1 DE JULIO DE 2012
Queridos Hermanos:
Después de la muerte de Nuestro Señor, en la cruz; un soldado traspasó Su costado con una lanza. Agua y sangre brotó de esta herida.
Cuando el sacerdote prepara el cáliz para la consagración, mezcla agua con vino, en este. Nos preguntamos:
¿por qué agua y sangre, vino y agua?
San Ambrosio nos dice que: "del costado de Nuestro Señor brotó agua para que pudiéramos ser limpios y sangre para que fuéramos redimidos."
El agua se usa igualmente en el sacramento del bautismo para simbolizar la limpieza del alma, que se realiza bajo este. No es suficiente tener la limpieza del agua, debemos tener también sangre, de la redención. Este es el precio que se debe pagar por nuestros pecados.
El sacerdote pone agua en el cáliz, por la misma razón, simbolizando la limpieza de nuestros pecados unida a la sangre de la redención de Nuestro Señor Jesucristo.
Nosotros, los fieles, estamos de alguna manera simbolizados en el agua. Estamos unidos a Cristo, como el agua está unida al vino. San Cipriano, nos dice:
“así como Cristo se nos ha trasmitido a todos nosotros, porque tomó nuestros pecados, percibimos que por el agua, debemos entender a la gente Cristiana, pero por el vino, la sangre de Cristo es manifiesta. Pero cuando en el cáliz, el agua es mezclada con el vino, la gente es unida a Jesucristo. La multitud de creyentes, es unida y hecho uno sólo con Él, en quien creen. En acción de unir y unión del agua y vino debe ser mezclado en el cáliz del Señor, para que lo que se ha unido, sea jamás separado. Por consiguiente esto es lo que jamás puede separar a la Iglesia de Jesucristo; para que este amor indivisible sea permanente por toda la eternidad, y por la Iglesia me refiero, a la gente que pertenece a esta y que firmemente persevera fielmente, en lo que cree”
Cuando recibimos, la Santa Comunión, recibimos a Jesucristo. Cuando estamos unidos de esta manera, estamos limpios y unidos con Él, en el agua que ha salido de su costado y es mezclado con el vino que se ha convertido en Su Sangre. Cristo que está presente en nuestro altar es el mismo que esta reinando en el Cielo. San Juan Crisóstomo nos dice: “ cualquiera de nosotros que recibe Su Cuerpo y bebe Su sangre, mantenga siempre en mente que, en nada es diferente de aquel cuerpo que reina en el Cielo, adorado por los ángeles, en la Gloria. Es Este mismo al que recibimos”
San Juan, de la misma manera nos recuerda, que hay muchos que dicen: “podre verlo en forma humana. Ver la huella de Sus pies, Su túnica? Lo ves, lo acaricias y lo recibes como alimento, deseas ver su túnica; pero ÉL se da totalmente a ti, no sólo para que lo veas, sino que lo sientas, que lo recibas”.
Con todo esto en mente, creyendo y sabiendo lo que hacemos y a quien estamos recibiendo, logramos entender la maldad de recibir la Santa Comunión sin merecerlo. Nos dice san Juan Crisóstomo: “Quien ha pecado y acude a recibir la Santa Comunión, es mucho peor que quien esta poseído por el demonio. Porque quienes están poseídos por un espíritu del mal, no son por esa razón castigados. Pero estos otros, si vinieran, sin merecerlo, al altar, son encaminados al castigo eterno. “
Recordemos siempre la Sangre y agua del costado de Cristo y el vino y agua del cáliz, para que nos permitan mantenernos siempre limpios en el agua de bautismo y en el sacramento de la Penitencia.
Así como estamos simbolizados en el agua, estamos unidos para siempre con Cristo, en la sagrada Eucaristía. Debemos recordar, que es el mismo Cristo adorado en el Cielo, por los ángeles y santos.
Sin ningún temor, como lo hacen los condenados del Infierno; recordemos siempre que: es peor recibir la Santa Comunión, sin merecerlo, a estar poseídos por los demonios.
Así sea.