Saturday, May 28, 2011

DOMINGO 5to. DESPUÉS DE PASCUA

29 DE MAYO DE 2011

Queridos Hermanos:

Cualquier cosa que pidan al Padre en nombre de Jesús, El os lo dará. La razón por la que aún no recibimos, es porque no hemos aún pedido. Esto es para probar que, tan genuinas son nuestras oraciones y al final de cuentas que tan verdadera es nuestra fe.

San Basilio dice: “La oración, no es perfecta con el pronunciamiento de silabas, sino en el propósito del alma, y de las acciones justas de la vida, no debemos creer que Dios necesita ser recordado por medio de nuestras palabras.

Tampoco debemos pensar que completamos nuestra oración murmurando un número de silabas, sino por la intención de nuestra alma y en las obras de la virtud extendidas en cada acción y momento de nuestra vida, más bien debemos estar conscientes que El conoce nuestras necesidades le pidamos o no. El oído de Dios no necesita nuestros gritos, ya que esto lo podemos ver con el movimiento de nuestra alma, que es lo que buscamos.

Porque las palabras de una oración que son simplemente recitadas, son en sí mismas de no valor a menos que sean elevadas por una alma fervorosa”

Las oraciones de los Fariseos, de acuerdo con San Basilio “Son la ocasión de Su (de Dios) resentimiento. Es como si alguien diera muerte al hijo de otro y le extendiera la mano al padre afligido, con las manos, aún manchadas de sangre. Pidiendo su mano de amistad. ¿No haría la sangre de su hijo, aún visibles en las manos del asesino, le provocara una ira justa, contra este? Tales son las oraciones de los judíos.

Porque cuando extienden sus manos para orar, le recuerdan a Dios Padre, sus pecados en contra de su Hijo. Y cada vez que elevan sus manos hacen manifiesto que están sus manos llenas de la sangre de Jesucristo. Por haber gritado. “Que Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (San Mateo 27,25)

¿Cuántos, que se llaman a sí mismos cristianos, deben ser clasificados con los judíos en sus oraciones?

¿Cuántos, por sus pecados personales, se hacen culpables del asesinato del Hijo de Dios, y con descaro apelan a Dios para recibir beneficios mundanos?

Es tiempo, para que una vez más nos examinemos a nosotros mismos. Es tiempo de mirar en la profundidad de nuestra alma. ¿Cuál es el propósito de nuestra alma?

Las palabras que salen de nuestros labios significan muy poco si lo hacemos como quienes condenaba Jesucristo: “esta gente me honra con sus labios, pero su corazón está muy lejos de mí” (San Mateo 15,8)

Nuestras oraciones deben salir de lo más íntimo de nuestra alma. Lo que vive en la profundidad de esta, es lo que se manifiesta en nuestra vida. Lo que en ella está, permanece como pensamiento en nuestra mente y se manifiesta a través de las palabras y obras de nuestro cuerpo. Todos nuestros pecados se inician desde nuestro interior.

Cristo nos dice que no es tanto lo que entra en el hombre que lo contamina sino lo que sale de su corazón.

Frecuentemente existe una no conexión entre nuestras palabras y el deseo de nuestro corazón. Esta discordancia entre nosotros mismos, es el obstáculo para que nuestras oraciones sean respondidas. O tal vez sería mejor decir que esa es la razón para que nuestras oraciones sean respondidas, Dios nos da justo lo que pedimos y espera de la profundidad de nuestra alma.

Pedimos una cosa con nuestros labios mientras que al mismo tiempo no lo pedimos con nuestro corazón o pedimos algo que es contrario a lo que nuestros labios están diciendo. Pedimos sin esperar que nuestras oraciones serán escuchadas por eso este es el resultado que obtenemos.

San Agustín expresa esta discordancia en nosotros, en sus Confesiones, cuando nos dice que él pedía a Dios para que le diera castidad mientras que la otra parte de él mismo le pedía que no fuera de inmediato. En esta oración ninguna de las dos cosas se realizaban ya que se pedía precisamente eso, que ninguna de las dos cosas surtiera efecto.

Seamos uno sólo en todo lo que somos, en nuestra alma, en nuestros pensamientos, en nuestras palabras y en nuestras acciones. Y así en esta singularidad de nuestra oración pidamos a Nuestro Padre Celestial en nombre de Jesucristo y confiando totalmente que recibiremos que lo realmente deseamos.

Que así sea

Saturday, May 21, 2011

DOMINGO 4to. DESPUÉS DE PASCUA

22 DE MAYO DE 2011

Queridos Hermanos:

Un gran dolor ha llenado el corazón de los apóstoles porque Jesucristo les avisa que tiene que regresar a Su Padre al Cielo.

Nuestras vidas frecuentemente, también son llenas de dolor, cuando en realidad debemos llenarnos de alegría.

Los apóstoles debieron haberse alegado por Jesús, sin embargo la tristeza los envolvió, por la pérdida que percibían. Jesucristo les señala su error. Deben, ante todo, estar alegres por Él y por su alegría en el Cielo con Su Padre, y no ser tan egoístas y pensar sólo en la perdida. En segundo lugar deben estar alegres ya que Jesucristo no los estaba abandonando sino prometiéndoles que enviaría al Espíritu Santo.

Frecuentemente, en nuestras propias vidas, percibimos el éxito y felicidad de los demás como sufrimiento y dolor para nosotros mismos. Este egoísmo frecuentemente se desarrolla en envidia por el bien de los demás, incluso llega a ocasionarnos celos y odio por lo que han recibido algún bien. Este es un grave pecado y motivo por el que debemos estar tristes.

Verdadero amor por nuestro prójimo exige que nos alegremos por los bienes que recibe. Y si somos fieles en el cumplimiento del mandamiento de Jesucristo que dice que amemos incluso a nuestros propios enemigos, debemos alegraros aún por los beneficios que estos reciben.

Frecuentemente, el bien que otros reciben, personalmente no nos custa nada o muy poco, por lo tanto debe ser más fácil estar contentos por los demás, más aún si reciben algún bien a cuesta nuestra, debemos alegrarnos. El sufrimiento que le ocasionamos a Jesucristo por nuestros pecados no engendraron odio en Su corazón, por nosotros (la causa de Su Dolor), más bien por el contrario, nos amó lo suficiente para encontrar gozo en las gracias que recibimos por Su sufrimiento.

Esto no es algo fácil de lograr. Requiere un gran esfuerzo de cooperar con la gracia de Dios. Nuestra naturaleza caída, automáticamente se revela ante el mismo pensamiento de esta caridad sobrenatural por quienes nos odian o persiguen. Este sin embargo, el camino y meta que Jesucristo ha puesto frente a nosotros. Es una meta de perfección.

Jesucristo quiere que seamos perfectos porque nuestro Padre Celestial es perfecto.

Jesucristo nos pide una profunda humildad para que no pensemos ni siquiera que somos merecedores de los muchos beneficios que hemos recibido, mucho menos causa, de los beneficios que han recibido los demás.

Después de haber hecho todo bien, debemos decir que somos siervos no productivos porque hemos hecho sólo lo que teníamos que hacer. En otra ocasión Jesucristo nos dice aprendan de mi que soy dócil y humilde de corazón.

La tristeza que nos ocasiona la buena fortuna de los demás, es frecuentemente suficiente para robarles parte de la felicidad que Dios planeó darles. En haciendo esto, nuestra naturaleza caída encuentra una perversa satisfacción, cuando en realidad el que sale lastimado de todo estos somos sólo nosotros, por haber ofendido a Dios y hemos merecido para nosotros mismos un gran dolor y un gran sufrimiento.

Frecuentemente este dolor es ignorado por quienes envidiamos o estamos celosos, por lo tanto es claro y obvio que quien sale lastimado de estos sentimientos somos sólo nosotros mismos.

En nuestra búsqueda por la perfección debemos aprender a regocijarnos siempre.

Debemos encontrar alegría en todo lo que Dios hace o permite. SI Dios decide darle alegría a otro por ser débil y necesita este apoyo, debemos alegrarnos, si Dios decide probarnos con un poco de dolor o sufrimiento, también esto debe ser razón para alegrarnos. Los motivos de Dios deben ser siempre los mismos para nosotros tanto en el sufrimiento y dolor como en el gozo y alegría. El siempre desea nuestro bien eterno. Por lo tanto, todo lo que sucede en nuestro peregrinar por este mundo es con la intención de acercarnos más y más a Él. (Nuestro objetivo final). Si cooperamos con Él, en todas estas cosas, de igual manera seguiremos a Jesucristo a estar con Nuestro Padre Celestial.

Así sea.

Saturday, May 14, 2011

DOMINGO 3ro. DESPUÉS DE PASCUA

15 DE MAYO DE 2011

Queridos Hermanos:

El tiempo de duración de nuestra vida es realmente “un instante” cuando lo vemos desde la perspectiva de la Eternidad. Es un abrir y cerrar de ojos comparada con, siempre.

Jesucristo ha prevenido a los apóstoles, y por medio de estos a nosotros, que los gozos y alegrías de Su presencia entre nosotros, son en este mundo, sólo momentáneos. Tenemos que sufrir la separación como lo hicieron los apóstoles, cuando Jesucristo se fue con Su Padre celestial.

Hay momentos de alegría y aceleración ante la presencia de Dios, tal y como lo experimentamos durante el tiempo de Pascua. Luego vienen momentos en los que la presencia de Dios emerge como muy distante y alejada de nosotros. Pero como lo sabemos Dios nunca está lejos de nosotros, por ser esto imposible. Dios es siempre presente, por lo tanto siempre está cerca de nosotros. Permite que sintamos un distanciamiento o separación de Él, sólo para acercarnos más a Él, posteriormente.

Hemos escuchado muchas veces que si queremos ser Sus discípulos, debemos tomar nuestra cruz todos los días y seguirlo. Al momento de tomar esta cruz es cuando muchas veces sentimos este distanciamiento o pérdida, a que hacemos referencia.

El mundo se alegra y regocija ante nuestra agonía espiritual.

Somos tentados y caemos, somos calumniados o burlados, sufrimos muchas cosas, y es en esto que experimentamos esa separación a la señalada en líneas anteriores.

Existen otros momentos en los que Dios hace sentir en nosotros, con su Divina Gracia, una presencia muy intima. Experimentamos una alegría espiritual y consuelo que, las palabras no pueden describir. El mundo puede estar sufriendo con remordimientos, pero Dios llena los corazones de quienes lo aman con gran alegría, gozo, paz y felicidad.

Todo parece indicar que los sentimientos de las almas escogidas de Dios siempre están en oposición a las mundanas. Dios no quiere que seamos uno con el mundo sino, uno sólo con El. Por lo tanto los que lo aman están llamados al sacrificio de alejarse de los placeres y gozos de este mundo y cambiarlos por los placeres y gozos de toda la eternidad.

Nuestro gozo no será pleno en este mundo porque este forma un velo o barrera para nuestra total unión con Dios. En algunas ocasiones este velo parece ser muy delgado y nos sentimos más cerca de Dios y en ocasiones sucede todo lo contrario. El gozo total en la unión con Dios está reservado para la otra vida, no para esta.

Estaremos completos cuando, este mundo sea renovado y nuestros cuerpos sacados de la tierra para ser reunidos con nuestra alma por toda la eternidad. La vida de los santos que fueron elevados a esta gloria con Jesucristo, lo verán nuevamente y nunca lo perderán de vista. Su gozo será completo. Cuerpo y alma serán uno sólo con su Creador y Salvador.

Una vez que hemos comprendido lo corta que es la vida en este mundo en comparación con toda la eternidad, somos capaces de sobrellevar las altas y bajas de nuestro diario vivir. Porque sin importarnos lo que nos suceda en esta vida que, consideremos difícil de llevar, podremos siempre decir “esto pasara”. No será siempre de esta manera.

Con esta armadura de nuestra parte podremos resistir más fácilmente estos momentos difíciles y entender que en un poquito más veremos nuevamente a Dios, aunque no lo veamos siempre. Nuestro corazón no encontrara descanso, como nos lo dice San Agustín, hasta que descanse en Dios. Debemos buscar siempre la necesidad de estar unidos a Dios, sabiendo que esta búsqueda será sólo momentánea y que después de “un poco más” de tiempo también nosotros iremos con Dios Padre, con Jesucristo.

Tengamos siempre presente que el único mal es el pecado porque nos separa de Dios.

Todo lo demás es realmente indiferente. Vida, muerte, enfermedad, salud, riqueza, pobreza, alegría, dolor etc. Todas estas son cosas indiferentes. Pueden convertirse en buenas o mala según el uso que hagamos de estas.
Para los buenos todas las cosas son buenas. Para los malos todo se convierte en maldad.

En este “corto tiempo” por el que estamos pasando ahora, reconozcamos que nuestro estado actual es pasajero y que les espera algo mejor a quienes perseveren hasta el final, haciendo de todo, lo mejor, sacando lo bueno de todas las cosas.

Así sea.

Saturday, May 7, 2011

DOMIGO 2do. DESPUÉS DE PASCUA

8 DE MAYO 2011

Queridos Hermanos

Existen tres tipos de personas nos dice el evangelio de hoy. El lobo, el mercenario y nuestro Señor, El Buen Pastor.

Toda la humanidad le pertenece a Dios. El es nuestro creador, por lo tanto clama el derecho de hacer con nosotros Su voluntad. En Su infinita sabiduría nos ha dado el libre albedrio para que nosotros de una manera libre y voluntaria acudamos a Él.

Estos son los que lo conocen, lo escuchan y siguen. Ellos lo conocen y El los conoce a ellos.

Dios continúa llamando a toda la creación, de manera especial al ser humano. Son verdaderamente bienaventurados los que escuchan y acuden a Su llamado, son maldecidos por otro lado los que deja este mundo sin siquiera haber respondida a este llamado, o habiéndolo escuchado lo han rechazado.

El primero de estos es el lobo, representa para nosotros los ángeles caídos y sus asistentes humanos que buscan constantemente destruir el rebaño de Cristo. Nos damos cuenta rápidamente de estos ataques y sus tentaciones a pecar, y el escape de la gracia protectora que se encuentra dentro del rebaño de la Iglesia católica. Si ponemos tantita atención veremos cómo estos ángeles caídos utilizan a los humanos para que se conviertan en instrumentos voluntarios. Tenemos muchas ramas de seudo-ciencias, profesando desde la plenitud de su ceguera que no existe Dios y todo sucede por casualidad. Contamos igualmente con seudo religiones diciéndonos que somos nuestros propios dioses y creamos nuestro propio destino y sendero. Contamos con gente de todo tipo de formas de religiones seudo cristianas buscando a toda costa separarnos del rebaño de Jesucristo.

En contra de estos lobos Dios nos ha dado muchas defensas. La gracia de Dios es un buen pastor para nuestra alma, la conciencia que nos ha dado es de igual manera un buen pastor. El libre albedrio que se nos ha dado puede ser o mercenario o pastor. Nos convertimos en nuestro propio peor enemigo cuando decidimos escuchar al demonio y permitimos al lobo entrar, destruir y llevarse lo que le pertenece a Dios.

En este caso nuestro libre albedrio que nos fue dado para protegernos y alertarnos de los peligros huye y pierde su puesto de vigilancia para hacer su obligación y se convierte en un mercenario. Nuestra voluntad pasa a ser buen pastor cuando permanece vigilante y convierte su cuerpo, mente y corazón alimentado de pensamientos y deseos por Dios y Su Voluntad. Es buen pastor cuando escoge el camino de la verdad y bondad sin importar las consecuencias.

Dentro de la Iglesia Católica, el Cuerpo Místico de Jesucristo, encontramos de igual manera pastores y mercenarios en los pastores que Dios ha designado para cuidar el rebaño.

Muchos, tal vez la mayoría, son mercenarios por no defender al rebaño en contra de tantos ataques de inmoralidad. Los lobos han entrado y sugieren que, está bien desobedecer la ley de Dios y condonar cosas como el divorcio, adulterio, “control natal” que no es otra cosa que asesinato de lo concebido y/ o onanismo. Los mercenarios permiten que estos males entren el rebaño y permanecen en silencio y constantemente tienen excusas para permitir que el lobo haga destrozos cada vez mayores. Su amor no es por las ovejas. Les permite hacer lo que quieran y no los corrige porque no quiere “ofenderlos”.

Los mercenarios han confundido a los lobos y a las ovejas y en su intento por salvarlos y mantenerlos unidos, han permitido que el lobo mate y devore una oveja tras otra. Cuando sólo quedan los lobos se engaña a sí mismo creyendo que estos lobos son realmente ovejas. Pero una vez hecho esto, los lobos se atacan entre sí y en contra de los mercenarios porque no son pastores y desean continuar en el camino del asesinato spiritual.

Vemos esto en todas las seudo religiones, donde se permite que el mal entre y crezca. Su número de seguidores crece y se incrementa no por la gracia de Dios sino porque le dan la bienvenida a todos los lobos. Ya no son un rebaño sino una jauría de lobos. Su bien cubierto disfraz de cristianos les permite engañar a los demás y en muchas ocasiones engañarse a sí mismos.

El pastor que realmente ama sus ovejas se pone de pie y examina su rebaño para expulsar a las incorregibles o contagiosas de maldad que puede daña al resto del rebaño, estas son las ovejas que deben ser expulsadas y no permitírseles convivir con los demás, el pastor hace esto no porque odia a las que debe excomulgar, sino porque las ama y busca que se den cuenta del peligro en que se encuentran, para que se arrepientan y dejen de ser lobos y se conviertan nuevamente en ovejas. Aún si el rebaño queda reducido a un puñado, el pastor sabe que es mejor tener un grupo reducido de buenas ovejas en lugar de una gran multitud de lobos cubiertos con piel de ovejas.

Jesucristo nuestro Señor es el Buen Pastor y sus verdaderos ministros lo imitan a Él y no a los mercenarios

Así sea