede sucedernos también nosotros.

No han visto ni recibido a Jesús, nosotros Si. Han experimentado el amor de Dios pero parece haber sido ignorado o tan ciegos que parece no haberlo visto. Fue necesario que Dios les diera un castigo para detenerlos en sus caminos de pecado.

Con nosotros, Dios espera mayor entendimiento y amor, por lo tanto mayor cooperación con Su gracia y amor. Esas cosas han sucedido para nuestra formación y ejemplo. Por lo tanto, estamos llamados a aprender de los errores de los demás.

Si el amor no es suficientemente fuerte para motivarnos, entonces Dios nos ofrece el temor al castigo; ya lo ha hecho sobre nuestros antepasados y quienes lo han ofendido con el pecado.

En ambos casos es un acto de misericordia y amor de parte de Dios hacia nosotros que, de alguna manera u otra nos lleva a Él con amor y bondad y nos detiene en nuestros caminos pecaminosos, con el dolor y el sufrimiento. Se nos han dado ambos ejemplos de esto en la Misa de este día.

Si nuestro corazón es tan frio y calloso que el ver las lágrimas de Jesucristo no nos mueven a abandonar el vicio y procurar la virtud, por lo menos el temor de Su ira y castigo deberían al menos mitigar el castigo eterno que estamos preparando sobre nosotros.

Busquemos ablandar nuestro corazón y espiritualmente arrodillarnos, a un lado de nuestro Señor, al llorar por Sus hijos. Contemplemos Su amor por nosotros y su ardiente deseo por unirnos a Él, para nutrirnos y protegernos como la gallina protege sus pollitos.

Meditemos, como este amor de Jesucristo, lo ha llevado a dar su vida misma en la muerte sobre la cruz, para que nosotros logremos vivir. Con esta actitud debemos ser capaces de realizar los actos más perfectos de caridad y contrición, porque la vista de tan grande amor por nosotros no puede tener otro efecto más que forzarnos a de manera reciproca imitar tal amor. En este estado, procuraremos amar como hemos sido amados.

Al aceptar Su sacrificio y amor por nosotros, seamos motivados a ofrecerle nuestro amor y sacrificio por Él.

Así sea

Saturday, August 6, 2011

DOMINGO OCTAVO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

7 DE AGOSTO DE 2011

Queridos Hermanos:

Tenemos la tendencia a ser más prácticos a las cuestiones mundanas que a las espirituales. Casi todos se ocupan en preparar su futuro, en esta vida. Acudiendo a la escuela y dedicando gran cantidad de tiempo, dinero y esfuerzo para, estar mejor colocados socialmente y ocupar una mejor posición en un futuro.

Una vez que obtenemos un empleo nos preocupamos por nuestra jubilación o por la educación de nuestros hijos. Compramos seguros que nos protejan en contra de gastos inesperados.

Invertimos dinero esperando los mejores resultados de estas inversiones, les pagamos, incluso, a otros para asegurarnos que obtendremos mejores resultados, de lo que nosotros esperamos.

Sin embargo, cuando se refiere a nuestra alma y vida espiritual, parecería que tenemos o muy poco o no interés en nuestro futuro. Cada esfuerzo de o para nuestra alma, es pedir demasiado. El tiempo requerido para nuestro desarrollo espiritual, nos parece excesivo. La disciplina y el sacrificio que se requiere para entrenar y cultivar nuestra vida espiritual, siempre nos parece demasiado, difícil o pérdida de tiempo, es ocasiones nos parece que no es necesario pedir ayuda profesional.

Muchos han caído y sucumbido a la tentación de los protestantes de creer que ellos solos y únicamente ellos pueden encargarse de su alma y no necesitar ayuda. Creen poder leer e interpretar la Biblia ellos solos. Piensan en el tiempo que se están ahorrando. No parece haber ningún interés en detenerse y ver si la están leyendo o interpretando correctamente y menos si entienden lo que leen de alguna manera no superficial.

Les aseguro que nadie tendría la osadía de leer un libro sobre cirugías de corazón y practicarlas en sí mismo o algún ser querido, creyendo que puede leer y entender sin la necesidad de un maestro o guía. Sin embargo, esto es lo que precisamente hace mucha gente con su vida espiritual y salud de su alma eterna. Después de haber arribado a situaciones espirituales verdaderamente delicadas y peligrosas, pretenden guiar a otros hacia los errores en los que ellos mismos han caído.

La prudencia que practicamos en los menesteres de este mundo, por los bienes materiales y bienestar corporal, es extremo; mientras que por los espirituales parece no haber ningún interés. En algunas ocasiones es definitivamente nula.

Mostramos más atención y cuidado por las cosas temporales.

Todo lo de este mundo dura sólo un instante, todo es pasajero; sin embargo, es en estas cosas que enfocamos toda nuestra atención y energía. Todo lo eterno debería exigir toda nuestra atención (por ser eterno) pero sabemos que recibe nada o muy poca de nuestra consideración.

Ya es tiempo de que despertemos verdaderamente de esta modorra espiritual en la que muchos nos encontramos. Todas las cosas de este mundo son vacías y superficiales, “vanidad de vanidades y todo es vanidad” nos dice el Libro de Eclesiastés 1:2. Lo único con verdadero valor, real y substancial es lo espiritual que tiene relación con Dios.

Debemos llenar de este tesoro nuestra vida espiritual como decía Santo Domingo Sabio. "Prefiero morir antes que pecar". Debemos estar preparados para sacrificar todo l de este mundo – aún nuestra propia vida – por el beneficio de nuestra alma, para no ofender a Dios ni de la más mínima forma, ya que sería mejor, sufrir la pérdida de todo lo de este mundo. Es el sacrificio de cosas pasajeras y temporales, por las duraderas y eternas.

Hemos sido liberados de la vida de esclavitud de este mundo, por la gracia de Dios.

No regresemos a esta esclavitud sólo por querer agradar o ser como el resto de los hombres. Dios nos ha hecho hijos Suyos, somos ahora Hijos de Dios

Ahora que somos libres, debemos fijar nuestra atención en las cosas sublimes y elevadas que ofrece a Sus hijos en lugar de los desechos y cosas menores que el espíritu maligno envía para esclavizarnos.

Debemos buscar a toda costa, no sólo igualar, sino superar a los mundanos y esclavos en la prudencia que ponen en las cosas de este mundo, con una mejor prudencia y solicitud por los bienes del espíritu

Así sea