Saturday, August 29, 2009

DOMINGO 13ro. DESPUÉS DE PENTECOSTES

30 DE AGOSTO DE 2009

Queridos Hermanos:

¿Dónde están los otros nueve?

Existen muy pocos que escucharán realmente, las palabras de Nuestro Señor Jesucristo al Samaritano. “Tu fe te ha salvado”.

La mayoría aunque recibe gracias abundantes, de parte de Dios todos los días, raramente se salvan, toda vez que les falta la verdadera y completa fe que el Samaritano tenía.

Las bendiciones de Dios caen sobre todo el mundo, no existiendo, quien honestamente pueda decir que no ha sido extremadamente ayudado por Dios, sin embargo, la mayoría de estas gracias son benéficas sólo para sus cuerpos, cuando es muy poca la cantidad de esta que llega a sus almas. Sencillamente les falta la fe del Samaritano.

Sólo en la Iglesia Católica existen Sacerdotes, que pueden curar el alma de las personas, con el sacramento de Penitencia. No existe ninguna otra religión en el Mundo con este poder de Dios. Esto sólo sucede en la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica, establecida por Jesucristo. Lo cual deja a muchos fuera de la verdadera fe. Los que están fuera de esta fe, reciben muchas bendiciones de Dios, de la misma manera como lo hicieron los “otros nueve”, a que hace referencia el evangelio de Hoy.

Existen muchos a quienes Dios les da o permite tener grandes cantidades de bienes materiales en este mundo. Se les da vida, salud, riquezas y muchas otras cosas más, sin embargo, esto no significa que sean agradables a Dios. Dios es bueno y les da todo esto para acercarlos más a Él. Trágicamente la mayoría de los hombres usan las bendiciones que Dios les ha dado, sólo para alejarse de Él llenándose cada vez más de su amor propio y vanidad.

Se les ha dado su recompensa en este mundo, dejando ya nada para ellos en la eternidad. La mayoría son como los nueve de que nos habla el evangelio, quienes nunca escucharon las palabras de gran consuelo de Nuestro Señor Jesucristo: “Id en paz vuestra fe os ha salvado”.

El éxito en este mundo es una bendición de Dios, sin embargo, no es una aprobación del comportamiento de quien la recibe. Muchos tienen fe cuando, quieren o necesitan algún bien material, de parte de Dios. Son capaces de invocar su Santo Nombre en caso de necesidad, sin embargo, cuando reciben el beneficio solicitado, es tanta su alegría y regocijo que nuevamente se olvidan de Dios. Sólo una minoría recuerda realmente tan siquiera la gratitud civil que tenazmente deseamos inculcar en nuestros hijos.

Los padres de familia insistentemente tienen que recordar a sus hijos que deben tener, por lo menos, gratitud por los beneficios recibidos. Cuando todo pasa, la mayoría olvida esta lección. Tenemos la tendencia de olvidar agradecer a nuestro gran benefactor, al ser envueltos en el beneficio recibido de este. Nuestra ingratitud no mueve a Dios a retirar el beneficio que nos ha hecho; sin embargo, si pone una barrera para recibir las gracias y bendiciones más importantes y necesarias, para la salvación y salud de nuestra alma.

Debemos tener mucho cuidado en no escandalizarnos de los grandes beneficios y bendiciones que Dios otorga a grandes incrédulos y falsos creyentes. Las bendiciones de Dios pueden ser consideradas como arma de dos filos; toda vez que la mayoría al recibir estas bendiciones, las utiliza para su propia condenación. Deben rendir cuentas claras de todo lo que han recibido. Ese día, será un día muy aterrador.
Tendrán que responder que la vida, riquezas, salud, belleza etc. que Dios le dio sólo fue utilizada para olvidarse y pecar en contra de Él. Mientras mayor sea el beneficio recibido y profanado, mayor será el castigo a recibir.

La lepra misma que afligía en primer término a estos hombres era una bendición de Dios. Si no hubiera sido por ella, estos hombres jamás se hubieran acercado y clamado a Jesucristo. Y no hubiera regresado el único, que así lo hizo después de haber sido sanado. Existe una cadena de eventos que deben ser tomados en cuenta, en lugar del resultado final. No caigamos en la desesperación al recibir una gran y fastidiosa cruz, sino que veámosla como la medicina necesaria para sanar nuestra alma. Nuestros sufrimientos físicos, deben unirnos a Jesucristo y, nuestra gratitud regresarnos a Él para dar honor y gloria a Dios. Todo lo que nos sucede en esta vida, está diseñado por Dios para unirnos a Él, aumentar nuestra fe y amor.

De esta manera debemos aprender a ver más allá de nuestro sufrimiento y dolor.

Debemos aprender que todo esto puede llevarnos a una gran recompensa en la eternidad.
Aclamemos como lo hicieron los diez leprosos: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”, que no termine nuestra fe aquí, sino que continúe hasta regresar a Él y lo glorifiquemos, postrándonos sobre nuestro rostro ante Sus pies, dando gracias a Dios. Para poder recibir una bendición mayor con las hermosas palabras: “Tu fe te ha salvado”.

Que así sea.