Saturday, October 2, 2010

DOMINGO 19 DESPUÉS DE PENTECOSTES

3 DE OCTUBRE DE 2010

Queridos Hermanos:

Todos han sido invitados a la Boda (Reino, celestial, la Iglesia Católica) sin embargo, muchos han rechazan entrar a esta. Quienes debieron entrar pero rechazaron la invitación, se dan cuenta ahora que, son excluidos y la invitación se le ha dado a otra persona.

Entre quienes han aceptado la invitación, los hay, sin embargo, que no merecen esta pertenencia por no cooperar con la gracia de Dios (se niegan a portar el vestido de bodas). Cuando se les cuestiona sobre este punto, vemos que la mayoría de estos individuos, al no saber que responder se muestran perplejos, pues saben, que no tienen excusas.

Al preguntarles por qué son católicos, responden de la misma manera, al no saber que es lo que hacen en la Iglesia Católica. Al igual que el hombre que no lleva la vestimenta adecuada de la boda, desconocen porque están en la fiesta y no llevan el vestido apropiado. Ambos grupos de quedan pelando los ojos con el silencio tonto de la ignorancia. Es como si no entendieran la pregunta.

En algunas otras ocasiones, las respuestas que estos individuos ofrecen, son peores que el silencio, ya que con frecuencia estos “católicos” ignoran lo que son. Sus razones son “porque mis padres lo fueron”, “esta es la forma en que he crecido”, o “era la iglesia mas cercana a donde vivíamos”.

Si se les pregunta sobre su fe. Nuevamente la respuesta es un completo silencio, por la incomprensión de la pregunta. Por no conocer su fe, luego entonces no saben que creer y creen solo lo que este incluido en su hedonismo materialista y egocéntrico.

La vestimenta de esta boda simboliza la caridad, esta no aparece en el alma de muchos “católicos”. Todo el mensaje de Jesucristo y consecuentemente la fe de la Iglesia, esta empapada de la gracia de la caridad. La falta de esta gran virtud es como si estuviéramos vacíos del origen de la vida, de la Iglesia.

Sin la virtud de la caridad no podemos participar del espíritu de la Iglesia, consecuentemente no podemos unirnos espiritualmente con Cristo y el Espíritu Santo. De esta manera, podemos ver, que sin la vestidura de la caridad, todo lo “bueno” que tengamos, no sirve de nada. Es ser realmente hipócrita pretender tener esta virtud, cuando es precisamente esta la que nos hace falta.

Sin amor, ni podemos creer ni entender correctamente.

Cualquier pretensión de justicia sin caridad es una mentira; razón por la cual Nuestro Señor Jesucristo, nos previene que nuestra justicia debe ser mayor a la de los Escribas y Fariseos.

La letra de la Ley se convierte en una trampa cuando es aplicada por quienes no tienen caridad.

Trágicamente, muchas personas creen que la verdad y la caridad son opuestas. Escuchamos comentarios como: “quieres que te diga la verdad o que sea bueno contigo” ¿Por que no podemos hacer las dos cosas?

La verdad no es brutal ni falsa la caridad.

Cuando la verdad aparece brutal, es porque algo no esta bien. Es porque lo que creemos ser verdad, no lo es, o probablemente y con mayor frecuencia es porque la verdad lastima nuestra vanidad y orgullo. La letra de la ley cuando es empujada a un extremo, deja de ser verdaderamente la ley, porque cuenta con un elemento de mala interpretación de ella, por lo tanto es una mentira.

Una vez que nos desviamos del espíritu e intención de la ley, dejamos de tener la verdad, es en esta forma que hacemos a un lado la caridad.

La “caridad” de esta manera, es falsa, luego entonces no es caridad, cuando intentamos proteger la vanidad y el orgullo.

El movimiento carismático, es bien conocido por esta falsa caridad, al usar tan frecuentemente y de manera discriminada la palabra “amor” y “caridad” le han quitado todo vestigio de su significado original. La caridad no tiene nada que ver con “aceptar los unos a los otros tal y como somos y sin reservas”, se ha cantado ad nauseam el “amar al pecador y odiar al pecado”.

Si realmente amamos al pecador, no lo aceptamos tal y como es apoyándolo en su vida pecaminosa. El verdadero amor exige que ayudemos al pecador a cambiar su vida y vivirla en conformidad como Dios quiere que viva.

Tal vez esta sea la causa por la que el pecador nos odie y deteste, es decir por el amor que le demostramos. Esto es tal vez, de lo que huyen muchos y es en esto que su “caridad” es descubierta como falsa. Prefieren voltear a otro lado y permitir que estos individuos continúen por el sendero que termina en su total destrucción, por no “enfadarlos” al señalarles la verdad y hacer todo lo que este a su alcance para desviar estas almas de la destrucción a la que se dirigen.

Esto no es inspiración del amor, por el contrario, este evitar el conflicto, es una actitud cobarde, basada en un amor propio originada en el infierno, alejada de la caridad hacia el prójimo; es más bien, una indiferencia que, es peor que el odio directo.

Decir que deseamos que el Budista sea un mejor budista o que un Hindú sea mejor hindú, etc., no es caridad, es mas bien un odio perverso, porque al aceptarlos como son, nos convertimos en contribuyentes directos en su autodestrucción.

Eso ni es caridad ni es la verdad.

Tales individuos deberían ser arrojados al llanto y crujir de dientes, porque les falta el vestido apropiada para la Boda, la caridad, que es necesaria para conservar la pertenencia y presencia en la Iglesia.

Amen.