5 DE JULIO DE 2009
“Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”
Los Escribas eran hombres instruidos, versados en la Ley, interpretaban y leían las Sagradas Escrituras a la gente, eran generalmente sacerdotes y Levitas; frecuentemente eran Fariseos también o por lo menos seguían las máximas de estos.
Los fariseos tomaron su nombre de Fares, que significa separar, distinguir, diferir, razón por la cual se les llamaba Fariseos, es decir, separados de la gente, toda vez que diferían de la gente por su forma de vida.
Externamente llevaban una vida buena, de penitencia, ayunaban y oraban frecuentemente, daban limosnas en abundancia y diezmo de sus utilidades aún cuando no estaban obligados a hacerlo. Se aseaban frecuentemente, y seguían el celo por la pureza al grado de no conversar ni tratar con personas que vivieran libertinamente. Sin embargo, en su aparente virtud tenían grandes faltas y culpas. Por lo que Jesucristo frecuentemente los censuraba, como nos lo señala en evangelio de hoy.
No es lo bueno que estos hombres hacían lo que condenaba Jesucristo sino sus motivos y la forma en que lo hacían. Se obsesionaban con las cosas secundarías olvidándose de las principales. Ejemplo de ellos es que aconsejaban a los jóvenes olvidarse de las necesidades de sus padres con tal de que hicieran una contribución considerada de dinero, para el templo.
Hacían esto porque ellos mismos se beneficiaban de los beneficios dados al templo. El cuarto mandamiento era fácilmente ignorado por sus intereses personales y mezquinos.
Su piedad era sólo externa, aparente, para que la gente la viera. Estaban llenos de su propia vanidad y orgullo. Ayunaban no por el bien de su alma o por alguna razón espiritual sino para ser vistos por los demás y ser alabados. Hacían oraciones prolongadas y frecuentes con sus labios únicamente pues, sus corazones estaban lejos de Dios.
En síntesis, sus acciones estaban viciadas por la razón o motivo por el cual las realizaban.
Tal vez no sea tan obvio identificar los Fariseos, de entre nosotros hoy día, sin embargo, su espíritu vive y quizá, más arraigado que en aquel entonces.
¿Qué han producido tantas sectas “cristianas” en el mundo de hoy? Cada una de ellas proclama estar cerca de Dios y ser mejor que las demás, sin embargo, en lo profundo de su corazón no vemos otra cosa que la justificación de sus muy particulares vicios o el deseo por la distinción para llenar su vanidad y orgullo.
El estar separados físicamente de las demás personas no tiene ningún efecto positivo si se permanece espiritualmente unido a los pecados del resto del mundo. Una gran cantidad de religiosos y clérigos se alejan físicamente del mundo, sin embargo su corazón jamás se aleja de este. Alimentan su corazón con los mismos males que aparentemente dejaron atrás.
Una gran cantidad de “tradicionalistas” cometen este mismo grave error. Parlotean palabras como “La santa misa es lo único que importa” ven sólo la ceremonia repetida al lenguaje y estilo familiar, mientras ignoran las cuestiones más importantes y fundamentales de la fe y doctrina.
Un sacerdote “invalido” no es un verdadero sacerdote y “ofrece” tal vez un hermoso espectáculo, sin embargo al no ser sacerdote, no realiza ningún sacramento por lo tanto no existe la gracia sino que por el contrario es un insulto a Dios, por idolatría y blasfemia.
Existe una gran cantidad de seudo sacerdotes y religiosos unidos en contra de la verdad.
Debemos estar alertas para poder identificar a los fariseos de nuestros días. Sin embargo, debemos tener mucho más cuidado en identificar cuáles son los motivos que mueven a nuestro propio corazón; Existe un fariseo en potencia en cada uno de nosotros. No podemos amar a Dios mientras sembramos odio con nuestro vecino, amigo, familiar o enemigo. No seremos limpios si aceptamos pensamientos lascivos, aún si somos castos físicamente. No seremos bien recibidos por Dios si somos negligentes en nuestras obligaciones ordinarias bajo el pretexto de servir a Dios mucho mejor con devociones extraordinarias. Debemos hacer en primer lugar, lo que se nos ha encomendado hacer, según nuestro estado. Cumplamos los mandamientos principalmente, una vez hecho esto, agreguemos algo mas.
Es un gravísimo mal, ignorar o alejar, el llamado de Dios bajo el pretexto de servirle mejor con otro asunto o devoción.
Dios nos quiere completamente, corazón, mente y alma. No podemos darle honor y gloria con nuestra actitud externa únicamente. Debemos honrarlo con todo lo que tenemos y somos. Así como El lo hizo por nosotros, dándose completamente; por lo tanto nos pide que hagamos lo mismo en respuesta.
Así sea.