Saturday, November 3, 2012

DOMINGO 23 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

4 DE NOVIEMBRE DE 2012

QUERIDOS HERMANOS:

En el evangelio de hoy, somos testigos de la curación de dos mujeres diferentes. La hija de Jairo, de 12 años de edad, jovencita que representa a l pueblo elegido, de Israel, por ser él quien gobernaba en la Sinagoga.

Esta joven mujer había entrado apenas a la pubertad, a la posibilidad de dar a luz por primera vez. De la misma manera con la venida de Cristo, la sinagoga y los Israelitas habían alcanzado el nivel de ser capaces de dar a luz a una nueva vida, la Cristiandad.
Jesucristo acude en primer lugar ante los extraviados de Israel, para darles la palabra de la vida eterna. Al recibir la Palabra de Dios, la sinagoga se posicionaría en la posibilidad de generar una vida nueva, espiritual, parra sí misma y para el gran honor y gloria de Dios.

Se encontraban los Israelitas en cierto modo, en un periodo de pubertad. Lo vemos en la vida de Israel, un punto de partida, el Antiguo Testamento da lugar al Nuevo. La infancia pasa para dar lugar a la madurez y lo adulto. Este es un tiempo magnifico y maravilloso, en la vida de esta joven mujer, como lo es para los hijos de Israel.

Un futuro glorioso y brillante se encuentra ante ellos, lleno de esperanza y sueños de incalculables dimensiones. Qué gran futuro ha puesto Dios en sus manos y los invita a ser parte de este.

La pubertad, por otra parte, viene acompañada regularmente por el dolor y el arrepentimiento al tener que dejar nuestra infancia. Entrar a la edad adulta significa que ya no podemos ser irresponsables ni indiferentes. En nuestra infancia todas nuestras necesidades y gustos son resueltos por alguien más. No tenemos ninguna otra obligación más que escuchar y obedecer las reglas establecidas por nuestros padres.
De esta misma manera Israel ha recibido, como infante, la Ley de Moisés y educado por los reyes y profetas.

Dios ha tomado a estos hijos suyos, de la mano y los ha guiado paso por paso en la madurez, de la vida espiritual. Así como los adolescentes con frecuencia resisten y rechazan dejar la infancia, de la misma forma los Israelitas se resistían a dejar el Antiguo Testamento para iniciar una nueva vida en el Nuevo.

Vemos como son ilógicos los adolescentes en este aspecto, por lo que podemos ver que infantiles, ilógicos y tontos fueron estos al rechazar a Cristo y al Nuevo Testamento, cuando es claro y evidente que todo este tiempo fue la preparación para tal acontecimiento.

Vemos a Israel como la doncella en este parte aguas de su vida, luchando y resistiéndose a este cambio junto con todas sus alegrías y maravillas. Resistencia tonta pues como todos sabemos la vida sigue su marcha, con o sin nuestra aceptación. Podemos ver que si la infancia es bien llevada, la transformación es fácil y la edad adulta es una gran promesa.

Sólo que surge un problema, la doncella ha muerto, la sinagoga y el templo han muerto, sin embargo, no es este el final, ya que Jesucristo las ha resucitado. No a la vida previa, de la infancia sino a la vida nueva, de la edad adulta. Lo mismo sucede con la sinagoga y el templo, la vida ha terminado y los Israelitas (quienes han creído) han resucitado a la nueva vida en Cristo, Su Iglesia.

Es igualmente importante analizar la situación de la segunda mujer, ya madura, que tenía problemas ya por 12 años. Ella representa a la nación de los gentiles. Al mismo tiempo que Israel, inicia su vida e infancia en Dios, los gentiles, mucho más adultos, entran en la Idolatría y maldad. Las impurezas del fluido de la sangre representan la impureza espiritual del pecado, que entra de manera simultánea, con el nacimiento de los Israelitas.

Después de doce años de esta vida tan terrible y malvada, vemos como esta mujer está ansiosa de un cambio en su vida, ansiosa por hacer a un lado la maldad y entrar en la madures y salud espiritual.

Vemos que, así como esta mujer, los gentiles, buscaron con gran ansia, cambiar a la vida de la gracia y la tomaron de Jesucristo mucho antes de que El pudiera dársela a la doncella Israelita. Se presenta con vergüenza por su condición y de manera humilde, no buscando llamar la atención o ser causa de escándalo. Son embargo, con total esperanza y fe. Los gentiles fueron los primeros en acudir a los dones de la gracia de Dios, antes que los Israelitas quienes se encontraban aún luchando con la actitud infantil, que preferían morir antes de cambiar y madurar aceptando la nueva vida espiritual.

Vemos que Dios entro a este mundo en el preciso momento de la transición tanto de los gentiles como de los Israelitas. Transformo a ambos el mismo día. Los gentiles son curados, en Su camino a la restauración de la vida de los Israelitas la vida de pecado es rechazada por los gentiles y la infancia es hecha a un lado por los Israelitas (los que cooperaron con la gracia de Dios).

El mundo entero se ha renovado y recibido un nuevo punto de partida, una vida espiritual ha empezado para todos. Hubo, sin embargo, muchos Israelitas que prefirieron morir antes que renacer a una nueva vida espiritual, con Jesucristo; así como muchos gentiles decidieron permanecer en el pecado en lugar de acercarse a la Iglesia, con humildad y fe, para ser sanados.

La historia nos muestra los trágicos resultados de esta decisión y los maravillosos resultados de entrar a la nueva vida en Cristo, tanto para los Israelitas como para los gentiles. Nosotros, como católicos nos encontramos nuevamente en este punto de transición. Debemos hacer a un lado la infancia espiritual, de la leche y miel, para con gran valor entrar a la edad adulta, que nos ha de ayudar a cargar nuestra cruz todos los días. Hacemos a un lado la vergüenza del pecado y nos revestimos de la vida de la humildad y la gracia.

Independientemente de donde hemos estado en el pasado, busquemos con gran amor alcanzar la vida espiritual con Cristo nuestro Señor.

Que así sea