Sunday, December 25, 2011

NACIMIENTO DE N. S. JESUCRISTO

25 DE DICIEMBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

El evangelio de la tercera misa de este día, está tomado del evangelio de San Juan.

El mismo que usualmente se lee después de la Misa. Los otros evangelistas empiezan con “el nacimiento de Jesús, aquí en la tierra”. Sin embargo san Juan, abre un poco más esta visión. Nos lleva al inicio y nos muestra que Dios, Hijo, existe desde toda la creación. San Juan establece sin lugar a dudas que, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre.

La pregunta obvia, al considerar esta profunda humillación, del Creador, de ser una de sus creaturas, es sin duda: ¿Por qué?, ¿Por qué hizo eso, Dios?

El Hijo de Dios, se hizo Hijo del Hombre, para que el hombre pudiera ser hijo de Dios. Desde toda la eternidad Dios ha planeado ser uno como nosotros y elevar nuestro estatus, para de esta manera llegar a ser uno con Dios.

Antes de su nacimiento, el mundo se encontraba en una gran espera y anticipación, toda vez que el Cielo, se encontraba cerrado. Los profetas mantenían viva la esperanza, de la venida del Salvador.

Trágicamente la gente no estaba preparada, para reconocerlo y aceptarlo, cuando Él viniera. “Vino a los suyos y los suyos no lo reconocieron” pero quienes sí, lo recibieron, merecieron ser llamados hijos de Dios. El día de hoy sabemos que Cristo ha venido del Cielo y ha regresado al Cielo. De igual forma sabemos que Dios no nos ha abandonado completamente. Nos ha prometido estar con nosotros hasta la consumación de los tiempos. Es verdad que Dios está en todas partes, y por lo tanto no podemos escapar de Su presencia. Sabemos que hay una presencia más palpable, en la Sagrada Eucaristía.

Jesucristo permanece con nosotros en la verdadera Iglesia, sobre el altar, donde se oficia el verdadero Sacrificio de la Misa. De esta manera ha hecho posible, para todos nosotros cumplir Su mandato: A menos que coman la carne del Hijo del hombre… no tendrán vida en ustedes.

La humilde presencia de Dios en la tierra, en forma de creatura, continúa ahora, de una manera más humilde que antes. En las humilde forma del pan y del vino. Este es el resultado de hasta donde lo ha llevado, el amor de Dios, por nosotros. Ahora bien, lo que necesitamos considerar es, ¿qué tanto estamos dispuestos hacer para seguirlo y encontrarnos con Él? No sólo creemos en Él, sino que cumplimos Su palabra. ¿Comeremos de manera digna Su carne, para ser transformados y recibir una nueva vida?

Cristo nació en la carne para que nosotros pudiéramos nacer en el espíritu. Si lo recibimos de manera digna, nos ha prometido la vida eterna. Cuando ingresamos a la Iglesia, formamos parte del Cuerpo Místico de Jesucristo.

De la misma manera que Cristo al nacer, ha tomado nuestra carne, de la misma manera nosotros al renacer, nos convertimos en Su cuerpo. Si vivimos como es debido, podemos decir con san Pablo, ya no somos nosotros los que vivimos sino Jesucristo que vive en nosotros. Al recibirlo, nos transformamos en Él. Nos convertimos en uno con Cristo. Nos damos cuenta que debido a las humillaciones de Jesucristo hemos sido exaltados, debemos por lo tanto, estar agradecidos, por el gran don que hemos recibido.

El día de hoy, es realmente, un día de regocijo, de nuestra buena fortuna, pero al mismo tiempo, es ocasión para también estar avergonzados, de nosotros mismos. En la profundidad del pecado, el ser humano, no merece nada, sin embargo, Dios le ha dado nuevamente, la esperanza. Dios ha hecho tanto por nosotros y muy pocos respondemos de mane recíproca. Es realmente vergonzoso, admitir como católicos que, Jesús ha venido a nosotros, en la santa Misa. Tantas veces ha venido a los suyos y los suyos no lo recibieron. Muchos han reusado recibirlo, en la Santa Comunión, o lo han hecho de manera inmerecida.

Muchos han sido negligentes con Él, en el Tabernáculo. No comportándose de manera diferente, en la Iglesia, a cualquier otro lugar, como si no estuviera realmente presente. No es extraño que Dios haya permitido que la Iglesia y la Misa, hayan sido eclipsadas por tantos modernistas, en el Novus Ordo.

¡El vino a nosotros, pero nosotros no! Él ha querido juntarnos como la gallina a los pollitos. Desea alimentarnos con Su cuerpo. Desea ser uno con nosotros. Para que seamos uno con Él. Desea que lo amemos. Es ocasión para que también nosotros, en unión de San Francisco, lloremos porque, Jesús, El Amor, no es amado.

Aún, hoy día, es más importante reparar la falta de verdadera caridad en nosotros.

Es tiempo de regocijo, porque todavía está abierta la invitación, para quien desea aceptarla.

Asegurémonos que esta Navidad y siempre recibamos a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, en nuestro corazón y vida

Así sea.