Saturday, December 29, 2012

DOMINGO EN LA OCTAVA DE NAVIDAD


30 DE DICIEMBRE DE 2012

Queridos hermanos:

La presentación de Jesús en el templo nos muestra una confirmación y renovación de las profecías relativas a Cristo. Las cuales siempre contienen algún misterio y algo necesariamente escondido, ya que ha de apenas acontecer.

Simeón estuvo orando y entusiasmadamente esperando este momento, deseoso de ver al Salvador, antes de dejar este mundo por la muerte. Una vez que lo vio y reconoció, da la bienvenida a la muerte, entendiendo que su deseo ha sido cumplido y consecuentemente su vida.

De la experiencia que se adquiere con el paso de los años y de vivir una vida verdaderamente espiritual, Simeón anuncia por las dificultades que habrán de pasar Jesucristo y Su Madre.

Las Sagradas Escrituras relatan muy poco sobre María. Lo que si leemos en varias ocasiones es que, grabo en su corazón y cumplió siempre estas palabras. Entendimiento y sabiduría o vienen de mucho hablar o de mucho leer o escuchar tantas palabras. La Sabiduría de María está en su contemplación de la Voluntad Divina.

No da respuesta a Simeón o Ana, pero graba sus palabras en Su corazón. Al momento de la Anunciación se nos da un punto interior del alma de María. Su completa y total docilidad a la Voluntad de Dios, que no deja lugar a dudas cuando dice:

“He aquí a la sierva del Señor hágase en mi según Tu Palabra” (San Lucas 1:38).

Humildemente y en silencio se da completamente a Dios sin reservas ni limitaciones. Vemos en Ella las virtudes que de manera tan maravillosa expresa Job:

“El Señor lo ha dado, el Señor lo ha quitado, bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:21)

María escucha las profecías, como la Palabra de Dios y ni duda de estas ni las cuestiona. Los profetas han hablado y ella, las escucha y comparte con gusto. Estas fueron la Palabra de Dios del Dios hecho hombre, su Hijo. En la tranquilidad de SU alma, estas palabras crecieron, la fortalecieron y llenaron de bendiciones.

Este recogimiento en silencio ante la presencia de la Palabra de Dios, es lo que inspiró a Simeón y Ana y los preparó para hacer suyas estas palabras escasas pero llenas de fruto y profundidad. De antemano percibimos esa calma, reflexión y contemplación de un viejo sacerdote como lo era Simeón.

En lo que se refiere a Ana, las escrituras nos dicen que su vida era reservada y tranquila, tal vez porque es más común así serlo, cuando se es viuda. Su virginidad, vida de matrimonio, y viudez, son todas señaladas como estar guiadas de la manera más santa y complaciente.

Particularmente su viudez, se nos dice, estaba dedicada a la oración día y noche, en el templo, por mucho tiempo, lo cual nos puede indicar como estuvo llena de bendiciones al grado de permitírsele ver, con sus propios ojos, al mismo Jesucristo y Salvador.

Mucho antes de venir a este mundo, en su humanidad, Jesucristo ya habitaba en estas almas. La Palabra de Dios, estaba siendo recibida y aceptada en silencio en estos corazones y estaba madurando y guiándolas, paso a paso a la santidad, acercándolos a Dios y a la recompensa eterna.

Muchos se imaginan que Cristo (La Palabra de Dios) ha llegado o vendrá a ellos con todo el glamur y espectacularidad que ofrece este mundo. Se imaginan que aún con su corazón y mente corriendo entre los pensamientos mundanos e imágenes de este (del mundo físico o por medio de las fantasías presentadas de manera impresa, audio o video), puedan de alguna manera tener espacio para Jesucristo.

¿Cómo puede ser esto si Dios exige un amor completo y exclusivo?

María, Simeón y Ana nos han demostrado como no se debe hacer esto. Jesucristo habita en la paz y tranquilidad de las almas.

Debemos regocijarnos por este tiempo y la gran cantidad de gracias que recibimos, mas no debemos dejarnos llevar por la extravagancia de las celebraciones mundanas.

No permitamos que la palabra de Dios inspirada en nuestra alma, se aleje de nosotros tan rápidamente. Más bien capturemos una que otra para que la grabemos en nuestro corazón, para que de esta manera Jesucristo (La Palabra) permanezca siempre con nosotros y nos ayude a crecer en la gracia y sabiduría que nos lleve y una de una vez por todos en la eternidad con Él en el Cielo.

Así sea.