17 DE ABRIL DE 2011
Queridos Hermanos:
La venida, de Nuestro Señor Jesucristo, a este mundo fue tanto para el beneficio de los Israelitas como de los gentiles. Tanto el asno con su portillo que no había sido montado, ambos fueron puestos a disposición de Jesús. El uno y el otro representan, para nosotros, los Israelitas que estaban sujetos por la Ley y los gentiles que estaban libres de esta.
En ambos casos, los apóstoles que envió Jesucristo, fue para que liberaran a unos e invitaran a los otros, a que ambos se le unieran. No importa tanto si consideramos a uno sujeto a la Ley de Moisés o al otro sujeto al pecado. Ambos el que está sujeto por el pecado y el hombre justo acudieron a Jesucristo por medio de los apóstoles. En cualquier situación en la que nos encontremos nosotros, el único camino a Jesucristo es por medio de Sus apóstoles, sin estos no hay Iglesia, por lo tanto no hay Sacramentos o Sacrificio.
Es sobre las espaldas de los pecadores y justos que Jesucristo es llevado a la ciudad. Todo el género humano ha llevado a Jesucristo a la ciudad donde debe sufrir y morir. En esta ocasión, sin embargo, es de gran júbilo y celebración. Jesucristo es bienvenido como Rey. Razón para que nos regocijemos al ver nuestra salvación ya próxima. Pero es, al mismo tiempo, una razón para llorar nuestros pecados ya que estos han puesto en movimiento la muerte necesaria de Jesucristo en la Cruz.
La liturgia de este día muestra ante nuestros ojos, vivamente, el evento que nos lleva a la Crucifixión. De la misma manera que se presento la gente en Jerusalén, debemos hacer nosotros acto de presencia, en la manera de lo posible, para presenciar las ceremonias de Cuaresma que se llevaran a cabo esta semana. Sigamos a Jesucristo espiritualmente en estos días, con la esperanza de incrementar nuestro amor por El y, con gran valor tomar diariamente nuestra cruz para imitarlo, con gran amor.
Frecuentemente, nuestro amor por Dios, es transitorio, como lo vemos e la gente de Jerusalén. El día de hoy proclamamos nuestro amor eterno, dando la bienvenida a nuestro Rey y al poco rato gritamos pidiendo Su sangre, por nuestros pecados.
!Que falsos somos, realmente!.
Debemos estar pidiendo a Dios por la gracia de perseverar en este amor.
Ahora bien, en medio de esta celebración y júbilo de la bienvenida de nuestro Rey, debemos prepararnos con actos de gran mortificación y penitencia. Debemos renovar nuestros actos de Fe, esperanza, caridad y contrición. Debemos imprimir en nuestro corazón y mente la imagen viva de Jesucristo y lo que le ha costado a Él salvarnos de nuestros pecados. Vino a nosotros, cuando ya no teníamos forma de ayudarnos nosotros mismos o recibir ayuda de alguien más. Estábamos completamente perdidos y, en Su misericordia y amor nos levantó de nuestros pecados y nos coloco sobre Sus hombros.
No es suficiente tener los crucifijos colgados en nuestras paredes o guardado en algún armario, debemos tener esta imagen siempre presente en nuestro corazón y mente para jamás alejarnos de Él. Dios siempre está pensando en nosotros. Lo ha hecho desde toda la eternidad. Vino Jesucristo a este mundo, con nosotros en mente. Fue a Jerusalén a morir por nosotros. Siempre estuvimos en Su mente. Lo dio todo, por nosotros. Vivió y murió por nosotros.
Considerando todo esto, no es mucho pedir, el que estemos siempre pensando en El. No es mucho pedir el hacer todo por Su gran honor y gloria. No es mucho pedir amarlo con todo nuestro ser. Nuestra razón nos dice que por lo menos debemos hacer eso, ya que no podremos nunca pagarle todo lo que ha hecho por nosotros.
Conforme tomamos nuestras palmas benditas, recordado la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén, unámonos a nuestra Santa Madre la Iglesia en la terrible pasión y muerte de nuestro señor Jesucristo. La alegría y tristeza van mano a mano.
El amor tiene su alegría, luego llega el sacrificio y el sufrimiento para ser recompensado posteriormente con un mayor gozo y alegría. Este es el camino tomado por Jesucristo y el camino que nos está invitando seguir. Entreguémonos completamente a Él para que no nos desanimemos mañana, para que cuando llegue la tristeza, el dolor y el sufrimiento podamos soportarlo. Si podemos perseverar en este amor, a pesar de todos los sufrimientos, con Jesucristo en nuestra vida diaria, encontraremos, sin lugar a dudas, la felicidad eterna con Él en el Cielo.
Que así sea