Saturday, October 16, 2010

DOMINGO 21 DESPUÉS DE PENTECOSTES

17 DE OCTUBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

La misericordia es necesaria para todos nosotros, para poder coexistir en esta vida. Sin embargo es la menos practicada y raramente valorada.

?Donde estaríamos nosotros si no pudiéramos o tuviéramos la misericordia de Dios? Si Dios nos juzgara sin Su misericordia, nadie podría sostener en pie – todos caeríamos.

Aplicar la justicia sin misericordia sería una situación lamentable para todos nosotros. Mas bien esta “justicia” sería todo lo contrario. Razón por la cual nuestro Señor Jesucristo nos dice que nuestra justicia debe sobrepasar a la de los Escribas y Fariseos. La letra de la ley aparece como justa en nuestro entendimiento corrupto de lo correcto y lo incorrecto, pero es sólo en el espíritu de la ley que encontramos la verdadera Justicia. La ley es muchas veces injusta, simplemente porque los jueces puedo ver únicamente la letra de la ley y no su espíritu.

Las leyes justas no son hechas para atacar, destruir o despojar a las personas, sin embargo, en las manos de los jueces Farisaicos es frecuentemente lo que más sucede. La sociedad de hoy se ha convertido en una generación extremadamente litigiosa. La ambición y el egocentrismo de tantas personas los empuja a demandar y exigirse el uno al otro hasta en las cosas más insignificantes o lo que es peor buscar recompensas mas allá y muy alejada de toda decencia.

Hemos olvidado la amonestación de san Pablo a los Corintios: De no tomar nuestros juicios a los injustos, dice que sería mejor poner nuestros juicios a los mas despreciables de la Iglesia y dejar que estos juzguen nuestro caso, porque estos serían mejores que el juez pagano. Sin embargo, va un poco más allá, san Pablo, al decir que sería mejor sufrir las injusticias y la maldad antes que ir ante tales jueces.

¿Qué injusticia no ha sufrido Nuestro Señor Jesucristo por nosotros? ¿Cuántas veces nos ha mostrado su justicia y perdón? No estamos comprometidos a hacer lo mismo entre nosotros- aún hacia nuestros enemigos. ¿Qué significan las palabras de nuestro señor Jesucristo cuando nos dice que debemos amar no sólo a quienes nos hacen bien, sino también a quienes nos ofenden? (San Lucas 6, 27:28) si fallamos en amar a nuestros enemigos no somos mejor que ellos; somos peor ya que nosotros sabemos lo que debemos hacer. (O deberíamos saberlo)

Si queremos encontrar la misericordia de Dios, nos ha puesto como condición para recibirla, la misericordia que tengamos sobre los demás. ¿No es esto lo que le pedimos, al decir el Padre Nuestro? “Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”

Como dijera Shakespeare en “El Mercader de Venecia” la calidad de la misericordia no se agota. Cae como la suave lluvia del cielo, debajo de ella: es doblemente bendecida, bendice a quien la da y de igual forma a quien la recibe. Somos motivados a ser misericordiosos en la oración de San Francisco: “Es dando que recibimos” ambos se benefician y ambos son recompensados. Nada se pierde y todos salen ganando.

Esta virtud es divina y en nuestro deseo de acercarnos a Dios y asemejarnos a Él, este el camino que hay que seguir para lograrlo- verdadero amor y misericordia, no siguiendo las sugerencias del demonio, la venganza y el orgullo.

La justicia, estrictamente hablando, no se opone a la misericordia. Lo que se opone a esta es la “letra de la ley” que no es otra cosa más que injusticia. De esto nos recuerda san Pablo a su carta a los Efesio cuando nos dice que debemos revestirnos de la justicia, con los demás ornamentos de la verdad, la paz y la fe.

La verdadera justicia no pretende medirse en calidad material, porque simple y sencillamente esto no es posible. Contrario a lo que los modernistas han estado pretendiendo convencer a las personas, nadie somos iguales. Somos realmente diferentes. Dios ha dado más a unos que a otros. Hay bondad y justicia en esto que va más allá de la simple comprensión. Es una gran injusticia humana pretender tal igualdad por medio de leyes, cortes, guerras etc.

Dios ha dado más a ciertas personas para que estas puedan ayudar a los demás. Si fuéramos iguales no tendríamos nada que compartir y seriamos privados de poder imitar a Dios. Tomar algo por la fuerza es robo doble, no sólo por lo que hemos tomado sino porque hemos privado a esta persona de ayudar a los demás. Todos tenemos necesidad de ayuda y todos tenemos la capacidad de ayudar a los demás. Todos podemos dar el don de la misericordia. Todos hemos sido ofendidos luego entonces todos podemos perdonar.

De igual forma así como hemos sido ofendidos hemos ofendido a los demás y todos hemos estado en la necesidad de la misericordia de Dios.

Es en esta hermosa forma de compartir la misericordia con la que nos beneficiamos todos y con la que Dios es complacido y honrado.

Así sea.