Saturday, February 13, 2010

DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA

14 DE FEBRERO DE 2010


Queridos Hermanos:

Nos encontramos nuevamente ante el umbral del tiempo de cuaresma. Este es una de las dos ocasiones en las que se nos señala como tiempo de penitencia del año y es tal vez el más importante. Este es un tiempo de preparación para culminar con el momento de la conmemoración de la pasión de Jesucristo nuestro Señor y su agonizante muerte en la cruz en reparación de nuestros pecados. Este es un tiempo de reflexión y tristeza en el que muchos acusarán a la Iglesia de difundir pesimismo y nubes grises. Lo cual no es así. Es la resurrección que andamos buscando con gran alegría y anticipación. Cristo, nos resucitará de la muerte, como El mismo lo ha hecho.

Todo católico debe saber que antes que suceda la resurrección debe haber muerto y antes de esto debe haber una cruz. La cruz y el sufrimiento deben venir antes de la celebración y la alegría de la resurrección.

Es en este espíritu, la caridad, que nos habla el día hoy san Pablo. Si vamos a entrar verdaderamente a este tiempo de penitencia, debemos estar motivados por el amor. Sin amor, todas nuestras penitencias, sufrimientos y obras son en vano. Y si pasamos este tiempo de penitencia en vano, no habrá, tampoco para nosotros, la celebración gloriosa de la Resurrección.

Es esencial que entremos a este tiempo de penitencia de manera voluntaria y con gran alegría, como lo hizo Jesucristo al cargar la cruz por nosotros. Pero es más importante que entremos y continuemos todo este tiempo, con y por amor en nuestro corazón. Este fue el motivo que movió a nuestro Señor Jesucristo para sacrificarse por nosotros. De la misma manera debe ser este, el motivo que nos mueva a hacer cualquier sacrificio o penitencia necesarios.

Frecuentemente escuchamos sobre la belleza y gozo del amor, sin embargo casi nunca pensamos en el dolor y sufrimiento que lo acompaña. El mayor amor en este mundo es, dar la vida por quien amamos. Esto es lo que Cristo hizo por nosotros hace más de dos mil años y este es el amor que los santos y particularmente los mártires, a través de toda la historia le han devuelto y manifestado; haciendo un llamado, con el ejemplo, para que nosotros hagamos lo mismo.

Me atrevo a decir que sólo aquellos que han sufrido de y por amor saben lo que significa verdaderamente amar. La mayoría ha sólo tocado la superficie del afecto y piensa haber amado. Se imagina haber “sufrido” pero ese sufrimiento frecuentemente es ligeramente confundido por el orgullo y vanidad en lugar del corazón verdaderamente presionado al amar acompañado de la abnegación. Amor que es requerido frecuentemente.

En el evangelio de hoy nuestro señor dice a sus seguidores todo lo que habría de suceder en relación a Su sufrimiento y muerte, para resucitar tres días después. Sin embargo, no captaron el mensaje y no lo entendieron, ya que es tan contrario a la forma humana de pensar, va en contra de casi cada fibra de nuestra naturaleza.

En cierta manera podemos justificar a los apóstoles por su falta de entendimiento, pero nosotros con más de dos mil años de retrospección no podemos tan fácilmente ser personados si fallamos en entender el significado o importancia de este hecho.

Frecuentemente somos como el ciego y fallamos ver la verdad frente a nosotros. Este individuo tuvo que esperar a que Cristo acudiera a su ayuda y lo llama muy a pesar de, los intentos por hacerlo callar e intento de suprimirlo, por las demás personas a su alrededor.

Esta esperanza debe ser, de igual forma, la nuestra, sin importar que tan desesperante sea la situación en la que nos encontremos. No debemos perder la esperanza sino incrementarla como lo hizo el pobre ciego, a que hace referencia la lectura de hoy, y que leemos fue escuchado por Nuestro Señor. De acuerdo a la fe de este hombre “Señor que vea” así le fue concedido.

De igual forma de novemos tener temor en ser desanimados, sino llenarnos de la fe y esperanza para beneficiarnos de las gracias que Dios constantemente nos ofrece.

Sobre todo debemos tener caridad, porque todo es vacio si esta falta. Sin amor toda la vida pierde significado y propósito.

Fuimos creados para amar y sin amor estamos perdidos.

Planeemos nuestro tiempo de cuaresma con nuestros sacrificios llenos de fe y esperanza, que complazca a Dios y nos dé una recompensa mucho mayor de lo que nos sea posible imaginar (No sólo resucitándonos de la muerte, sino que nos eleve a la felicidad eterna con El en el Cielo).

Pero sobre todo, vivamos este tiempo de cuaresma y el resto de nuestra vida llena de amor por Dios y nuestro prójimo. Es esta virtud del amor que da valor y significado a todas nuestras actividades, aún las acciones más insignificantes.
Mientras mayor sea el amor, mayor es el sacrificio, consecuentemente mayor será la recompensa

Mucho le será perdonado a quienes han mucho amado

Así sea.