Saturday, August 14, 2010

ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

15 DE AGOSTO DE 2010

Queridos Hermanos:

El día de hoy celebramos la Asunción al Cielo, de la Santísima virgen María. Donde ahora habita como Reina del Cielo y la Tierra.

El evangelio de este día nos presenta el humilde corazón y alma de María Santísima, que la hace merecedora de tanta Gloria. Las palabras del Magnificat son de gran instrucción para nuestra vida diaria.

“Mi alma engrandece al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador”.

Con estas palabras María nos da una breve descripción de lo que guarda su alma, verdadero tabernáculo del Espíritu Santo mucho antes de que el Hijo de Dios habitara en su vientre. Con Dios habitando en ella, naturalmente que empezó a magnificar o incrementar la presencia de Dios en este mundo.

Todos los que entraban en contacto con ella, no podían hacer otra cosa más que, ver la bondad que resplandecía en ella. De igual manera todos los hombres de buena voluntad recibían una chispa de este Divino huésped.

De esta manera Nuestra Santísima Madre incrementaba y engrandecía la presencia de Dios entre nosotros.

Con todo esto, María Santísima nos muestra la plenitud en ella del plan original de Dios, en la creación. Cuando Dios creó al hombre lo colocó en el Paraíso Terrenal, desde donde tenía la comisión de extender este paraíso sobre la faz de la tierra, expulsando a los demonios y su maldad.

La misión del hombre era engrandecer la presencia de Dios sobre la tierra. La creación entera estaba y aún está esperando la venida del Hijo de Dios. El desorden existente en todo el mundo pide a gritos el retorno al orden establecido por Dios.

El primer hombre falló en lograr esto, en lugar de aumentar y lograr la presencia de Dios, hizo todo lo contrario al reducir la presencia de Dios en el mundo y en su corazón, logrando con esto expulsar al Paraíso, de su entorno y de su alma.

Esta ha sido la herencia de nuestros primeros padres. Venimos a este mundo sin la presencia de Dios en nosotros. Sin embargo, con la Concepción Inmaculada de María Santísima hemos recibido una segunda oportunidad, es decir, hacer posible que Dios habite en nosotros.

La santísima virgen María vino a este mundo llena de la gracia de Dios y nunca la expulsó de su alma. Y en este estado tan complaciente a Dios, (quien tiene gran alegría al estar con los hijos del hombre) vemos que la gracia de Dios se propaga en todos los que entran en contacto con Ella.

En este estado espiritual vemos que, no sólo fue digna en llevar la presencia de Dios en su alma, sino que más aún fue verdaderamente merecedora de recibir la tremenda gracia de que Dios habitara en su vientre y la llamara Madre.

Así lo vemos en el evangelio de hoy, al visitar a Santa Isabel, quien expresa la maravilla más hermosa que ha tomado lugar en María Santísima y la gracia que resplandece en Jesucristo al vivir en Ella causando la alegría del infante en su vientre.

María santísima nunca perdió el estado de la gracia de Dios luego entonces constantemente incrementaba la presencia de Dios en ella. Aún en nuestros días vemos que, los que mantienen una verdadera devoción a la Madre de Dios reciben por medio de ella grandes gracias.

De esta manera el plan original de Dios, gradualmente y de manera lenta desde nuestro punto de vista, se va realizando. El número de los elegidos que tienen el alma que ha de glorificar a Dios es atraído a María santísima, la verdadera fe y a Jesucristo. Cuando el número de los elegidos sea sellado y completo, el resto de los mortales será purgado.

Se renovará la faz de la tierra y en ese momento todo estará en el orden debido, al vivir todos en Jesucristo y Jesucristo en nosotros. El plan original de Dios será realizado. El hombre habrá propagado el Paraíso Terrenal sobre toda la tierra. Toda la maldad habrá sido rechazada. Dios habrá experimentado el deseo y alegría de permanecer con los hijos del hombre.

La asunción de María Santísima nos muestra la alegría que nos espera en el Cielo y después de la resurrección general. Sin embargo, para poder alcanzar este nivel es necesario que imitemos la vida de María Santísima y permitir que Dios y Su gracia impregnen nuestra alma al humillarnos completamente y hacer espacio para que habite en ella.

Dios no puede habitar en una parte de nuestra alma, debe ser total y completamente. No puede haber espacio para nadie ni nada más. Sólo de esta manera reunimos los requisitos, como debe ser en el Plan de Dios y ser como María Santísima; almas que glorifican al Señor, nuestro Dios y Salvador.

Así sea