3 DE ENERO DE 2010
Queridos Hermanos:
“No se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual debemos salvarnos”
Estas palabras, de Dios espíritu Santo, son dichas a san Pedro, para que las trasmitiera a los gobernantes de sus días, recordadas ahora a nosotros en Los Hechos de los Apóstoles. Si habremos de salvarnos, este santo nombre debe estar siempre en nuestros labios todos los días de nuestra vida pero de manera más particular al momento de nuestra muerte.
No podemos hacer otra cosa que admirar el valor de los apóstoles, especialmente el de san Pedro, según lo podemos constatar en la lectura de este día. Este es el poder de Dios otorgado a ellos por el espíritu Santo, quien es enviado por el Padre y el Hijo. De igual manera nosotros hemos recibido al Espíritu Santo, en nuestra Confirmación.
Se nos ha dado la gracia de invocar el Santo Nombre de Jesús con gran eficiencia. Cristo nos ha dicho que todo lo que le pidamos al Padre en Su nombre, se nos dará. Este nombre tan sagrado y santo es poderoso para nuestro avance en la vida espiritual y para nuestro bienestar general.
Podemos ver a nuestro alrededor como, el Demonio ha tenido gran éxito en lograr que el ser humano en general, pierda de vista la perspectiva de la grandeza de este santo nombre. Utilizado de manera frívola constantemente. Es utilizado para demostrar sorpresa o incredulidad, es tan frecuentemente utilizado sin respecto que ha perdido ya todo significado.
Además de romper, el Segundo Mandamiento de la Ley de Dios, No juraras en nombre de Dios en vano, con gran frecuencia escuchamos el mal uso que se le da a este santo Nombre. Deberíamos de sentirnos muy avergonzados al saber que esta práctica continúa y se vuelve cada vez peor y nosotros no hacemos nada al respecto. Debería de hervirnos la sangre ante los insultos cometidos contra Dios, sin embargo nos dejamos arrastrar por la corriente como si nada pasara.
Y en verdad, tal vez ¡nada haya sucedido! Tales almas no tienen temor a su condenación eterna, tal vez porque han ya sido condenadas, y sólo esperan la ejecución de su sentencia. En tales circunstancias debemos sentir una gran tristeza por las almas que se han de perder para siempre.
Si sólo pudiéramos ver el estado actual de tales individuos. Quedaríamos llenos de temor y espanto por el futuro de tales almas condenadas para siempre, al tratar de impresionar a los demás con sus blasfemias. Que vanidad y orgullo desmedido, no sentir nada al insultar el Santo Nombre de Dios.
El mundo está totalmente escandalizado con el uso desmedido de palabras estereotípicas peyorativas etiquetando a los diferentes segmentos de la sociedad, pero no hay ningún interés en detener los insultos sin medida que se dan a Dios.
Vemos que esto no es sólo entre los analfabetas, groseros y vulgares; no, lo vemos en los más altos estratos sociales y educativos. Se ha convertido en uso universal y aceptado en todos los niveles sociales.
Como nos dice San Pablo el día de hoy. Ahora es el momento de hacer algo al respecto. Posiblemente no podamos enderezar todos los caminos torcidos de la sociedad, pero sí podemos corregir los abusos a nuestro alrededor. Debemos levantarnos en defensa de este Santo Nombre, ya no podemos permanecer callados ni un minuto más.
Este tipo de insultos al Santo Nombre de Jesús son insultos a todo el Cuerpo Místico, del cual formamos parte. No debemos tener ningún temor de manifestar nuestro descontento ante los insultos casuales o con sarcasmo lanzados sobre nosotros.
¿Si somos cuidadosos de no utilizar palabras que puedan ofender a los demás, no haríamos lo mismo para no ofender a Dios y, evidentemente a nuestros demás hermanos en la fe?
Si nos da vergüenza cuando escuchamos a los demás, que a falta del entendimiento social utilizan estereotipos peyorativos. ¿No deberíamos sentir lo mismo por quienes bajo pretexto de ignorancia quebrantan el Segundo Mandamiento de Dios? Si hablamos, amonestamos y corregimos a los demás en nuestra vida diaria. ¿Cómo podemos permanecer callados ante los insultos de blasfemia en contra del Santo Nombre de Jesús?
Tomemos en serio nuestras obligaciones como miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo y hagamos todo lo que esté a nuestro alcance por guardar el Segundo Mandamiento de la Ley de Dios, tanto nosotros mismos, como los demás a nuestro alrededor. Y no nos detengamos ahí, hagámoslo parte de nuestra oración diaria, recitando las Letanías en Desagravio por las infinitas ofensas en contra del Santo Nombre de Jesús.
Que así sea.