Saturday, November 8, 2008

DEDICACIÓN DE LA ARCHIBASÍLICA DE NUESTRO SANTO SALVADOR

9 DE NOVIEMBRE DE 2008

Queridos Hermanos:

El día de hoy, celebramos la dedicación de la madre de todas las iglesias, la Archibasílica de Nuestro Salvador.

Nuestras iglesias son santas porque pertenecen a Dios, además por la celebración del Santo Sacrificio de la Misa que en estas se ofrece, sin olvidar las oraciones y ofrendas que en ella se ofrecen al divino huésped que en ellas se encuentra. Nuestras iglesias son más exaltadas que los templos santos y tabernáculo del antiguo testamento, porque estos guardan a nuestro señor Jesucristo bajo las especies Sacramentales.

La iglesia que festejamos este día, fue en un tiempo la gloria del cristianismo. Fue la primera y única iglesia en Roma, en ella acontecieron los hechos más importantes de la Iglesia católica.
Aunque ahora se encuentre en las manos de herejes y se haya convertido el lugar santo en la abominación de la desolación, aún así traemos a nuestras mentes los días gloriosos en los que esta iglesia fue dedicada y las muchas veces que ha sido restaurada para que demos mayor honor y gloria a Dios.

Mientras que muchos se duelen de esta gran pérdida y el sacrilegio de santos lugares y objetos sagrados, no debemos dejarnos llevar por la pérdida de estos bienes materiales. Existe un tabernáculo que es mucho más santo que el que se encuentra en la Basílica – nosotros mismos. Debemos ser el tabernáculo viviente de Dios. La perdida de este tabernáculo es el mayor de las desgracias.

¿Es por la destrucción de las cosas sagradas que el hombre ha perdido la santidad de sus propias vidas? Ó ¿es porque el hombre ha perdido su santidad que los templos han perdido el suyo? Existen muchos que argumentarán que el hombre ha perdido la fe y consecuentemente el camino correcto porque no se les enseñó o dijo la verdad de lo que una vez fue la Iglesia. Sin embargo, me parece que el hombre debió haber primero perdido su función como tabernáculo viviente antes de que la destrucción física haya podido realizarse.

Si la vida de Dios está viviendo en nosotros y nosotros obrando en Su gracia, parece improbable que jamás seriamos engañados en lo relacionado a la salvación de nuestra alma (por lo menos no por mucho tiempo). Sin embargo, por otra parte, si la vida de la gracia es en primer lugar tomada de alma del hombre, y Dios es conducido por Su tabernáculo viviente, entonces, parece ser una simple razón para el hombre permitir el tabernáculo no viviente ser destruido o abandonado.

La Misa de este día nos recuerda cuan terrible (sorprendente) es la casa de Dios. Esto es verdad sobre todo en las iglesias que fueron construidas y mantenidas por quienes tuvieron la verdadera fe – personas que fueron tabernáculos vivientes de Dios. Sin embargo, lo que es aún más sorprendente, es el tabernáculo viviente de nuestros cuerpos. Somos templos del espíritu santo, tabernáculos para el cuerpo de Jesucristo que recibimos en la santa Comunión. Somos más que cualquier otra creatura, hechos a la imagen y semejanza de Dios. Jesucristo se hizo hombre, ninguna otra creatura.

Nuestros cuerpos son sagrados y santos porque son la casa de Dios. Sin embargo, cuando es expulsado de esta somos nada más que carcasa y podredumbre. Existe tanto vacio y descomposición en muchas personas en este mundo, porque Dios no es permitido habitar en ellos.

Muchos abusan sus cuerpos y nunca se detienen a pensar que al hacer esto insultan de manera abundante a Dios, quien no sólo es el creador y diseñador de estos cuerpos sino que además es el dueño y residente. La necesidad de algunos por maquillajes extremos (tatuajes, piercing, mutilaciones, cosméticos) revela a las personas vacías por dentro y corruptas por fuera. Son sólo el cascajo de lo que deben ser y usan todos estos disfraces para llenar el vacío que debería ser ocupado por Dios. Existen además los que desean ocultar su vacío interior al mostrar cada vez más las partes de su cuerpo. Tal vez se imaginan que si pueden distraer al mundo con su cuerpo desnudo; de alguna manera, el mundo jamás se dará cuenta de que no existe nada de valor bajo esa piel. Son vacíos y faltos de toda vida sobrenatural.

No perdamos de vista que somos tabernáculos de Dios. Somos santos porque Dios que vive en nosotros es santo. Monitoreemos como decoramos este tabernáculo de Dios, revisemos lo que entra en este tabernáculo, (sonidos, pensamientos, sabores) estemos siempre en guardia sobre a donde llevamos este tabernáculo. Si forzamos a Dios a que nos acompañe a los lugares indebidos o que ponen en peligro nuestra alma y salvación, debemos estar seguros que Dios se alejará de este tabernáculo. En ese vacío, existen muchos demonios dispuestos a llenar y usurpar el lugar de Dios. Si es un crimen terrible (pecado) de sacrilegio, deshonrar una Iglesia, es un pecado mucho mayor mancillar el tabernáculo viviente de Dios – nuestro cuerpo.