Saturday, January 10, 2009

FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA

11 DE ENERO DE 2009

Queridos Hermanos:

“Jesús fue con sus padres y estaba sujeto a ellos”

Vemos en este pasaje de hoy, el fundamento más perfecto de la Familia. La obediencia es la clave para mantener unida a la sociedad, especialmente a la unidad más fundamental – la familia.

Cristo vino a este mundo, no ha hacer su voluntad sino la voluntad de su Padre Celestial. Y de acuerdo a esta obediencia a su Padre Celestial estuvo sujeto en obediencia sus padres terrenales.

A ambos, a la Santísima Virgen y a San José. Vemos al Rey de Reyes sujetándose en obediencia a un simple carpintero y a su Esposa. Esta es verdaderamente una gran lección de humildad, si somos capaces de verlo de esta manera.

¿Quién es el mayor en esta familia? (Jesucristo) y ¿quién es el menor, en estas Sagrada Familia? (San José). Sin embargo, quien es la cabeza y gobernador de esta familia, sino el menor en dignidad sobrenatural, San José. Y quién le sigue en autoridad, sino la Santísima virgen, María.

Ella es mayor en dignidad, sin embargo me mantiene sujeta a su esposo, San José. Más aún el niño Jesús es obediente a ambos, sin embargo, el Mayor en dignidad porque El, es Dios.

Y Cristo continuó esta obediencia a los demás, de este mundo. Obedeció a la autoridad civil etc.

Cristo ha sido obediente hasta la muerte!

Existen dos tipos de obediencias, la servil o forzada y la filial o por amor. Evidentemente la obediencia de Cristo no era servil o forzada sino que fue más bien filial y por amor.

Tal vez no deberíamos considerar clasificar la obediencia forzada, porque tal coerción no es realmente obediencia del todo. Sin embargo lo mencionamos porque este es el tipo de obediencia que existe en el mundo. El niño que de manera forzada hace lo que sus padres le dices es visto como niño obediente, sin embargo esto no es verdadera obediencia.

La verdadera obediencia es la conformidad y unidad de las voluntades. El sujeto une su voluntad a la voluntad del superior. Hace lo que el superior le pide, no por temor al castigo o por fuerza sino por su amor al superior y porque desea cumplir la voluntad de este. Cuando el sujeto se hace uno con la voluntad de su superior y desea lo que este desea. Este sujeto es obediente.

El niño que obedece como los fariseos la letra de la ley pero no el espíritu de esta, no es verdaderamente obediente. Tal niño, puede decir a su madre que ha limpiado su cuarto y pensar que es obediente, cuando lo único que ha hecho es esconder todo en el closet. Ha cumplido la letra de la ley, ha limpiado su cuarto, mas no hecho lo que su madre le ha pedido. No ha unido su voluntad a la de ella. Esto no es la verdadera obediencia sino una ilusión de esta.

Aunque a muchas mujeres no les agrada escuchar esto, pero todas ellas tienen un superior, su esposo. Es de esperar que los obedezcan, así como deben obedecer al padre, los hijos. ¿Si las esposas no lo hacen como esperan estas que, sus hijos lo hagan? Los niños imitan el ejemplo que les dan los mayores. Si nunca ven la práctica de la verdadera obediencia, ¿cómo la pueden aprender o implementar en ellos mismos?

Ahora bien, ¿esta autoridad autoriza a los padres y esposos convertirse en Tiranos y Dictadores?

Evidentemente, NO.

San José estaba muy lejos de hacer eso. San Pablo nos dice que los esposos deben amar a sus esposas como sus propios cuerpos, deben amar a sus esposas como Cristo ama a su Iglesia.

Cuando el superior ama a sus sujetos, desea o busca sólo lo mejor para ellos. Nunca pedirá u ordenará nada que los lastime, degrade o perjudique etc. Por ningún motivo. Cuando el sujeto ve el amor del superior corresponde de la misma manera y busca unirse en voluntad con este. (Para lograr así la verdadera obediencia).

Hemos visto la destrucción de la familia por la simple destrucción del verdadero amor y la obediencia verdadera. Les sigue la destrucción de la sociedad; la ciudad; el estado y la nación.

Obedezcamos verdaderamente al superior que Dios haya puesto sobre nosotros. Seglar, religioso y familiar. Obedezcamos en todo excepto en el pecado. Al hacer esto sabremos que estamos obedeciendo, no sólo a Dios, sino que además, lo estamos complaciendo. Busquemos cumplir no sólo la letra de la ley de Dios o de la Iglesia sino que más bien cumplamos el espíritu de la Ley al unir nuestra voluntad a la voluntad de Dios.

Así sea.