26 FEBRERO 2012
Queridos Hermanos:
Las tentaciones son un misterio para muchos de nosotros. Pedimos en la oración del “Padre Nuestro “que no nos deje caer en tentación, sin embargo, ahora vemos que el Espíritu Santo guía a nuestro señor Jesucristo, al desierto, para ser tentado.
Mientras que no es justo ponernos en la misma situación, ya que Cristo es Dios, es necesario que lo sigamos en Su Humanidad. En muchas ocasiones nos ha dicho que debemos seguirlo, imitarlo, si queremos salvarnos.
Conociendo nuestras propias debilidades pedimos a Dios para que no nos deje caer en tentación, porque al hacerlo, lo más probable es que caigamos. San Pablo pidió a Dios que le quitara las tentaciones y como respuesta obtuvo que la gracia de Dios le sería suficiente. Dios, de igual forma permite que la tentación atacara fuertemente a Job, sin embargo, no más allá de sus propias fuerzas.
Cuando Dios permite que seamos tentados, siempre lo es para nuestro beneficio. Estas tentaciones realmente nos ofrecen una oportunidad para verdaderamente humillarnos, al ver nuestra debilidad, nos ofrecen una oportunidad para ganar méritos en las batallas libradas contra la tentación, nos ofrecen la oportunidad de crecer espiritualmente más fuerte con cada victoria, finalmente nos ofrecen la oportunidad de vencer los demonios y humillarlos, castigarlos, más aún.
Estas tentaciones son necesarias y podemos considerarlas como las cruces que Cristo quiere que tomemos todos los días.
La situación es completamente diferente cuando nosotros nos metemos en tales tentaciones. En nuestra vanidad y orgullo tonto, con frecuencia sobre estimamos nuestra fuerza. En este estado de la ilusión auto impuesta, estamos condenados a caer. Descubrimos que quienes juegan con fuego eventualmente se queman. Como quienes hacen amistad con la tentación eventualmente caen en ella.
La caída en las tentaciones es gradual. Siguen un avance progresivo, pero son, sin embargo, discernibles. La primera etapa es la sugestión, independientemente de si la tentación viene del demonio, del mundo o nuestras pasiones, siempre inicia como una sugerencia. La cual muestra algún tipo de placer o gratificación inmediato que intenta cegarnos al rango de las consecuencias de esta acción.
Esta sugestión está diseñada para llevarnos rápidamente al siguiente paso, el placer. Una vez que sentimos placer ante la idea de este encantamiento, ya hemos caído, en la trampa, más de la mitad.
Luego nos volvemos ciegos a lo que ha sucedido. Nuestros pensamientos son únicamente dirigidos al placer; las consecuencias inmediatas después de la gratificación son ocultas a la vista. Este estado de placer no desea permanecer por mucho tiempo en nosotros, sino que más bien tiene como objetivo, mandarnos al nivel máximo de deseo. Si cedemos a este nivel, es porque ya hemos completamente caído.
El pecado se ha cometido.
El pecado realmente está en la voluntad y no importa (respecto a la culpa) si realizamos alguna acción física en el mundo material.
Este deseo puede convertirse en un monstruo peligroso, si no lo resistimos. Este deseo puede ser insaciable y absorbente. El glotón aún después de sentir y sufrir la consecuencia del abuso que realiza sique deseando más. Lo mismo sucede con todas las demás pasiones, todas traen consigo su peculiar dolor y sufrimiento, y muy a pesar de todo esto, el pecador, quiere continuar.
Es una paradoja ilógica, de nuestra naturaleza caída. Nos unimos y buscamos lo que nos destruye.
Estas etapas de, sugerencia, placer, deseo, progresivamente tomas posesión de nuestra fuerza y razón. El primer nivel es más fácil de evitar. Razón por lo cual es importante resistir la tentación, tan pronto como aparece. Dejarla tomar posesión por un breve lapso es más peligroso de lo que podemos imaginar. Por eso pedimos que no caigamos en la tentación.
Vemos que los demonios al tentar a Jesucristo, nunca pasan del primer nivel. Cada una de las sugerencias es rechazada de inmediato por nuestro señor Jesucristo. Este es el método y la forma que quiere que nosotros, al igual que Él, utilicemos. No podemos evitar el primer nivel de la tentación que viene acompañada de la sugerencia, pero si podemos escapar de las consecuencias de esta, si peleamos de manera valiente en el primer nivel de esta.
Debemos estar siempre vigilantes, aprendiendo a reconocer estas sugerencias diabólicas, lo más pronto posible, para poder rechazarlas. Esto lo logamos más fácilmente si estamos buscando realmente agradar a Dios. Con cada pensamiento que entre en nuestra mente debemos considerar si es agradable a Dios (¿si es bueno o malo?), ya con esta información, avanzar de manera progresiva. Debemos fomentar lo que es complaciente a Dios y eliminar y alejar de nosotros lo que no le agrada.
Frecuentemente son confundidas las cruces con las tentaciones. Vienen mezcladas la una con la otra, sin embargo, son discernibles, si buscamos amar a Dios más y más cada día.
Las cruces debemos aprender a amarlas y llevarlas voluntariamente y con paciencia como lo ha hecho Cristo por nosotros. Las tentaciones debemos rechazarlas tan rápido como podamos, como lo hace Cristo en el Evangelio de Hoy.
Así sea