21 DE FEBRERO DE 2010
Queridos Hermanos:
Los demonios están a todo nuestro alrededor, nadie está exento de sus ataques. Nuestro Señor Jesucristo, fue objeto de estos ataques, como lo señala el evangelio de hoy.
Sin embargo, es importante considerar que no todos los ataques provienen de los demonios, estamos también sujetos a la concupiscencia de nuestra naturaleza caída y las tentaciones del mundo a nuestro alrededor. Pero, las insidias de los demonios, son mayores y con mayor frecuencia de lo que podemos imaginarnos.
Es muy benéfico para nosotros que, se nos recuerde al inicio de la cuaresma, sobre las herramientas y armas a nuestra disposición para resistir y protegernos en contra de las tentaciones de los demonios.
En primer lugar debemos orar. Toda oración en buena y efectiva para expulsar a los demonios; en primer lugar debe estar la señal de la cruz. San Juan Crisóstomo dice “temblamos de manera vehemente cuando observamos lugares donde han sido ejecutados los malhechores. Cuanto temor sentirán los demonios ante la cruz, el arma que los hirió mortalmente; los demonios ven temerosamente la señal de la cruz, temblando y llenos de pavor salen corriendo”.
En segundo lugar debemos hacer uso frecuente de la invocación del Santo Nombre de Jesús “En mi nombre expulsarán a todos los demonios” (San Marcos 16:17).
San Atanasio nos dice: “El poder de Jesucristo es tan grande que los espíritus del mal se hunden en la nada ante El, y no pueden resistir la invocación del Santo Nombre d Jesús”.
En tercer lugar, hagamos uso frecuente del agua bendita. Santa Teresa nos recomiendo “para expulsar a los espíritus malignos y que, no regresen, no hay nada más efectivo que, el agua bendita; no es imaginación ociosa, frecuentemente lo he experimentado”.
Pero sobre todo debemos, honestamente y con perseverancia resistir. En los asuntos humanos no podemos evitar ser superados por fuerzas superiores, sin embargo, esto no sucede en la vida espiritual. Si los demonios nos atacan, aún a pesar de su poder y sutileza, podemos resistirles; porque no estamos solos, es Dios que lucha con nosotros y en nosotros y nos ayuda a lograr la victoria. “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fil 4:13).
Santa Justina, habiéndose convertido al cristianismo, ofreció su virginidad a Dios; Algaidos, joven pagano, deseaba casarse con ella pero, todos sus esfuerzos fueron en vano. Acudió a un hechicero para poder conquistar a la joven Justina, con la ayuda del maligno. El hechicero conjuró los poderes de las tinieblas; Justina sufrió los peores tormentos, tentaciones y sufrimientos, día y noche; sin embargo, resistió con gran valor, ayunando, orando e invocando la ayuda y protección de Jesús y María Santísima, sellándose con la señal de la Cruz, las tentaciones cesaron. El demonio le dijo al hechicero, que Justina al ser Cristina, no tenía influencia sobre esta, que con gran valor y coraje luchaba y confiaba en Jesucristo. El hechicero (Cipriano) se convirtió al Cristianismo para posteriormente recibir la cruz del martirio al igual que Justina.
Consideremos también al Demonio que mató a los siete esposos de Sara, por su incontinencia.
Sara y Tobías, demostraron a los demonios con la perseverancia en la oración tres días posteriores a su boda, para posteriormente comprometerse en los privilegios del matrimonio por el amor de Dios y deseo por concebir hijos.
Es por lo tanto sin fundamento, recargar los pecados, exclusivamente sobre los demonios y decir “es que el demonio me hizo cometiera tal o cual pecado”. Si no hubiéramos hecho caso a este, no hubiéramos caído en la trampa.
San Agustín señala: “El demonio es como un perro encadenado. No puede morder a nadie a menos que se le acerqueN, es verdad, puede ladrar, mostrar sus colmillos, pero no puede mordernos, porque no puede ir más allá de donde le permite la cadena que lo sujeta. Mostrarle la señal de la Cruz y huirá a refugiarse a su violenta perrera, en el infierno”. Agrega “Como el viejo enemigo es fuerte con quienes no lo resisten, es débil con quienes le oponen resistencia. Si aceptas sus sugerencias, no puedes domesticarlo como a un león, pero si le resistes lo puedes pisotear como a una hormiga”.
Orar al momento re percibir cualquier tentación. Actuar como el niño que acude a su padre o madre ante el peligro o pide ayuda. Acude a Dios en las tentaciones y pídele Su ayuda, gracia y misericordia, has la señal de la Cruz frecuentemente, invoca el Santo Nombre de Jesús, has uso del agua bendita y acude a la protección de la Santísima Virgen María, los ángeles y santos.
Evita todo tipo de pecado, pero de manera especial el de impureza, maldecir y blasfemia; y vive piadosamente. El demonio no tiene poder sobre los cristianos piadosos.
Repite frecuentemente qué prefieres morir antes que pecar.
Así sea.