25 DE ENERO DE 2009
Queridos Hermanos:
En este día, somos testigos de dos profesiones de fe en Jesucristo. La profesión de nuestra fe es necesaria para la recepción de la gracia de Dios y la salvación de nuestra alma. Cristo ha dicho: “Cualquiera pues que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos” San Mateo 10:32
Debemos estar siempre listos para profesar la verdadera fe. Cuando somos cuestionados por los que están en autoridad alguna, debemos estar preparados para confesar nuestra fe aún si somos amenazados de recibir las más crueles torturas y muerte dolorosa. Cristo cuando fue cuestionado por el sumo sacerdote no dudo en decir que El es Jesucristo el Hijo de Dios. Los santos tampoco dudaron aún ante la cara de cierta muerte, martirio, por profesar su fe.
En la sociedad de hoy, hay tanta indiferencia en materia religiosa que parece improbable que seamos cuestionados en negar nuestra fe o morir. Los demonios han creado una forma indirecta de negar a Dios hoy en día. La sociedad tiende a olvidar la fe de las personas bajo el falso pretexto de la “libertad” o separación de “la Iglesia y el estado”. Lo cual coloca a Dios a nuestra fe en una posición menos prominente de nuestras vidas. Dios ya no ocupa el primer lugar, si es que se le ha dejado alguno. Esta es una manera indirecta, diríamos, de negar a Dios (quien exige el primer lugar), de y en nuestras vidas.
La Religión y la política que deben ser ambas de gran importancia para cada individuo, ha sido relegada al último lugar y escondida de la vida del hombre. Frecuentemente escuchamos a las personas decir que no discuten temas de “religión ni política”, no discuten temas acerca de Dios o la sociedad. Sin embargo, estos son temas de suprema importancia para los individuos, no sólo de conocerlos, sino de amarlos y compartirlos con sus semejantes.
Nuestra sociedad y los demonios han dividido y vencido; en primer lugar la fe en Dios y después el amor a la patria, gobierno y aún sus mismas familias. Todo hombre parece aislado de la religión, política y sociedad familiar. Frecuentemente soy testigo de hombres que trabajan, viajan o viven juntos sin embargo están tan absorbidos por su egocentrismo que raramente si en algún punto reconocen la existencia de los demás alrededor de ellos. Los jóvenes tienen sus juegos electrónicos, mp3, y celulares y viven en su propio mundo “virtual” incapaces de soportar al mundo a su alrededor, mucho menos la vida real y sobrenatural de Dios.
Si les hablamos a estas personas acerca de Dios y la Fe, se nos quedan mirando como si estuviéramos hablando en un idioma extranjero. O toman una actitud como si estuvieran por encima de toda creencia o religión. Frecuentemente dirán que ellos creen que tenemos el derecho de creer lo que nosotros queramos. Por lo tanto tienen el derecho de creer lo que ellos quieran, por lo tanto debemos eliminar toda conversación sobre este tema y hablemos de algo más importante. Sin embargo, ¿Qué puede ser más importante que nuestro bienestar por toda la eternidad?
Como verdaderos católicos debemos estar vigilantes y expresar nuestra fe. No debemos avergonzarnos de tener en nuestros hogares artículos de nuestra fe para que los vean quienes nos visiten. No debemos dudar en bendecirnos al iniciar los alimentos, rezar el santo rosario, aún en lugares públicos. No debemos dudar al inclinar la cabeza ante el santo nombre de Jesús, o defenderlo cuando es usado en vano. Debemos estar siempre preparados para recibir los sacramentos, especialmente la confesión y santa comunión. ¿Cuántas almas son escandalizadas y perdidas por toda la eternidad porque la negligencia de los “buenos” católicos?
Cuando se nos pregunta nuestra fe, no debemos perdernos en lo que respondemos. Todo católico debe por lo menos poder decir el Credo de los Apóstoles, en cualquier momento. En este se encuentra un verdadero resumen de nuestra fe verdadera. Existen también el credo Atanasio y de Nicea para refutar varios errores en contra de la fe. Debemos saber nuestro catecismo y estar preparados para responder cualquier pregunta que puedan lanzar los incrédulos. Debemos también, hoy día, tener conocimiento de los decretos del Concilio de Trento. Este concilio nos da una solemne profesión de fe y refuta muchos errores de los herejes de los tiempos modernos, especialmente los de la nueva religión (Novus Ordo), que promueve un falso ecumenismo, liberalismo y modernismo.
No nos engañemos a nosotros mismos pensando que por no negar abiertamente nuestra fe, hemos hecho algo bien. Frecuentemente el hombre se condena por los pecados de omisión. Es tanto como una negación de Cristo como el no decir o hacer nada. No debemos ser fanáticos, sin embargo debemos no ser descuidados de nuestras obligaciones de profesar nuestra fe, de palabra obra y acciones.
Así sea.