Saturday, December 26, 2009

SAN JUAN APOSTOL, EVANGELISTA

27 DE DICIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:

El día de hoy celebramos la festividad de San Juan, el más joven de los apóstoles, conocido como el bien amado discípulos de Nuestro Señor Jesucristo. Es san Juan quien recarga su cabeza sobre el hombro de nuestro Señor, en la Ultima Cena y, el mismo que permaneció al pie de la Cruz de Nuestro Señor y a quien, Cristo, le encomienda el cuidado de Su Madre, María Santísima.

San Juan es representado como un águila, porque lo sublime de su evangelio nos eleva al Cielo. El ultimo evangelio que se lee en el Santo Sacrificio de la Misa, es el capitulo primero del Evangelio de San Juan. En el vemos las verdades de nuestra fe más profundas y hermosas que han sido preparadas para nosotros y para toda la eternidad. Nuestras almas se eleven ante estas palabras y como si un águila nos tomare en su vuelo nos llevan a contemplar las bellezas Celestiales.

No hay cosa más apropiada que celebrar esta fiesta tan cercana a la Navidad de Nuestro Señor, tanto por las verdades de su doctrina como por el amor que existía entre san Juan y Nuestro Señor.

San Juan Y santo Santiago, hermanos, les conocía Nuestro Señor como los “hijos del trueno” porque clamaban al Cielo que mandara fuego para que destruyera la ciudad de los Samaritanos que rechazaban recibir la doctrina que predicaba su Maestro. Cuando contemplamos el amor que existía entre esto santos y Nuestro Señor, podremos entender la dirección que tomaba su celo por el Honor y Gloria de Nuestro Señor.

Existen muchos que desearían destruir a sus enemigos, sin embargo, me puedo aventurar en decir que este celo no es por el amor y gloria de Dios, sino más bien por su propia maldad y venganza. La grandeza de amor y contemplación a la que nos lleva el Evangelio de San Juan parece perderse en muchos de nosotros. Incapaces de amar, cegados por el amor propio, muchos hombres, parecen incapaces de captar y entender la profundidad de las verdades expuestas por san Juan en el evangelio de hoy.

San Juan escribe y condena a los herejes o anti-cristianos que pretendían y decían que Jesucristo era sólo hombre, y que no existía antes de nacer en este mundo, de san José y María Santísima.

En los primeros días este tema era una guerra constante en la corrección de las concepciones sobre la persona de Nuestro Señor Jesucristo. Los ataque en contra de la Persona de Jesucristo, hoy día no son de manera directa, como lo fueron en el pasado. Existe de todo, quienes niegan la divinidad de Jesucristo, como los Judíos y paganos. Y existen quienes niegan su humanidad. Pero los más peligrosos son quienes afirman creer en Él y sin embargo lo niegan en sus corazones y acciones externas de la vida diaria. Hay otros que niegan la realidad de que Jesucristo haya nacido realmente y de manera histórica, como todo ser humano, haya físicamente permanecido entre nosotros. Dicen que Cristo es un “mito” como las historias sin fin de muchas religiones falsas.

Existen muchísimos que quisieran toman la doctrina del Cuerpo Místico de Jesucristo a niveles heréticos, al pretender que Cristo vive en todos y cada uno. Es decir que todos y cada uno se convierten en un “sacramento”. Negando con esto que Cristo sea verdaderamente Dios y verdaderamente Hombre.

La culminación de todas estas mentiras y falsas doctrinas acerca de Jesucristo llevan a la negación practica si no por lo menos teóricamente a la negación de la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Muchos se comportan como si la presencia de Jesucristo fuera algo simbólico o figurativo y no real y actual. Se han convertido a la secta protestante sin darse cuenta (bueno, eso decimos nosotros).

Necesitamos más que otra cosa, escuchar y practicar, las palabras de este apóstol amado, virgen, evangelista, como lo necesitaban las personas de aquel entonces.
Pidamos a San Juan que eleve nuestro corazón y mente a la profundidad del misterio de la Encarnación. Desarrollemos el amor que San Juan tenía por nuestro Señor, para que podamos recibir la doctrina profunda y verdadera en relación a la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, no sólo históricamente sino que también en la Santa Eucaristía.

Sin este amor y sin la gracia de Dios, no podemos esperar creer las verdades que Dios nos ha revelado. Luego entonces, no podemos esperar encontrarlo y recibirlo en este mundo para gozar de Su compañía por toda la eternidad.


Así sea.