Saturday, August 7, 2010

DOMINGO 11ro. DESPUÉS DE PENTECOSTES

8 DE AGOSTO DE 2010

Queridos Hermanos:

Contamos con muchos sacramentales alrededor nuestro, sin embargo, la mayoría de la personas no aprecian el valor de estos. Los sacramentales son como los sacramentos, sin embargo son algo diferente.

Los sacramentos fueron instituidos por Jesucristo Nuestro Señor y dan la gracia por la eficacia con la que fueron destinados otorgar, siempre y cuando el que los recibe no ponga ningún obstáculo para ello. Los sacramentales fueron instituidos por la Iglesia y, su eficacia radica en la bendición y oración instituida por esta misma.

Los sacramentos son necesarios y ordenados por Dios, mientras que los sacramentales son sólo recomendaciones de la Iglesia como acciones benéficas y de gran ayuda. Los sacramentales son todas aquellas cosas que la Iglesia bendice y consagra para la adoración divina, y para nuestro uso piadoso, tales son, el agua bendita, aceite, sal, pan, vino, rosarios, palmas, medallas, altares y cálices; también lo son las bendiciones, exorcismos, consagraciones y dedicaciones usadas por la Iglesia.

Desde la caída de Adán, todas las criaturas de este mundo se encuentran en un estado de total desorden; son los hijos de Dios quienes están constantemente buscando restablecer este orden perdido. Es por medio y uso de los sacramentales que todo católico tiene el poder de lograr esto. Los demonios abundan en este mundo buscando completar el caos total, promoviendo el desorden y todo tipo de maldad.

Estos demonios toman posesión sobre los animales, propiedades, alimentación y la gente misma. El objetivo final de estos demonios es la condenación eterna de las almas. La destrucción de todo orden y verdad, establecida en todo lo creado por Dios.

Cuando hacemos uso de los sacramentales con verdadera fe, podemos y de hecho logramos expulsar a los demonios. El simple hecho del uso de la santa cruz para persignarnos que aprendimos desde niños, es una de las armas más poderosas para hacer correr de nosotros, a los demonios. Sin embargo, muchos católicos, por no tener cuidado, vergüenza o por negligencia, rara vez hacen la señal de la Cruz, y cuando lo hacen, va acompañada, de ligerezas o temor, al hacerlo escondidas para que nadie los vea. Parece tan incongruente que empuñemos una de las armas espirituales más poderosas y nos quedemos asustados por temor al qué dirán. Con este tipo de católicos, nos preguntaríamos acaso ¿Por qué están los demonios, ganando la batalla por las almas?

La Señal de la Cruz es la representación, para el mundo y los demonios que, Jesucristo Nuestro Señor los ha conquistado a ellos y a la muerte y que nosotros, como sus seguidores haremos lo mismo. Esta señal es odiada y temida por los demonios, especialmente cuando se hace con esperanza y fe, por que los manda expulsados de regreso al infierno. Cuando agregamos a esta práctica, el uso del agua bendita, evitamos muchas caídas en esta vida, porque los ministros del desorden y perdición se mantienen alejados de nosotros. No sólo se evitan los males espirituales, de igual manera son reducidos los males físicos.

Es importante tener en mente que los sacramentales no son supersticiones, u objetos de buena suerte; son armas espirituales que debemos utilizar como protección y armadura en la lucha por la salvación eterna de nuestra alma. Debemos usarlos con fe y confianza, como lo hacen los guerreros con sus escudos.

En ocasiones sucede que los demonios nos ganan la pelea aún con el uso adecuado de estos sacramentales; la razón es muy simple. Frecuentemente es para nuestro propio bien, sufrir algún tipo de maldad, Dios lo permite para fortalecer nuestra salvación. Por lo tanto al hacer uso de estos sacramentales y al hacer oración nos resignemos hacer la Voluntad de Dios, ya que El sabe lo que es mejor para nosotros.

Sin embargo, debemos resistir la tentación de no tener cuidado en nuestra batalla, al caer en la presunción de que se haga la voluntad de Dios, sin nuestra colaboración. La voluntad de Dios es que luchemos valientemente y hagamos uso de las armas que nos ha dado en los Sacramentos y en los sacramentales a través de la Iglesia.

Los sacramentales también nos traen tanto bienes espirituales como materiales. Tienen el respaldo de la oración total de la Iglesia militante, purgante y triunfante para que las cosas buenas de Dios sean obtenidas por medio de su uso.

Debemos intentar, siempre hacer uso de estos con fe y confianza, debemos tener una buena intención; especialmente de forma espiritual. No podemos esperar que Dios escuche nuestras peticiones por razones mundanas únicamente o por el mal deseado a nosotros o a los demás. Debemos estar siempre resignados a la voluntad de Dios. Su Voluntad es la prueba y forma final, de saber lo que es bueno o malo para nosotros, ya que de nuestras propias fuerzas es incompetente saber lo que mejor nos conviene.

Finalmente, tengamos siempre un corazón puro o por lo menos un corazón arrepentido que, busque la ayuda de Dios en nuestra batalla diaria. Cuando los Israelitas pecaron y de manera impenitente estuvieron frente el Arca, fueron derrotados, por no estar adecuadamente arrepentidos de su maldad. Lo mismo sucede con nosotros y los sacramentales, si no tenemos un corazón puro y arrepentido no serán de ayuda para nuestra salvación eterna.

Así sea