Saturday, October 11, 2008

DOMINGO 22DO. DESPUES DE PENTECOSTES

12 de octubre de 2008

Queridos hermanos:

El evangelio de este día, nos muestra la astuta hipocresía de los Fariseos. Ya tenían definidas sus mentes –rechazar a Cristo. Lo que seguía entonces era buscar la causa o razón para justificar sus decisiones preconcebidas.

Los tiempos han cambiado pero la astuta hipocresía de los enemigos de Dios permanece aún con nosotros más fuerte que nunca. Diariamente nos encontramos con personas que ya han definido sus mentes y que ahora quieren forzar la verdad y los hechos para que se acomoden a sus conclusiones.

Los fariseos de los que nos habla el evangelio de hoy creen haber encontrado la trampa final para Jesucristo. Muchos, del pueblo elegido creen ser exentos del pago de impuestos al Cesar Romano, porque estaban dedicados a Dios. Eran también una secta que llegó al poder por designación de Herodes por el Cesar y estaban de acuerdo en que todos pagaran el tributo (impuesto) al Cesar. De tal manera, los fariseos creyeron que si presentaban a Cristo tal pregunta sobre el tributo al Cesar, sin importar mucho que respuesta diera, Este, se opondría de alguna u otra manera.

Sin embargo, esta no era la extensión a su planeación diabólica. Fueron más allá y determinando de manera directa cual sería la mejor manera de cuestionar esta pregunta. Mandaron a sus representantes con sus instrucciones de presentarse como gente ordinaria, sincera y honesta en busca de una respuesta, mostrando respeto a Jesucristo de manera de “hacerse de Su lado”.

Vemos que primero alaban a Jesucristo: llamándolo Buen Maestro, quien no responde a las preguntas basado en el respeto por los hombres sino sólo por respeto a Dios.

Este juego funciona muy bien sobre muchos mortales, como lo somos todos, debido a nuestro orgullo y naturaleza caída, sin embargo es sin efecto en contra de Cristo que es Dios. Cristo inmediatamente vio su maldad. Sabía que se trataba de una trampa, sin embargo, responde de tal manera que la pone al descubierto, para que despertaran tal vez a la verdad la cual ya habían rechazado de antemano.

Ahora bien, para responder la pregunta “difícil”. ¿Qué imagen está en la moneda en cuestión? La del Cesar. Luego entonces dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
Al usar las monedas y bienes que los impuestos del imperio romano proveían la gente estaba sujeta al Cesar. Se reconocían a si mismos como sujetos del Cesar, luego entonces sujetos al pago de tributo, impuestos por el estado. Dar al Cesar lo que le pertenece, si portas su moneda, regrésale lo que le pertenece.

Por otra parte, debemos también dar a Dios lo que le pertenece. ¿Qué le pertenece a Dios? La respuesta es: todo le pertenece a Dios, el Cesar incluido. Pero de manera más específica podemos contestar que nuestra alma le pertenece, porque somos creados a Su imagen y semejanza.

Nuestra mente, corazón y alma le pertenecen a Dios, luego entonces debemos regresársela.

Nuestra alma no nos pertenece. El tributo que Dios demanda de nosotros, no es tanto como la moneda que emite el estado sino más bien el amor y gratitud por las gracias emitidas por Su Iglesia – el reino del Cielo.

El tributo que Dios nos pide es que lo amemos con un amor preferencial y completo con todo nuestro ser. Esto es lo que debemos a Dios.

La trampa puesta por los fariseos para atrapar a Jesucristo fue destruida por Jesucristo mismo y ha sido escrito, lo sucedido, para nuestra instrucción. Como ya lo mencionamos anteriormente, el espíritu de los Fariseos se encuentra presente hoy en día después de tantos años. Estemos alerta sobre los hipócritas que tratan de atraparnos con sus preguntas y argumentos capciosos. Su lógica aparece como incontrovertible, ya que usan la lógica del mundo o la lógica de Satanás y no la de la verdad y de Dios. Cuando su ciencia, lógica y pruebas contradicen las verdades reveladas por Dios, Cristo y Su Iglesia podemos estar seguros que es una lógica falsa o una ciencia falsa.
Al mismo tiempo estemos alerta sobre el lenguaje engañoso y adulador que frecuentemente se usa en nuestra contra, para que bajemos la guardia. Nuestro peor enemigo en estos casos somos nosotros mismos. Nuestra vanidad y orgullo nos hace presa fácil de estos ataques porque queremos creer las mentiras que se nos dicen. Es necesario que luchemos en primer lugar con los enemigos de nuestro propio ser. Debemos luchar constantemente en contra de nuestro amor propio y orgullo. Debemos practicar constantemente la humildad, es decir la verdad. Debemos primeramente buscar conocernos verdaderamente a nosotros mismos. Vernos a nosotros mismos como nos ve Dios.

El hombre realmente sabio, se conoce a sí mismo. Esta es la razón por la que falla este intento de atrapar a Jesucristo. Podemos hacer nosotros lo mismo si imitamos a Cristo. Si verdaderamente nos conocemos no podemos ser engañados por los demás especialmente en relación a nuestro valor y habilidades.

Así sea.