2 de junio de 2012
Queridos Hermanos:
El sólo pensar en la Trinidad, nos hace recordar una gran tradición, a todos los que somos católicos. Tenemos la tradición de frecuentemente signarnos con la señal de la cruz. Es esta una tradición que hemos recibido des de hace muchísimo tiempo y lo primero que atacan los herejes y no católicos. Esta tradición es inspirada por Dios, no por algún hombre.
La tradición es una fuente similar a la revelación de las Sagradas Escrituras. Nuestra señal de la cruz significa que profesamos nuestra creencia en la crucifixión de Jesucristo (la Segunda Persona de la Santísima Trinidad) y nuestra fe en esta misma Trinidad.
Nombramos tres Personas en un sólo Dios, no decimo: en los nombres de (plural) sino, en el Nombre de (singular). Profesando de esta manera la Unidad de Dios o SU unicidad y de igual manera profesando nuestra creencia en la Trinidad, las Tres Personas.
La tradición se nos ha trasmitido en una especie de misterio. Los obispos sucesores de los apóstoles, se les ha encomendado que guarden y transmitan a los demás estas tradiciones, que han recibido de sus legítimas fuentes.
El Papado, como cabeza y fuente de toda unidad, le ha sido encomendado, guardar estas tradiciones entre los fieles como entre sus hermanos, los obispos.
A través de toda la historia, vemos como son atacadas las tradiciones de parte de los obispos, sacerdotes y seglares separados. Cada uno de estos inicia un nuevo cisma o herejía. Muchas de las cuales persisten hoy en día.
El Papa en unión de los obispos han condenado todo eso sin ninguna reserva o temor, aún cuando se pone en riesgo la salvación de cientos y miles de almas.
Las verdades de la tradición no pueden ser negadas toda vez que estas verdades reflejan a Dios mismo. Cada error en un insulto y ataque sobre Dios, porque Dios es la verdad misma. Por lo tanto, ni antes ni después se puede, por ningún motivo, reconciliar la verdad con el error. Todas nuestras tradiciones son buenas y verdaderas por lo tanto, cada ataque sobre estas son de origen maligno. No puede haber términos medios.
Cada negación de Cristo como verdadero Dios, es un error diabólico y todo aquel que de manera obstinada une estos errores debe ser separado, de la Iglesia y la salvación eterna. El pagano, el ateo, el judío, el musulmán, etc. Van encaminados, todo,s al fuego eterno del infierno porque no hay salvación fuera de la Iglesia Católica.
Muchos “cristianos” que niegan las enseñanzas y tradiciones católicas reveladas que nos dicen que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, son igualmente expulsados de la Iglesia. Parece algo insignificante, pero no lo es. Cada ritual enseña una verdad o doctrina, por lo tanto, negarlo, eliminarlo o modificar cualquier punto de la tradición es lo mismo que negar cualquier aspecto de esta.
Nosotros, como católicos, debemos sujetarnos a todas las tradiciones, no sólo a las trasmitidas a nosotros, sino a todas, incluyendo a las que habrán de acompañarnos hasta la consumación de los tiempos. El concilio de Trento bajo la dirección del Papa Pio V, guiado por el Espíritu Santo, codificó y preservó, para toda la eternidad (por lo menos en el rito latino) la forma y manera de oficiar la Santa Misa.
Esto se hizo para evitar la intromisión de los protestantes (herejes) de aquel entonces y del futuro que quisieran infiltrarse o desgastar las sagradas verdades y tradiciones inspiradas por el Espíritu Santo y trasmitidas a nosotros por nuestros predecesores.
Los modernistas han eliminado, esta y muchas otras tradiciones, que al final de todo es la negación de la doctrina profesada en ellas. Invitaron y aceptaron la “ayuda” de herejes para designar e implementar su “nueva Misa (Novus Ordo Missae) para que no quedara nada ofensivo a los herejes. Estos modernistas más allá de convertirlos, permitieron ser ellos mismos convertidos a las herejías.
Mantengámonos firmes en todo lo que se nos ha dado y hemos recibido.
Necesitamos cooperar con el Espíritu Santo y resistir firmemente en contra de todos los ataques que nos quieren separar de la verdad o la Iglesia. Aún si tenemos que permanecer solos, no nos quebrantemos ante las influencias diabólicas, que quieren robarnos nuestras tradiciones y consecuentemente, la doctrina católica.
Estemos preparados para morir antes que pecar. Somos templos del Espíritu Santo. Aseguremos Su permanencia en nosotros. Nunca lo insultemos negando alguna de las tradiciones inspiradas por Él, especialmente las relacionadas con los Sacramentos y su doctrina.
Así sea