11 DE DICIEMBRE DE 2011
Queridos Hermanos:
El tercer domingo de Adviento, también se le conoce como “domingo de gaudete”, no sólo por la primera palabra del introito de la Misa de este día, sino que, más bien por el sentimiento que expresa.
Los mismos símbolos de alegría reemplazan el color triste de la penitencia. Los ornamentos son color rosa en lugar del morado.
El color morado no es color de sufrimiento; sino de penitencia. Este color simboliza la realeza, porque era el rey, quien debía recibir el martirio de su posición y ya que la nobleza obliga, era el rey quien ponía el ejemplo de la penitencia. Tal es, esta la razón por la que la santidad era más usual entre las posiciones más elevadas, que en las demás.
Razón por la que nuestra Santa Madre Iglesia, desea expresar esa alegría sobrenatural, que debe ser el resultado de la penitencia, cambiando del color morado al rosa.
Sin embargo, la alegría que surge de una conciencia pura, es rápidamente reemplazada, por la seriedad de la penitencia. Los breves momentos de gozo es el consuelo que nos motiva a continuar de pie en una vida de fe.
San Pablo dice a los fieles cristianos:
“Hermanos, regocijaos en el Señor, siempre: una vez más les digo, regocijaos”, siempre, nos dice san Pablo. No sólo por un breve momento, sino, todo el tiempo. Y agrega, este gozo debe estar centrado en “nuestro Señor”.
El corazón y mente del hombre no puede encontrar verdadera alegría en este mundo.
Aún las cosas buenas de esta vida, son limitadas. Ya que el gozo es el reflejo de una buena conciencia, sólo quienes están en esta situación pueden disfrutar de esta verdadera alegría, los que están cerca del señor nuestro Dios... el hombre pecador, esta tan alejado de Dios según se encuentra sumergido en sus pecados.
La modestia del cristiano debería ser visible a todos los hombres. El verdadero cristiano vive en este mundo, de una manera tal que su mera presencia habla de él y su virtud de la modestia. Toda la vida del cristiano debe ser vestida de esta virtud, la modestia.
San Ambrosio dice: “ el cuerpo debe ser adornado con naturalidad y sin modificaciones, con simplicidad, con negligencia más que con exagerado cuidado, sin vestimenta costosa y deslumbrante, con vestimenta simple y ordinaria, para que nada falte a la honestidad y a la necesidad, mientras que al mismo tiempo no se agregue nada para incrementar su belleza”.
Por lo que podemos deducir que existe la virtud y el vicio en la manera de vestir de las personas. Ciertamente, las cosas exteriores no constituyen en sí mismas la virtud o el vicio, sino en la persona que usa estas cosas de manera inmoderada.
La falta de moderación puede tomar uno o dos motivos. En primer lugar, se debe tomar en consideración la forma y costumbres de la gente del lugar donde uno vive: hay un dicho que dice que “cuando estés en Roma hacer lo que hacen los Romanos”
Sobre este punto san Agustín dice: “las ofensas que son contrarias a las costumbres de los hombres, deben ser evitadas, según la costumbre generalmente prevaleciente, para que lo que se haya acordado y confirmada por la costumbre o ley de cualquier ciudad o nación no sea violentada a los bajos placeres de cualquiera, ya sean ciudadano o extranjero ya que cualquier parte que no armonice con el todo, es ofensivo. (Confesiones 3,8).
En segundo lugar, también dice san Agustín, en relación al apego desordenado por las cosas materiales que usamos al tomar demasiado placer de estas, según la costumbre de entre quienes uno habita, o contrario a la costumbre:
“debemos evitar el placer excesivo en el uso de las cosas, no sólo porque llevan al abuso de estas costumbres, sino porque con frecuencia exceden sus límites, que aunque permanecen ocultos, sin el límite de una restricción moral, muestra sus deformidad y brote, de la manera más baja (sobre la doctrina cristiana 3, 12).
Quienes dedican demasiado tiempo a la forma como se visten, pueden ser clasificados en dos grupos. Quienes están, exageradamente inoportunos y quienes se van al extremo contrario. La ropa es el ornamento del cuerpo. Algunos se visten con excesiva preocupación y algunos sin importarle nada. Ambos ofenden a la modestia cristiana.
En relación a los primeros san Gregorio no dice: “Hay quienes piensan que la atención a la finura y vestimenta costosa, no es pecado. Por su puesto, si esto no fuera falta alguna, la palabra de Dios no diría de manera tan expresa, que el hombre rico que fue torturado en el infierno ha sido vestido de purpura y lienzo fino.
Nadie, en verdad, busca cuidad su apariencia de manera costosa, (mas allá de lo que pide su estado o posición) sino es por vanagloria. Y como si comprendiera la decadente sub cultura de nuestra sociedad actual, san Agustín agrega: “no solo el deslumbramiento y la pompa de las cosas externas, sino que también la tierra y la maleza del luto, debe estar sujeta a la ostentación, lo más peligroso es, el ser señuelo bajo el aspecto de servir a Dios”.
Ambos excesos y defectos desordenados son sujetos de la ostentación y por lo tanto, pecaminosos. Sobre todo, parece que el Cristiano debe resistir lo que el Papa Pio XII llamó: La tiranía de la moda”.
Así sea.