6 DE FEBRERO DE 2011
Queridos Hermanos:
Las almas buenas, deben sufrir un poco entre los malos. Nuestro celo y amor por Dios, frecuentemente abre el camino a los demonios y a muchas de sus tentaciones.
La maldad de los demonios no termina con la siembra del molusco sino que continúa intentando corromper a los buenos. Sugiere a estos que deben cortar y destruir lo malo de inmediato. De esta manera puede destruir al mismo tiempo ambos, al bueno y al malo. El malo es prevenido de cambiar y convertirse en bueno y el bueno es corrompido al usurpar el juicio que le pertenece sólo a Dios, cayendo en la vanidad y el orgullo.
Cuando los demonios no logran expulsar la gracia de Dios en las almas, su siguiente paso es la corrupción. Este es el atentado que, leemos, sucede en la parábola de hoy. Los demonios se encuentran en una segunda etapa de sus ataques. Ven la gracia que Dios ha sembrado por medio de Sus ministros y buscan su destrucción sembrando maldad en medio de todo lo bueno. “Siempre habrá quienes están con nosotros pero no son de nosotros” (1 Juan 2,19) los demonios se asegurarán de esto. Su deseo es tentarnos a seguir el mal ejemplo de los demás y volvernos orgullosos y mirar con menosprecio a las pobres almas que han caído. En cualquiera de las dos situaciones logran su cometido y misión, robar a Dios las almas que El mismo ha creado para Sí.
Somos por lo tanto prevenidos, por Jesucristo, con la parábola del este día.
Debemos estar enterados de que el enemigo hace esto mientras dormíamos. Mientras que es verdad que ningún mortal puede permanecer constantemente en guardia físicamente, si podemos estar vigilantes de manera espiritual. Muchos pastores en el pasado fallaron en mantener alejadas estas obras malas de entre sus fieles, por lo que nos toca a nosotros enfrentar esta situación, como Nuestro Señor lo señala en la parábola de hoy. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia alma a la que debemos cuidar. Debemos estar vigilantes todo el tiempo, para que el enemigo no venga a sembrar malos pensamientos y deseos en nuestra alma. Mucho menos debemos permitir que haga raíz. Debemos luchar en contra de estos con todo nuestro ser. Ya que no puede permitírseles crecer junto con la gracia, por no poder crecer juntos en la misma alma, como conviven los hombres buenos con los malos.
Al estar viviendo en este mundo estamos forzados a vivir con y al lado de hombres que viven en la maldad, vidas pecaminosas y escándalos. No podemos eliminarlos porque en el proceso podríamos eliminar en el futuro algún pecador arrepentido que puede causar más alegría en el cielo que por todos aquellos que no necesitan arrepentirse. (San Lucas 15,7). Eso nos haría mucho mas culpables que quien estamos tratando de corregir.
¿Qué debemos hacer, entonces? La parábola nos dice que debemos ser pacientes hasta el tiempo de la cosecha (el fin del mundo o nuestra existencia), mientras esperamos con paciencia debemos estar siempre vigilantes. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para no hacer la misma maldad y mal ejemplo a nuestro alrededor y convertirnos en uno sólo con la hierba. Al mismo tiempo con gran valor, debemos dar buen ejemplo para que la “hierba” a nuestro alrededor pueda recibir y cooperar con la gracia de Dios se convierta. De esta manera Dios será doblemente honrado y mereceremos gracias mayores y recompensas para nosotros y nuestro prójimo.
Somos creaturas sociales y es usualmente el efecto de quienes nos rodean que nos llevan a hacer y ser lo mejor o peor de nosotros mismos. San Agustín dice que no podemos ser tan buenos, ni malos como podemos serlo si estamos solos. Se requiere de los demás para que resurja lo mejor o peor en nosotros. Mientras tengamos que vivir en este mundo frecuentemente repleto de maldad que está constantemente buscando sacar lo peor en nosotros, debemos en la manera de lo posible aislarnos de esa influencia y acercarnos a quienes nos ayudarán a sacar lo bueno. Como todo lo bueno parece ser muy reducido y algo retirado de nosotros debemos aprender asociarnos no tanto en la proximidad física y por medios físicos sino en la proximidad sobrenatural y por medios de esta misma naturaleza. Contamos con muchos santos y ángeles dispuestos a ayudarnos y acompañarnos en nuestra necesidad de sacar lo mejor de nosotros y acercarnos más a Dios. Nuestro ángel guardián esta siempre a nuestro lado. Podemos siempre y en todo momento levantar nuestro corazón y mente a Dios, María Santísima, los ángeles y Santos del Cielo incluso las mismas almas del purgatorio. Siempre estamos en la posibilidad de hacer actos de Fe, Esperanza, Caridad y Contrición. Podemos hacer comuniones espirituales todos los días y permanecer de esta manera siempre en presencia de Jesucristo Nuestro Señor.
De esta manera podemos sacar lo mejor de nosotros, alejarnos de la influencia de la maldad a nuestro alrededor y acercar a los demás a Dios. Con la ayuda de la gracia de Dios podemos cambiar la maldad que los demonios han sembrado en algo bueno para Dios y las almas.
Que así sea.