Sunday, January 8, 2012

FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA

8 DE ENERO DE 2012

Queridos Hermanos:

La maravilla y belleza de una familia va más allá de cualquier explicación, sin embargo, la grandeza de la Sagrada Familia no se puede comprara con nada de este mundo.

No hay palabras para describir la humildad del Hijo de Dios al convertirse en hombre y obedecer tanto a María como a José. Mientas que al mismo tiempo nos quedamos anonadados cuando consideramos la dignidad de María. Siempre virgen y madre de Dios al mismo tiempo.

Qué gran privilegio para la santísima Virgen María poder llamar a Dios su Hijo y decirle además: “¿Hijo, porque nos has hecho esto? Habla con Él, con su hijo, a quienes los ángeles en el Cielo reverencian y adoran en silencio y dan gloria. Jesucristo de manera humilde, de igual forma, obedece y escucha a Su madre.

Este es el modelo perfecto a imitar por todas y cada una de las familias. Todos los hijos deben buscar e imitar la humildad y obediencia de Jesucristo. Todos somos aún niños en cierta manera, y por lo tanto debemos practicar esta virtud. Si Dios mismo pudo humillarse, ¿cómo es posible que una creatura pueda llenarse de tanta vanidad y orgullo y pensar que la humildad va más allá de sí mismo? Que tontería pensar que somos mucho mejor que Jesucristo.

Todos y cada uno de nosotros tenemos una autoridad sobre nosotros y estamos llamados a someternos a esta como lo hizo Jesucristo al estar sujeto a María y José. Debemos humillarnos un poco y estar listos a obedecer con prontitud, de buena voluntad y con gran deseo.

La autoridad sobre nosotros es, en muchas ocasiones, no la más perfecta. Son seres humanos con sus muchos defectos y faltas. Dios no nos pide obedecerlos sólo cuando están en lo cierto. Se nos dice que debemos obedecerlos en todo lo que no es pecaminoso. Es muy complaciente a Dios, vernos obedecer y humildemente inclinar nuestra cabeza, sacrificando nuestra propia voluntad como Él lo hizo. Permanece en silencio como un cordero, en todo momento.

En todo instante vemos a Jesucristo sometiéndose en humilde obediencia completa. Debemos aprender a comportarnos de la misma manera. Si queremos encontrar nuestro camino al cielo sólo lo podremos logar siguiendo de manera muy cercana la obediencia y humildad de Jesucristo.

La dignidad de la paternidad y de cualquier otra autoridad debe ser considerada y tomada en cuenta por nosotros con gran responsabilidad ya que Dios es quien la ha puesto sobre algunos de nosotros. La dignidad de esta debe impregnar en nosotros una gran apreciación de lo indignos que somos de recibir tal privilegio y por lo tanto recibirla y ejercerla con gran humildad.

Dentro de esta humildad debemos de igual manera, entender que, toda autoridad viene de Dios. Los padres y los superiores toman, en cierta manera, el lugar de Dios y hablan con sus hijos o sujetos, en nombre de Dios. Por lo tanto debe ser la meta de toda autoridad, imitar a Dios en todas sus acciones.

Nuestras decisiones no deben ser movidas por cosas absurdas. Debemos buscar gobernar y juzgar teniendo siempre en mente las verdades eternas y de justicia.

No debemos abandonar nuestra autoridad dada por Dios, como lo han hechos muchos padres, de nuestros días. Es una falsa humildad inspirada por espíritus malignos que nos llevan hacia esa dirección. Debemos insistir para que nuestros sujetos escuchen y obedezcan, no porque somos vanidosos y orgullosos, sino porque los amamos y sólo queremos lo mejor para ellos.

Nuestro deseo debe ser siempre, conducirlos a la felicidad eterna, en el Cielo. Deben obedecernos porque tomamos el lugar de Dios.

Al someterse a la autoridad dada por Dios, es lo mismo que si estuvieran sujetos a Dios mismo.


Consideremos nuestra posición de autoridad y nuestro ser mismo, en relación a la Sagrada familia y sorprendámonos ante la dignidad que Dios ha dado a la autoridad y la humildad que da a quienes han de obedecer. Hagamos nuestro destino final y meta, obedecer con gran humildad como lo hizo Jesucristo, mientras que al mismo tiempo mantengamos nuestra dignidad y autoridad como lo hizo y nos lo han mostrado, san José y la santísima virgen María.

Así sea