Saturday, February 18, 2012

DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA

19 DE FEBRERO DE 2012

Queridos Hermanos:

Todos somos pecadores, por lo tanto ciegos y en necesidad de la gracia de Dios. El pecado es una influyente ceguera en nuestra alma que nos impide acercarnos claramente a Dios.

Los apóstoles no entendían lo que Jesucristo les decía que, habría de suceder cuando fueran a Jerusalén. Lo que habría de sufrir y morir. En ese entonces sufrían de la ceguera a que hacemos referencia y que tampoco ellos estaban consientes de tenerla. (No consientes de no poder ver). Quienes están ciegos y tienen la capacidad de reconocer que lo están buscan indudablemente una solución, lo contrario sucede con quienes lo ignoran, permanecen en su ceguera.

El pecador humilde, con la gracia de Dios, descubre esta ceguera y pide ayuda, el auxilio de Dios. El pecador orgulloso, por el contrario imagine ver todo bien y jamás se acerca a pedir el auxilio Divino.

El mundo hará todo lo posible para impedir que el pecador se acerque a Dios. De la misma manera como el ciego del que nos habla el Evangelio de hoy, fue rechazado por las turbas, de la misma manera el mundo hace todo lo posible para que el que verdaderamente se arrepiente de sus pecados no se acerque a Dios.

Así como el ciego aclama a Jesucristo con voz fuerte, pidiendo auxilio, el pecador debe gritar con gran fuerza a Jesucristo, en sus oraciones, para que acuda a su auxilio. Esta perseverancia en la oración va causar que Jesucristo se detenga en Su camino, para llamarnos a que nos acerquemos a Él.

No es tiempo, este, para andarnos escondiendo, o declinar de manera cobarde, como quiere el mundo que lo hagamos. El mundo busca por todos los medios envolvernos en sus brazos para que no nos acerquemos en lo mínimo a Dios.

Mientras mayor sea la presión que sentimos del mundo y su intención de detenernos en nuestro avance hacia nuestro destino final con Dios, con mayor fuerza y persistencia, debemos pedir en nuestra oración, la protección Divina.

Al mismo tiempo debemos tener un buen juicio sobre lo que pedimos a Dios. Es verdad que Dios puede hacerlo todo y que nos puede permitir tropezar con una buena fortuna material y éxito en esta vida. Usualmente no es esto lo mejor para nosotros. Éxitos mundanos vienen acompañados, en su mayoría en deterioro de la felicidad eterna. Es realmente cierto que no sabemos lo que es bueno para nosotros, o peor aún no sabemos lo que más nos conviene. Solo Dios sabe verdaderamente los grandes beneficios para nuestra alma.

Las Sagradas Escrituras son claras y de manera sencilla nos dicen que debemos primero buscar el Reino de Dios y Su Justicia y que todo lo demás se dará por añadidura. Es la oración de que se haga la voluntad de Dios, aquí en la tierra así como es en el cielo. Cuando nos entregamos de manera voluntaria a Dios y le pedimos que haga con nosotros Su voluntad, sin duda recibiremos todo lo que es necesario para que nosotros recibamos nuestra recompensa eterna.

Tal vez no tengamos lujos y una vida confortable. Se nos habrá de pedir tomar la cruz diariamente y seguir a Jesucristo. Mientras rechacemos esta petición seremos más ciegos que el que físicamente tiene esta discapacidad.

La ceguera física de este hombre más que una maldición fue una bendición ya que fue la razón y ocasión para aclamar a Jesucristo y recibir la bendición más preciosa y valiosa directamente de las manos de Nuestro Salvador Jesucristo, Dios.

Tal vez esta ceguera previno a este hombre, cometer muchos pecados con la vista, durante todo este tiempo. Y ahora por primera vez esta siendo fortalecido en contra de estas tentaciones ya que ahora valora lo preciado que es realmente, el don de la vista.

Vemos ahora, con mayor claridad que la ceguera de este hombre fue la ocasión para recibir grandes gracia. De la misma manera al momento re cobrar la vista fue una bendición y momento de recibir grandes gracias de Dios. No debe importarnos que sea lo que Dios nos quita o nos da. Todo lo hace por nuestro propio bien y debemos estar agradecidos y verlo como una oportunidad para crecer en el amor y la gracia de Dios.

Llenemos el resto de nuestros días aclamando el auxilio de Jesucristo Nuestro señor para que nos permita ver la Verdad para de esta manera crecer en Su gracia, luz y fe, esperanza, pero sobre todo en el amor. De esta manera podremos ver el vacio de este mundo, buscando con gran deseo la permanencia eterna de la felicidad del Cielo.

Así sea