Saturday, June 20, 2009

TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTES

21 DE JUNIO DE 2009

“Este acoge a los pecadores y come con ellos” (san Lucas 15:2)

Dios siempre está dispuesto a perdonar a los pecadores. Vemos en el evangelio de hoy cuan misericordioso y bueno es Dios Nuestro Señor.

Dios, primero perdona. Perdonar significa, hacer a un lado todo el daño y aversión que nos ha sido ocasionado y desear el bien a los demás, de corazón. Nosotros, rara vez perdonamos de manera perfecta. Aunque decimos, te perdono, por haberme ofendido, queda un rechazo en nosotros y ya no amamos a nuestro prójimo de la misma manera. Por más que tratemos de desearle bien, una cierta amargura nos envuelve y nos ocasiona violencia interior cada vez que queremos suprimir este sentimiento y destruirlo por completo.

Dios por otro lado, perdona de manera perfecta. Una vez que Dios ha perdonado nos trata nuevamente con el cariño y afecto de sus hijos queridos y obedientes. Su corazón aumenta, por así decirlo, y nos ama de una manera mucho más especial que a quienes no lo ha ofendido gravemente. Santa María Magdalena y San Pedro nos ofrecen pruebas de ese perdón y amor abundante.

Dios perdona de manera libre y voluntaria mientras que nosotros debemos ser recordados de nuestra obligación de perdonar y de las verdades de Fe, Cielo e Infierno, etc. Dios siempre está dispuesto a recibir al pecador arrepentido. Espera ansioso el momento en que regresamos a Él, “Todo el día tendía yo mis manos, a un pueblo rebelde, que iba por caminos malos” (Isaías 65:2) “Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré.” (San Mateo 11:28). San Agustín dice: “Dios esta mas dispuesto a impartir perdón al pecador que el pecador a recibirlo”

Las parábolas de la lectura de hoy concuerdan bien con estos ejemplos y muchos otros citados en las Sagradas Escrituras, los cuales deben motivarnos, como al Hijo prodigo, regresar humildemente y con verdadero arrepentimiento pero sobre todo con total confianza en Dios nuestro Señor. ¿Cómo podemos seguir ofendiendo a Dios, que desea sólo lo mejor para nosotros, quien está siempre y en todo momento esperando perdonarnos y tratarnos como a sus hijos muy amados?

Otra característica de este amor de Dios es que perdona a todos los pecadores. No existe pecador, sin importar el grado de culpa, que no sea perdonado. Asesinos, ladrones, blasfemos, adúlteros etc. En una palabra todo tipo de pecadores, puede encontrar la misericordia de Dios. No hay una cantidad de pecados que pueda secar la fuente de Su misericordia. Si algún hombre tuviera sobre su conciencia los pecados de todo el mundo, no tiene porque desesperarse por su salvación, sino esperar el perdón de estos. “Aunque vuestros pecados fueran como la grana, quedarán blancos como la nieve, aunque fuesen rojos como la purpura, vendrían a ser como la lana”. (Isaías 1:18). San Cipriano nos dice: “Ni el mayor de los crímenes ni el mínimo minuto de vida que nos quede, ni la extrema necesidad de la ultima hora excluyen de la amista de Dios.

Su amor y misericordia infinita envuelve a todo aquel que regresa a Él”. La mujer Samaritana, la adultera, el ladrón en la cruz pecaron gravemente, sin embargo encontraron, también, la gracia. Todo lo que necesitamos es leer la vida de los santos y darnos cuenta que fueron grandes pecadores pero una vez arrepentidos cambiaron totalmente su vida como una Santa Margarita de Cortona o santa María de Egipto.

Para recibir esta misericordia de Dios sobre nosotros, debemos verdaderamente arrepentirnos, y en tiempo. Si el pecador se arrepiente Dios va a ser misericordioso con él y le perdonará sus pecados, sin embargo, si por el contrario, el pecador continúa por ese camino, se perderá en el. “A menos que hagáis penitencia, te perderás”. La misericordia de Dios no insiste en esto, que Dios perdona a todos los pecadores de manera indiscriminada, sino sólo a los que se arrepienten verdaderamente.

Pensemos en Caín, en la gente de los tiempos de Noé, de los habitantes de Sodoma y Gomorra, del traidor de Judas, de los obstinados judíos en Jerusalén. Todos se condenaron por su no arrepentimiento. Debemos evitar al mismo tiempo, el terrible vicio de la presunción, creyendo que nosotros, no necesitamos arrepentirnos y que Dios nos ha de perdonar de cualquier manera.

Ninguno de nosotros sabemos cuánto tiempo más nos queda de vida, sin embargo, sí sabemos que debemos arrepentirnos antes de dejar este mundo. Una vez que pasemos de esta vida a la eternidad el arrepentimiento será en vano. Nuestra porción será sellada eternamente. Dios ha prometido perdón al pecador arrepentido, no le ha prometido el mañana.

Debemos aprovechar el presente, este momento es todo lo que tenemos. Arrepintámonos real y verdaderamente sin vacilaciones. Hagamos buen uso del tiempo de gracia y laboremos por nuestra salvación sin tardanza, para que escapemos de la amenazante perdición de nuestra alma y seamos salvados eternamente.

Así sea.