19 DE JUNIO DE 2011
Queridos Hermanos:
Jesucristo Nuestro Señor ha dado a Sus discípulos la garantía de permanecer con ellos para siempre –aún hasta la consumación de los tiempos. Al celebrar la festividad de la Santísima Trinidad, se nos recuerdan muchas cosas relativas a Dios.
Sabemos que son Tres Personas en un solo Dios; y como nos lo dice san Pablo, que los juicios de Dios son incomprensibles por nosotros y Sus caminos inescrutables. Pero más que esto, consideremos su Omnipresencia.
Jamás podemos escaparnos de la presencia de Dios. Hay quienes dices que la presencia de Dios es como el aire alrededor nuestro. Más que todo esto, encontramos la presencia de Dios dentro de nosotros y a nuestro alrededor. Dios está con nosotros todo el tiempo.
Para la persona virtuosa esto es algo muy reconfortante al pensar que Dios es testigo de todo lo que hace, todo lo que piensa y dice. Para el individuo malévolo esto es una cosa muy temerosa al recordar que Dios es testigo de sus crímenes y maldad.
Más allá de todo esto, debemos entender que la presencia de Dios es necesaria para nuestra existencia misma. Se ha señalado ya con anterioridad que si Dios dejara un instante de pensar en nosotros en ese mismo instante dejaríamos de existir.
Existimos constantemente en Dios. Vivimos, no sólo en su presencia, sino que por El y en El únicamente.
Cuando pecamos debemos entender que no sólo hemos olvidado a Dios y Su presencia, sino que lo hemos forzado, por así decirlo, a participar por lo menos por Su voluntad permisiva, en nuestra maldad. Dios es no sólo un testigo silencioso ante nuestros pensamientos malignos, palabras y acciones, es por así decirlo, forzado a participar en nuestras acciones pecaminosas, porque, por Su existencia en la criatura que nosotros abusamos.
Todo lo que Dios ha hecho es bueno, santo y complaciente para El. Se le ha dado al hombre la capacidad de usar todo esto en contra de Dios. El hombre ha tomado las cosas buenas y las ha hecho malas. Debido a que Dios está presente en todas las cosas, el hombre en su pecado esta directamente atacando y abusando de Dios. El abuso no es únicamente en contra de Su creación, sino que se está oponiendo a Él, porque lo encontramos en todo lo creado.
La manera en que entendemos, los dones de Dios para nosotros, frecuentemente ha llevado al hombre a confundir a Sus criaturas con Él mismo, poniendo a la creatura en el lugar de Dios. La idolatría es el entendimiento pervertido o equivocado de la realidad.
Todo el mundo a nuestro alrededor es sagrado y santo en el sentido de que, ha sido creado y viene de la mano de Dios y están contenidas en Él, sin embargo, estas cosas no son Dios.
En su belleza y adaptación para lo que fueron creadas, vemos la perfección de Dios. Vemos a Dios en Sus obras, sin embargo, debemos entender que es Su obra y no que es Él, aunque permanezca en esta.
Nosotros también somos Su obra, somos Su creación. Vive en nosotros de una manera más intima que el resto de la creación. Aunque no somos dioses, nos encontramos a un nivel superior al resto de la creación puramente material. Este mundo material fue hecho sólo para nosotros.
Así como debemos respetar y no abusar de este mundo material, que Dios nos ha dado y permanece en este, debemos tener un mayor sentido de respeto y sagrado uso de nuestro propio cuerpo y el de nuestro prójimo. No somos objetos materiales que deben ser estudiados ese l plano únicamente material. Tenemos un alma inmortal y somos templos del Espíritu Santo.
Nuestro cuerpo no es realmente nuestro, como tampoco lo son nuestros hijos. Los niños o son otra cosa que una masa de células y tejidos. Son la creación de Dios y son Sus templos, son sagrados y merecen respeto, dignidad y honor, como en todas las etapas de su vida. No tenemos ningún derecho de arrastrar lo sagrado a nivel de lo profano. No somos libres de considerar al hombre al mismo nivel de los demás animales. No somos libres de manipularlos a nuestro antojo y placer.
Al contemplar el misterio de Dios y la Trinidad, no fallemos en contemplar Su vida y presencia dentro y en todo lo que hacemos. Arrepintámonos de haberlo ofendido.
Supliquemos Su misericordia por todos los que lo han ofendido al abusar sus cuerpos o el de los demás. Somos miembros de Cristo- vivientes: “Recuerden que Yo estaré con ustedes, hasta la consumación de los siglos”. (San Mateo: 28:20)
ASÍ SEA