Saturday, October 31, 2009

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

1 de Noviembre de 2009

Queridos Hermanos:

Los de la Iglesia Católica, somos miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo, luego entonces, miembros de la Iglesia Militante, quienes debemos estar en unión espiritual, con los demás miembros de nuestra familia. La iglesia Triunfante y la Iglesia purgante.

El día de hoy ponemos nuestra atención en la Iglesia Triunfante, aquellos miembros de nuestra familia, de este Cuerpo Místico de Jesucristo, que son ahora recompensados con la felicidad eterna de la Visión Beatifica del Cielo.

Se nos exhorta a rendirles honor y alabanza por sus logros, de igual forma damos gracias a Dios por las bendiciones a ellos otorgadas. Celebramos este día para reparación a nuestra negligencia. Debemos buscar la satisfacción requerida en esta situación, negligencia en verdaderamente dar honor a los santos según nos lo señala el calendario santoral y de igual forma a quienes no siendo aún canonizados deben también recibir estos honores.

Al honrar a los santos traemos a nuestra mente las acciones heroicas de sus virtudes y somos motivados a seguir su ejemplo. La práctica de la virtud al grado heroico.

Los mártires, doctores, confesores, vírgenes, hombres y mujeres santos, nos llaman desde el cielo para decirnos: Vengan con nosotros y sigamos a nuestro Rey. Venimos de Dios y vivimos en este mundo, mas no somos de este mundo. Vivimos para Dios donde encontramos la felicidad en nuestro tiempo y algo mucho más importante, por toda la eternidad. Donde se encuentran ahora en su tiempo estuvimos nosotros, nos dirán nuevamente los santos, todo es posible si escuchan y cumplen la palabra de Jesucristo, concluirán.

Estamos recordando la vida de tantos santos y alegrándonos con sus logros, sin embargo, ¿De qué nos servirá hacer todo esto, si no ponemos en práctica lo que nos enseñan e imitamos sus pasos?

La mejor forma de honra es la imitación. Honrarlos verdaderamente significa buscar ser como ellos. Nos han mostrado de muchas maneras la finalidad de nuestra existencia. Hemos sido creados para una sola cosa: ser unidos por toda la eternidad con Dios en el cielo. Para lograr esto necesitamos pasar temporalmente por un periodo de pruebas. (Esta vida es realmente corta comparada con la eternidad). En este proceso debemos realmente conocer, amar y servir a Dios. Desde nuestro punto de vista deformado y miope parecería algo imposible de lograr. Algo difícilmente de poner en práctica.

A la invitación de Nuestro Señor Jesucristo: “Toma tu cruz diariamente y ven sígueme” la mayoría de personas infantiles y egoístas dirán: ¿cómo?, no somos dioses. Jesucristo es Dios, pero nosotros no somos más que humanos miserables.
Todos los santos han comprobado que esta actitud es infantil y tonta. Ellos lo lograron. Ellos vivieron en este mundo tal y como nosotros lo hacemos. Algunos de ellos vivieron en situaciones más adversas y difíciles de lo que nosotros hemos vivido o podemos imaginar. Con la gracia de Dios superaron todas estas adversidades y lograron la felicidad eterna.

Con la gracia de Dios podemos lograrlo todo. Decimos esto y lo creemos, sin embargo, inventamos la excusa de que tal vez Dios es responsable de que no obtengamos Su gracia y que nos condenaremos por toda la eternidad y que no hay nada que hacer.
Su gracia siempre está disponible. “Mi gracia te es suficiente”; lo que falta es nuestra voluntad de cooperar con esta. Dios nos bendice todos los días con las pequeñas cruces que necesitamos para imitarlo y seguirlo, mientras que al mismo tiempo nos da las gracias necesarias para cargar con estas.

La deficiencias esta en nuestra voluntad débil. Debemos por lo tanto invocar a Dios con toda la fe, esperanza y caridad que podamos reunir, rogándole fuerza para fortalecer nuestra voluntad.

Vemos como los miembros de nuestra familia espiritual en el cielo han logrado sus objetivos y nos llaman. Reflexionemos sobre las vidas que llevaron y escuchemos sus palabras para que logremos lo que ellos han logado y concluido en el Cielo. Ellos saben lo que significa vivir en este mundo y pueden ayudarnos, si se lo pedimos y les permitimos hacerlo.

Si queremos complacerlos debemos buscar con todo nuestro ser, imitarlos. Debemos alabarlos sinceramente e imitar sus virtudes heroicas.

Que así sea.

Friday, October 23, 2009

FIESTA DE N.S. JESUCRISTO REY

25 DE OCTUBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

Jesucristo no es Rey de este mundo, sin embargo, debe ser Rey en este mundo.
Cuando escuchamos hablar sobre el Reino de Dios, tenemos la tendencia a pensar en un reino como los que hemos visto pasar a través de la historia. Recordemos que

Jesucristo no buscó establecer un reino de esta naturaleza, en este mundo; sabemos que el reino que Jesucristo desea establecer es el que gobierne sobre nuestro corazón, mente y voluntad.

En este Reino, no estaremos gobernados a la fuerza o bajo amenazas. Seremos gobernados por nuestra conciencia y el orden establecido por Dios. Este reino a que hacemos referencia es la Iglesia Católica. La cual aunque esta en este mundo no es de este mundo. Reino que está diseñado por Dios para durar por toda la eternidad. “el cielo y la tierra pasarán pero, mis palabras no pasarán”

Este reino que Jesucristo estableció con San Pedro a la cabeza, aunque este en este mundo, es realmente celestial y eterno. A El se le dieron las llaves del reino y todo lo que el atare será atado en el cielo y todo lo que el desatare será hecho igualmente en el cielo. De esta manera vemos la conexión o continuidad entre la Iglesia Católica y el Reino de los cielos.

Cristo es, por lo tanto, Rey de la Iglesia Católica, El es quien gobierna, y manda. Aunque ha establecido representantes visibles, permanece El mismo como Rey, quien da las órdenes y dice como cumplirlas. Por lo tanto decimos que, un papa, obispo o cualquier autoridad de esta naturaleza no puede hacer lo que se le ponga en gana. Por el contrario gobiernan, santifican y enseñan en nombre de Jesucristo Rey.
Las palabras, gobierno y enseñanzas de Jesucristo no están a discusión o debate, ni para ser reinterpretadas. Se nos han dado para obedecerlas exactamente como Jesucristo lo ha establecido. La palabra de Dios es verdad eterna, inmutable y sin cambio. Cualquier intento de modificar, negar o reinterpretar su significado es un acto de rebeldía en contra de Jesucristo Rey, es decir un acto, blasfemo y condenable.

Aunque de manera aparente, muchos en este mundo, parecen no recibir castigo por tal fechoría y blasfemia, tendrán que enfrentar las consecuencias en la eternidad.
Mientras consideramos este concepto, y revisando un poco la historia, especialmente el tiempo de la reforma protestante y el Novus Ordo, nos llenamos de temor y sorpresa al ver como esta maldad continua hasta nuestros días.

¿Cómo puede alguien, por tanto tiempo, revelarse contra tal Rey, además de ser Este un, Rey de Bondad? ¿Qué pide este Rey que es tan difícil realizar? ¿No son sus mandatos y decretos de lo más razonable y justo? ¿No son para nuestro bien y beneficio? ¿Cómo podemos ser tan tontos en continuar en tal rebelión y desobediencia? ¿Por qué buscamos constantemente crear un dios que se acomode a nuestros caprichos y fantasías? ¿Es muy difícil ser honesto y humillarnos ante Dios, para hacer todo lo que esté a nuestro alcance para unir nuestra voluntad con la Voluntad de Dios, en lugar de intentar que Dios haga nuestra voluntad?

No consideremos este Reino como cualquier reino mundano, que va y viene como algo histórico. Consideremos que este Reino es aquí y ahora y que durará por toda la eternidad.

Los Israelitas fueron castigados por desear un reino como el de las naciones a su alrededor. Dios les manifestó, las condiciones que impondría tal rey mundano y aún así insistían en recibirlo y hacer a un lado en rechazo al que Dios les estaba preparando.

Rechazaron a Dios mismo, no a los jueces y profetas que Dios les mandó.
Lo mismo sucede hoy en nuestros días, los líderes de las sectas y religiones falsas, han rechazado a Dios y han tomado Su lugar. Mientras que los verdaderos representantes de Dios, son rechazados por la mayoría, tal y como sucedió con Jesucristo. Al rechazar a los verdaderos obispos, están rechazando a la verdadera Iglesia luego entonces están rechazando a Jesucristo mismo.

Mantengamos nuestra posición con la verdad que no cambia nunca, la palabra de Jesucristo. Es preciso mantenernos fieles en Su reino en esta vida, para poder entrar al Reino Celestial de Su gloria eterna.

Que así sea.

CARTA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS A TODOS LOS FIELES

En el nombre del Señor, Padre e Hijo y Espíritu Santo Amén.

A todos los cristianos, religiosos, clérigos y laicos, hombres y mujeres; a cuantos habitan en el mundo entero, el hermano Francisco, su siervo y súbdito: mis respetos con reverencia, paz verdadera del cielo y caridad sincera en el Señor.
Puesto que soy siervo de todos, a todos estoy obligado a servir y a suministrar las odoríferas palabras de mi Señor. Por eso, recapacitando que no puedo visitaros personalmente a cada uno dada la enfermedad y debilidad de mi cuerpo, me he esto comunicaros, a través de esta carta y de mensajeros, las palabras de nuestro Señor Jesucristo, que es el Verbo del Padre, y las palabras del Espíritu Santo, que son espíritu y vida (Jn 6,64).

La Palabra encarnada

Este Verbo del Padre, tan digno, tan santo y glorioso, anunciándolo el santo ángel Gabriel, fue enviado por el mismo altísimo Padre desde el cielo al seno de la santa y gloriosa Virgen María, y en él recibió la carne verdadera de nuestra humanidad y fragilidad.

Y, siendo El sobremanera rico (2Cor 8,9), quiso, junto con la bienaventurada Virgen, su Madre, escoger en el mundo la pobreza. Y poco antes de la pasión celebró la Pascua con sus discípulos, y, tomando el pan, dio las gracias, pronunció la bendición y lo partió, diciendo: Tomad y comed, esto es mi Cuerpo (Mt 26,26). Y, tomando el cáliz, dijo: Esta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por vosotros y por todos para el perdón de los pecados (Mt 26,27).

A continuación oró al Padre, diciendo: Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz. Y sudó como gruesas gotas de sangre que corrían hasta la tierra (LC 22,44). Puso, sin embargo, su voluntad en la voluntad del Padre, diciendo: Padre, hágase tu voluntad (Mt 26,42); no se haga como yo quiero, sino como quieres tú (Mt 26,39). Y la voluntad de su Padre fue que su bendito y glorioso Hijo, a quien nos dio para nosotros y que nació por nuestro bien, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y hostia, por medio de su propia sangre, en el altar de la cruz; no para sí mismo, por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,3), sino por nuestros pecados, dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas (cf. lPe 2,21).

Y quiere que todos seamos salvos por El y que lo recibamos con un corazón puro y con nuestro cuerpo casto. Pero son pocos los que quieren recibirlo y ser salvos por El, aunque su yugo es suave, y su carga ligera (cf. Mt 11,30).

Los que no quieren gustar cuán suave es el Señor (cf. Sal 33,9) y aman más las tinieblas que la luz (Jn 3,19), no queriendo cumplir los mandamientos del Señor, son malditos; y de ellos dice el profeta: Malditos los que se apartan de tus mandamientos (Sal 118,21). En cambio, ¡oh, cuán dichosos y benditos son los que aman a Dios y obran como dice el Señor mismo en el Evangelio: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y con toda la mente, y a tu prójimo como a si mismo! (Mt 22,37.39)

Los que hacen penitencia. -Exhortaciones generales

Amemos, pues, a Dios y adorémoslo con puro corazón y mente pura, porque esto es lo que sobre todo desea cuando dice: Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad (Jn 4,23). Porque todos los que lo adoran, es preciso que lo adoren en espíritu de verdad (cf. Jn 2,24). Y dirijámosle alabanzas y oraciones día y noche (Sal 31,4), diciendo: Padre nuestro, que estás en los cielos (Mt 6,9), porque es preciso oremos siempre y no desfallezcamos (LC 18,1).

Debemos también confesar todos nuestros pecados al sacerdote; y recibamos de él el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Quien no come su carne y no bebe su sangre (cf. Jn 6,55.57), no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3,5). Pero cómalo y bébalo dignamente, porque quien lo recibe indignamente, come y bebe su propia sentencia no reconociendo el cuerpo del Señor (lCor 11,29), es decir, sin discernirlo. Hagamos, además, frutos dignos de penitencia (LC 3,8). Y amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos (cf. Mt 22,39). Y si alguno no quiere amarlos como a sí mismo, al menos no les haga el mal, sino hágales el bien.

Mas los que han recibido la potestad de juzgar a otros ejerzan el juicio con misericordia, como ellos mismos desean obtener misericordia del Señor. Pues juicio sin misericordia tendrán los que no hacen misericordia (Sant 2,13). Tengamos, por lo tanto, caridad y humildad; y hagamos limosna, porque ésta lava las almas de las manchas de los pecados (cf. Tob 4,11; 12,9). Los hombres pierden todo lo que dejan en este siglo; pero llevan consigo la recompensa de la caridad y las limosnas que hicieron, por las que recibirán del Señor premio y digna remuneración.

Debemos también ayunar y abstenernos de los vicios y pecados (Eclo 3,32), Y de la demasía en el comer y beber, y ser católicos. Debemos también visitar con frecuencia las iglesias y tener en veneración y reverencia a los clérigos, no tanto por lo que son, en el caso de que sean pecadores, sino por razón del oficio y de la administración del santísimo cuerpo y sangre de Cristo, que sacrifican sobre el altar y reciben y administran a otros. Y a nadie de nosotros quepa la menor duda de que ninguno puede ser salvado sino por las santas palabras y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, que los clérigos pronuncian, proclaman y administran. Y sólo ellos deben administrarlos y no otros.

A los religiosos

Y de manera especial los religiosos, que renunciaron al siglo, están obligados a hacer más y mayores cosas, pero sin omitir éstas. Debemos aborrecer nuestros cuerpos con sus vicios y pecados, porque dice el Señor en el Evangelio: todos los males, vicios y pecados salen del corazón (Mt 15,18 - 19; Mc 7,23). Debemos amar a nuestros enemigos y hacer el bien a los que nos tienen odio (cf. Mt 5,44; LC 6,27).
Debemos guardar los preceptos y consejos de nuestro Señor Jesucristo. Debemos, igualmente, negarnos a nosotros mismos (cf. Mt 16,24) Y poner nuestros cuerpos bajo el yugo de la servidumbre y de la santa obediencia, según lo que cada uno prometió al Señor. Y nadie esté obligado por obediencia a obedecer a alguien en lo que se comete delito o pecado.

Pero aquel a quien ha sido encomendada la obediencia y que es tenido por mayor, sea como el menor (Lc 22,26) y siervo de los otros hermanos. Y con cada uno de los hermanos practique y tenga la misericordia que quisiera que se tuviera con él si estuviese en caso semejante. Tampoco se deje llevar de la ira contra el hermano por algún delito suyo, sino con toda paciencia y humildad amonéstelo y sopórtelo benignamente.

No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino, más bien, sencillos, humildes y puros. Y hagamos de nuestros cuerpos objeto de oprobio y desprecio, porque todos por nuestra culpa somos miserables y podridos, hediondos y gusanos, como dice el Señor por el profeta: Soy gusano y no hombre, oprobio de los hombres y abyección de la plebe (Sal 21,7). Nunca debemos desear estar sobre otros, sino, más bien, debemos ser siervos y estar sujetos a toda humana criatura por Dios (1Pe 2,13).

Dichosos los que perseveran

Y sobre todos aquellos y aquellas que cumplan estas cosas y perseveren hasta el fin, se posará el Espíritu del Señor (Is 11,2) y hará en ellos habitación y morada (cf. Jn 14,23). Y serán hijos del Padre celestial (Cf. Mt 5,45), cuyas obras realizan. Y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo (cf. Mt 12,50). Somos esposos cuando el alma fiel se une, por el Espíritu Santo, a Jesucristo. Y hermanos somos cuando cumplimos la voluntad del Padre, que está en el cielo (cf. Mt 12,50); madres, cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo (cf. ICor 6,20) por el amor y por una conciencia pura y sincera; lo damos a luz por las obras santas, que deben ser luz para ejemplo de otros (cf. Mt 5,16

¡Oh, cuan glorioso es tener en el cielo un padre santo y grande! ¡Oh, cuán santo es tener un esposo consolador, hermoso y admirable. ¡oh cuan santo y cuan amado es tener a un tal hermano e hijo agradable, humilde y pacífico, dulce y amable y más que todas las cosas deseable! El cual dio su vida por sus ovejas (cf. Jn 10,15) y oró al Padre por nosotros, diciendo: Padre Santo, guarda en tu nombre a los que me diste (Jn 17,11). Padre todos los que me diste en el mundo, tuyos eran y me los diste a mí (Jn 17,6).

Y las palabras que me diste, a ellos se las di; y ellos las recibieron, y conocieron verdaderamente que de ti salí y creyeron que tu me enviaste (Jn 17,11); ruego por ellos y no por el mundo (cf. Jn 17,9); bendícelos y conságralos (Jn 17,17). También yo me consagro por ellos, para que ellos sean consagrados (Jn 17,19); bendícelos y conságralos (Jn 17, 17). También yo me consagro por ellos, para que ellos sean consagrados (Jn 17,19). Y quiero, Padre, que donde yo estoy también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria (Jn 17,24) en tu reino (Mt 20,21).

A quien tanto ha soportado por nosotros, tantos bienes nos ha traído y nos ha de traer en el futuro, toda criatura del cielo y de la tierra, del mar y ce los abismos, rinda como a Dios alabanza, gloria, honor y bendición (cf. Ap .5,13) porque él es nuestra fuerza y fortaleza, el solo bueno, el solo altísimo, el solo omnipotente, admirable, glorioso, y el solo santo laudable y bendito por los infinitos siglos. Amen.

Los que no hacen penitencia

Pero en cambio, todos aquellos que no llevan vida en penitencia ni reciben el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo; y que ponen por obra vicios y pecados; y que caminan tras la mala concupiscencia y los malos deseos y no guardan lo que prometieron; y que sirven corporalmente al mundo con los deseos carnales, con los cuidados y afanes de este siglo, y con las preocupaciones de esta vida, engañados por el diablo, cuyos hijos son y cuyas obras hacen (cf. Jn 8,41), son unos ciegos, pues no ven a quien es la luz verdadera, nuestro Señor Jesucristo.

No tienen sabiduría espiritual, porque no tienen en sí al Hijo de Dios, que es la verdadera sabiduría del Padre; de ellos se dice: Su sabiduría ha sido devorada (Sal 106, 27). Ven, conocen, saben y practican el mal, y a sabiendas pierden sus almas.
Mirad, ciegos, engañados por nuestros enemigos, la carne, el mundo, el diablo, que al cuerpo le es dulce cometer pecado y amargo servir a Dios, pues todos los males, vicios y pecados, del corazón del hombre salen y proceden (cf. Mc 7,21.23), Como dice el Señor en el Evangelio. Y nada tenéis en este siglo ni en el futuro. Pensáis poseer por mucho tiempo las vanidades de este siglo, pero estáis engañados, porque vendrán el día y la hora que no recordáis, desconocéis e ignoráis.

Se enferma el cuerpo, se acerca la muerte, vienen los parientes y amigos diciendo: -Dispón de tus bienes.

Ved que su mujer, y sus hijos, y los parientes, y amigos fingen llorar. Y, al mirarlos, los ve llorar, se siente movido por un mal impulso, y, pensándolo entre sí, dice:

Pongo en vuestras manos mi alma, y mi cuerpo, y todas mis cosas.

Verdaderamente es maldito este hombre que en tales manos confía, y expone su alma, y su cuerpo, y todas sus cosas; de ahí que diga el Señor por el profeta: Maldito el hombre que confía en el hombre (Jer 17,5).

Y en seguida hacen venir al sacerdote, y éste le dice: -¿Quieres recibir la penitencia de todos tus pecados? Responde: -Lo quiero.

-¿Quieres satisfacer con tus bienes, en cuanto se pueda, los pecados cometidos y lo que defraudaste y engañaste a !os demás? Responde: -No.

Y el sacerdote le dice: -¿Por qué no? -Porque todo lo he dejado en manos de los parientes y amigos.

Y comienza a perder el habla, y así muere aquel miserable. Pero sepan todos que, donde sea y como sea que muere el hombre en pecado mortal sin haber satisfecho, si, pudiendo satisfacer, no satisface, arrebata el diablo el alma de su cuerpo con tanta angustia y tribulación, que nadie puede conocer, sino el que la padece. Y todos los talentos, y el poder, y la ciencia, que creía tener (cf. Lc 8,18), le serán arrebatados (Mc 4,25).

Y lega a sus parientes y amigos su herencia, y éstos se la llevarán, se la repartirán y dirán luego: -Maldita sea su alma, pues pudo habernos dado y ganado más de lo que ganó.

El cuerpo se lo comen los gusanos. Y así pierde cuerpo y alma en este breve siglo, e irá al infierno, donde será atormentado sin fin.

Ruego final y bendición -En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Yo, el hermano Francisco, vuestro menor siervo, os ruego y suplico, en la caridad que es Dios (cf. Jn 4,16) y con el deseo de besaros los pies, que os sintáis obligados a acoger, poner por obra y guardar con humildad y amor estas palabras y las demás de nuestro Señor Jesucristo. Y a todos aquellos y aquellas que las acojan benignamente, las entiendan y las envíen a otros para ejemplo, si perseveran en ellas hasta el fin (Mt 24,13), bendíganles el Padre, y el Hijo, y el Espíritu.

Saturday, October 17, 2009

SAN LUCAS EVANGELISTA

18 DE OCTUBRE DE 2009

Queridos hermanos:

“La mies, a la verdad, es mucha, mas los trabajadores pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies, que envié obreros a su mies”

Existe un mundo lleno de almas que salvar, sin embargo, es muy reducido el número de verdaderos obreros que laboren para el Reino del Cielo. Existen suplicas de todas partes del mundo, para los pocos obispos verdaderos que quedan, en busca de sacerdotes. Existe de igual forma, un gran número de falsos pastores apresuradamente destruyendo todo lo que debería salvarse. ¿Qué número tan reducido ha orado o que tan poco han orado estos, por las vocaciones que se requieren?

Mientas que las tan ansiadas vocaciones, se convierten en algo, cada vez más difíciles y dolorosas de encontrar, somos exhortados a orar con mayor fervor y sacrificio. De igual forma requerimos desarrollar una fe más fuerte y madura, que la que se nos pedía en el pasado. Cuando la Iglesia empezaba, Jesucristo realizó muchos milagros para atraer a la gente a Él y a Su Iglesia. Creció esta como un niño, su crecimiento hacia la madurez, en cierta manera, fue rápido. De igual forma, así como el cuerpo que se vuelve lento y disminuye sus actividades, todo parece indicar que así le ha sucedido al Cuerpo Místico de Jesucristo. Ya no tenemos a Jesucristo realizando un sin número de milagros para atraer nuestra atención, ni el gran número de sacerdotes y religiosos predicando por todos lados. Tampoco es posible encontrar la Iglesia Católica en cada esquina, ciudad o país. El número es muy reducido y alejado los unos de los otros. La fe ha muerto entre los hombres, como han proporcionalmente desaparecido también las bendiciones que estos recibían de Dios.

Lo mismo ha sucedido con las vocaciones. El número tan reducido de quienes escuchan a Dios, es indicativo de que no es necesario la abundancia de sacerdotes y religiosos para atender lo que queda de la Iglesia.

Como lo dije anteriormente, necesitamos tener una fe madura en un nivel superior y optimo.

Muchos de nosotros ya no tenemos el fácil acceso a la Iglesia, Los Sacramentos e instrucciones. Debemos, luego entonces, usar lo que ya se nos ha dado. Ya no se nos alimenta con papilla, como a los niños, debemos alimentarnos, ahora, de alimento sólidos y digerir la carne.

Debemos poner en práctica, en nuestra vida diaria lo que ya tenemos. Debemos abrazar la verdad y alimentarnos de ella sin importar los sin sabores que esta pueda aparentar darnos. A menos que tengamos esta hambre por Dios y la verdad, no seremos capaces ni estaremos completamente preparados para vivir los tiempos que nos ha tocado vivir. Dios nos pide que, lo busquemos con todo nuestro ser. Pero ¿cómo podemos hacer esto sin los sacramentos, sin las gracias que estos proporcionan?

Somos tan frágiles y volubles para sobrevivir sin la gracia de Dios. Debemos aprender a recibir gracias extra-sacramentales. Es decir, debemos aprender el hábito de hacer actos de contrición fervorosas, buscando siempre el arrepentimiento perfecto. Debemos renovar nuestros actos de fe, esperanza y caridad, frecuentemente. Debemos hacer de igual manera frecuente, comuniones espirituales para no estar privados de estas gracias.

Esto no es fácil para quienes se han acostumbrado a la comodidad y acceso fácil a los sacramentos que una vez tuvimos, esto es, debo decirlo, la razón para fortalecernos espiritualmente. Debemos madurar en nuestra fe, para poder sobrevivir en estos tiempos de pruebas.

Los demonios están atacándonos con mayor crueldad, según está reduciendo, poco a poco el número de almas fieles. Los sobrevivientes deben resistir constantemente, seguros en su fe, si quieren resistir hasta el final. Nuestra lucha no es, contra seres de carne y hueso; nuestros enemigos son las potestades y principalidades de los ángeles caídos.

Recibamos por lo menos espiritualmente los sacramentos con la frecuencia que nos sea posible, para poder continuar en esta batalla hasta el final y salir victoriosos. No es momento de desmayar o rendirnos por temor o debilidad, como niños, por el contrario, es tiempo de mostrar las gracias de nuestro bautismo y confirmación y actuar como católicos maduros, al frente del campo de batalla, listos a luchar el buen combate.

Dejemos de temer las penitencias, sacrificios y cruces. Este es nuestro llamado, esta es la vida que se nos ha dado, todo lo que debemos hacer es amar y voluntariamente aceptar y abrazar esta vida por el amor de Dios y nuestro prójimo. Oremos por nosotros mismos y por nuestro prójimo para que Dios nos dé las gracias y fortaleza que necesitamos. Sin la ayuda siempre disponible y fácil, que recibimos en el pasado, debemos ahora, administrar con mucho cuidado la ayuda que tenemos ahora, a nuestro alcance.

Así sea.

Saturday, October 10, 2009

MATERNIDAD DE LA B.V. MARIA

MATERNIDAD DE LA B.V. MARIA

11 de Octubre de 2009

Queridos Hermanos:

Del vientre de la Santísima virgen María nace Dios y Hombre. El dogma de la Divina Maternidad de la B.V. María fue proclamada por el Concilio de Éfeso en el año de 431. Al celebrarse el 15to centenario de esta definición, el Papa Pío XI, extendió esta fiesta a toda la Iglesia.

De igual manera en que Jesucristo estaba sujeto a la Santísima Virgen María y a San José, como claramente lo ilustra el evangelio de hoy. “Se fue con ellos, y vino a Nazaret; y les estaba sujeto”. Así estaba sujeto a Su Padre Celestial. “¿No sabíais que yo debo emplearme en las cosas que son de mi Padre?
Vemos en esta declaración, una manifestación clara de la divinidad y humanidad de Jesucristo.

La santísima virgen María llevó a Jesucristo, su Hijo, en su vientre. Por lo tanto dio a luz a Dios, porque Jesucristo es Dios. Luego entonces, quienes de manera honesta buscan encontrar la verdad, se darán cuenta que es ella la madre de Dios.

El concilio de Éfeso declaró en contra de Nestorio: “Si alguien no confesare que Emanuel (Jesucristo) en verdad es Dios y que la virgen María es la Madre de Dios – según la carne, trajo a este mundo la Palabra de Dios hecha carne – sea anatema”

Este dogma contiene dos dogmas que debemos entender. 1). La santísima virgen es verdaderamente madre, es decir que contribuyó en todo lo relacionado a la naturaleza humana de Jesucristo, de igual manera que cualquier otra madre contribuye en la formación del fruto de su vientre. 2) La santísima virgen María es verdaderamente la madre de Dios, es decir, concibió y dio a luz a la Segunda Persona de la Divinidad, no según su Naturaleza Divina, sino según la naturaleza humana asumida.

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombre, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios. (San Lucas 1,35).

“Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer” (Gálatas 4,4)

Al ser nosotros, miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo, necesariamente somos Hijos de María Santísima: “Todos nosotros que estamos unidos a Jesucristo y somos miembros de Su Cuerpo, somos nacidos de María Santísima, como el cuerpo está unido a la Cabeza. Es Ella nuestra madre espiritual y verdaderamente Madre de los miembros de Jesucristo” (Encíclica Ad diem illum, de su santidad el Papa Pio XI).

La Santísima Virgen María es verdaderamente el instrumento que Dios envía para unirnos a Jesucristo y el medio que nosotros debemos seguir para unirnos con El. Si deseamos unirnos de manera exitosa con Jesucristo el medio para lograrlo es evidentemente por medio de María Santísima. Ella es el medio de unión entre la humanidad con la divinidad.

Todos aquellos que se alejan o se muestran negligentes con María Santísima hacen lo mismo con su Hijo Jesucristo. Luego entonces la Santísima Virgen se convierte en la prueba real de la verdadera fe. Todas las religiones que la rechazan son luego entonces, religiones falsas.

Ser verdaderos hijos de Dios y de la Iglesia, significa que seamos verdaderos hijos de María Santísima. La Iglesia siempre la ha honrado y pedido su intercesión. La invocamos en nuestras necesidades. En los mismos exorcismos practicados por la Iglesia, encontramos que se invoca la asistencia de María Santísima y que los demonios tiemblan temerosos a la invocación de su santo nombre.

Al mismo tiempo que poneos nuestra esperanza y confianza en ella, debemos también ser precavidos de no caer en la superstición. Existen muchos que usan el nombre de María Santísima sin verdaderamente entender lo que esto significa. Es lo mismo a que se refiere nuestro señor Jesucristo, cuando dice: “Esta gente me alaba con sus labios pero su corazón está muy lejos de mi”; de la misma manera hay muchos “católicos” que dicen el Ave María del santo rosario, sin que verdaderamente imploren a María Santísima y pidan su intercesión.

Nuestro corazón debe estar lleno del amor de María cuando pronunciamos su dulce nombre. Cuando nuestras oraciones están ofrecidas de esta manera, alejan a los demonios, permitiendo a María Santísima venir en nuestro auxilio. Y cuando esto sucede, su Hijo no puede rechazarnos.

No dudemos en pedir a la Santísima virgen María nos asista, es nuestra madre y siempre está esperando nuestro llamado de auxilio. Ama a sus hijos y obtendrá para ellos las mayores gracias y bendiciones, si tan sólo la reconocemos como madre nuestra, si lo solicitamos humildemente, como hijos amorosos.

Que así sea.

MATERNIDAD DE LA B.V. MARIA

Saturday, October 3, 2009

FESTIVIDAD DE: SAN FRANCISCO DE ASIS

4 DE OCTUBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

San Francisco hizo suyas, las palabras del evangelio de hoy. El entendió las palabras, como todos los santos lo han hecho y como nosotros también debemos hacerlo:

“Porque suave es mi yugo, y ligero el peso mío”.

De alguna manera nosotros, o no confiamos en Dios o no tenemos fe, porque tememos y nos alejamos del yugo que Dios desea enviarnos. Estamos temerosos del peso que lo acompaña. ¿Por qué no creemos y confiamos en Jesucristo que nos dice que el yugo es dulce y alegría, y el peso ligero?

Mientras que nuestra vanidad, orgullo y egocentrismo nos dirijan, sólo encontraremos a todo nuestro alrededor, yugos pesados y difíciles de llevar. Buscamos siempre un camino fácil, liviano, olvidando que mientras que confiemos en nuestras propias fuerzas, siempre caeremos en algo peor de lo que queremos evitar.


Tales individuos jamás podrán conocer ni al Padre ni al Hijo. El Padre no puede revelar al Hijo, porque no seguirían ni escucharían Sus palabras. Y El Hijo, no puede revelar al Padre, por esta misma razón, no escucharían Su Palabra.

Existen muy pocos que realmente conocen a Dios, porque no son lo suficientemente humildes para que Dios se les manifieste tal y como Es. Existen muchos, sin embargo, que pretenden conocer a Dios porque encuentran algún tipo de ilusión personal al creerse buenos y sentir que aman a Dios.

Posiblemente tengan éxito en engañar al mundo a su alrededor, sin embargo, a Dios no lo engañan. Y si nosotros empezamos a fijarnos, con un mayor cuidado, nos daremos cuenta que seremos capaces de hacer a un lado los velos que cubren la gran decepción que los cobija.

Existen muy pocos que, creen realmente todo lo que Dios nos ha revelado, tanto de manera directa como a través de la Santa Madre Iglesia.

Existen muchos que proclaman conocer a Dios o “haberlo aceptado” y rechazan creer en El. Lo niegan es la Sagrada Hostia, aunque las mismas sagradas escrituras que citan, tienen a Jesucristo diciéndoles sin lugar a dudas: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. Rechazar a Dios en la Santa Eucaristía les obstaculiza el camino, para conocer al Padre o al Hijo, y muchos menos al Espíritu Santo.

Lo mismo aplica para quienes niegan la Divinidad de Jesucristo. Desconocen al Hijo, luego entonces no conocerán al Padre. De igual forma, quienes niegan la humanidad de Jesucristo, desconocen al verdadero Jesucristo, consecuentemente no conocen a Dios.
El Novus Ordo, debe ser nombrado bajo la lista de estos incrédulos, porque mientras que con sus labios, algunas veces reconocen a Jesucristo como presente en la Sagrada Eucaristía, sus acciones constantemente dicen lo contrario. La remoción del Tabernáculo, el altar, los ministros de la eucaristía, comunión en la mano, comunión colectiva del mismo cáliz; todo esto demuestra un gran menosprecio, luego entonces, incredulidad en Cristo y Su presencia real ante el altar.

Muchos han, en nuestros días, aceptado un punto de vista panteísta o pancristiano, de Dios. Los mal llamados cristianos “ven” a Dios en todo y en todos.

El orgullo y vanidad de la mayoría en el mundo de hoy los ha llevado ante un falso Jesucristo que los hace rechazar el yugo del Cristo Verdadero. Luego entonces no conocen a Dios y no pueden disfrutar ni conocer lo dulce y ligero que es el yugo de Jesucristo. Imaginan haber encontrado un camino fácil, sin embargo, encuentran que este camino termina en su destrucción y miseria eterna.

San Francisco se levantó y renunció a todas las vanidades y pretensiones de este mundo. Se convirtió en la burla de todos, en el tonto, por Jesucristo. Esta renuncia, a la vanidad y orgullo del mundo y su matrimonio con la santa humildad, le abrió la puerta para que pudiera conocer a Jesucristo, quien no sólo estuvo complacido con darse a conocer El mismo, sino que además se manifestaron Dios Padre y Dios espíritu Santo.

Así como San Francisco actúa por la fe, que se le hubo dado, al tomar de forma voluntaria, el dulce yugo y carga recibidos de Dios, más y más le fue revelado. Esto lo lleva a la unión mas intima con Jesucristo. Y más allá de encontrar este camino sinuoso, pesado y con sabor amargo, San Francisco nos declara con sus propias palabras y acciones que, vivía en un constante gozo.

Lo vemos como al hombre más feliz del mundo, constantemente cantando alabanzas a Dios, aún en las situaciones más difíciles.

Pidamos a san Francisco nos ayude a obtener la fe, esperanza y caridad, tomar el yugo que Dios nos ha mandado, para de esta manera, también llegar a conocer y probar la dulzura que se deriva de servir a Dios.

Así sea.