Saturday, July 30, 2011

DOMINGO SEPTIMO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

31 DE JULIO DE 2011

Queridos Hermanos:

En el Evangelio de hoy, Nuestro Señor Jesucristo nos previene cuidarnos en contra de los falsos profetas –“por sus frutos los conoceréis”. San Pablo nos dice en la epístola para este día que, debemos considerar los frutos de nuestras obras.

Mientras estamos en pecado nuestras obras producen muerte, sin embargo, cuando estamos en estado de gracia, nuestras obras producen vida a nuestra alma.

En un sentido, nuestras obras son como profetas que anuncian el tipo de fruto que vamos a cosechar en el futuro. Para la mayoría en el mundo, no puede distinguir entre las obras realizadas en estado de gracia y las realizadas en pecado, sin embargo, Dios hace la distinción claramente. Es Dios quien va a recompensar todas estas obras con su fruto apropiado.

En la superficie, todas las obras aparecen iguales. Aun el fruto de la labor mundana es muy parecido. Después de todo, a los obreros se les paga lo mismo, sin importar si está en estado de gracia o en pecado. El empleador de este mundo, no se preocupa por las almas de sus empleados, luego entonces no mira a esta.

El pecador al no ser fulminado inmediatamente por un rayo, cree que ya se ha librado de cualquier castigo. La vida continua para él como si nada hubiera pasado. Nadie lo trata diferente. Estas obras realizadas en pecado, se vuelven falsos profetas. Son lobos vestidos de piel de ovejas, sin embargo son lobos rapaces. Sólo Dios y la conciencia de la persona, sabe la realidad que se esconde debajo de la apariencia de buenas obras.

Quienes se encuentran en pecado ven, pero pretenden no hacerlo y, continúan con la farsa. Pretenden dominar su conciencia con el silencio y la sumisión. No sólo pretenden esconder de ellos mismos los inevitables frutos de sus labores (la muerte), sino que además lo hacen más amargo y doloroso.
Por lo tanto los falsos profetas más peligrosos, somos nosotros mismos.

San Agustín nos dice que es casi imposible que nos engañen los demás si no nos hemos engañado nosotros mismos mucho antes. Debemos pedir a Dios que nos permita vernos a nosotros mismos, como Él nos ve. Desde este punto de vista, podremos hacer un juicio más certero del fruto de nuestras obras. Con este conocimiento podremos perfeccionar nuestras obras y consecuentemente los frutos que darán estas.

Desde la perspectiva de este mundo, todas nuestras obras parecen las mismas, sin embargo, el estado de nuestra alma y nuestras intenciones cambian drásticamente la realidad de estas obras. San Pablo nos dice que todo lo debemos hacer por el amor de Dios. Sin importar si ayunamos o comemos, si jugamos o trabajamos, etc. Siempre y cuando hagamos todo por Dios.

La buena intención hace la diferencia en este mundo. La misma obra, el mismo esfuerzo material, sin embargo, el fruto es diferente dependiendo la intención con la que se realiza. Dios va más allá y nos dice que la intención es mayor que la obra misma. Quien está enojado con su hermano. Es ya culpable de asesinato, quien tiene deseos lujuriosos con alguna mujer es culpable de adulterio, etc. Lo que está en el corazón del hombre, es lo que le interesa a Dios.

Debemos por lo tanto aprender, a dejar de ver con los ojos del mundo, nuestras propias acciones materiales y los frutos temporales y materiales producidos, como si eso fuera todo lo que existe.

Hay frutos eternos a nuestras obras y sólo podremos juzgarlos en base a nuestro corazón y juzgar en base a nuestros motivos, y disposición de nuestro corazón.

Estos son los frutos que nos harán distinguir entre el profeta verdadero y el falso.

Dejemos ya, de una vez por todas, estarnos engañando, para que podamos verdaderamente juzgar nuestras obras. De esta manera ya no seremos engañados por el mundo o los espíritus malignos que están siempre buscando tentarnos a juzgar, por la apariencia material o física de las cosas.

Un simple acto de humildad y conocimiento de la falta de buenas obras, nos mantendrán inmediatamente alerta en contra de los engaños de quienes están a nuestro alrededor.

Así sea

Saturday, July 23, 2011

DOMINGO SEXTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

24 DE JULIO DE 2011

Queridos Hermanos:

Nuestro Señor Jesucristo, multiplica Su gracia de la misma manera como ha multiplicado las piezas de pan y pescado, a que hace referencia el Evangelio de hoy.

Quienes aman a Dios y se alimentan diariamente con Su palabra lo siguen diariamente de la misma manera que la gente de que nos habla el Evangelio de este día. Ellos lo seguían de manera física, nosotros debemos hacerlo espiritualmente.

Su presencia es tan real al católico de hoy como lo fue para la gente que lo seguía cuando estuvo presente y caminando por este mundo.

El amor de Dios hacia nosotros es el mismo que manifestaba a la gente que lo seguía en aquel entonces. Los alimentaba con Su palabra y con pan, sin embargo indicaba que hay, un pan mucho mejor al que estaban recibiendo. Se nos ha dado la oportunidad de probar de este pan celestial en la Sagrada Eucaristía.

Jesucristo permanece presente en la sagrada ostia hasta que la forma (color, sabor, forma, etc.) del pan permanece. Se encuentra presente tanto en su Humanidad como en Su Divinidad. Este es el pan que se nos ha dicho, nos dará la vida eterna y formamos parte de este. Nos ha dicho también que quienes tomen Su cuerpo y beban Su sangre tendrán vida eterna.

Empezamos recibiendo Su gracia al momento de ser bautizados. Desde ese momento nos convertimos en verdaderos hijos de Dios y toma especial cuidado de nosotros, especialmente de nuestra alma. En cada etapa de nuestra vida se nos dan los sacramentos para alimentarnos y darnos la gracia y fuerza necesaria para la vocación o etapa a la que hemos entrado. Sobre todos los demás sacramentos, está el más necesario, la Sagrada Eucaristía, con la que nos alimentamos y nutrimos de Dios mismo. Entramos no sólo en comunión espiritual con Dios sino que también entramos en una profunda comunión física.

Lo recibimos en nuestro cuerpo para poder transformarnos en Él.

Con la frecuencia que recibimos a Jesús en nuestro cuerpo, en la Santa Comunión, Su presencia entre nosotros se incrementa, a lo contrario de lo que sucede con la alimentación natural. En la Santa Comunión tenemos a Cristo vivo en nosotros para de esta manera llevarlo al resto del mundo.


Existen varios peligros muy serios a los que debemos estar alertas al prepararnos a recibir a Nuestro Señor en la Sagrada Comunión. San Pablo nos previene de no recibirlo de manera inapropiada ya que si lo hacemos, sólo estaremos recibiendo nuestra propia destrucción – condena- Dios ha proveído un medio para limpiarnos y prepararnos humildemente, para recibirlo sin ser condenados.

Ese medio es el sacramento de la Penitencia (Confesión). Un medio tan sencillo, en el que humildemente confesamos ante el ministro de Dios, nuestros pecados y recibimos el perdón de Dios, por medio del Sacerdote. De esta manera estamos listos y preparados para recibir a Dios en la Santa Comunión, aún en estado indigno, pero en un estado receptivo a la gracia.

Para quienes verdaderamente aman a Dios, se dan cuenta que nunca pueden recibirlo lo suficiente y siempre están ansiosos para recibir, no sólo Su palabra sino a Jesucristo mismo en la Santa Comunión.

Dios en Su generosidad ha provisto otro medio para satisfacer este amor –la Comunión Espiritual. Si no nos es posible recibirlo físicamente en la Santa Comunión, podemos hacerlo por medio del amor y el deseo. Con un simple acto de la voluntad, podemos hacer un acto de contrición, podemos hacer un acto de fe, esperanza y amor y en esta disposición de nuestro corazón humildemente hacemos camino para pedir la gracia de la presencia de Dios en la Santa Comunión.

Dios, que lee el corazón del hombre, toma estos deseos por obras. Es al mismo tiempo una situación aterradora que el hombre que llena de lujuria su corazón es ya culpable de adulterio, pero también es un consuelo pensar que el hombre que procura la gracia y presencia de Dios será recompensado espiritualmente con eso que desea.

Pidamos a Dios cada vez que lo recibimos, por los que no les es posible hacerlo para que, también ellos se beneficien de gracias similares. Existen muchos que a consecuencia de la gran apostasía y la falta de verdaderos sacerdotes no tienen la oportunidad de recibirlo como lo hacemos nosotros.

Sin embargo siempre se les está recordando que no están tan lejos de la Iglesia de Dios ya que El está presente en todas partes y Su gracia no está impedida por tiempo o espacio. Para hacer estas comuniones espirituales se requiere de una gran fe pero es igualmente recompensado con grandes gracias.

Al ser más que una familia, un solo cuerpo en Cristo, es bueno para nosotros hacer oración siempre los unos por los otros, al recibir a Nuestro Señor, ya sea de manera física en la Sagrada Eucaristía o en la comunión espiritual.

Así sea.

Saturday, July 16, 2011

DOMINGO QUINTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

17 DE JULIO DE 2011

Queridos Hermanos

En la lectura del día de hoy, nos encontramos ante tres tipos o niveles de maldad.

Los Fariseos siguiendo la letra de la Ley sabían que no les era permitido matar.

Nuestro Señor Jesucristo agrega algo más a esta y nos presenta un mandamiento más perfecto. No sólo debemos evitar el asesinato, sino que además debemos evitar los malos pensamientos y palabras ociosas. Es decir que no debemos ser indulgentes con el odio, coraje y las palabras ofensivas. Al adaptarnos a este nuevo mandamiento practicamos de una manera más perfecta la virtud y nos hacemos más justos que los fariseos.

Con frecuencia somos tentados a creernos justos o buenos al no haber físicamente lastimado a alguien –aún cuando trabajamos arduamente con maldad sobre alguien o hemos proferido insultos o palabras ofensivas-; Jesucristo nos dice que esto no es suficiente.

Recordemos que nuestros sacrificios u ofrendas son inaceptables por Dios cuando cargamos con tal maldad en nuestra conciencia. Por lo tanto si estamos por ofrecer nuestras ofrendas a Dios; y recordamos que tenemos algo en contra de nuestro hermano, debemos primeramente ir a reconciliarnos con este antes de poder acercarnos a Dios.

¿Cómo tenemos la osadía de pedir perdón a Dios, cuando no somos capaces de perdonar a nuestro hermano? Es tonto de nuestra parte, hacer la oración del Padre Nuestro y pedirle a Dios nos perdone de la misma manera que nosotros perdonamos a los que nos ofenden o hacen algún mal, mientras sembramos odio en nuestro corazón.

San Pedro nos recuerda que no debemos devolver mal por mal, abusos por abuso, sino que por el contrario debemos devolver bien por mal. Debemos bendecir y no maldecir a quienes nos hacen mal. Debemos amar a nuestros enemigos y hacerle el bien a quienes han pecado en contra de nosotros.

Nuestro orgullo y vanidad nos sugerirán que es justo y correcto, para nosotros, odiar a los que nos hacen mal y que es bueno que les deseemos el castigo. Olvidando que Dios nos dice de igual forma: “La venganza es Mía, yo la pagare”

No existe la justicia absoluta o igualdad en esta vida, en este lado de la eternidad; la justicia se encontrará en la eternidad precisamente. Después de la muerte primera cuando dejemos este mundo. Es entonces, cuando Dios va a leer, no sólo las acciones sino también las palabras y pensamientos de todos y cada uno de nosotros. Se nos pedirán cuentas, de nuestro corazón para recibir y merecer el castigo o la recompensa.

Hoy día en donde vemos tanta maldad a nuestro alrededor, es difícil contener nuestra así llamada “indignación justa”. Siempre encontramos excusas para ver nuestros malos pensamientos, palabras y obras como algo bueno. Debemos desistir de caer en tales tentaciones.

Debemos condenar todo el mal a nuestro alrededor, debemos amar al pecador que ha caído en estos crímenes. En lugar de maldecirlos debemos orar por ellos para que puedan arrepentirse y regresar a lo bueno. Es relativamente fácil perdonar a los que no nos han lastimado personal o interiormente; pero para los que están cerca de nosotros o quienes nos han lastimado verdaderamente con sus palabras o acciones es mucho más difícil.

Entendiendo esto, debemos estar siempre atentos y en guardia en contra de disfrutar la maldad hacia nuestros enemigos. Debemos constantemente buscar que ellos también sean llamados por Dios a la salvación, como hemos sido nosotros llamados.

Debemos ver que Dios tanto desea la salvación de ellos como la de nosotros. Tal vez más la de ellos.

Para poder lograr esta virtud tan importante necesitamos la gracia de Dios. Por lo tanto debemos constantemente pedir la gracia de la caridad; debemos pedir a Dios la gracia de amarnos los unos a los otros, como Él mismo nos ama.

Es verdad que en este estado sufriremos más abusos e injusticias. El mundo y las almas en la maldad buscaran sacar ventaja sobre nosotros. Sufriremos persecuciones e insultos, pero si los sufrimos por el amor de Dios, o como lo dice san Pedro citando a Nuestro Señor Jesucristo. “Por la justicia misma” entonces seremos verdaderamente bendecidos; seremos merecedores de la recompensa en el cielo; y tal vez nos convirtamos en motivación ó ejemplo para otros, para que se arrepientan y regresen a Dios y de esta manera salvar su alma.

Esto es lo que Dios desea de nosotros, este cuidado por la salvación de uno por el otro. Amarnos como Dios nos ama.

Así sea.

Saturday, July 9, 2011

DOMINGO CUARTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

10 DE JULIO DE 2011

Queridos Hermanos:

Los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria venidera, que se manifestará en nosotros” (Epístola de hoy: Romanos 8:18)

Frecuentemente nos quedamos ciegos por los sufrimientos presentes y perdemos de vista u olvidamos la gloria que vendrá posteriormente. Es difícil no centrar toda nuestra atención a los sufrimientos presentes- especialmente cuando el pecado ha tomado posesión de nosotros y nos cegamos de amor propio. Nuestra visión y atención ha sido reducida a una distancia muy reducida, tenemos la tendencia a ver sólo el mundo presente y este momento, en lugar de voltear a ver la profundidad de la eternidad.

Si tan sólo diéramos una ligera mirada hacia el cielo y pudiéramos ver las maravillas, poder, majestad, gloria etc. de Dios, de inmediato consideraríamos los eventos más trágicos de la vida diaria, como inconveniencias menores en nuestro camino hacia Dios. Toda una vida en este mundo en medio de los momentos más amargos, sufrimientos y tormentos sería como, nada comparados con la recompensa eterna en el cielo.

No somos los únicos que estamos sufriendo. San Pablo nos dice que toda la creación tiene una constante búsqueda y espera por el Hijo de Dios. Desde el Pecado Original, no sólo la humanidad, sino que, toda la creación se encuentra en un remolino y sufriendo las consecuencias de este desorden. Vemos por ejemplo como las creaturas que no teniendo inteligencia o razonamiento, se encuentran desamparadas y deben esperar pacientemente que restauremos lo que también ellos perdieron.

En nuestro pecaminoso estado de egoísmo, sólo pensamos en mitigar el presente, y frecuentemente a expensas de una felicidad futura. Nos hemos convertido en pequeños niños que no entienden nada sobre la gratificación que debemos esperar. Queremos todo, ahora.

Nos auto medicamos para eliminar o reducir nuestros dolores presentes para darnos cuenta posteriormente de los efectos secundarios. El alcohólico que toma ahora, para suavizar su dolor, encuentra un gran sufrimiento la mañana siguiente. Lo mismo sucede con el pecador.

Jesucristo Nuestro Señor nos ha sugerido que no corramos ante los sufrimientos presentes, sino que los abracemos como lo hizo Él. Existe un gran beneficio que resulta al pacientemente sobrellevar los sufrimientos presentes por amor de Dios.

Cuando nos damos cuenta que es justo y bien merecido el castigo por nuestros pecados (por pecados nuestros o de los demás, o más aún pecados del género humano en general) encontraremos mucho más fácil soportarlos. Tal sufrimiento tendrá un propósito. Hay una razón y significado para ello.

San Pedro, nos dice el evangelio de hoy, laboró toda la noche y no atrapó nada. El y los que lo acompañaban laboraron por cosas pasajeras y de igual manera terminaron con las manos vacías. A pesar de todo esto, estaban preparados a volverlo a intentar una y otra vez la siguiente noche. Siempre con la esperanza de que, en esta próxima vez, si llenar sus redes con algo benéfico. Sus sufrimientos y esfuerzos se hicieron tolerables, por el éxito esperado en el futuro próximo.

Lo mismo sucede con el esfuerzo que hacemos por nuestra alma. Debemos luchar y sufrir aquí y ahora, pensando en la recompensa futura. No tenemos la garantía del éxito futuro porque no podemos confiar en nuestra perseverancia hasta el final. Se nos ha prometido, sin embargo, que si tomamos nuestra cruz diariamente, con paciencia y amor, la llevamos, encontraremos paz y descanso para nuestra alma.

Cuando los apóstoles pescaban por motivos mundanos se enfrentaban a grandes sacrificios y sufrimiento, sin mayor recompensa. Sin embargo, una vez que cambian su actitud y motivo para soportan los esfuerzos por Dios (Maestro: Trabajamos la noche entera y no cogimos nada; pero en tu nombre echaré las redes) para ser recompensados mas allá de lo que jamás hayan imaginado. Sus redes estaban tan llenas al grado de casi romperse.

Ahora la actitud era otra, no estaban tan ansiosos por la pesca como anteriormente, ven ahora un gran placer en Jesucristo y no dudan en abandonar todo y seguirlo. El sufrimiento de este mundo fue voluntariamente soportado por el beneficio otorgado.

Sabemos que por el beneficio espiritual, los apóstoles estaban dispuestos, a hacer mucho más y no dudar en dejar los beneficios materiales a un lado.

Consideremos, qué es lo que nosotros hacemos y sufrimos por ganar beneficios o placer. No podemos escapar los sufrimientos y dolor justamente impuestos sobre nosotros por nuestros pecados, pero si los podemos mitigar al enfocar toda nuestra atención sobre la recompensa que reciben quienes paciente, humilde y con amor lo soportan todo, por el bien de nuestra alma, justicia y placer de Dios.

No debemos maldecir nuestro sufrimiento y dolor, sino abrazarlo con gran amor ya que es el camino a nuestra gloria futura en el cielo; y es, a un costo muy bajo aún si fuera el mayor de los sufrimientos que pudiera existir sobre la tierra.

Así sea.

Saturday, July 2, 2011

DOMINGO TERCERO DESPUÉS DE PENTECOSTES

3 DE JULIO DE 2011

Queridos Hermanos:

El introito del día de hoy inicia con la idea de sentirse uno solo.

“Vuélvete a mí y ten de mí piedad, que estoy solo y afligido, ensancha mi angustiado corazón y sácame de mis estrechuras” (Salmo 24, 16.18)

Este pensamiento tienta a muchos files en el mundo de hoy. Se sienten solos en este mundo al encontrarse rodeados de tantos paganos, judíos, herejes y cismáticos. Es una situación difícil, el mundo actual, para poder ser verdadero cristiano (católico)

Además de la gran mayoría pagana, judíos y protestantes debemos agregar una mezcla más de muchos modernistas del Nuevo Orden y de los cismáticos “católicos tradicionalistas”

San Agustín dice que nosotros como el grano parece perdido en el montón de paja. En la trilla parece que sólo hay paja y ningún grano. Lo mismo sucede con los católicos, vemos todos los no creyentes y falsos católicos y nos parece que somos sepultados en medio de todos ellos. Una vez que la mano es puesta entre el montón, podemos darnos cuenta que hay más grano del que vemos a simple vista. Soplamos un poco mas y vemos que la paja es hecha a un lado y vemos un poco mas de grano.

Por lo tanto debemos perseverar y ser pacientes, aun si creemos ser los únicos. Un verdadero católico nunca se debe sentir solo. Somos miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo. Somos miembros de la Iglesia y como tales nosotros, la Iglesia Militante estamos siempre unidos a la Iglesia Triunfante y a la Iglesia Purgante. Estamos siempre en unión espiritual con los demás miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo (la Iglesia) y siempre estamos unidos con nuestros ángeles guardianes.

Además y muy aparte de todo esto, Dios siempre está presente en nosotros. Podremos ser negligentes en acordarnos de Él, pero Él nunca nos olvida. Nunca nos pierde de vista. Es más diligente que el hombre que perdió su oveja y deja a las demás por acudir a la buscar a la extraviada o como la mujer que perdiendo una moneda deja todo lo que está haciendo para barrer y buscar lo que perdió.

Dios desea que nos salvemos y siempre está utilizando los medios necesarios para acercarnos y dirigirnos a la felicidad eterna: En algunas ocasiones seduciéndonos con la felicidad futura, en ocasiones con amonestaciones suaves, con sufrimientos en esta vida, y frecuentemente con el castigo eterno, en el infierno. Todo lo que nos sucede es o bien porque Dios lo permite o lo desea. En cualquiera de estos casos, es capaz de llevarnos y unirnos más a Él, por lo tanto a la salvación y felicidad. Lo único que detiene a Dios de lograr Su cometido, es nuestra voluntad perversa y obstinada en el mal.

Una vez que hemos realmente entendido y creemos que Dios no sólo nos ha creado sino que además nos ama, entonces es cuando podemos hacer a un lado nuestros tontos temores y preocupaciones por estar solos. Él no nos abandona ni abandonará, somos nosotros los que lo hacemos. Al separarnos de nuestro Dios y Padre amoroso nos encontraremos con el Justo Juez.

Debemos entender que mientras estemos vivos Dios no nos ha abandonado y rendido ante nosotros. Siempre está buscando la forma de salvarnos. Seremos y estaremos verdaderamente perdidos cuando seamos arrojados por toda la eternidad al Infierno.

San Pedro nos dice en la Epístola de Hoy que debemos resistir al demonio.

“sabiendo que cuantos hermanos nuestro hay en el mundo padecen las mismas cosas” no estamos solos en este sufrimiento, todo verdadero católico debe sufrir, todos debemos pasar por el sentimiento (pensamiento) de estar perdidos o abandonados, y es en estos momentos que debemos sujetarnos y renovar nuestra fe entendiendo que estos pensamientos y sentimientos también son tentaciones y nunca estamos solos en nuestros combates.

Continua san Pedro diciéndonos: “Después que padezcáis un poco, os perfeccionará, fortificará y consolidará”

Escuchemos la voz del Pastor cuando llama (a la oveja perdida) clamemos en toda humildad, para poder ser encontrados dignos de recibir Su gracia y beneficiarnos de nuestra situación. No seamos desanimados al ver que nadie más busca ser mejor católico ni tampoco envidiemos a los perversos en su desordenada búsqueda de sus pasiones y lujuria, sino que debemos tener constantemente en mente que no estamos solos ni somos abandonados por Dios.

Dios todo lo sabe y todo lo ve y puede hacer todo. Quiere, si nosotros lo permitimos, salvarnos y llevarnos a Él por toda la eternidad.

Así sea