28 DE JUNIO DE 2009
Queridos Hermanos:
Los esfuerzos de los apóstoles, al estar pescando toda la noche fueron en vano, hasta que escucharon y decidieron obedecer a Jesucristo. Obteniendo como resultado, una pesca abundante.
En la vida espiritual debemos actuar siempre con una buena intención y hacer la voluntad de Dios, si queremos lograr algún efecto positivo.
En todo lo que hacemos debemos tener siempre en mente la intención de servir y honrar a Dios nuestro Señor. San Pablo nos lo señala cuando dice: “ya comáis ya bebáis o ya hagáis alguna cosa, hacedlo todo para gloria de Dios” (1 Cor. 10:31). Cómo lo dice la máxima de san Ignacio: “Todo por la gran gloria de Dios”, que nos enseña cómo debemos actuar.
Debemos reflexionar a conciencia la oración del Padre nuestro; decimos, Santificado sea tu nombre, para recordarnos que fuimos creados para el honor y gloria de Dios. Todo nuestro ser se nos ha dado para que rindamos honor y gloria a Dios.
Una de las verdades más fundamentales de nuestra existencia, la encontramos en las primeras páginas de casi cualquier catecismo que leamos. Fuimos creados para “conocer, amar y servir a Dios” esta es nuestra única y primer obligación, todo lo demás es secundario. Una vez que entendemos esto, formar una buena intención se convierte en un hábito, y en esta forma de vida habitual, vivir y actuar para Dios, nos proporciona el éxito en nuestros esfuerzos tanto espirituales como, en algunas ocasiones, materiales.
Por una parte si estamos llenos de orgullo y vanidad y nos olvidamos de Dios, nos daremos cuenta que no hacemos ningún progreso en la vida espiritual y en ocasiones nos encontraremos frustrados en el aspecto material de nuestras vidas. La clave de nuestro existo depende de que tengamos una intención honesta y verdadera.
La intención o (voluntad) es el aspecto más importante de todo lo que hacemos. Lo que esté bien hecho, si le falta la buena intención está viciado. Si alguna cosa no logramos hacerla de manera perfecta, por cuestiones ajenas a nosotros, se convierte en meritoria, si la hacemos con una buena y genuina intención. La acción más insignificante se convierte en meritoria gracias a la buena intención, el simple acto de la voluntad.
La intención es lo que separa un acto de ser bueno o malo. Si nos vestimos para aumentar nuestra vanidad y orgullo cometemos un mal, si lo hacemos por el honor y gloria de Dios merecemos la gracia. Lo mismo podemos decir de cualquier otra cosa que podamos pensar, decir u omitir.
Se dice que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones, sin embargo, no es eso, exactamente correcto. Lo que se desea significar en este dicho, podríamos decir que, sería más claro si se dijera: “el camino al infierno está lleno de falsas intenciones”. Muchos dicen tener una buena intención en hacer algo, sin embargo no tienen el verdadero deseo, voluntad, de hacerlo o consumarlo. Eso no es una buena intención, esto es lo que llena el camino al infierno. Tener una buena intención incluye también el querer concluirlo. Si este deseo está presente, Dios acepta el deseo por el hecho, aún cuando estamos impedidos en hacer lo que deseamos. Este deseo e intención genuino, en lugar de llenar el camino al infierno, lo hace pero, en el camino al Cielo.
Los santos frecuentemente fueron inspirados a desear hacer el bien, por el honor y gloria de Dios, mucho más allá de lo que sus fuerzas físicas les permitían. Frecuentemente fueron consumidos por su deseo de hacer más y más, por el amor de Dios. Y al grado que sus mentes y corazones alcanzaban estas intenciones y deseos, Dios los recompensaba con bendiciones y abundantes gracias sin medida, porque amaban de la misma manera, sin medida.
De esta manera, las criaturas mortales que somos, hemos sido creados para complacer la majestad infinita de Dios, todo con el simple acto de la voluntad, un simple acto de amor y una intención verdaderamente pura.
Esta intención automáticamente implica el deseo y voluntad de completar lo que se inicia. El hombre que dice que tiene la intención de viajar a Roma, mas no tiene la voluntad de levantarse para ir, no tiene una verdadera intención. Este es el tipo de intenciones que llenan el camino al infierno. Por otro lado el hombre que tiene la intención de viajar a este mismo lugar pero muere antes de poder completar este viaje, tiene una intención pura, y sin duda alguna recibirá la recompensa de Dios como si hubiera concluido el peregrinar.
De esta manera vemos como Dios acepta el deseo por el hecho, con esta intención verdadera.
Ahora bien, esperamos que todos podamos ver la necesidad de hacer un buen ofrecimiento por las mañanas y consagrar todas nuestras actividades, pensamientos y palabras y obras del día por el honor y gloria de Dios. Formando una intención y deseo puro de todo lo que hagamos ese día.
Una vez que hemos incorporado esta buena intención en nuestro día y en todo lo que hacemos, veremos un verdadero progreso en nuestra vida espiritual. Nos acercaremos más a Dios en el amor mereciendo más beneficios para nosotros en la eternidad.
Así sea.