Thursday, May 29, 2008

DOMINGO INFRAOCTAVO 3ro. DE PENTECOSTES


1 junio de 2008

Queridos Hermanos y Hermanas:

Quienes hacen el mal en este mundo, raramente atacan de manera directa, inician con rumores difamatorios y calumnias.

Hacen todo lo posible para lograr que las grandes multitudes continúen con estas murmuraciones. Esto es lo que ha sucedido, según nos dice el evangelio del día de hoy.

“Y los fariseos y escribas, murmurando de El decían: este acoge a los pecadores y come con ellos”

Estos hombres malvados, no estaban dando esta información para la edificación de sus hermanos, por el contrario, buscaban escandalizarlos para que dejaran de seguir a Cristo.

Forzaron (podemos decir) a Cristo para que se defendiera. En el evangelio de este día Cristo da las razones de su asociación con pecadores, al hacer esto calla las murmuraciones de estos hacedores del mal.

Como hombres, sabemos que no es adecuado asociarse con gente malvada. Los humanos somos demasiado débiles y somos fácilmente influenciados y arrastrados por quienes no viven según la voluntad de Dios.

Por lo tanto amonestamos y más aún ordenamos a quienes están a nosotros sujetos, abstenerse de asociarse con gente malvada.

No sucede lo mismo con Dios, si Dios decide asociarse con pecadores, sólo puede ser por el bien del pecador mismo. Jamás puede existir ni corrupción ni peligro en Dios.

De esta manera Cristo, al explicar la situación en las parábolas, nos demuestra claramente que El es Dios. No tenemos nada que temer de la asociación de Cristo con pecadores. Solo puede ser algo bueno, bueno para el pecador y para el gran honor y gloria de Dios.

Esta explicación que Cristo da a los murmuradores, no los satisface. Por el contrario, ahora pueden acusar a Cristo de proclamarse Dios. Persisten e insisten que Cristo debe ser rechazado. No cooperan con la gracia de Dios y no ven la verdad.

Existen muchas personas como estas en el mundo actual, ven el mal aún en el mayor de los bienes. Prueban ser un montón de inconformes porque desean argumentar por ninguna otra razón que hacer perder el tiempo para que no se continúe haciendo el bien. ¡Con que frecuencia somos atrapados en estas artimañas!

Pacientemente tratamos de explicar la verdad a los hombres malvados, sólo para enterarnos de que no están interesados en escuchar la verdad sino interesados en discutir a toda costa en contra de la verdad misma.

Resulta verdadero el adagio: “El tonto hace más preguntas que el hombre sabio pueda contestar”

En la actualidad nos maravillamos, como es que Dios les ha dado la luz y entendimiento para ver la realidad a algunos, mientras que a muchos otros ni la ven ni la entienden. Ninguno de nosotros somos merecedores de tener tan grande y maravilloso tesoro, es estrictamente la gracia de Dios.

¿Por qué nosotros? Porque Dios ha escogido a los débiles para confundir a los sabios. Dios toma a los débiles y hace maravillas con ellos y no existe la menor duda de que es verdaderamente obra de la gracia de Dios, por lo tanto todo el honor y gloria le pertenece solamente a Él.

Tal vez un poco de reflexión en las parábolas del evangelio de hoy nos dará algo de perspicacia

Dios localiza a los perdidos. Cristo viene a este mundo a salvar a los pecadores. Desde luego a quienes reconocen ser pecadores.

Dios no puede ayudar a quien no es lo suficientemente humilde para reconocer sus pecados y que necesita de la gracia de Dios. Estos pecadores orgullosos no pueden ser ayudados hasta que cooperen con la gracia de Dios y se hagan humildes. Pero, toda vez que la humildad es verdad y se oponen a esta, se atrapan ellos mismos en sus errores. Es un círculo vicioso. Son orgullosos y se aferran tenazmente a sus errores y mientras más hacen esto más orgullosos se vuelven.

Cristo deja a todos los ángeles y santos del Cielo y viene a este mundo para salvar a quienes se salvarán. Quienes son humildes como el cordero extraviado, serán encontrados por Dios y recuperados al rebaño (felicidad eterna en el Cielo) y es una gran bendición ser encontrados por Cristo. El nos encontrará y nos llevará sobre sus hombros para regresarnos a Su Iglesia (Cielo). Todo lo que nosotros debemos hacer es, querer ser encontrados y no alejarnos o resistir los esfuerzos de Cristo por rescatarnos y llevarnos a donde pertenecemos.

Cuando todo esto se haya realizado habrá gran júbilo en el Cielo por haber encontrado la oveja que estaba perdida, pecadores que ahora son santos; mucho mejor que por los demás que nunca se desbalagaron.