Saturday, February 4, 2012

DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA

5 DE FEBRERO DE 2012

Queridos Hermanos:

Todos somos llamados a trabajar para la Iglesia (El Reino de Dios). San Gregorio relata que cada hora diferente del día se relaciona con las diferentes partes de la historia de la Iglesia. La mañana se relaciona con el tiempo de, Adán hasta Noé, la tercera hora se relaciona de Noé al tiempo de Abraham, la sexta de Abraham a Moisés, la novena de Moisés hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo; estamos actualmente, en la decima primera hora, el tiempo de Nuestro Señor hasta el fin del mundo.

No importa cual tiempo veamos, todos señalan que debemos laborar para el Reino de Dios.

Esta es la última oportunidad que tenemos para trabajar por Dios. Frecuentemente enfocamos toda nuestra atención en hacer lo que nos place, en nuestros deseos olvidando la voluntad de Dios.

Ahora es el tiempo para que despertemos de esta modorra y empezamos a trabajar para el Reino de Dios, si queremos recibir la recompensa. No es demasiado tarde. Tarde será una vez que hayamos dejado esta vida y entrado a la siguiente.

Los granjeros saben bien que has tiempo para cada cosa. Hay tiempo para prepara la tierra, tiempo para sembrar, tiempo para preparar y el tiempo de la cosecha. En cierta ocasión nuestro señor le pide a la gente que ore al Dios de la cosecha para que mande trabajadores al campo. La cosecha estaba lista mas era muy reducido el número de trabajadores. En la historia de la Iglesia sabemos que nos estamos acercando al final de esta cosecha, por lo tanto al final de los tiempos de este mundo.

El tiempo está ya cerca y la oscuridad de la noche se aproxima. Pronto será la hora de llamar a los jornaleros para darle a cada quien el pago que se merecen. Notemos que sólo se les paga a los que han laborado.

En relación a nuestra propia vida, muchos desconoces si se encuentran en la primera hora de su vida o si está pasando ya, la hora decimo primera. Dios puede llamarnos a rendir cuentas a cualquiera de nosotros, en cualquier rato.

De igual forma podemos constatar que algunos ya se encuentran en la hora de rendir cuentas, por su edad, luego entonces sabemos que no tienen mucho tiempo, de sobra.

Sin embargo, también sabemos que la hora final está cada vez más próxima.

Estamos en la hora decimo primera del mundo y algunos de su vida (igual y todos estamos en la misma hora, ya que el fin puede llegar en cualquier momento). En cualquiera de los casos el tiempo se está agotando.

Debemos, por lo tanto, aprovechar el tiempo que queda, para que podamos recibir y desear el pago de la recompensa de la vida eterna en el Cielo.

¿Qué es lo que debemos hacer en la hora final?

Debemos levantar la cosecha. Existe en gran abundancia, la gracia de Dios, extendida por todo el mundo. La historia de la Iglesia nos muestra una cantidad grande, de santos, su fe y valor. Somos llamados a cosechar la historia y fe de la iglesia para hacerla parte de nosotros.

Debemos imitar perfectamente y hacer parte nuestra las maravillas de estos santos y mártires que han hecho parte de la historia.

En esta hora (decimo primera) el tiempo es muy valioso, tenemos mucho que hacer y tiempo por recuperar antes del final del día.

¿Cómo podemos esperar recibir el mismo pago de la felicidad eterna del Cielo, sino hemos hecho las cosas que los santos hicieron antes que nosotros?

Parece casi imposible hacer lo que ellos hicieron. Sin embargo no lo parece cuando consideramos lo que habremos de cosechar en el Reino de Dios. Somos llamados para cosechar los frutos y semillas más valiosas y llevárselas nuestro Señor.

Parece que todo ha sido ya recogido, sin embargo aún queda nuestra porción esperando, debemos hacer nuestra parte, cosechar lo que falta para completar el Reino de Dios. Debemos de igual forma, reconocer que mientras recogemos lo que queda, somos nosotros también lo que resta por completar.

El tiempo es más corto ya que los días de los elegidos de igual manera esta ya cerca. Por lo que debemos buscar la mejor forma de cosechar y cumplir la tarea que se nos ha encomendado.

El secreto para lograr este milagro, es la gracia de Dios encontrada en la caridad.

Es el amor, que vemos, es la entrada al corazón de Dios. Es amándolo con todo nuestro ser, que nos hace merecedores de tal recompensa, aunque nos encontremos en la hora decimo primera, para recibir el denario de la felicidad eterna en el Cielo.

Así sea.