Saturday, March 6, 2010

DOMINGO 3ro. DE CUARESMA

7 MARZO DE 2010

Queridos Hermanos:

El evangelio de hoy, es uno de los que más debe llamar nuestra atención. Al inicio de la cuaresma vimos al demonio tentar a Nuestro Señor Jesucristo, la rapidez y facilidad con la que lo rechazó nuestro Señor. Dándonos, con esto, la esperanza de que si lo imitamos, nosotros podremos hacer lo mismo. Lo cual ya hacemos de manera inmediata en el sacramento del bautismo, y con el paso, de un periodo considerado de tiempo y mayor grado de dificultad en el sacramento de la penitencia y la contrición; en las situaciones más difíciles lo logramos por medio de los sacramentales, oraciones y demás sacramentos.

Pero en el evangelio de hoy, vemos la otra cara de los espíritus del mal. Se nos muestra su persistencia y los estragos que ocasionan si se les da la más mínima oportunidad de volver a entrar a nuestra alma. Conocemos cual es la terrible situación del alma que ha permitido tal acceso. Se encuentra en una situación que es ocho veces peor a como era antes de que el primer demonio fuera expulsado.

Nuevamente somos prevenidos de estar siempre vigilantes, no podemos reducir la marcha ni bajar la guardia, se requiere la más mínima distracción para volver a caer, y se necesita un gran esfuerzo y fortaleza para poder a levantarse.

Con frecuencia nos enteramos de almas que han caído y que no tienen la fuerza necesaria o el valor para levantarse y deciden vivir y permanecer en el pecado, haciendo amistad con el demonio en lugar de la paz con Dios. Deciden estar en constante guerra contra Dios convirtiéndose en sus más acérrimos enemigos.

Mientras que el lado del mal y del demonio puede aparecer tentador desde el limitado punto de vista de tiempo y espacio en este mundo; la eternidad, tiene el más repulsivo y espantoso panorama. Luego entonces debemos ampliar nuestra mirada miope, de la espiritualidad para poder alcanzar el mayor y verdadero conocimiento de Dios.

No hemos sido creados para este mundo, para nosotros o para cualquier otra persona en este mundo, ni para los demonios en el infierno, fuimos creados única y exclusivamente para Dios.

Nuestro único propósito en esta vida es dar honor y gloria a Dios, conociéndolo, amándolo y sirviéndole, para después gozar de Su presencia por toda la eternidad.

El demonio, el mundo y nuestras pasiones constantemente luchan y están en guerra contra Dios, consecuentemente con nuestra alma.

Como dijimos anteriormente, en el evangelio de hoy vemos la persistencia y tenacidad de estos demonios, en su lucha contra Dios, lo odian y continuarán odiándolo hasta la eternidad. No hay nada que los haga cambiar, como tampoco hay esperanza para ellos. Su odio por Dios les inspira un odio más profundo por nosotros, que hemos sido creados a Su imagen y semejanza y si buscamos incrementar o mejorar esta imagen y semejanza en nosotros, nos odiarán mucho mas.

De igual manera somos testigos de cómo, la mayoría de las personas que no oponen resistencia a los demonios nunca sufren estos ataques, a quienes los demonios ven con seguridad su perdición, en el camino al infierno o como mansos corderos siguen a las multitudes, sin necesidad de ser atacados. De antemano están destruyendo la imagen y semejanza que había en ellos, el demonio los ha colocado en un letargo diabólico, con toda la flota de alegrías y placeres que tiene para ofrecer este mundo.

Es sólo después de cambiar esta vida por el infierno, que el demonio dejará de engañarlos, para darse cuenta estos, del engaño en que han caído, pero será ya demasiado tarde.

Sin embargo, para quienes luchan y se disciplinan a sí mismos, al demonio y al mundo, se encuentran en constante lucha y ataques de parte de los demonios. El uno que se fue y los otros siete más que son peores que el primero, hacen todo lo posible para regresar a esta alma.

Mientras más ascendemos en la vida espiritual, más violentos son los ataques del demonio y mientras más cercana esta nuestra muerte, mayores son estos, ya que no desean perder ninguna oportunidad de robarle otra alma a Dios.

La intensidad de esta guerra sólo se incrementa al hacer nosotros progreso en la vida espiritual. Pero a menos que nos desanimemos por las tribulaciones, debemos también considerar que conforme progresamos en la vida espiritual, nos volvemos más fuertes y la gracia de Dios en nosotros, nos prepara y fortalece para la batalla.
Confiar en nuestras propias fuerzas sería nuestra ruina pero, confiar en Dios, la Santísima Virgen María, los santos, ángeles, los sacramentos y sacramentales de la Iglesia Católica son más que suficientes armas para triunfar en esta batalla.
Aunque nuestra debilidad es mayor, debemos tener fuerza y valor en el hecho que Dios es superior y que El ganará la guerra.

En el tiempo de la inseguridad o tentación recordemos las palabras de Nuestro Señor: “Mi gracia te es suficiente”, de igual manera recordemos lo que dice san Pablo: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”

Así sea.